Vladimir Ilich Ulianov
Lenin (1870-1924)

Sumario:

La familia Ulianov
La juventud revolucionaria
El primer partido de la clase obrera
Confinamiento en Siberia
Aparece Iskra
El Congreso del POSDR
La Revolución de 1905
En el centro de la lucha
Reagrupando fuerzas
La Primera Guerra Mundial
La caída del zarismo
De febrero a octubre
Hacia la insurrección armada
Triunfa la revolución socialista
Los primeros pasos
Las tareas inmediatas del poder soviético

Lenin. Ya nos hemos acostumbrado a que los revolucionarios no tengan nombre, o no tengan su propio nombre a causa de las persecuciones de la burguesía. Cuando te lo quitan todo también te quitan hasta eso. Pero, al mismo tiempo, el nombre se confunde con su vida, o sea, con su lucha, porque se trata de personas de las que podemos llegar a pensar que jamás tuvieron vida privada, que sólo se dedicaban a luchar. Y todo porque lucharon hasta el último aliento, porque tenían confianza en la clase obrera y seguían adelante cuando todos los demás se desalentaban y bajaban los brazos.

Ahora Lenin es un nombre es entrañable para millones de trabajadores en todas las partes de la tierra. Los oprimidos hablamos cientos de idiomas pero el leninismo es como nuestro esperanto: ni nos confunden ni nos confundimos cuando hablamos leninista. La lucha abnegada que Lenin sostuvo por la dicha de las generaciones venideras sigue siendo hasta el presente una inagotable fuente de energía revolucionaria para quienes construimos una vida nueva. Era un hombre de gran talento, de poderosa voluntad y de gran corazón. Entregado por entero a la lucha, le consagró hasta su vida privada. Por lo que hace al corazón de Vladimir Ilich -escribió uno de sus compañeros de lucha- se manifestó sobre todo en esa profunda fidelidad a los trabajadores. Cuando se ponía a hablar de vez en cuando de la moral humana y del bien, se veía claro cuán incólume era en él este sentimiento que lo enardecía y le sustentaba, que lo hacía poderoso, que daba vigor a su voluntad. Si él odiaba -odiaba a los enemigos políticos, los enemigos íntimos no los tenía- era en aras de un amor que rebasaba los marcos de la contemporaneidad y de las relaciones cotidianas.

La vida de Lenin es inconfundible. No por abundar en inesperados vericuetos del destino o acontecimientos extraordinarios. Es inconfundible por reflejar al máximo el carácter específico de la época que vivimos, la época de transformaciones revolucionarias que tanto han cambiado la faz de nuestro planeta. Si bien Lenin no estuvo más que en los orígenes de la época, las ideas que esgrimió y la experiencia de la actividad multifacética que desarrolló ayudan también ahora a hallar respuesta a las preguntas más complejas de la humanidad camino de un futuro mejor. Nuestro relato sobre la vida y la lucha de Vladímir Ilich Lenin es muy corto. Pero creemos que incluso los pocos episodios que de su biografía reproduce, permiten formarse una idea del Lenin firme revolucionario, sabio estadista y hombre modesto y abnegado.

La familia Ulianov

Lenin: así firmó una de sus obras en 1901 el joven revolucionario que nació como Vladimir Ilich Ulianov en 1870, en Simbirsk, una pequeña ciudad situada a orillas del anchuroso Volga.

El cabeza de la familia Ulianov, Ilia Nikolaievich, era inspector de las escuelas públicas en el distrito de Simbirsk. Pedagogo genuino que amaba y comprendía a sus pupilos, procuraba hacer más fácil el acceso a la enseñanza a los que lo tenían más difícil: a los hijos de los campesinos y de los ciudadanos más pobres. Recorría las aldeas para convencer a los campesinos de que construyesen escuelas, recababa también por otras vías los medios para abrirlas, organizaba cursillos, llamados ulianovianos, de pedagogía para maestros jóvenes. En 17 años se construyeron, gracias a sus infatigables esfuerzos, 450 escuelas públicas en el distrito de Simbirsk.

La amplia familia y la educación de los hijos se llevaban todos los recursos que ganaba Ilia Nikolaievich, quien gastaba muy poco en su propia persona. Exigente consigo mismo y con los demás en lo que se refería al trabajo, sabía ser en las horas de asueto un excelente y alegre interlocutor y perfecto narrador. Bromeaba con los niños, organizaba juegos interesantes, leía en voz alta.

Su esposa, María Alexandrovna, era una persona de carácter sereno y firme, pero a la vez alegre y afable. Muy dotada por la naturaleza, estudiaba lenguas extranjeras y música, leía mucho.

El matrimonio tenía seis hijos. Vivían con modestia. Sin embargo, los niños tenían todo lo indispensable. Los padres procuraban satisfacer sus necesidades culturales. Vladimir, avispado, vivo y alegre, gustaba de juegos ruidosos y de correr. A los cinco años de edad ya sabía leer. Le era fácil estudiar. Siempre fue el mejor alumno; al pasar de un grado a otro recibía los primeros premios. Además de tener excelentes aptitudes, destacaba por su seriedad en los estudios. No era extraño: imitaba a los padres, siempre ocupados en algo, y a los hermanos mayores: Alexander y Ana. Al hermano mayor, lo remedaba hasta tal punto que movía incluso a risa, porque cualquier cosa que se le preguntara, contestaba:

— Lo haré como Alexander.

Vladimir compartía sus conocimientos con los compañeros. Les explicaba problemas difíciles y las traducciones del griego y el latín. Cuando cursaba los dos últimos grados del gimnasium, ayudaba a un maestro de escuela primaria rural a matricularse en la Universidad, para lo cual necesitaba el certificado de graduado en un gimnasium (y lo obtuvo gracias a esa ayuda).

En 1886 la familia Ulianov vivió una gran pena: el padre murió repentinamente. Al año les sobrevino otra desgracia: Alexander, el mayor de los hermanos y el más querido, fue encarcelado, condenado a la pena capital y ahorcado el 8 de mayo de 1887, por haber participado en un atentado contra el zar.

Esto ocurrió a varios años de la derrota que sufrió la organización revolucionaria clandestina Voluntad del Pueblo que se había planteado como objetivo -igual que el grupo del cual formaba parte Alexander- derrumbar los pilares de la autocracia, es decir, del poder ilimitado del zar y de su corte que explotaban despiadadamente al pueblo, e implantar el gobierno popular. Pero el camino que abrazaron los miembros y seguidores de la Voluntad del Pueblo les llevó a un atolladero. Se trata de que en su lucha daban preferencia a los atentados contra la vida de personalidades del zarismo. Creían asustar con sus acciones al zar y compeler a la camarilla dominante a desistir de la política de yugo y opresión. Pero no lo consiguieron. En reemplazo de ministros asesinados ponían a otros. y a los revolucionarios se les castigaba con saña: prisión, deportación, trabajos forzados, horca. Esa es la suerte que corrieron Alexander Ulianov y sus compañeros. Lo sucedido estremeció a Vladimir. Pero también lo forjó y lo movió a reflexionar mejor sobre las vías de la lucha revolucionaria.

La muerte de Alexander -escribiría años más tarde Ana, la hermana mayor de Lenin- iluminó con llamas del incendio revolucionario el camino del hermano que le seguía: Vladimir.

La juventud revolucionaria

A finales de 1887, habiendo terminado con brillantez el gimnasium, Vladimir Ulianov ingresó en la Universidad de Kazan, ciudad también situada a orillas del Volga. Era una época en que muchos hombres progresistas de Rusia -la juventud sobre todo- veneraban la memoria de los miembros de la Voluntad del Pueblo y protestaban contra las arbitrariedades del zarismo.

En el otoño de aquel año en todas las universidades del país se registraron disturbios. Los estudiantes exigían que los jefes suprimieran la vigilancia que sobre ellos realizaban inspectores pagados y que les devolviesen a los profesores despedidos en los años anteriores por sus concepciones progresistas.

A comienzos de diciembre, Kazan también se vio envuelta en este movimiento. Los estudiantes convocaron un mitin, en el cual, además de las dos exigencias antedichas, plantearon otras que rebasaban el marco de la vida universitaria interna.

Al marcharse del mitin, muchos devolvieron sus carnets de estudiantes: Vladimir Ulianov era uno de ellos. Esa misma noche él y muchos de sus compañeros fueron detenidos.

Pasados largos años, Lenin charlando con Vladimir Adoratski, historiador soviético, quien en su tiempo había cursado los estudios en la universidad de Kazan, evocó su conversación con el comisario de policía que le transportara a la cárcel: Vladimir Ilich reprodujo esa conversación con tanta viveza que se me grabó en la memoria. Seguramente al comisario, que juzgaba por la apariencia del joven estudiante de 17 años de edad, le pareció que éste se había metido en el lío por casualidad, sucumbiendo a la ‘mala influencia’ de los compañeros. Y le dijo:

— ¿Por qué alborota, joven? ¡Si ante usted se alza un muro!
La respuesta que recibió fue inesperada:
— Un muro, sí, pero podrido. Basta darle un empujón para que se derrumbe
.

El 7 de diciembre de 1887 Vladimir Ulianov, expulsado de la Universidad, fue deportado a la aldea de Kokushkino, a 40 kilómetros de Kazan, donde viviría bajo la vigilancia dispuesta por la policía y de donde ésta fue informada que el vigilado recibía con regularidad libros, revistas y periódicos... El propio Lenin recordaría más tarde: Creo que nunca en mi vida... he leído tanto como el año que estuve deportado de Kazan. Era una lectura apasionada, desde el amanecer hasta muy entrada la noche.

¿Qué leía? En primer término, los cursos universitarios, ya que no dejaba la idea de realizar estudios superiores. Luego, los periódicos y las revistas sociopolíticas y de literatura, porque encontrándose en una aldea remota creía muy necesario estar informado de los acontecimientos políticos.

En el otoño de 1888 llegó el permiso de regresar a Kazan. Pero Vladimir no pudo volver a las aulas universitarias. Un empleado de la circunscripción docente de Kazan había comunicado al Ministerio de Instrucción Pública que teniendo descollantes capacidades y muy buenos conocimientos, no puede considerarse leal en el aspecto moral y político. El fallo del ministro fue el siguiente: ¿No será el hermano de aquel Ulianov? ¿También es del gimnasium de Simbirsk?... No admitirlo de ninguna manera.

Pero nadie, ni nada, pudo frenar su deseo de recibir la educación. Horas enteras pasaba leyendo.

Comenzó a estudiar el primer tomo de El Capital de Marx. Los fundamentos de la teoría del comunismo científico expuestos en esta obra ofrecieron a Vladimir Ulianov nuevos horizontes. Emanaba de él una fe valerosa que contagiaba a sus interlocutores -evocaría más tarde su hermana mayor Ana-. Ya entonces él sabía ser persuasivo y entusiasmar con sus palabras. Ya entonces no dejaba de compartir con los demás lo que iba conociendo, no dejaba de reclutar partidarios al ir abriendo nuevos caminos. Pronto halló en Kazan tales partidarios, los jóvenes que también estudiaban el marxismo y tenían ánimos revolucionarios.

Todo esto no pasó inadvertido para la madre. Pero pese a que los temores por el destino de otro hijo asediaban a María Alexandrovna, ella no se metió en camisa de once varas, porque creía imposible impedir a sus hijos construir su futuro según sus convicciones.

Pasado un año la hermana mayor, Ana, se casó con Mark Yelizarov, ingeniero ferroviario, y junto con la pareja toda la familia Ulianov se trasladó a Samara. Allí Vladimir continuó estudiando seriamente las obras de Marx y Engels.

En aquel período el marxismo estaba todavía poco difundido en Rusia. Las más arraigadas seguían siendo las ideas de los populistas, llamados así porque recorrían las aldeas haciendo propaganda en el seno del pueblo para alzar a los campesinos a una sublevación contra el zar. Los populistas estimaban que como el campesinado constituía la inmensa mayoría del pueblo, luchar contra la autocracia debía ser una causa campesina. Estaban seguros de que Rusia jamás se industrializaría y hacían caso omiso de que en el país había, arraigado ya los brotes del capitalismo: el tendido de ferrocarriles alcanzó proporciones inusitadas, y requería cada vez más combustible, metal para rieles, locomotoras y vagones, para lo cual era necesario extraer carbón, fundir acero, construir máquinas. ¿Con las manos de quién? Con las de la clase obrera incipiente: los campesinos de ayer trasladados del campo a las ciudades.

En resumen, las teorías de los populistas estaban irremisiblemente obsoletas.

Pero para demostrarlo era necesario estudiar escrupulosamente no sólo la teoría de Marx y Engels, sino también todas las estadísticas nacionales, cuyas cifras ofrecían el panorama del desarrollo de la agricultura y la industria en Rusia. Fue la obra que acometió Vladimir Ulianov a los 19 años de edad.

Las estadísticas atestiguaban de modo irrefutable que las relaciones capitalistas prendían cada vez más no sólo en la ciudad, sino también en el campo, donde surgían grandes haciendas con numerosos obreros asalariados, y el campesinado se estratificaba más y más, quedando por un lado los ricos (los kulaks) y por otro los pobres, desposeídos de tierra (los jornaleros).

Pero las cifras no le bastaban al joven Ulianov, que aspiraba a informarse cuanto más de la vida campesina en Rusia. En aquel entonces se reunía y conversaba muchas veces con los campesinos.

Los resultados de sus investigaciones y sus impresiones inmediatas las exponía en los informes escritos que presentaba en los círculos de la juventud revolucionaria, así como cuando charlaba con los viejos revolucionarios populistas. Vladimir Ulianov no sólo rebatía las concepciones de estos últimos, también sabía tomar todo lo valioso que poseían: los hábitos revolucionarios y las experiencias acumuladas durante la años de labor clandestina.

En 1892 Ulianov organizó en Samara el primer círculo marxista de esta ciudad. A1 hacer una activa propaganda al marxismo, sus miembros entablaron contactos con los marxistas de otras ciudades de la cueca del Volga. Pero esto era ya poco para Ulianov. Como en aquella zona casi no había industria y, por consiguiente, obreros, él aspiraba a trasladarse a San Petersburgo, a la sazón capital del país, una ciudad con un millón de habitantes, una parte considerable de los cuales era el proletariado industrial.

Vladimir había visitado ya la capital dos años antes: habiendo obtenido, por fin, la autorización oficial, rindió brillantemente los exámenes del curso universitario completo de Derecho.

En el otoño de 1893 se mudó a San Petersburgo.

El primer partido de la clase obrera

En enero de 1894 en Moscú se realizaba un congreso de médicos y naturalistas. Entre sus delegados había quienes se hallaban ya durante muchos años bajo la vigilancia policial. En forma de fiestas estudiantiles (era el período de vacaciones) organizaban reuniones de juventud revolucionaria.

A una de esas fiestas fueron invitadas dos personas que procedían de San Petersburgo. El primero era Vasili Pavlovich Vorontsov, de 47 años de edad, periodista populista muy conocido en Rusia. El segundo era un joven de 23 años. En Moscú le conocían todavía pocos. Pero los marxistas de San Petersburgo y de Moscú lo tenían por una persona descollante. El respeto que le profesaban lo confirmaba hasta el mote clandestino que le dieron: el Viejo. Este viejo era Vladimir Ulianov. Su compañero de lucha Gleb Krijanovski, ingeniero y revolucionario profesional, recordaría más tarde: La frente lampiña y la gran erudición le costaron a Vladimir Ilich el mote de Viejo, que estaba en violento contraste con su agilidad juvenil y la joven energía que bullía en él. Pero los profundos conocimientos que este joven manejaba con facilidad, el don extraordinario que tenía de tratar a los obreros, haciéndolo no como un maestro engreído, sino ante todo como amigo y camarada: todo esto revalidaba grandemente el mote que le habíamos dado.

En la susodicha fiesta estudiantil se infiltró un agente de policía secreta. Al día siguiente informaría en su parte de los acalorados debates que se habían estallado entre los populistas y los marxistas.

Vladimir Ulianov hacía entonces frecuentes y violentas críticas al populismo. En el verano de 1894 cogió cuantas ponencias sobre este tema había amenazado a escribir aún en Samara, en un solo libro titulado Quiénes son los 'amigos del pueblo' y cómo luchan contra los socialdemócratas, demostrando que la fuerza más revolucionaria de la sociedad rusa era la clase obrera y que sólo ella era capaz de levantar a los demás trabajadores a la lucha contra la autocracia y los explotadores: los terratenientes y la burguesía que iba vigorizándose. Fue en este libro donde Vladimir Ulianov formuló por vez primera la gran idea de que únicamente la alianza de la clase obrera y el campesinado podía garantizar el éxito de su lucha.

Pero la clase obrera, para poder conducir a todos los oprimidos y explotados al asalto del mundo viejo, debía tomar conciencia de su misión histórica. En función de ello le era necesario hacer suyas las ideas el socialismo científico y sobre esta base ideológica fundar organizaciones sólidas que transformasen en batallas conscientes de clase las rebeliones, huel1as y otras protestas dispersas contra los distintos capitalistas.

¿Quién debía llevar las ideas del socialismo científico a las masas proletarias? ¿Quién debía fundir las organizaciones obreras? ¿Quién debía dirigirlas? Un partido obrero socialista revolucionario único. La tarea consistía en formarlo, uniendo a los diferentes círculos marxistas. En el transcurso de un decenio Vladimir Ulianov se consagraría por entero a esta labor verdaderamente titánica.

Reproduzcamos cómo evocó su primer encuentro con Vladimir Ulianov el organizador de uno de los círculos obreros:

Su discurso era serio, concreto y bien pensado. Los reunidos le escuchaban con atención. Le contestaron las preguntas que les hizo: ¿quiénes eran y dónde trabajaban?, ¿en qué fábrica?, ¿cuál era el desarrollo de los obreros de esta fábrica?, ¿qué concepciones tenían?, ¿qué es lo que lo más les interesaba?, ¿qué leían?

Su idea principal estribaba en que -así lo comprendimos- la gente no tenía clara conciencia de sus propios intereses, no sabía que si se unieran, se cohesionaran, constituirían una fuerza capaz de barrer todos los obstáculos para conseguir lo mejor.

Cuando se marchó, después de decir la fecha de la próxima reunión, los congregados comenzaron a preguntarme:

-¿Quién es? ¡Qué bien habla!

En el otoño de 1894 Ulianov propuso a los marxistas de San Petersburgo acometer la agitación económica y política directamente en el seno de las masas proletarias, sin debilitar la propaganda en los pequeños círculos obreros ilegales.

Consciente de lo difícil que era realizar la agitación directa en las masas obreras agobiadas por la miseria, analfabetas, sin formación política y que, igual que los campesinos, conservaban una fe ingenua en el zar, explicaba a sus correligionarios: cuanto más comprensibles, más concretas y más afines a las necesidades urgentes de los obreros fueran las consignas de la agitación, tanto más fácil sería cumplirlas. Lo cual permitiría a los hombres darse cuenta de la fuerza que representaban, les uniría, les desarrollaría. y atraería nueva gente a las filas del marxismo.

En el invierno de 1894-1895 Vladimir Ulianov conoció a varias maestras de una escuela dominical vespertina, a la cual asistían muchos obreros de los círculos que dirigía. Una de ellas era Nadeshda Konstantinovna Krupskaia, que le habló mucho de sus alumnos. Ulianov mostraba el interés por cada detalle que caracterizaba la vida de los proletarios.

La cuestión de pasar de la propaganda de las ideas del socialismo científico a la agitación directa que llamaría a levantarse a la lucha por sus derechos, es decir, de unir el socialismo científico al movimiento obrero, fue debatida en la conferencia que reunió a los representantes de los círculos y grupos marxistas de las grandes ciudades industriales de Rusia y que adoptó la resolución de que aquello era necesario y oportuno.

En el otoño de 1895 tuvo lugar un acontecimiento relevante: se unieron todos los círculos marxistas San Petersburgo. En diciembre esta organización unida recibió el nombre de Unión de Lucha por la emancipación de la Clase Obrera. La dirigió un grupo central, con Ulianov al frente. Los círculos obreros que constituyeron la base de la flamante Unión, contactaban con 70 fábricas de la capital. Se decidió editar un periódico clandestino: Rabocheie Dielo (La causa obrera).

Uniones de Lucha por el estilo de la petersburguense fueron creándose a través de todo el país. La influencia directa que los marxistas ejercían sobre el movimiento obrero en San Petersburgo no pasó inadvertida para la policía zarista, que en diciembre de 1895 detuvo a cuatro de los cinco miembros del grupo central de la Unión, incluido Vladimir Ulianov, y luego a muchos militantes. Pese a aquel deterioro, la Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera resistió porque había echado ya raíces en el movimiento proletario. Los obreros progresistas, educados por ella, comenzaron a constituir círculos revolucionarios.

Confinamiento en Siberia

En febrero de 1897, al cabo de más de un año de prisión, fue dictada la condena a los dirigentes de la Unión de Lucha petersburguense: confinamiento en distintos lugares periféricos del Imperio Ruso por tres años. A Vladimir Ulianov se le confinó en la aldea de Shushenskoie, en Siberia Oriental.

En aquel entonces era un lugar sórdido. Quedaba a 600 kilómetros largos del ferrocarril más próximo, y a casi 4.000 kilómetros de la capital. El correo de San Petersburgo tardaba de 13 a 14 días en llegar a Shushenskoie.

No era fácil soportar el confinamiento, y difícil saberse desligado de la labor revolucionaria de todos los días. Al principio Vladimir Ulianov no quería ni mirar a los mapas. En una de las cartas que envió a su familia decía: Tanta era la amargura que me producía desplegarlos y comenzar a ubicar aquellos puntos negros. Ahora ya no me causan impresión, estoy resignado, y puedo contemplarlo con más serenidad.

Pero por muy apenado y amargo que se sintiese a veces, Vladimir estaba lleno de energías y de animosidad. En las cartas que enviaba a San Petersburgo y Moscú pedía libros y revistas (y recibía los más diversos: científicos, políticos, de autores rusos y extranjeros), encargaba misiones, hablaba de su vida y sus quehaceres, se interesaba de lo que pasaba en Rusia.

En su condición de confinado político, no tenía derecho a ejercer de abogado, pero daba en forma no oficial consejos jurídicos a los campesinos y les ayudaba a defenderse contra la arbitrariedad de las autoridades locales. Una vez acudió a él un obrero de las minas de oro, al que su patrono había despedido sin pagarle el trabajo. La consulta que recibió le ayudó a ganar el pleito en el tribunal.

A fines de 1897 Vladimir Ulianov escribió el folleto Tareas de los socialdemócratas rusos, en el cual exhortaba a todos los círculos obreros y grupos marxistas a fundar un partido obrero socialdemócrata único. Este folleto fue muy leído por los marxistas y obreros avanzados de Rusia. Lo encontraban durante los registros y detenciones en los más diversos lugares del país...

En mayo de 1898 a Shushenskoie llegó Nadezhda Konstantinovna Krupskaia. También había sido condenada a tres años de deportación por la causa de la Unión de Lucha. Ya en San Petersburgo Vladimir Ulianov se le había declarado en una de las cartas secretas, químicas (escritas con leche), que le enviaba. Más tarde, encontrándose ya en Siberia, la pidió unirse con él.

Krupskaia informó a Ulianov de las últimas noticias. Eran muchas, tanto alegres como tristes. En marzo de 1898 se logró reunir un congreso de representantes de las Uniones de Lucha, que aprobó el manifiesto sobre la formación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR) y eligió su Comité Central. Pero a los diez días escasos la policía realizó redadas en 27 ciudades a la vez. Detuvo a más de 500 personas, entre ellas a dos miembros del Comité Central y a la mayoría de los miembros de la organización moscovita, muy importante.

Pero era ya imposible dar marcha atrás al desarrollo revolucionario del proletariado en Rusia.

Las huelgas organizadas por la Unión de Lucha petersburguense en 1895 y 1896 compelieron al Gobierno a dictar varias leyes restrictivas de las arbitrariedades prácticamente ilimitadas de los empresarios.

Por cierto, las restricciones eran míseras (la más importante consistía en reducir la jornada a 11 horas y media. Pero muchos obreros creyeron en que les era posible mejorar bastante su condición también bajo el régimen reinante, es decir, bajo el zar.

Aquellos estados de ánimo influyeron también en ciertos socialdemócratas, quienes comenzaron a llamarse "economistas, porque exhortaban a limitar la labor en el seno del proletariado a la organización de las manifestaciones de carácter meramente económico y no atentar contra las bases del sistema político.

La aparición de los economistas en Rusia coincidió en el tiempo con el aumento de la influencia que en el seno de la socialdemocracia internacional iban ganando los partidarios del conformismo con los capitalistas, quienes también llamaban a desistir de la lucha política revolucionaria. Por supuesto, los economistas aprovecharon al máximo aquel apoyo tan poderoso.

A Lenin, forzosamente aislado de la labor revolucionaria práctica, le preocupaba el camino que escogería el movimiento obrero nacional: se inspiraría en la ideología socialista y libraría una lucha audaz y consecuente contra el zarismo y el capitalismo, hasta que la clase obrera tomase el poder, o se adaptaría al zarismo y el capitalismo. Ya en las primeras manifestaciones del economismo Lenin

Aparece Iskra

Por fin, el plazo del confinamiento terminó. Pero la alegría que causaba el poder reanudar una activa labor revolucionaria fue empañada: las autoridades zaristas prohibieron a los ex dirigentes de la Unión de Lucha residir en la capital y en otras ciudades universitarias e industriales.

Vladimir Ulianov se instaló cerca de San Petersburgo. Su máxima ambición era unir a los numerosos comités del POSDR dispersos por todo el país.

En los viajes que hacía a las grandes ciudades -a las prohibidas San Petersburgo y Moscú inclusive-, en las reuniones que tuvo con los socialdemócratas volvió a cerciorarse de que los comités carecían de un plan de acción único y se limitaban a realizar la labor local. Tampoco había unidad en lo que se refería a los objetivos del movimiento obrero y a las vías y métodos para alcanzarlos. En muchos comités eran influyentes los economistas. Su periódico Rabochaia Misl (Pensamiento obrero) y revista Rabocheie Dielo (La causa obrera) eran las casi únicas fuentes de las que los socialdemócratas podían informarse del marxismo.

Al principio Vladimir Ilich decidió participar en las conversaciones sobre la convocatoria del II Congreso del Partido, pero las detenciones masivas realizadas en el sur del país le demostraron que era necesario encontrar otro camino para la unión.

Sí, pero ¿cuál? Hubo quienes propusieron convocar una conferencia más reducida y en ella completar el Comité Central. Pero, ¿había garantía de que una tal conferencia no correría la misma suerte que el I Congreso? Además, Ulianov estaba convencido de que era imposible acabar con la división sin poner fin a las disensiones ideológicas. De ahí que antes de convocar el congreso fuese necesario decir abiertamente que existían dos opiniones opuestas respecto a los objetivos del movimiento obrero de Rusia: la de los economistas y la de los socialdemócratas revolucionarios. Era necesaria una amplia propaganda de las concepciones de estos últimos, ya que los economistas divulgaban las suyas. Esto permitiría a las organizaciones locales elegir de manera consciente entre las dos corrientes. Y sólo después de realizada esta labor se podría convocar el congreso del Partido.

Vladimir Ulianov había recapacitado en ello en Shushenskoie. Pensaba en que era necesario comenzar más bien a editar un periódico marxista clandestino en Rusia, que publicara el proyecto de Programa del Partido y organizara los debates en torno del mismo. Esto movilizaría los esfuerzos de las organizaciones locales a la causa de todo el Partido. Pero, en vista de las persecuciones policiales, se podía organizar la edición sistemática de tal periódico solamente en el extranjero.

Viviendo cerca de la capital y viajando de una ciudad a otra y manteniendo una correspondencia intensa. Lenin volcó todos sus esfuerzos en crear una red sólida y bien camuflada de corresponsales y distribuidores del periódico a editar.

Concluida esta labor, se fue a Suiza, a Ginebra. Allí, previa discusión con el grupo Emancipación del Trabajo (fundado en 1883 por el marxista ruso Jorge Plejanov), que aprobó la idea de crear un periódico de toda Rusia, quedó decidido comenzar a editarlo. Integraron la redacción seis personas: tres miembros del grupo Emancipación del Trabajo (Plejanov, Axelrod y Zasulich) y tres socialdemócratas de Rusia (Lenin, Martov y Potresov). Para un perfecto camuflaje se decidió no editar el periódico en Suiza, donde a la sazón estaban agrupados los centros extranjeros de la socialdemocracia rusa, sino en Alemania, en Munich: allí la vigilancia era menor.

El periódico se llamó Iskra (La Chispa). Su primer número salió en enero de 1901.

Vladimir Ilich llegaba al fondo de todas las cuestiones relacionadas con la edición del periódico: trazaba el plan de cada número, redactaba los artículos, se carteaba con los corresponsales y contribuía al máximo a que los números impresos llegaran a Rusia.

En abril de 1901 por fin llegó Krupskaia a Munich, que trabajó como secretaria de la redacción.

Iskra se llevaba ocultamente a Rusia por diferentes vías: Londres, Estocolmo, Ginebra, Marsella (en este último caso ayudaban a hacerlo los marinos de los barcos que navegaban a los puertos rusos del Mar Negro), en maletas de doble fondo, en las pastas de los libros, etc.

En Rusia, los distribuidores se encargaban de que los artículos publicados en el Iskra se reprodujesen con regularidad en otras publicaciones. Encontraban corresponsales y recursos necesarios, mantenían a la redacción informada sobre la vida del Partido y del movimiento revolucionario nacional. En torno a Iskra fueron uniéndose y cohesionándose los activistas del Partido, los revolucionarios profesionales, los obreros avanzados.

Uno de los principales méritos de Iskra fue la lucha enérgica que sostuvo contra el economismo. Lenin escribió su famoso libro ¿Qué hacer? para resumir los resultados de aquella lucha, para dilucidar prácticamente todo lo que preocupaba a la socialdemocracia de Rusia; en primer término, la cuestión clave: la del Partido en tanto que fuerza revolucionaria, dirigente y organizadora del movimiento obrero.

Los contactos entre el Iskra y Rusia fueron proliferando. La redacción recibía cartas de San Petersburgo y Moscú, del oriente y el sur del país. Muchas veces viajaron a Ginebra los propios corresponsales para informar del estado de las cosas, dejar sus señas: quién y dónde vivía, cuál era su ocupación, en qué podía ser útil.

Lenin estaba muy atareado: además de escribir el libro ¿Qué hacer?, redactaba permanentemente los artículos para el Iskra y el texto del Programa del Partido. El Programa -consignaba- es una declaración sucinta, clara y exacta de cuanto el Partido procura alcanzar, de cuanto es objetivo de su lucha.

Entonces se hizo peligroso continuar imprimiendo el Iskra en Munich: los agentes de la policía zarista habían dado con su pista, y aquello podría echar por tierra la red de corresponsales en Rusia.

En junio de 1902 salía en Londres, adonde se había mudado la redacción, el número del Iskra con el texto definitivo del proyecto de Programa. Se podía ya convocar el Congreso.

El Congreso del POSDR

30 de julio de 1903, Bruselas. Local de un almacén de harinas. Allí, ocultándose de los agentes de la policía zarista y belga, se reunieron aquel día 43 socialdemócratas rusos en representación de 26 organizaciones (21 actuantes en Rusia y 5 en el extranjero).

Los caminos que recorrieron los delegados para llegar de Rusia a Bruselas fueron difíciles. Tuvieron que vencer infinidad de obstáculos para, por fin, verse. allí reunidos.

La gran ventana del almacén, la taparon con un paño rojo. Improvisaron una tribuna. Jorge Plejanov, veterano del movimiento socialdemócrata internacional y de Rusia, populista en su juventud y a la sazón uno de los marxistas más reputados, anunció con solemnidad la apertura del II Congreso del POSDR. Todos estaban muy emocionados, todos comprendían la importancia del acontecimiento. Plejanov fue elegido presidente; Lenin, vicepresidente del Congreso.

En la agenda había cerca de 20 cuestiones, de las cuales las siguientes tres eran de máxima importancia: los debates en torno al Programa y de los Estatutos y su adopción; las elecciones a los órganos centrales del Partido.

En el congreso estaban representadas cuantas corrientes ideológicas existían a la sazón en el Partido. Esto no pudo dejar de repercutir en sus labores.

Las discrepancias se acentuaron al máximo al discutirse el proyecto de Programa presentado al Congreso por la redacción de Iskra. Sólo Akimov, un economista propuso 21 enmiendas. Esto se debía a que en el Programa se formulaba lisa y

llanamente el objetivo final del movimiento obrero de Rusia: la revolución, socialista y la irnplantación del poder político de la clase obrera en alianza con el resto de los trabajadores. Con igual claridad se definían las tareas inmediatas: derrocar al zarismo, instaurar la república, adoptar una Constitución que diese al pueblo derechos políticos (Rusia era el único país de Europa que carecía incluso de un asomo de Constitución).

Tras largas discusiones, el Congreso aprobó por inmensa mayoría el Programa del Iskra, señaló los relevantes méritos del periódico para la fundación del Partido y anunció que sería el órgano central del POSDR.

En las elecciones al Comité Central y a la redacción del Iskra los revolucionarios consecuentes, partidarios de Lenin obtuvieron la mayoría. Desde entonces les empezaron a llamar -bolcheviques- (por asociación con el vocablo ruso bolshinstvo, es decir, mayoría); los oportunistas, que quedaron en minoría, recibieron, por analogía, el nombre de mencheviques.

El II Congreso del POSDR terminó sus labores el 23 de agosto de 1903.

Quedaban atrás diez años de infatigable e incesante lucha de Lenin por fundar en Rusia un verdadero partido revolucionario. El resultado fue evidente: el Partido estaba ahí.

La Revolución de 1905

Obligado a vivir fuera de Rusia, en la maldita lejanía, como dijo con amargura más de una vez, Lenin estaba pendiente de los acontecimientos del país, comentándolos y valorándolos sin perder tiempo. Sabía que la revolución sería irreversible y de todo el pueblo y que la encabezaría el proletariado. Por fin, revolución se desencadenó...

En enero de 1905 en la capital estalló espontáneamente una huelga general. La encabezaron los activistas de la Asamblea de los Obreros Fabriles Rusos de San Petersburgo, fundada un año antes con permiso y con recursos de la policía. En los clubes especiales -"salones de té"- donde los obreros se reunían, se les impartían conferencias en el espíritu de la fidelidad al zar. Las autoridades necesitaban aquella organización reaccionaria, compuesta por más de 10.000 miembros, para poder controlar el descontento espontáneo del proletariado.

¿Por qué las masas proletarias se prestaron a ello? Lenin explicó así aquel fenómeno: en la década anterior el movimiento obrero promovió miles de proletarios progresistas que habían roto a sabiendas con la fe en el zar. Pero los obreros eran muchos más. Además, muchos de ellos hasta hacía poco habían sido campesinos. Y a ellos les era sumamente difícil romper con los conceptos arraigados durante siglos sobre un señor bueno, un patrón bueno, un zar bueno [...] Estas masas no estaban aún preparadas para rebelarse: sólo sabían implorar y suplicar, escribió Lenin...

El domingo del 9 de enero de 1905 se lanzaron a las calles de San Petersburgo 140.000 personas. Creían que el zar, al enterarse de la penosa situación del pueblo, mostraría solicitud por él. Iban familias enteras. Pero el zar recibió a los indefensos obreros con ráfagas de balas, sables y vergas. Más de 1.000 obreros cayeron muertos, cerca de otros 5.000 resultaron heridos. Muchos niños que había trepado a los árboles para ver al zar sucumbieron víctimas de las balas. Fue el más infame y escalofriante asesinato perpetrado contra indefensas y pacíficas masas del pueblo, escribió Lenin.

Los obreros se vieron estremecidos por la brutal masacre. Hasta la parte más atrasada de la clase obrera que sinceramente deseaba entregar al mismísimo zar las peticiones del pueblo atribulado, recibió una lección inolvidable. Al anochecer, en los barrios apartados se levantaron barricadas.

La horrible noticia de la cruenta fechoría se extendió por todo el país y suscitó la indignación general. Al día siguiente del domingo sangriento comenzó una huelga en Moscú. No había ciudad en que los obreros dejasen de declararse en huelga y de salir a las calles formulando reivindicaciones políticas. La primera consigna fue ¡Abajo la autocracia!. El domingo sangriento del 9 de enero fue el aldabonazo de la primera revolución rusa.

Desde los primeros días de la revolución Lenin comprendió de una vez toda su perspectiva. Comprendió que el movimiento iría aumentando como alud, que el pueblo revolucionario no se pararía a la mitad del camino, que los obreros se lanzarían al combate contra la autocracia. Vencerían los obreros o serían vencidos, se vería cuando la contienda terminase. Para vencer, necesitaban estar bien armados. Es un testimonio que dejó Krupskaia.

En el artículo El comienzo de la revolución en Rusia Lenin escribió que la educación revolucionaria del proletariado ha avanzado en un día como no hubiera podido hacerlo en meses y años de vida monótona, cotidiana, de opresión. Y luego: Cualquiera que sea el desenlace de la actual insurrección en el propio San Petersburgo, será en todo caso, irreversible e inexorablemente, el primer peldaño hacia una insurrección más amplia, más consciente y mejor preparada.

Los acontecimientos revolucionarios en auge imponían la máxima responsabilidad al Partido, que en aquellas circunstancias debía elaborar su táctica y definir su política. Para ello había que ir inmediatamente al Congreso.

Lenin propuso convocar el Congreso a los representantes de todos los comités del POSDR, tanto bolcheviques como mencheviques. Pero los mencheviques se negaron a acudir y convocaron en Ginebra su propio Congreso. En vista de que estuvieron representados sólo 8 comités, lo llamaron Conferencia.

El III Congreso del POSDR se reunió en Londres en la primavera de 1905.

Tanto en él como en la Conferencia menchevique se abordó una misma cuestión: la valoración de los acontecimientos revolucionarios en Rusia y la elaboración de una política del Partido. Pero las resoluciones adoptadas fueron completamente diferentes. Dos Congresos, dos Partidos: así valoró Lenin la situación.

A diferencia de los mencheviques, que dejaban a la burguesía el papel de la fuerza principal de la revolúción comenzada, los bolcheviques captaron el carácter paliativo de la burguesía, afirmando que lo más que ésta haría, sería detenerse a mitad del camino y no permitiría que el pueblo demostrase su autonomía revolucionaria, su iniciativa y sus energías. Mientras que los mencheviques temían que el excesivo espíritu revolucionario ahuyentaría a la burguesía, la haría rechazar a la revolución y de esta manera dejaría al proletariado solo frente a toda la contrarrevolución, los bolcheviques estaban seguros de que aquello no sucedería, si la clase obrera -la principal fuerza revolucionaria- supiera formar la alianza con el campesinado, que no podía por sí solo, sin ayuda del proletariado, apropiarse de la tierra.

Los bolcheviques y los mencheviques divergieron también en lo referente a la insurrección armada. Los mencheviques insistían en que era necesario orientar el desarrollo de la revolución a la vía pacífica, parlamentaria, sin emplear la fuerza armada.

Lenin planteó la cuestión de una manera meramente práctica: ¿quiénes efectuarían las elecciones al parlamento?, ¿qué garantías había de que las autoridades zaristas, apoyándose en sus bayonetas, no otervendrían en el propio procedimiento electoral? o, de no lograrlo, ¿no podrían, apoyándose en las mismas bayonetas, disolver un parlamento molesto? De ahí la conclusión: la fuerza armada de la contrarrevolución podría ser vencida sólo por la fuerza armada de la revolución. Por eso el III Congreso del POSDR encomendó a todas las organizaciones socialdemócratas adoptar las medidas más enérgicas para armar al proletariado, así como para elaborar un plan de insurrección armada y de dirección inmediata de ésta.

En el centro de la lucha

Los acontecimientos fueron desarrollándose en Rusia con rapidez. Hubo grandes huelgas en muchas ciudades industriales. Se multiplicaron los levantamientos campesinos: en el verano de 1905 se registraron en uno de cada cinco distritos. Tambaleó también el pilar armado del zarismo que era el ejército: se sublevaron los marinos del acorazado Potiomkin, de la Flota del Mar Negro.

En vista de los acontecimientos que se desarrollaban impetuosamente, Lenin planteó a las organizaciones del Partido pasar a la lucha armada. Estimó que era de singular importancia formar destacamentos de combate en las grandes ciudades. Los bolcheviques desplegaron también una intensa labor de propaganda y agitación entre los soldados y los marinos, para los cuales editaban más de 20 periódicos.

Asustado por los acontecimientos revolucionarios, el zar prometió convocar el parlamento: la Duma de Estado. Lenin adivinó que con aquella maniobra el zar esperaba enervar el ímpetu revolucionario del pueblo.

En octubre de 1905 comenzó la huelga política general en que participaban en masa los obreros de Rusia; se sumaron a ellas tabién los ferroviarios y los empleados de correos y telégrafos.

E1 proletariado revolucionario empezó a fundar por todas partes los Soviets de Diputados Obreros. Elegidos en fábricas y talleres, éstos se encargaron no sólo de dirigir la huelga, sino también de proteger el orden. Se hicieron más frecuentes los levantamientos campesinos.

Lenin se desvivía por volver al país, para volcarse de lleno en la lucha revolucionaria.

El 30 de octubre el zar, asustado de muerte, emitió un edicto prometiendo que en las elecciones a la Duma de Estado participarían todas las clases de la población, y que la Duma pasaría a ser legislativa, mientras que el pueblo recibiría las bases inamovibles de la libertad civil: una verdadera integridad personal, libertad de conciencia, de palabra, de reunión y de asociación. A las tres semanas de publicado el edicto, Lenin y otros muchos bolcheviques llegaban a la Rusia revolucionaria.

El primer día de estancia en el país, Lenin visitó la fosa común de las víctimas del 9 de enero. No era solamente un acto político. Lenin, que se tomaba muy a pecho la tragedia de la clase obrera -el domingo sangriento- lo hizo también por imperativo de su ferviente corazón.

En Petesburgo, a pesar de la Constitución que el pueblo le había arrancado al zar, Lenin y otros revolucionarios se vieron obligados a ocultarse de la policía. Lenin tuvo que pasar a la clandestinidad, cambiando a menudo de domicilio.

No obstante, podía, por fin, dirigir el Partido y estar en el centro de la lucha. Participó en las sesiones del Comité Central del POSDR y del Comité petersburguense del POSDR, presentó informes en las reuniones y conferencias del Partido, se entrevistó con los cuadros que acudían de todas partes de Rusia. Por último, orientó toda la labor del periódico bolchevique Novaia zhin (Vida nueva).

En diciembre de 1905 la revolución alcanzó en el país su punto álgido. La huelga política general comenzada en Moscú se transformó al otro día en la lucha de barricadas. Durante nueve días varios miles de obreros libraron heroicos combates sin parangón contra las tropas gubernamentales que les superaban en número. Tras Moscú las insurrecciones estallaron en otras muchas ciudades industriales. Pero todas estas acciones desunidas fueron aplastadas.

Sin embargo, el pueblo no se rendía. Las huelgas no cedían. En la primera mitad de 1906 las conmociones campesinas abarcaban ya buena parte del país. Se sublevaron los marinos revolucionarios del Mar Báltico, a quienes se unieron los soldados acantonados en las fortalezas de Sveaborg y Kronstadt...

Pero las fuerzas eran demasiado desiguales, y en la primavera de 1907 el movimiento revolucionario comenzó a extinguirse.

Las autoridades zaristas emprendieron una furibunda ofensiva contra la revolución. Fue disuelta la Duma de Estado, muchos de sus diputados fueron detenidos; fue modificada la ley electoral, restringiendo los mínimos derechos de los obreros y campesinos. Por todo el país menudeaban las expediciones punitivas; miles de hombres fueron fusilados o ahorcados; otros miles, encarcelados o deportados para trabajos forzados...

La policía se puso a buscar a los dirigentes bolcheviques que estaban en la clandestinidad. En vista de ello, Lenin y sus compañeros de lucha se vieron obligados de nuevo a abandonar Rusia.

Reagrupando fuerzas

Lenin volvió a vivir los dificiles años de exilio. De Rusia le llegaban noticias alarmantes. La policía acometía contra las organizaciones del Partido, infiltraba provocadores en ellas y por sus denuncias detenía en primer lugar a los militantes expertos y acreditados. Las cárceles estaban repletas, una tras otra se dictaban penas capitales...

A diferencia de los mencheviques que afirmaban que no había sido necesario empuñar las armas, Lenin y sus correligionarios estaban seguros de que habría otro auge revolucionario, porque las tareas fundamentales de la revolución habían quedado sin cumplir: los campesinos seguían sin tierra; los obreros, sin la jornada laboral de 8 horas. Sobrevivió el régimen autócrata que odiaba el pueblo. A éste le arrebataron los pocos derechos políticos que había conseguido en 1905.

La certidumbre de Lenin de que habría un nuevo auge revolucionario se basaba en que el año 1905 había enseñado al proletariado la fuerza que poseía, la fuerza de la solidaridad de clase.

A1 mismo tiempo Lenin explicaba al Partido que mientras el movimiento revolucionario estaba desangrado, era absurdo exhortar a la huelga general política y menos aún a la insurrección (en el Partido había cabezas locas que lo creían posible). La táctica ofensiva debía sustituirse por la táctica defensiva, de concentración de fuerzas: era necesario poner los cuadros en la clandestinidad y realizar el trabajo en las organizaciones ilegales, pero sin perder contacto con las masas, para lo cual había que aprovechar todas las posibilidades legales.

Lenin estimaba que una de las tareas más importantes del Partido era estudiar la experiencia de la revolución, sus triunfos y sus reveses. ¿Qué enseñanzas proponía? Ante todo, las mejoras importantes en la vida del pueblo y en la administración del Estado podían lograrse sólo mediante la lucha revolucionaria de las masas. Luego, no era suficiente socavar y limitar el poder de la corona, había que destruirlo, porque el Gobierno del zar y de sus acólitos hacía tiempo que se había convertido en el primer obstáculo para el normal desarrollo nacional. Por último: sólo el proletariado, la fuerza rectora de la revolución -y el campesinado, su aliado, podían garantizar el triunfo de la revolución.

Lenin tenía razón: tras varios años de la más cruel reacción, en Rusia comenzó un nuevo ascenso revolucionario. En 1910 en muchas fábricas de San Petersburgo y Moscú estallaron huelgas. Se reanudaron manifestaciones, mítines y otras acciones revolucionarias. Las represalias y persecuciones no podían parar el movimiento que iba creciendo.

En aquel período volvió a observarse una gran afluencia de obreros al Partido. Conscientes de que a muchos de los nuevos militantes les faltaban conocimientos y hábitos de la labor partidista, Lenin y sus compañeros organizaron en 1911 una escuela de Partido. Funcionaba en las inmediaciones de París. Los bolcheviques enseñaban allí los fundamentos de la economía política y de la filosofia, la teoría del socialismo científico. Las clases se desarrollaban como charlas en que participaban todos los presentes. El trabajo era enorme, intenso. Al concluir su preparación, los alumnos volvían a Rusia para continuar la labor práctica del Partido.

La animación del movimiento obrero planteó al Partido una tarea impostergable: trazar un programa claro a las organizaciones del Partido en Rusia. Por eso entre las encomendaciones que se daban a los egresados de la escuela figuraba también la de participar en la organización de las elecciones de los delegados a una Conferencia del Partido que se estaba preparando. Esta conferencia se reunió a comienzos de marzo de 1912 en Praga. En la historia del Partido se conoce justamente como la Conferencia de Praga. La mayoría de los delegados eran bolcheviques, representantes de 20 grandes organizaciones del Partido. Por eso la Conferencia declaró con plena razón que podía considerarse órgano máximo del Partido.

Lenin habló en la apertura, presidió algunas sesiones, presentó informes y levantó acta de toda la labor de la Conferencia. La Conferencia de Praga eligió al Comité Central del POSDR a hombres firmes y valerosos, probados como tales durante largos años de trabajo revolucionario.

El 5 de mayo en San Petersburgo, conforme a una de las resoluciones adoptadas en Praga, salió el primer número del periódico obrero Pravda (Verdad), órgano legal nacional del Comité Central del POSDR. Se editaba con los recursos reunidos y enviados por los obreros y las acciones económicas de los grupos armados bolcheviques. Sin esta ayuda permanente el periódico no hubiera podido existir a causa de las persecuciones policiales: muy a menudo se le imponían multas pecuniarias. Contra sus redactores fueron instruidos 36 procesos judiciales, y ellos tuvieron que pasar en la prisión 47'5 meses en total durante poco más de dos años. En este mismo período Pravda fue 8 veces clausurado por el Gobierno, pero continuaba apareciendo bajo otros títulos. De los 636 números que se imprimieron, 41 fueron confiscados. Lenin dijo que en tales circunstancias la edición del periódico era una notable prueba de la conciencia, la energía y la cohesión de los obreros rusos.

En junio de 1912 Lenin se trasladó a Polonia, a la ciudad de Cracovia, fronteriza de Rusia. De allí pudo entablar los más estrechos contactos con la redacción del Pravda, con los socialdemócratas que eran diputados a la nueva Duma de Estado y con las organizaciones del Partido en distintas localidades. Su correspondencia aumentaba con rapidez y llegó a alcanzar varios cientos de cartas por mes. Sólo el Pravda publicó más de 280 artículos grandes y pequeños de Lenin.

Siendo un periódico legal, Pravda desplegó también una vasta actividad clandestina: hacía llegar las directrices de Lenin y del Comité Central a los comités del POSDR de distintas localidades, los cuales informaban a aquellos de su labor.

Otra tribuna legal en que los bolcheviques podían dirigirse al pueblo en forma directa era la Duma de Estado. Las nuevas elecciones a ésta se realizaron en el otoño de 1912. La ley permitía elegir tan sólo a 6 diputados obreros, de las mayores gubernias industriales. Los bolcheviques ganaron 6 escaños.

Alexei Badaiev, diputado a la Duma de Estado de la gubernia de San Petersburgo, recordaría: Vladimir Ilich nos ayudaba mucho. Después de nuestras intervenciones sobre los temas más álgidos, recibíamos de él cartas. En unas nos elogiaba, en otras nos señalaba nuestros puntos flacos. Nosotros le enviábamos temas de la agenda de la Duma. Vladimir Ilich trabajaba con ellos y nos los devolvía muchas veces con tesis para nuestros discursos. Sobre algunas cuestiones de singular importancia nos hacia hasta los textos completos de discursos.

Los diputados bolcheviques visitaron a Lenin varias veces en Cracovia y en las conversaciones con él obtuvieron también una inapreciable ayuda práctica.

Apoyándose en Pravda, y en los diputados bolcheviques de la Duma de Estado, el Partido consolidó su influencia en las organizaciones obreras legales. Logró atraer a su lado a los sindicatos del metal, del textil y artes gráficas. Obtuvo una importante victoria también en las elecciones a las cajas obreras del seguro de enfermedad, a cuyas direcciones más del 80% de los miembros fueron elegidos por las listas de los bolcheviques.

Todo aquello demostraba que la mayoría de los obreros conscientes y activos del país seguían a Lenin y al Partido que él dirigía.

La Primera Guerra Mundial

En agosto de 1914 comenzó la Primera Guerra Mundial. La desataron dos grupos de países capitalistas enemistados. Al frente de uno de ellos estaba Alemania; al frente del otro, Inglaterra y Francia. La Rusia zarista se sumó al segundo grupo, llamado Entente. Las tropas y flotas de 28 países sostenían una cruentísima guerra en los campos de Europa, Asia y Africa, en las aguas de los océanos Atlántico, Indico y Pacífico. Lenin escribió sobre el particular: La lucha por los mercados y el saqueo de países ajenos, la aspiración a reprimir el movimiento revolucionario del proletariado y de la democracia dentro de los países y el afán de embaucar, desunir y aplastar a los proletarios de todos los países... constituyen el único contenido y significación reales de la guerra.

El célebre escritor ruso Máximo Gorki evocaría lo que Lenin le dijo varios años antes de la conflagración: Reflexione usted: ¿en aras de qué los ricos envían a los pobres a que se maten? ¿Acaso existe un crimen más absurdo y más abominable? Los obreros pagarán un precio tremendo, pero al fin y al cabo ganarán. Es la voluntad de la historia.

¿Fue inesperada la guerra? No.

Advirtiendo en reiteradas ocasiones de que los capitalistas estaban preparándola, Lenin llamó a los partidos socialdemócratas de todos los países a evitarla y, si estallaba, a denunciar sus objetivos reales, profundamente ajenos a las masas populares.

Pero el 4 de agosto de 1914 los diputados socialdemócratas del Reichstag se solidarizaron con los diputados burgueses votando en pro de conceder al Gobierno un préstamo para que condujese aquella guerra injusta. A1 otro día se portaron de la misma manera los parlamentarios socialdemócratas de los países de la Entente: Francia, Inglaterra y Bélgica.

Desde el día de hoy dejo de ser socialdemócrata y me hago comunista, dijo Lenin el 5 de agosto, al enterarse de lo que había pasado en el parlamento alemán.

Al apoyar incondicionalmente a los capitalistas nativos en sus propósitos de conquista, los partidos socialdemócratas traicionaron el principio de la solidaridad internacional de los trabajadores.

Un solo partido -el bolchevique- se manifestó abiertamente contra la agresiva política del Gobierno zarista. Los diputados bolcheviques de la Duma de Estado se negaron a votar por los créditos de guerra.

El 5 de setiembre de 1914 Lenin habló en Berna (Suiza) a un grupo de bolcheviques sobre la actitud del Partido hacía la guerra. Las tesis de este informe fueron enviadas a otras secciones extranjeras del POSDR y a Petrogrado, de donde, al cabo de un mes, se comunicó que los miembros del Comité Central que se hallaban en Rusia, los bocheviques diputados de la Duma de Estado, la organización capitalina y otras organizaciones del POSDR se habían solidarizado con esas tesis, sobre cuya base el Comité Central emitió el manifiesto titulado La guerra y la socialdemocracia de Rusia.

Los diputados bolcheviques de la Duma de Estado recorrieron muchas ciudades, donde en las numerosas asambleas obreras explicaron el manifiesto. Denunciaron la antipopular política de los partidos burgueses que exhortaban a conducir la guerra hasta la victoria y a concertar la paz entre las clases en aras de la victoria. Las consecuencias no se hicieron esperar: fueron detenidos y, pese a su inmunidad parlamentaria, procesados.

La burguesía de Rusia y sus cofrades de otros países de la Entente vertieron sobre los bolcheviques mentiras y calumnias a raudales, cuyo lema era que los bolcheviques menospreciaban los intereses de la patria, que les faltaba patriotismo. En respuesta Lenin escribió y publicó el artículo El orgullo nacional de los rusos explicando lo que significa el patriotismo de verdad. ¿Nos es ajeno a nosotros, proletarios conscientes rusos, el sentimiento de orgullo nacional? ¡Pues claro que no! Amamos nuestra lengua y nuestra patria... Nada nos duele tanto como ver y sentir las violencias, la opresión y el escarnio a que los verdugos zaristas, los aristócratas y los capitalistas someten a nuestra hermosa Patria. Nos sentimos orgullosos de que esas violencias hayan promovido resistencia en nuestro medio, entre los rusos... Nos invade el sentimiento de orgullo nacional porque la nación rusa... ha demostrado que es capaz de dar a la humanidad ejemplos formidables de lucha por la libertad y por el socialismo.

El patriotismo no consistía en apoyar al zar y a la burguesía, que se mezclaron en la carnicería mundial por conquistar y despojar a otros pueblos, sino en luchar contra el zar y la burguesía. Lenin insistía: al lanzar la consigna de la derrota de la autocracia zarista en la guerra imperialista, al pelear contra el régimen social reaccionario que había dado origen a esa guerra injusta, los bolcheviques procedían como patriotas de verdad. En todos los países beligerantes los verdaderos patriotas deberían asumir una actitud análoga. Sobre todo, en el seno de los partidos socialistas y socialdemócratas. En medio de la patriotería que cundió en dichos países, era un llamamiento a la unidad internacional de todas las fuerzas progresistas. La inmensa labor que acometió Lenin requería una extraordinaria tensión de fuerzas. Pero las condiciones materiales de su vida se hacían cada vez más duras. Lenin se ganaba la vida con el trabajo literario. Y en aquel período escribió, por excelencia, artículos y libros de contenido antimilitar, que casi nadie quería publicar. Nunca vivió tanta penuria como en aquel entonces. En lo que se refiere a mi persona, tengo que decir que necesito medios de sustento -confesaba a uno de los compañeros por cuya mediación mantenía los contactos con Rusia-. La carestía es diabólica, y no hay de qué vivir.

El matrimonio Uliánov vivía con modestia: los dos se mostraban muy poco exigentes por lo que hacía a la comida, a la ropa y al confort. Pero nunca escatimaron el dinero para asistir a las salas de lectura, comprar libros, revistas y periódicos en distintos idiomas.

Cualesquiera que fueran las condiciones en que tenía que vivir, Lenin siempre trabajó con perseverancia y distribuyendo con habilidad su tiempo. En Suiza, al realizar una infatigable actividad revolucionaria, estudió a fondo la vida económica y política de los países capitalistas. El producto de estos estudios fue el libro El imperialismo, fase superior del capitalismo, escrito en 1916 y que con derecho se considera la continuación directa y desarrollo creador de El Capital de Marx.

Antes ya Lenin había escrito y ublicado el artículo La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915), en el cual formuló la idea de que los países capitalistas se desarrollaban a ritmo desigual, por lo cual el socialistno podía triunfar en algunos de ellos y hasta en uno solo. En el libro El imperialismo, fase superior del capitalistno, tras comparar y sintetizar un sinnúmero de hechos concretos, llegó a la siguiente conclusión: El desigual desarrollo económico y político de diferentes países es una ley general del capitalismo. Desigual es el desarrollo de distintas empresas y ramas, ciudades y aldeas, países. Esto significa que las condiciones para el tránsito revolucionario del capitalismo al socialismo (tránsito obligatorio, lo cual, como recordamos, fue demostrado aún por Carlos Marx en El Capital) se presentaban en diferentes países en tiempo diferente. En el artículo El programa militar de la revolución proletaria escrito al poco tiempo de El imperialismo-, Lenin dijo: De aquí la conclusión indiscutible de que el socialismo no puede triunfar simultáneamente en todos los países. Empezará triunfando en uno o en varios países, y los demás seguirán siendo, durante algún tiempo, países burgueses o preburgueses.

¿Dónde, según Lenin, se dan las condiciones más favorables para el triunfo de la revolución socialista? ¿En los países industrializados? No por fuerza. Los conflictos más irreconciliables aún se atizan, quizás, en los países rezagados y dependientes de la economía de los países capitalistas más desarrollados. En Rusia, por ejemplo.

Ahora bien, ¿puede la revolución triunfar en un solo país sin ser apoyada por otros países? Pues, al tomar el poder, la clase obrera y los demás trabajadores tendrían que vérselas con el imperialismo mundial... Lenin contestó afirmativamente.

¿En qué se basaba para aquella seguridad? Ante todo, en que el comienzo de la revolución en un país generaría la solidaridad de clase en los países vecinos. Además, al analizar la situación mundial gestada después de 1914, Lenin dedujo que la cadena de países imperialistas beligerantes podía ser rota, puesto que casi todo su poderío se empleaba casi por entero en agotarse los unos a los otros.

Esa fue la conclusión que sacó Lenin de que los trabajadores de un país podían entablar un combate decisivo por la nueva sociedad sin esperar a que se levantasen los pueblos de otros países.

La caída del zarismo

Casi 15 años (excepto la estancia en San Petersburgo durante la revolución de 1905-1907) Lenin vivió en el exilio. Según él mismo confesaba, conoció muchas dificultades, la mayor de las cuales era la distancia de las masas obreras y campesinas, cuyo contacto anhelaba.

Aquel distanciamiento se hizo insoportable cuando en febrero de 1917 en Rusia estalló una nueva revolución, en la cual el pueblo insurrecto derrocó al zar. Ustedes no pueden imaginar qué tormento es para todos nosotros permanecer aquí en tales tiempos, escribió Lenin.

Lenin se desvivía por regresar a Rusia. Pero aquello no era fácil. El camino directo de Suiza a Rusia pasaba por Alemania y Austria-Hungría, pero estos dos países estaban entonces en guerra con Rusia. Había otro camino: vía Francia e Inglaterra, países aliados de Rusia, y luego por mar. Fue justamente así como viajó sin trabas Plejánov: en un destructor británico escoltado por torpederos. En aquel entonces, él y otros mencheviques, apoyaban los ánimos belicosos de la burguesía de Rusia y eran partidarios de que la guerra continuase hasta la victoria. Por eso los sectores gobernantes de la Entente creían que su actividad en Rusia les sería útil. Completamente distinto era el caso de Lenin, bolchevique. Inglaterra no me dejará pasar nunca ni a mí, ni a los internacionalistas en general -escribía en marzo de 1917-. Está claro que Miliukov y Co. son capaces de admitir cualquier cosa, el fraude, la traición, cualquier cosa que impida a los internacionalistas a regresar a Rusia.

Quedaba una sola oportunidad: obtener la autorización de atravesar Alemania. Cuando los socialistas de la Suiza neutral le ayudaron a recabarla, Lenin y un grupo de compañeros emprendieron el regreso a Rusia.

En la primera estación después de cruzada la frontera -Belostrov- le recibieron los parientes, los representantes del Comité del POSDR y los obreros de la cercana fábrica de armas de Sestroretsk. Así lo recordaba Alexander Afanasiev, uno de estos últimos, quien conocía a Lenin desde los acontecimientos de 1905-1907:

Bajo la escasa luz de faroles de la estación apenas reconocí a Vladimir Ilich cuando apareció de su vagón. Vestía abrigo y traje, éste gris. Era él, nuestro querido Ilich. No sé qué me pasó entonces. Entusiasmado, me puse a gritar: ¡Lenin! ¡Lenin!

Nos precipitamos al vagón, cogimos a Ilieh en brazos y lo levantamos sobre nuestras cabezas. Él no esperaba tal recibimiento y nos decía conmovido:

-¡Serenidad, compañeros, serenidad!

En el local de la estación un obrero empezó a saludarlo en nombre de las delegaciones. Ilich escuchaba con atención cada palabra. Luego pronunció una arenga de respuesta. Y no recuerdo ya todo lo que dijo, pero recuerdo que habló de continuar la lucha, de la necesidad de poner fin a la carnicería imperialista. Nosotros le rodeábamos y nos alegrábamos como niños. Cada uno de nosotros sentía una nueva afluencia de fuerzas y energías. ¡Ilich, nuestro Ilich, probado e incólume guía y maestro del Partido bolchevique, estaba otra vez con nosotros!

Por fin, Petrogrado. La estación de Finlandia. En el andén están formados marinos y soldados. Cuando Lenin sale del vagón, se cuadran. Al escuchar el parte, Lenin se dirige a la guardia de honor con un breve discurso terminándolo con un viva a la revolución socialista.

En la plaza de la estación inundada por la luz de los proyectores que iluminan cientos de banderas y a decenas de miles de personas, Lenin, subido en un carro blindado que se pone lentamente en marcha, saluda a los reunidos y vuelve a exclamar: ¡Viva la revolución socialista!

De febrero a octubre

Al día siguiente, el 4 (17) de abril de 1917 Lenin habló a los bolcheviques activistas de Petrogrado exponiéndoles el plan de lucha por transformar la revolución democrática burguesa (la de febrero de 1917) en revolución socialista. Aquel plan se conoce por Tesis de abril.

En la primavera de 1917 en el país se gestó una situación bastante insólita: pese a que después de derrocado el zar el poder había pasado formalmente al Gobierno provisional, cuyo apoyo era la burguesía, grande y pequeña, de hecho disponían de la fuerza los Soviets de Diputados Obreros n Soldados, cuyo apoyo era el pueblo armado: la Guardia Roja obrera y los grandes contingentes de soldados revolucionarios.

¡Ni el menor apoyo al Gobierno provisional! Fue la consigna que Lenin adelantó en sus Tesis de abril ¿Por qué?

En los países en que ostentaban el poder los capitalistas y terratenientes, explicaba Lenin, ellos elaboraron dos métodos de mantener en obediencia al pueblo. El primero era la violencia. Hablando del otro, Lenin dijo: Me refiero al engaño, a las frases, a las promesas sin fin, a las limosnas miserables, a concesiones fútiles para conservar lo esencial. Precisamente a este segundo método recurrió el Gobierno provisional formado en febrero de 1917.

Al mismo tiempo Lenin no estaba de acuerdo con los que exigían derrocar inmediatamente al Gobierno provisional.

Tenemos que basarnos sólo en la conciencia de las masas, repetía, y señalaba que el proletariado no estaba todavía lo suficienicmente organizado y consciente, por lo cual el Partido bolchevique estaba en minoría en los Soviels.

¿Por qué sucedió que los bolcheviques, que aún hacía poco (en 1912-1914) habían conducido a cuatro quintas partes del proletariado consciente, se vieron en minoría en los Soviets? ¿Acaso fueron vanos todos los años en que la clase obrera había venido educándose en el espíritu del socialismo? En absoluto. El heroísmo y el desprendimiento que mostraron los obreros y que hubieran sido imposibles si no hubiesen tenido conciencia de clase, contribuyeron grandemente a la victoria sobre el zarismo.

Pero en la revolución se vio involucrada una inmensa masa de hombres descontentos con el zar, muy distantes de comprender los verdaderos objetivos de la lucha política consciente. Eran sectores atrasados de la clase obrera y del campesinado, así como pequeños burgueses. Y esa gigantesca ola pequeñoburguesa lo ha inundado todo; ha arrollado al proletariado consciente no sólo por la fuerza de número, sino también desde el punto de vista ideológico. Como resultado, los Soviets de que formaron parte representantes de dichos sectores, no eran a la sazón más que un germen del poder revolucionario.

Por eso Lenin consideró inoportuno cumplir de inmediato la consigna ¡Abajo el Gobierno provisional! para entregar el poder a los Soviets: Sin una mayoría firme (es decir consciente y bien organizada) del pueblo al lado del proletariado revolucionario, esa consigna o es una mera frase u objetivamente se reduce a tentativas de carácter aventurero. Sólo cuando las masas dejasen de confiar ciegamente en el Gobierno provisional, se convenciesen de que era antipopular y dijesen ¡basta!, todo el poder pasaría por vía pacífica a los Soviets.

Para hacer avanzar el movimiento, era necesario exonerarlo de la influencia burguesa, señalaba Lenin. El problema que más preocupaba entonces a toda Rusia era la guerra. Entre tanto, fue en esta cuestión en que a la burguesía la apoyaba hasta cierta parte de la clase obrera. Muchísimas gente se dejó influencias por el Gobierno provisional que aseguraba que despues de derrocado el zar la guerra cambió radicalmente de carácter, tornándose netamente defensiva, revolucionaria, justa.

Lenin se mostraba intransigente. Explicaba que los capitalistas de Rusia, igual que el resto de los capitalistas del mundo, no podían conducir una guerra que no fuese imperialista. Por eso llamar a la defensa revolucionaria -lo que hacían los partidos burgueses y pequeñoburgueses, así como los mencheviques con Plejánov al frente- significaba apoyar la guerra imperialista.

De ahí que la tarea del Partido bolchevique consistiera en explicar a los defensores de buena fe de entre los obreros y campesinos (los soldados eran en su grueso de procedencia campesina) que una paz justa sería posible sólo cuando la clase obrera en alianza con los demás trabajadores quitase el poder a los capitalistas y lo tomase en sus manos.

En las Tesis de abril Lenin planteó también un problema que, al parecer, era completamente formal, pero políticamente muy acuciante: propuso cambiar el nombre del Partido. Recordemos que se trataba del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR). En vista de que muchos partidos socialdemócratas habían desistido de los ideales socialistas y traicionado el principio de la unidad internacional, Lenin propuso llamar el Partido como le llamaran Marx y Engels: Comunista.

A las dos semanas de publicadas las Tesis de abril, llegó a conocerse el contenido de un memorándum que el ministro de Relaciones Exteriores Miliukov había enviado a Francia, Inglaterra y otros aliados de lo que había sido el Imperio Ruso y en el cual el Gobierno provisional prometía conducir la guerra hasta el fin victorioso y cumplir cuantos compromisos había asumido el zar. Los obreros y soldados avanzados salieron a las calles. Su manifestación impetuosa tropezó con la de la burguesía en apoyo del Gobierno provisional. Una clase se enfrentó a otra. Estalló una crisis política. Miliukov tuvo que dimitir. El Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado tenía entonces posibilidad de apartar del poder al Gobierno provisional. Pero como se hallaba bajo una fuerte influencia de los mencheviques y eseristas, hizo todo lo contrario: promovió al Gobierno a varios miembros suyos. Los bolcheviques condenaron de plano esa táctica de conformismo con la burguesía.

En junio de 1917 se reunió el I Congreso de los Soviets de toda Rusia. Los bolcheviques estaban en él en minoría: eran poco más de 100 frente a 700 u 800 mencheviques, eseristas y representantes de otros partidos. Pero fueron explicando con perseverancia a los delegados que era necesario denunciar la política antipopular del Gobierno provisional, que el conformismo con la burguesía era nefasto para el país y que continuar la guerra significaba que otras decenas de miles de personas se destruyesen mutuamente sin razón.

En respuesta, el menchevique Tsereteli, ministro del Gobierno provisional, declaró:

-Actualmente en Rusia no hay un partido político que diga: entreguen el poder a nuestros manos y váyanse, nosotros ocuparemos su lugar.

Pero de entre los reunidos acallados le interrumpió la voz alta, segura y decidida de Lenin:

-¡Sí, lo hay! Ningún partido puede renunciar al poder, y el nuestro no renuncia: está dispuesto en todo instante a hacerse cargo de él íntegramente.

Lenin subrayó una y otra vez que la cuestión se planteaba sólo así: avanzar o retroceder. Entretanto, la guerra que continuaba, el desbarajuste económico y el aumento de la carestía hicieron aumentar el descontento con la política del Gobierno provisional. En las fábricas y los cuarteles de Petrogrado empezaron las conmociones. Acrecentándose de modo continuo, desembocaron en una potente manifestación antigubernamental a mediados de junio.

Se lanzaron a la calle casi 500.000 personas. En las banderas llevaban inscrito: ¡Abajo la guerra!, ¡Abajo a los ministros capitalistas!, ¡Todo el poder para los Soviets!. Eran consignas de los bolcheviques. A las dos semanas hubo otra manifestación de obreros, soldados y marinos, más vigorosa aún. Su primera reivindicación fue: ¡Todo el poder para los soviets!.

Pero la dirección de los Soviets, recién elegida en el I Congreso de toda Rusia, en el cual habían prevalecido los eseristas y mencheviques, declinó esta reivindicación de las masas y anunció que la manifestación era un complot bolchevique. Con su consentimiento en Petrogrado se implantó el estado de sitio y de los frentes fueron llamadas con urgencia las tropas fieles al Gobierno.

Al amanecer del otro día fue destruido el local de la redacción del Pravda. A los pocos días el Gobierno provisional dispuso arrestar y procesar a Lenin y a otros bolcheviques acusándoles de conspiración. Lenin estaba tan indignado que decidió utilizar el proceso público para denunciar las maniobras políticas de las autoridades.

-Pero no te dejarán siquiera llegar a la cárcel, te matarán en el camino -le decían su mujer, su hermana y los camaradas.

La inquietud y la profunda comprensión de la responsabilidad por la vida de Lenin determinaron la decisión que tomó el Comité Central del Partido bolchevique: obligar a Lenin a no comparecer ante los tribunales y encontrar para él un refugio seguro.

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