La fundación del PSUC

El 23 de julio de 1936 se fundó en Catalunya el Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC) que aglutinaba en sus filas a comunistas y socialistas de la más importante región industrial de España. La unificación de los comunistas y los socialistas catalanes constituía una realización de las resoluciones del VII Congreso de la Internacional Comunista sobre la necesidad de luchar por la creación del partido único del proletariado. La base de la unificación fueron los principios del marxismo-leninismo. Aquel Partido se adhirió a la Internacional Comunista y desempeñó un papel de vanguardia en la organización de la resistencia armada contra el fascismo y en la realización de las transformaciones revolucionarias en la retaguardia de 1936 a 1939. Además, la creación del PSUC no tuvo únicamente una significación local. Descontando el intento de los comunistas húngaros que, en marzo de 1919, se unificaron con los socialdemócratas manteniendo éstos la hegemonía dentro el nuevo Partido, la formación del PSUC fue un proceso totalmente nuevo en la historia del movimiento obrero mundial. Por vez primera en Europa, los comunistas y los socialistas se unían en un partido marxista-leninista único.

Los cinco años de revolución democrático-burguesa española enseñaron mucho a la clase obrera del país. Por un lado, un período de más de dos años de actividad de los gobiernos republicanos-socialistas de abril de 1931 a setiembre de 1933, evidenció la inconsistencia de los planes reformistas de la dirección del PSOE, así como todos el peligro que supone para el proletariado una alianza donde la burguesía mantiene la dirección. Por otro lado, la derrota de las fuerzas democráticas (en las elecciones parlamentarias de noviembre de 1933 y en la lucha armada de octubre de 1931) puso en evidencia la necesidad de poner fin a la división política de la clase obrera, así como de lograr la cohesión de todas las fuerzas antifascistas, interesadas en el establecimiento de un régimen democrático, y de conjurar la sublevación fascista. Así pues, la experiencia de la revolución española no sólo exigía la más amplia unificación de todos los elementos antifascistas, sino que era también una advertencia con respecto a una nueva colaboración socialista con la burguesía, como la que se había dado en los primeros años de la República. Una sólida garantía contra este peligro sería la unidad política de la propia clase obrera y su hegemonía en el movimiento antifascista.

La tirantez de la situación internacional, caracterizada por la actitud cada vez más agresiva de los Estados fascistas (la guerra italo-abisinia que estalló en octubre de 1935; la rápida militarización de Alemania), y la activación de las organizaciones fascistas en casi todos los países capitalistas de Europa, confirmaban la necesidad de unir todas las fuerzas para la lucha contra el fascismo.

A principios de 1936, la idea de la unidad proletaria ya se había extendido muy ampliamente entre la clase obrera española. La tendencia unificadora alcanzaba, en mayor o menor grado, a obreros de las principales tendencias: comunistas, socialistas, anarcosindicalistas. No obstante, entre los diferentes partidos y organizaciones continuaban existiendo serias divergencias, tanto en la apreciación de la situación y de los objetivos de la lucha, como por lo que hacía a la opción de las formas concretas de realizar la unidad del proletariado.

En el pleno del mes de septiembre de 1934, el Partido Comunista acordó participar en las Alianzas Obreras, que eran organizaciones locales del frente único proletario que hasta el otoño de 1934 agrupaban únicamente diversas organizaciones socialistas. Sólo en Asturias estaban incluidos los anarcosindicalistas. Esto constituyó un giro táctico muy audaz que, si bien habla de la madurez y flexibilidad del Partido, también demostraba a las masas que para los comunistas la lucha por la unidad no era una maniobra, sino una de sus más caras y fervientes aspiraciones.

Después del alzamiento de octubre de 1934, el Partido Comunista se pronunció por el mantenimiento y desarrollo de las Alianzas Obreras y Campesinas, que se habían justificado como una forma de unidad obrera, y apoyó la idea de tomar la iniciativa de crear el Bloque Popular Antifascista, que uniría los partidos obreros y democráticos de toda España. El 2 de junio de 1935, José Díaz, en el discurso que pronunció en Madrid ante 10.000 personas, en nombre del Partido Comunista se dirigió al PSOE, a los anarquistas y sindicalistas, a los republicanos de izquierda y a todos los antifascistas, en una llamada a la creación de la unidad popular antifascista, y anunció el proyecto de programa de esta unidad, subrayando que, al frente del Bloque Popular, es necesario que vaya, e irá, el proletariado. José Díaz indicó también que el Bloque Popular debía apoyarse en las Alianzas Obreras y Campesinas, órganos de unidad y de lucha del proletariado y el campesinado. Desde el instante mismo de iniciar su lucha por el Frente Popular, el Partido Comunista relacionaba la creación de una amplia unidad antifascista con la lucha por la unidad de la clase obrera.

La experiencia de los partidos comunistas español y francés en la lucha por el frente único proletario y el frente popular antifascista, fue generalizada en el VII Congreso de la Internacional Comunista, celebrado entre los meses de julio y agosto de 1935, con una resolución que, al mismo tiempo, contribuía a formular la línea estratégica y táctica de los partidos comunistas. En aquel Congreso fue muy importante la estrategia de que el Frente Popular se creara, no solamente desde abajo, sino también desde arriba. Aun reconociendo que en aquella etapa la suerte de la revolución democrático-burguesa se decidía en la lucha por la democracia contra el fascismo, el Partido Comunista consideraba como tarea más inmediata del momento la organización del Frente Popular Antifascista. El proyecto de programa de los comunistas para el Frente Popular fue anunciado por José Díaz en su discurso del 2 de junio de 1935 y constaba de cuatro puntos: 1) confiscación, sin indemnización, de la tierra de los grandes latifundistas, de la Iglesia y de los Monasterios para su entrega inmediata a los campesinos pobres y jornaleros agrícolas; 2) liberación de los pueblos sojuzgados por el imperialismo español, concediendo a Catalunya, Euskal Herria y Galicia el derecho a disponer libremente de sus destinos; 3) mejora general de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera; 4) liberación de todos los revolucionarios presos (José Díaz. Tres años de lucha. Barcelona, 1939, pp. 40-41).

Los comunistas también prestaban atención a la unidad del movimiento obrero. El Partido Comunista tendía a la consecución de las siguientes formas de unidad de la clase obrera:

1) Establecimiento de la unidad de acción con los órganos dirigentes del PSOE así como de otros partidos y organizaciones obreras. La lucha para conseguir este objetivo coincidía, en cierta medida, con la lucha por la creación del Frente Popular, pero nada más en cierta medida pues el Partido Comunista tenía la intención de lograr la unidad de acción con las organizaciones obreras a través de un programa mucho más amplio del que habrían podido aceptar los partidos burgueses de izquierda.

2) En aquel momento el Partido Comunista dio mucha importancia a la creación de las Alianzas Obreras y Campesinas, por considerar que en un momento posterior del desarrollo de la revolución podrían convertirse en órganos del poder revolucionario. En 1934, estas Alianzas gozaban de gran popularidad entre las masas obreras de todas las regiones de España. A principios del año 1935, existían en España 13 comités provinciales y 150 locales de las Alianzas Obreras. Sin embargo, en 1936, las Alianzas no consiguieron entenderse ni tampoco jugaron un gran papel. Esto se explica por el hecho de que en 1936 existía la posibilidad de alcanzar otras formas de unidad proletaria, por medio de los contactos directos entre los partidos y organizaciones sindicales tradicionales, también porque en aquella etapa de la revolución democrático-burguesa, la función de las Alianzas como órganos del poder obrero y campesino no podían tener una realización inmediata, y, por último, porque la simple adhesión de los campesinos a las Alianzas aún topaba con muchas dificultades.

3) Consecución de la unidad sindical, mediante la unión de la pequeña central sindical comunista, la Confederación General de Trabajadores Unitaria (CGTU), y el establecimiento de la unidad de acción con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), anarcosindicalista. La primera parte de este plan se realizó satisfactoriamente a finales de 1935. El día 8 de noviembre, el Buró de la CGTU se dirigió a la Comisión Ejecutiva dé la UGT con la propuesta de fusionar los sindicatos locales correspondientes, sobre la base de la UGT. El 15 de noviembre la Comisión Ejecutiva de la UGT dio una respuesta favorable y, seguidamente, se acordaron los principios de unificación. Las organizaciones locales de ambas centrales sindicales iniciaron la realización práctica de la fusión de la CGTU y la UGT.

4) Las conversaciones para la unificación de la Unión de juventudes Comunistas (UJC) con la Federación de Juventudes Socialistas (FJS) empezaron en el otoño de 1935.

5) La consecución de la forma superior de unidad proletaria, o sea, la creación del Partido único del proletariado. Dado que los anarcosindicalistas, enemigos declarados de toda política no tenían su partido político, la unificación del Partido Comunista y el PSOE habría creado en España el Partido único del proletariado. El 23 de octubre de 1935, el Comité Central del Partido Comunista propuso a la dirección del PSOE la unificación sobre la base de las cinco condiciones elaboradas por el VII Congreso de la Internacional Comunista: total independencia en relación a la burguesía y ruptura del bloque que la socialdemocracia formaba con la burguesía; realización previa de la unidad de acción; reconocimiento de la necesidad del derrocamiento de la burguesía por procedimientos revolucionarios y del establecimiento de la dictadura del proletariado en forma de soviets; renuncia, en caso de guerra imperialista, a apoyar la burguesía propia y organización del partido único sobre la base del centralismo democrático.

La división interna del PSOE

A pesar de que las masas obreras del PSOE recibieron favorablemente la propuesta de unidad de los comunistas, la creación del Partido único del proletariado en España no se realizó ni antes ni después de las elecciones a Cortes del l6 de febrero. La causa principal fue la posición adoptada por los dirigentes del PSOE.

En 1932 había en España un total de 71.320 afiliados al PSOE, dividido en dos grandes fracciones muy enfrentadas entre sí, excluyendo a los derechistas, que eran irrelevantes. Los centristas, cuyo representante era Indalecio Prieto, dirigían los órganos centrales del PSOE, los izquierdistas, encabezados por Largo Caballero, dirigían la UGT, el grupo madrileño del PSOE, además de algunas otras federaciones, y gozaban de una gran influencia en la Juventud Socialista.

Los centristas se mantenían en las viejas posiciones reformistas. Continuaban, como antes, rechazando la dictadura del proletariado como la vía hacia la sociedad socialista. Idealizando el régimen de democracia burguesa, los prietistas conservaban las relaciones amistosas tradicionales con los republicanos de izquierda. Aceptaban la idea de un amplio frente antifascista, pero estaban contra todo tipo de acercamiento con el Partido Comunista, fuera del marco de este frente.

La posición de los centristas, de hecho, empujaba al Partido hacia el mismo tipo de colaboración con la burguesía que en 1931-1933. La dirección centrista del PSOE, si bien no hacía declaraciones públicas contra la unidad de la clase obrera, saboteaba cualquier actividad dirigida a1 establecimiento de formas concretas de esta unidad. Los esfuerzos de los centristas estaban orientados, primordialmente, hacia el restablecimiento de la unidad y la disciplina dentro del mismo partido, o dicho de otro modo, a la lucha contra el ala izquierda del Partido Socialista.

Este ala izquierda gozaba del apoyo de los sectores más revolucionarios de los obreros socialistas. Entre sus dirigentes había hombres como J. Álvarez del Vayo, F. Pretel, A. del Rosal, partidarios consecuentes de la unidad obrera. Sin embargo, la mayoría de los dirigentes del ala izquierda (Largo Caballero, Luis Araquistáin, Pascual Tomás, J. Díaz Alor, Ricardo Zabalza y otros) se guiaban más por los intereses de grupo que por los intereses generales del proletariado. Se alejaban notablemente de la línea política que el PSOE había mantenido desde principios de la República. Desde el momento en que abandonó su cargo de ministro de Trabajo del gobierno burgués (septiembre de 1933), Largo Caballero se convirtió en un demagogo que se declaraba partidario de la dictadura del proletariado y de una revolución socialista inmediata. Despreciaban la amenaza fascista y se pronunciaban contra un amplio pacto antifascista con los republicanos de izquierda, admitiendo únicamente una alianza para la participación conjunta en la campaña electoral y en las elecciones parlamentarias. En cuanto a la dictadura del proletariado, los caballeristas la entendían, en general, como la dictadura del PSOE. Sin embargo, los caballeristas expresaban la radicalización del movimiento obrero y, sobre todo, el anhelo de unidad del movimiento obrero.

En cuanto a la unidad sindical Largo Caballero aceptó el ingreso de la CGTU en la UGT, siempre que la superioridad numérica de la UGT asegurara el mantenimiento de la vieja dirección. Con esta unificación los comunistas sacrificaban en interés a la unidad sindical la organización independiente de sus sindicatos revolucionarios. Respecto a los caballeristas, aunque en un principio se mostraron de acuerdo en la unificación, se proponían diluir la CGTU dentro de la UGT. En el curso de las conversaciones, los comunistas propusieron que en los lugares en donde la CGTU fuera numéricamente superior a la UGT, se convocaran congresos conjuntos al objeto de crear federaciones unificadas integrantes de la UGT, a fin de que en la composición de los nuevos órganos dirigentes estuvieran incluidos, proporcionalmente, tanto los antiguos miembros de la UGT como los de la CGTU, de acuerdo con las fuerzas que los sindicatos de ambas centrales tenían en cada localidad concreta en el momento de la fusión. Los caballeristas rechazaron esta propuesta que garantizaba a los miembros de la CGTU una representación, aunque sólo fuera en los órganos inferiores de dirección de la UGT. Por su parte, presentaron la propuesta de que en la unificación no se tuviera en cuenta el principio geográfico, sino exclusivamente el principio profesional. Exigían que allí donde las fuerzas de la CGTU fueran iguales o superiores a las de la UGT, se convocaran asambleas conjuntas para elegir la nueva dirección, pero sin tener en cuenta la correlación de fuerzas en los sindicatos correspondientes, existentes antes de la unificación.

A principios del año 1936, el ala izquierda también apoyaba formalmente otras formas de unidad de las organizaciones obreras. Se pronunciaba, particularmente, por la fusión de la FJS con las JJCC, y del PSOE con el Partido Comunista. Ahora bien, como demostraron los acontecimientos, sus dirigentes, considerando poco numerosos los efectivos del Partido Comunista (30.000 militantes en febrero de 1936), y dada la complacencia que habían manifestado los comunistas en la cuestión de la unidad sindical, pretendían asegurarse la completa hegemonía en las organizaciones unificadas.

Pero a principios de 1936 los caballeristas eran los únicos -aparte de los comunistas- que a escala nacional, propugnaban la creación del Partido único del proletariado. En aquella etapa del movimiento unitario, el obstáculo principal entre los socialistas, no eran las reminiscencias de sectarismo y de espíritu de clan de los viejos burócratas sindicales, que habían pasado a dominar el ala izquierda, sino la posición antiunitaria de la dirección centrista del PSOE. Las organizaciones de base del PSOE, que se acercaban cada vez más al ala izquierda, eran, en general, sinceras partidarias de la unidad de acción y de la futura unificación con los comunistas.

La CNT y, en particular, la Federación Anarquista Ibérica (FAI), se mantenían en sus principios maximalistas y sectarios fundamentales, por lo cual, el establecimiento de los más elementales contactos con esta corriente del movimiento obrero resultaba una de las tareas más complejas que debía afrontar el Partido Comunista. Al oponerse por principio a la política y a cualquier clase de alianza con los partidos burgueses, la dirección de la CNT colocaba esta poderosa organización obrera al margen de para la creación del Frente Popular Antifascista, cuya constitución resultaba de extraordinaria importancia con motivo de la disolución de las viejas Cortes y de las inminentes elecciones parlamentarias del 16 de febrero de 1936.

El Frente Popular

El pacto del Frente Popular fue firmado un mes antes de las elecciones de febrero de 1936 por ocho partidos: Izquierda Republicana, Unión Republicana, que representaban las intereses de la mediana y pequeña burguesía y de la intelectualidad, el PSOE, la UGT y la FJS, por los socialistas, el Partido Comunista, el Partido Sindicalista y el POUM. En el preámbulo del pacto se indicaba que sus bases se ponían a la consideración del resto de las organizaciones obreras y republicanas.

La conclusión del pacto del Frente Popular tuvo una extraordinaria importancia, no solamente para la causa de la unificación de todas las fuerzas democráticas, sino también para el desarrollo de las relaciones entre los partidos obreros. Sí bien en la Comisión central de arbitraje del Frente Popular, creada en Madrid, únicamente participaron representantes socialistas (Vidarte y Cordero), por lo que respecta a los partidos obreros, en las provinciales (que después pasaron a llamarse Comités del Frente Popular), había representantes de todos los Partidos firmantes del pacto, lo cual hizo posible y necesario el contacto contacto permanente entre los partidos y las organizaciones obreras de las diversas tendencias.

La clase obrera catalana y sus organizaciones

Cataluña es el centro industrial más importante de España. Era la única zona donde la población industrial predominaba sobre la agrícola: la agricultura ocupaba a 362.000 personas, y la industria a 605.000. En la década de 1930 se hallaba concentrada en esa región casi toda la industria textil de España; estaba muy desarrollada la industria metalúrgica, la de construcción de maquinaria, de la piel, papel, cemento, vidrio, cerámica, alimentación, química y la producción de gas y electricidad.

Debido a su importante desarrollo industrial, en Cataluña se había concentrado un numeroso proletariado compuesto por catalanes y por inmigrantes de otras regiones del país.

La gran mayoría del proletariado de Cataluña trabajaba en las empresas y fábricas de Barcelona y otros centros de la provincia (Badalona, Sabadell, Tarrasa, Manresa, Mataró, etc.). Los trabajadores asalariados de la provincia de Barcelona estaban repartidos entre las siguientes ramas industriales, del comercio y del transporte. Si además se añaden los 17.000 obreros sin trabajo que en 1930 existían en la provincia de Barcelona, el número total del proletariado industrial urbano, es decir, de los obreros de la industria, el transporte y los empleados modestos, se elevaba a 514.000 personas.

El número de obreros de la industria, del transporte y de la construcción de la provincia de Barcelona, alcanzaba la cifra de 391.216; el número de obreros de la industria era de 331.433, sin contar los que se hallaban en paro.

Los del ramo textil constituían el 33 por ciento de los obreros de la provincia de Barcelona. Al lado de los metalúrgicos y de los obreros de la construcción, se destacaban también, por su número, los dependientes de comercio.

En las empresas textiles predominaba la mano de obra femenina (a finales de 1930, de 167.000 obreros textiles de la provincia de Barcelona, 126.000 eran mujeres, siendo el número de hombres de sólo 41.500). Las mujeres predominaban también en la industria del papel (más de 3.000 entre 6.000 obreros). En la provincia de Barcelona trabajaba también un número considerable de mujeres en las empresas de la industria metalúrgica (6.OOO), química (2.800), alimentación (2.500), tintes (3.000) y en el comercio (13.000).

El proletariado industrial de toda Catalunya, junto con los obreros de la construcción y del transporte, se calculaba en 580.000 personas.

Los obreros de las empresas industriales de Catalunya constituían un poderoso contingente de más de 416.000 personas.

El número aproximado del proletariado urbano de Catalunya se puede establecer sobre la base de los datos de la población ocupada en 1930. Si admitimos que de 605.371 personas ocupadas en la industria, 147.205 lo estaban en el comercio, el 85 % lo constituían obreros y empleados con sueldos modestos; entonces el número total del proletariado de Catalunya (incluidos los empleados de sueldos modestos), sería de 640.000 personas. Esto significa que en Catalunya se concentraba casi la tercera parte del proletariado urbano de toda España, cuyo número total se calculaba normalmente en unos dos millones de personas.

En 1936, el número total del proletariado urbano de Catalunya era aún mayor, como lo demuestra particularmente el rápido crecimiento de Barcelona, cuya población había pasado del 1.005.000 habitantes en 1930 a 1.062.000 en 1936, con un aumento de 57.000 personas.

La particularidad más notable de la vida social de Catalunya era la participación activa de todos los contingentes fundamentales del proletariado urbano en el movimiento revolucionario: los obreros de las empresas industriales, de la construcción y del transporte, los dependientes de comercio y de la industria, los asalariados de los hoteles y restaurantes, etc.

La mayor parte del proletariado industrial de Catalunya, que fue en España el primero en organizarse, se encontraba bajo la influencia tradicional del anarcosindicalismo, y estaba afiliado a la CNT o bien a los Sindicatos de Oposición. Las otras corrientes del movimiento obrero catalán reunieron en sus filas hasta 1936, preponderantemente, al proletariado no industrial.

La regional catalana de la CNT contaba en los años 1931-1933 con cerca de 300.000 afiliados. Sin embargo, su número oscilaba constantemente, lo cual se debía a la represión que el Gobierno aplicaba sistemáticamente contra los -ya de por sí fluctuantes- sindicatos, y también, por los desengaños que la táctica anarquista provocaba en las masas. En el período del bienio negro, el número de miembros de la CNT disminuyó sensiblemente. Decenas de sindicatos de la regional catalana fueron clausurados por orden del gobierno. Centenares de obreros fueron enviados a prisión. Esta represión a que se vio sometida la CNT, al igual que las demás organizaciones obreras, contribuyó a que en las masas obreras de Catalunya resurgiera la fe en el anarcosindicalismo, corriente revolucionaria que se había visto muy quebrantada a raíz de la negativa de la regional catalana de la CNT a participar en el alzamiento de octubre de 1934.

Según los anarquistas, en enero de 1936 la regional catalana de la CNT estaba constituida por 92 sindicatos. En mayo del mismo año la prensa anarcosindicalista, después de un largo silencio, publicó los nuevos datos sobre los efectivos de la CNT, indicando que la regional catalana estaba integrada por 180 sindicatos, con un total de 143.000 miembros.

Los sindicatos más poderosos de la regional catalana de la CNT eran los de los obreros de las ramas barcelonesas principales, con la particularidad de que, en agosto de 1931, los sindicatos anarcosindicalistas incluían a la inmensa mayoría de los obreros de esas ramas.

Además de los sindicatos obreros de la industria, de la construcción y del transporte, en la CNT había también pequeños sindicatos de dependientes de comercio, de profesiones liberales, barberos, camareros, etc.

Los Sindicatos de Oposición

El número de afiliados a los principales sindicatos de la CNT de Barcelona había disminuido aproximadamente la mitad de los que tenía el primer año de la revolución. En el resto de Catalunya, las pérdidas de la regional de la CNT eran aún más considerables, a causa de la separación de sindicatos enteros de algunas comarcas, que habían pasado a formar los llamados Sindicatos de Oposición.

La existencia de los Sindicatos de Oposición era un testimonio vivo de las contradicciones internas que corroían el anarcosindicalismo. En agosto de 1931, un grupo de destacados dirigentes de la CNT, Ángel Pestaña, Joan Peiró, Joan López y otros (hasta un total de 30 militantes), publicaron un manifiesto criticando los puntos de vista de la FAI sobre la revolución. Los autores del manifiesto afirmaban que la revolución era necesario prepararla, y esta preparación consistía -decían- no solamente en la organización de grupos audaces de acción, como afirmaba la FAI, sino también en una labor entre las amplias masas trabajadoras. El jugar a la revuelta, a la algarada, a la revolución, significa, era realidad, demorar la verdadera revolución, se indicaba en el manifiesto. Sus autores defendían también la independencia de la CNT para actuar por su propia voluntad e iniciativa, lo que constituía un ataque directo contra la FAI, que venía imponiendo a los sindicatos su dirección y sus métodos de lucha. No obstante, el Manifiesto de los 30 no significaba aún la ruptura con la ideología anarquista.

En la lucha posterior entre los treintistas -como empezó a conocerse a los autores del Manifiesto de los 30 y sus partidarios- y los secuaces de la FAI, los treintistas se encontraron en minoría, pero consiguieron el apoyo de diversos sindicatos de Catalunya, Levante y Huelva. Los faístas consiguieron destituir a los treintistas de las direcciones centrales de la CNT y después marginaron de la Confederación a los oposicionistas: fueron excluidos Sindicatos y Federaciones locales enteras. En algunos casos, los sindicatos treintistas abandonaban ellos mismos la CNT. Fue así como en 1932-1933, iniciaron su existencia los Sindicatos de Oposición.

Los sindicatos que se apartaron de la CNT crearon su órgano central, el Comité Nacional de Relaciones, lo cual, sin embargo, no era óbice para que actuasen con casi total independencia unos de otros. En 1933-1935, estaban claramente delimitadas las divergencias de los Sindicatos de Oposición con el anarquismo de la FAI. En primer lugar, los treintistas se declaraban partidarios de la unidad de acción con las otras corrientes del movimiento obrero y, en 1934, entraron a formar parte de las Alianzas Obreras. En segundo lugar, la mayoría de los treintistas se pronunciaban por la participación en la lucha política; lo que era un sacrilegio escandaloso desde el punto de vista de los anarquistas ortodoxos. En abril de 1933, un grupo de anarquistas encabezados por Ángel Pestaña creó el Partido Sindicalista, muy poco numeroso, que constituía una mezcla de planteamientos anarcosindicalistas y de reformismo socialista. Pero rompía con uno de los principios del anarquismo. Debido a ello, a partir de 1934, la prensa de la CNT no cesaba de calificar a los treintistas de judíos. Con todo, los treintistas seguían manteniéndose fieles a una serie de principios anarquistas.

En mayo de 1936, según datos de la CNT, había en Catalunya 56 Sindicatos de Oposición, con unos efectivos de 42.360 afiliados que, al, igual que los de la CNT, acogían fundamentalmente a obreros industriales.

Entre los Sindicatos de Oposición destacaban, por su influencia y orientación política, los de Sabadell, importantísima ciudad industrial de la provincia de Barcelona. Los obreros sabadellenses, en febrero de 1932, en el Pleno de Sindicatos de la regional catalana de la CNT celebrado en Sabadell, abandonaron la Confederación como protesta contra la dictadura de 1a FAI. El número de afiliados de los Sindicatos de Oposición, en la federación local de Sabadell era, en 1932, de 20.000. Durante e1 alzamiento de octubre de 1934, los obreros de aquella ciudad tuvieron un comportamiento magnífico. Los sindicatos sabadellenses se iban apartando del anarcosindicalistas de la CNT y, lentamente pero can firmeza, pasaban a las posiciones del marxismo revolucionario. Uno de los dirigentes de los Sindicatos de Oposición de Sabadell era Josep Moix, un obrero textil que gozaba de gran autoridad entre los obreros.

A principios de 1936, los Sindicatos de Oposición, unidos en una tendencia común, se hallaron ante una disyuntiva: reincorporarse a la CNT, o romper definitivamente con el anarcosindicalismo y unirse a la socialista UGT. Hacia dónde se decantarían los Sindicatos de Oposición era uno de los problemas del movimiento obrero catalán en la primera mitad de 1936.

Otras organizaciones

Además de la CNT base de masas fundamental del anarcosindicalismo y de los Sindicatos de Oposición, en Catalunya actuaban, como puntos de apoyo del anarcosindicalismo puro, la sección de la FAI y las organizaciones de las Juventudes Libertarias. Por otra parte, se oponían a la influencia anarcosindicalista cuatro pequeños partidos obreros, cada uno de los cuales dirigía centrales sindicales minoritarias, y algunos sindicatos independientes.

El Partido Comunista de Catalunya (PCC), que estaba integrado en el Partido Comunista, no era importante numéricamente. Tenía bajo su influencia a algunos sindicatos, siendo el más sólido la Federación Obrera de Sindicatos de la Industria Gastronómica de Catalunya (FOSIG), que reunía a cocineros, camareros, reposteros, intérpretes y otros obreros de este ramo. Además, seguían a los comunistas una parte de los obreros de los tranvías y algunos sectores de trabajadores de la metalurgia. El PCC dirigía la Unión de Juventudes Comunistas de Catalunya. Al frente del Comité Central del PCC se hallaban Arlandis, Matas, Sesé y Valdés. A pesar del pequeño número de militantes del PCC, a principios de 1936 ganaba más y más partidarios entre los miembros de otros partidos obreros de Catalunya.

La Federación Catalana del PSOE, estaba integrada en abril de 1932, por 19 grupos socialistas, con un total de 1.261 afiliados. Dirigía la sección catalana de la UGT, también poco numerosa (el grupo más destacado era el de los tipógrafos, así como también el de los obreros de Artes Blancas y Pastelería), y la organización de la juventud Socialista, La federación catalana del PSOE estaba próxima las posiciones de ala izquierda de éste. El dirigente de la FC era Rafael Vidiella.

Otro partido de tendencia socialista, la Unión Socialista de Catalunya (USC), contaba con varios millares de personas. Perteneciente a la II Internacional, a principios de los años 30, este partido jugaba un papel activo en la vida social de Catalunya, pero únicamente como un apéndice de la izquierda. Sin embargo, a partir de 1934 experimentó un rápido proceso de radicalización. El dirigente del partido, Joan Comorera, fue condenado, junto con otros miembros del gobierno catalán, a 30 años de reclusión, después del alzamiento de octubre de 1934. A partir de entonces encabezó la USC Serra y Moret. La USC controlaba la Unión General de Sindicatos Obreros de Catalunya (UGSOC), formada fundamentalmente por los obreros de Banca y Bolsa y algún sector de empleados de comercio. La USC dirigía también diversas cooperativas y su organización de la juventud Socialista.

El Partit Catalá Proletari (PCP) se había creado en 1931 como resultado de la escisión del partido nacionalista pequeño-burgués Estat Catalá que era uno de los componentes de Esquerra. El Partido se apoyaba en el Centro Autonomista de Dependientes del Comercio y de la Industria (CADCI), que tenía unos 15.00 afiliados. En el PCP y en el CADCI estaban los dependientes del comercio y de la industria. El primer dirigente del Partido, Jaume Compte, cayó en las revueltas de octubre de 1934. A principios de 1936, uno de los dirigentes del PCP era Pere Aznar, que trabajaba de dependiente en una tienda de artículos de vestir de Barcelona. El PCP tenía también su organización juvenil. A pesar de la ruptura con los nacionalistas burgueses, los miembros del PCP no se habían liberado completamente de la ideología nacionalista. Pero, al mismo tiempo, el PCP iba evolucionando progresivamente hacia un marxismo revolucionario en la interpretación de los problemas sociales de la revolución española.

Además de los cuatro partidos obreros señalados, existía un partido trotskista, el POUM, que fue creado en junio de 1935 mediante la fusión del Bloque Obrero y Campesino, dirigido por Maurín, y el grupo de Nin. El nombre del partido -Partido Obrero de Unificación Marxista- demostraba el propósito de sus dirigentes de servirse de la tendencia general hacia la unidad para apuntalar sus propias fuerzas. Idéntico objetivo guiaba su intento de crear en Catalunya una central sindical, la Federación de Unidad Sindical (FOUS). La base de esta central sindical la formarían algunos sindicatos controlados por los trotskistas, radicados principalmente en la provincia de Lleida. También existían algunos sindicatos trotskistas en Puigalls del Ter y en Tarragona.

El POUM tenía una organización juvenil llamada Juventud Comunista Ibérica, pero su influencia quedaba limitada a Catalunya. Todos los aspectos de la actividad del POUM -medidas disgregadoras presentadas bajo la bandera de la unidad obrera; propaganda contra el Partido Comunista y la Unión Soviética; la presentación de los poumistas como los auténticos comunistas de izquierda- planteaban al Partido Comunista y al PCC la tarea de neutralizar su influencia entre el proletariado catalán y evitar los efectos de su propaganda.

Así pues, a principios de 1936 existían en Catalunya seis partidos con una base obrera de masas (PCC, FC del PSOE, USC, PCP, POUM, Partido Sindicalista) sin contar a la FAI que de hecho era también un Partido, y siete grupos sindicales (CNT, Sindicatos de Oposición, FOSIG, UGSOC, CADCI y los sindicatos del POUM, además de una serie de sindicatos independientes, que no dependían de ningún Partido determinado; y, al menos, seis organizaciones juveniles obreras.

Por su número de partidos y organizaciones obreras, Catalunya superaba al resto de las regiones del país. Contribuían no poco a la división política del movimiento obrero catalán, las condiciones económicas objetivas: la existencia en Catalunya, al lado de una gran concentración de industria, de un elevado número de pequeñas y medianas empresas. El problema nacional era un factor importante que provocaba discrepancias entre las diferentes organizaciones obreras. El acentuado catalanismo de los dependientes de comercio y de la industria, condujo a que éstos, al salir del Estat Catalá no ;e incorporaran a ninguno de los partidos obreros existentes, sino que fueran a la formación del PCP. La Unión Socialista de Catalunya y la federación catalana del PSOE, que hasta 1936 profesaban la misma doctrina de la II Internacional, se diferenciaban en su posición sobre el problema nacional; la USC para exagerarlo y la FC del PSOE para subestimarlo. La federación catalana del PSOE estaba constituida mayoritariamente por obreros inmigrantes de otras regiones del país.

Sin embargo, hacia 1936, en Catalunya existían las premisas necesarias para la unificación de los Partidos Comunistas y Socialistas. El factor unificador principal era la necesidad de la lucha conjunta contra la reacción, que provocaba un poderoso movimiento unitario entre el movimiento obrero de todo el país. La experiencia del alzamiento de octubre de 1934 era particularmente aleccionadora para el proletariado catalán: la mala organización y el aplastamiento, relativamente rápido, del alzamiento en Catalunya, la negativa de la CNT -la mayor organización sindical- a participar, demostraban la necesidad de crear en la región un Partido marxista-leninista. También existían otra serie de condiciones específicamente catalanas, que estimulaban o facilitaban el acercamiento entre los partidos obreros de la región. En primer lugar, la unificación de los Partidos Comunista y Socialistas de Catalunya venía impuesta, en gran medida, por los intereses de autodefensa contra la política sectaria, irreconciliable con todos los demás Partidos y organizaciones sindicales, de la CNT, y, particularmente, de los anarquistas de la FAI. En segundo lugar, después de la derrota del alzamiento de octubre de 1934 y de la supresión, de hecho, por el Gobierno, de la autonomía catalana, quedaron superadas las discrepancias entre los partidos sobre las diferentes vías de solución del problema nacional. La lucha por un objetivo inmediato, como era el restablecimiento del Estatuto de Autonomía (lo que reconocían el PCC, la USC, la FC del PSOE y el PCP) se convirtió en un factor adicional que unía a estos Partidos. En tercer lugar, debe tenerse en cuenta los desplazamientos que se habían producido en 1936 en los partidos obreros de Catalunya: la radicalización de la USC y del PCP, la formulación definitiva de la táctica del PCC en 1935; la FC del PSOE se había adherido al ala izquierda y se pronunciaba también entre los partidos obreros de Catalunya se veía facilitado por su autonomía o independencia completa de los partidos españoles de las correspondientes tendencias (la única excepción en este sentido era la FC del PSOE). Por todo ello, el entendimiento entre los partidos obreros de Catalunya no estaba condicionado a la consecución previa de la unidad en el resto de España. La consecuente política del Partido Comunista en el problema nacional, una de cuyas manifestaciones fue la formación del PCC autónomo en 1932, contribuyó notablemente al acercamiento de los cuatro partidos catalanes sobre la base del marxismo-leninismo.

Los datos indicados anteriormente sobre los efectivos de los sindicatos y de los partidos del proletariado catalán, demuestran, sin embargo, que este acercamiento de los cuatro partidos obreros sólo podía resolver parcialmente los problemas de unidad del proletariado catalán. El frente único obrero de Catalunya era impensable sin la incorporación del proletariado que estaba bajo la influencia anarcosindicalista. En este sentido, a los comunistas catalanes se les presentaba la difícil tarea de establecer una alianza, lo más mínima posible, con los Sindicatos de Oposición, y alcanzar la unidad de acción con la CNT.

Otra meta importante a conseguir, era la de ganar al proletariado no organizado de Catalunya para el frente único proletario. Debido a la falta de estadísticas sobre cuestiones obreras, y a las fluctuaciones de los sindicatos anarcosindicalistas, sólo se puede determinar aproximadamente el número de obreros no organizados. El proletariado organizado de Catalunya en la primera mitad de los años 30, se calculaba entre 300.000 a 450.000, distribuidos de la forma siguiente:

— 140-300.000 afiliados a la CNT
— 40.000 a los Sindicatos de Oposición
— 90.000 a la UGT y otros Sindicatos neo-anarcosindicalistas
— 6.000 militantes del resto

Los efectivos totales del proletariado de Catalunya eran de 640.000, por lo que los obreros no organizados de Catalunya, eran, en consecuencia, una masa considerable, que oscilaba entre 200.000 a 300.000 personas. La organización de esta sección del proletariado catalán tenía que abrir nuevas perspectivas para el desarrollo de la lucha antifascista y la revolución.

La campaña electoral del Frente Popular

Las primeras conversaciones para la creación del partido único del proletariado de Catalunya se iniciaron inmediatamente después de la derrota del alzamiento de octubre de 1934. Desde el primer momento tomaron parte en ellas dirigentes de casi todos los partidos que entraron en las Alianzas Obreras de Barcelona, disueltas después de la revuelta de octubre: PCC, la FC del PSOE, UGT, PCP, PS, BOC y el grupo de Nin. Además también incluyó a la Unión Socialista de Catalunya.

A finales de 1934 se celebraron las primeras reuniones, a las cuales asistieron dirigentes de la USC, FC del PSOE, PCC, PCP, BOC y el grupo de Nin. Sin embargo, estas conversaciones fueron interrumpidas inmediatamente debido a las maniobras de los trotskistas que intentaron extender el proyecto a toda España para enfrentarlo al Partido Comunista y al PSOE. Los representantes del PCC se negaron entonces a continuar las conversaciones mientras participaran en ellas los grupos de Maurín y de Nin, quienes, después, en junio de 1935, unirían sus organizaciones en el POUM. En el verano de 1935, la USC, la FC del PSOE y el PCP rompieron definitivamente con los trotskistas, y emprendieron el camino de establecer contactos cada vez más estrechos con el PCC.

En aquel verano comenzó una nueva etapa en el desarrollo de las relaciones amistosas entre el PCC, la USC, la FC del PSOE y el PCP. Ejercieron una gran influencia en el desarrollo de estas relaciones, el VII Congreso de la Internacional Comunista y la carta que el 23 de octubre de 1935 dirigió el Partido Comunista al PSOE. A mediados de 1935, cada uno de los cuatro partidos designó sus representantes para el Comité de Enlace, cuyo objetivo era convenir los principios de la unificación. Sin embargo, estas primeras conversaciones sobre la unificación toparon con una dificultad: la falta de experiencia de lucha conjunta -en el período que siguió a la derrota del alzamiento de octubre- entre los partidos obreros catalanes. Una etapa decisiva para adquirirla sería la campaña electoral y las elecciones de febrero de 1936.

La campaña electoral se desarrolló en una situación de ausencia de los más elementales derechos políticos. En las prisiones de España había 4.000 obreros. En Catalunya, desde octubre de 1934, estaban suspendidas las funciones fundamentales del Estatut d'Autonomia; el Parlament Catalá había sido clausurado; los miembros del Gobierno catalán, con Lluís Companys a la cabeza, estaban en prisión. Las autoridades españolas clausuraron también, después del alzamiento de octubre, 20 ayuntamientos de Catalunya, en los cuales tenía mayoría la izquierda y otros 23 ayuntamientos donde la izquierda estaba en minoría 45 continuaban clausurados docenas de sindicatos locales de la CNT y otros sindicatos de Catalunya. Al mismo tiempo, en Catalunya crecía amenazadoramente el número de parados que, según datos oficiales, en noviembre de 1935, alcanzaba la cifra de 50.000 y según datos de la prensa obrera, 180.000.

Los partidos de la gran burguesía y de los terratenientes de Catalunya acudían a las elecciones unidos en un bloque electoral único que llevaba el significativo nombre de Front Catalá d'Ordre. En él entraban la Lliga Catalana y las secciones catalanas de los partidos de extrema derecha (Renovación Española, CEDA, Partido Tradicionalista). Posteriormente se unirían también los radicales-lerrouxistas de Catalunya.

Si se quería conseguir la victoria contra la reacción en las elecciones, se imponía la unificación urgente de todas las fuerzas democráticas. Por ello, desde el mismo instante en que empezó la campaña electoral, todas las conversaciones entre los partidos obreros catalanes estaban supeditadas a la solución del problema del momento: la formación y cohesión ulterior del Frente Popular.

El Frente Popular en Catalunya se creó en enero-febrero de 1936, de forma independiente con respecto al resto de España. El pacto del Frente Popular español lo firmaron únicamente las direcciones centrales del Partido Comunista y del PSOE sin que aparecieran las firmas del PCC y de la FC del PSOE. Tampoco participaron en la firma del pacto las direcciones de las partidos catalanes independientes, Esquerra Republicana de Catalunya (entonces el más importante de la región), la Unió Socialista de Catalunya, ni el Partit Catalá Proletari. Únicamente participaron los representantes del Partit Sindicalista y del POUM. La participación de estos dos partidos, relativamente pequeños, en la firma del pacto en el área nacional, facilitaba el intento de la dirección del PSOE de reforzar su influencia, especulando con el enfrentamiento del Partido Comunista y el POUM.

Sin embargo, la firma del pacto del Frente Popular español del 15 de enero de 1936, ejerció una gran influencia en la formación del Front Popular Catalá. El pacto determinaba los principios de la unidad de acción de los republicanos de izquierda, socialistas y comunistas, facilitando así las conversaciones entre los correspondientes partidos de Catalunya. El programa del Frente Popular respondía a los anhelos de las masas populares de Catalunya. Los catalanes vieron con particular satisfacción la inclusión en el programa del punto sobre el restablecimiento del Estatut d'Autonomia. Los partidos que concierten la alianza -se decía en la parte final del programa- restablecerán la legislación sobre el problema de autonomía inscrito en la Constitución.

En las conversaciones para la creación del Frente catalán participaron cuatro partidos burgueses (Esquerra, Acció Catalana, Partit Nacionalista Catalá y la sección catalana de Izquierda Republicana), seis partidos son una base obrera de masas (USC, FC del PSOE, PCC, PCP, Partido Sindicalista y el POUM), así como también la Unió de Rabassaires.

A principios de 1936, el más importante e influyente de estos partidos era la Esquerra Republicana de Catalunya, que contaba con el apoyo de la mediana y pequeña burguesía, de los funcionarios y de la intelectualidad, y que también ejercía influencia sobre la Unió de Rabassaires. El Partido Nacionalista Republicano dirigido por Lluhí y Vallescá y la sección catalana de Izquierda Republicana, eran muy poco numerosos y actuaban en completo acuerdo con la ERC. También mantenía estrecho contacto con la ERC el Partit d'Acció Catalana Republicana, situado en el ala extrema de la fracción antifascista y que representaba los intereses de la burguesía industrial de tendencia nacionalista. Esta relativa homogeneidad de las fuerzas burguesas de izquierda que, en general, se agrupaban alrededor de la ERC, les daba una gran superioridad sobre los partidos obreros en la marcha de las conversaciones para la creación del Frente Popular Catalán.

Una de las tareas principales del Comité de Enlace de las izquierdas, formado por representantes de los partidos antifascistas de Catalunya, era la de confeccionar la lista de candidatos a diputados para las futuras Cortes. El Comité Electoral Nacional del Frente Popular, el 25 de enero de 1936, ya publicó datos en la prensa de Madrid sobre la distribución numérica entre los diversos partidos en la lista única del Frente Popular. Según estos datos, que abarcaban todo el país a excepción de Cuenca, Melilla, Valencia, Vizcaya y Catalunya, el número de candidatos de los partidos republicanos era de 153, y el de los partidos obreros de 130. El día 5 de febrero se publicaron datos más completas: 170 candidatos de los partidos republicanos y 140 candidatos obreros.

Por tanto, en las listas electorales del Frente Popular nacional, el número de candidatos de los partidos republicanos era ligeramente superior al de los partidos obreros. No ocurría así en Catalunya, donde la división del movimiento obrero y los reducidos efectivos numéricos de los partidos obreros (la CNT se hallaba al margen del Frente Popular), situaba a los partidos republicanos en una posición privilegiada para exigir la inmensa mayoría de candidatos en las listas electorales del Frente Popular Catalán. Los primeros datos sobre la composición por partidos de los candidatos catalanes del Frente Popular, aparecieron en la prensa central el 31 de enero. La tardanza del Comité de Enlace de las izquierdas catalanas estaba determinada por las serias discrepancias surgidas en la promulgación de los candidatos. Los representantes de la ERC atribuían esta demora en la presentación de las candidaturas a las discrepancias existentes entre los propios partidos obreros. Pero, en realidad, el verdadero obstáculo que dificultaba la cohesión de las fuerzas antifascistas de Catalunya era la posición de los partidos republicanos que no querían reconocer ningún otro partido obrero que no fuese la USC, que, hasta entonces, había ido completamente a remolque de la ERC. Acción Catalana Republicana se pronunció particularmente contra la inclusión de comunistas en la lista de candidatos para la ciudad de Barcelona. A finales del mes de enero, cuando ya se había elaborado la primera lista preliminar de los candidatos del Frente Popular de Catalunya, los republicanos consiguieron asegurarse 32 puestos, de los 41; 4 se daban a la USC y los otros 5 debían distribuirse entre seis organizaciones: el PCC, la FC del PSOE, el PCP, el Partido Sindicalista y la Unió de Rabassaires. La posición de los republicanos de izquierda instigaba claramente a los partidos obreros a enfrentarse por la consecución de un puesto.

Pero, incluso en estas condiciones, los comunistas y los socialistas catalanes supieron mantener la línea de unidad iniciada. En todos los mítines electorales de comunistas y socialistas, se repetía invariablemente, como un estribillo, la idea de que la unidad obrera sería la base del triunfo de las izquierdas en las elecciones. El trabajo para la creación del Front Popular Catalá reveló la coincidencia de planteamientos tácticos y estratégicos fundamentales entre el PCC, la FC del PSOE, la USC y el PCP; contribuyó al ulterior acercamiento de estos partidos y abrió perspectivas para su unificación.

En aquellos momentos también se desarrollaron ostensiblemente los contactos entre las organizaciones juveniles de los cuatro partidos obreros, particularmente entre la Unió de Joventuts Comunistes de Catalunya y la Juventud Socialista, dependiente de la FC del PSOE. El 2 de febrero de 1936 se celebró la primera reunión conjunta del Buró del Comité Central de las Juventudes Comunistas y la Comisión Ejecutiva de la FC de las JS que examinó el problema de la unificación de ambas organizaciones. En la reunión se acordó que la base ideológica de la unificación debía constituirla el marxismo-leninismo. Así mismo, se reconoció la necesidad de educar a la juventud en el espíritu del internacionalismo proletario y de la lucha de clases. También se tomó el acuerdo de crear Comités de Enlace de estas dos organizaciones en todas las comarcas de Catalunya, a fin de desarrollar por todos los medios la unidad de acción entre la juventud comunista y socialista. Otra decisión fue la de fusionar los grupos juveniles de ambas organizaciones en los clubs, escuelas, centros culturales y deportivos.

Este refuerzo de las relaciones amistosas entre los partidos obreros de Catalunya facilitó la solución del problema de la distribución de los candidatos en las listas electorales del Front Popular de Catalunya. En la lista definitiva del Front Popular Catalá se incluyeron, finalmente, cuatro candidatos de la USC, uno del PCC, uno del PCP y uno del PSOE. El Partido Sindicalista, que tenía la oportunidad de presentar sus candidatos en otras regiones de España, no aparecía en las listas del FP catalán. El POUM consiguió incluir a uno de sus candidatos. Los payeses catalanes estaban representados por dos candidatos de la Unió de Rabassaires. Los restantes candidatos pertenecían a los partidos republicanos; 21 candidatos de la ERC, 5 de Acció Catalana Republicana, 3 de Izquierda Republicana y 2 del Partido Nacionalista Republicano. Entre los candidatos del Front Popular Catalá se destacaban los nombres de Lluís Companys y los seis miembros de su Gobierno: Martí Esteve, Joan Lluhí, Martí Barrera, Pere Mestres, Ventura Gassol y Joan Comorera, que se encontraban en la cárcel desde el mes de octubre de 1934.

E1 4 de febrero de 1936 fue firmado, y el día 5 publicado, el manifiesto-programa del Front Popular Catalá. El manifiesto proclamaba la creación del Front d'Esquerres de Catalunya. El primer punto de este programa, el mismo que el del FP Nacional, consistía en la exigencia de una amplia amnistía. Cinco puntos se referían al restablecimiento de la autonomía catalana (reivindicación de instituir el régimen político de autonomía de Catalunya, abolición de la ley reaccionaria del 2 de enero de 1935; el reconocimiento del Estatut d'Autonomia, traslado de todos los servicios que correspondían a Catalunya de acuerdo con el Estatut, y, poner fin a todos los intentos de revisar la Constitución de la República).

El punto siguiente prometía el apoyo al progreso social de la República. Seguían dos reivindicaciones sobre problemas obreros concernientes al riguroso cumplimiento de las leyes sobre el trabajo y a impedir que la Ley de Vagos se aplicara a los que se encontraban sin empleo. Finalmente, tres puntos estaban dedicados al problema agrario, exigiendo el restablecimiento de la Ley de Contratos de Cultivo; que el Tribunal de Garantías Constitucionales no pudiera impedir la aplicación de leyes que no fueran contrarias a la Constitución, así como la revisión y corrección de las injusticias cometidas al campo en el período de régimen excepcional, y de los desahucios efectuados sin fundamento legal. En el manifiesto-programa del FP catalán, se indicaba también que el Front d'Esquerra de Catalunya se solidarizaba con el programa publicado por las izquierdas españolas y actuaba conjuntamente con la coalición del resto de España a fin de alcanzar los objetivos comunes. El programa iba firmado por representantes de la ERC, ACR, PNR, IR, PCC, USC, PCP, UR y POUM.

La moderación del manifiesto-programa catalán, particularmente en lo que hace referencia a la defensa de los intereses obreros, se explica por la posición de los republicanos de izquierda que se esforzaban en limitar los objetivos del movimiento antifascista al simple restablecimiento del régimen de democracia burguesa.

La composición de la lista de candidatos catalanes y el carácter del programa indican, pues, que en aquellos primeros momentos, los republicanos de izquierda consiguieron asegurarse el papel dirigente en el Front Popular de Catalunya. De todos modos, a pesar de sus poco numerosos efectivos, los partidos obreros ejercían una fuerte influencia en el desarrollo del movimiento antifascista de la región. El PCC señalaba en su órgano central Octubre que el programa del Frente Popular era únicamente el programa mínimo de la revolución democrático-burguesa en pleno desarrollo. En su agitación electoral, el PCC concretaba y ampliaba este programa, promoviendo a la vez reivindicaciones, como el castigo a los responsables de la represión de octubre, el establecimiento de la semana laboral de 44 horas y la elevación del nivel de vida del pueblo trabajador. Aunque los mítines electorales organizados conjuntamente por los partidos del FP eran presididos, generalmente, por republicanos, el espíritu de las masas obligaba a menudo a clausurar los actos con vivas a la revolución.

Pero la única garantía para el ulterior refuerzo del papel de los partidos obreros hasta el punto de alcanzar la hegemonía en el Front Popular de Catalunya, era la unidad obrera, es decir, la organización del frente obrero único, la creación de un partido proletario de vanguardia.

La posición de los anarcosindicalistas tenía una enorme importancia de cara a los resultados de las elecciones parlamentarias y para poner fin a la división en el movimiento obrero catalán.

Los anarquistas de la FAI, de las juventudes Libertarias y la dirección de la CNT adoptaron, desde el primer momento, una actitud negativa con respecto al Frente Popular. La prensa anarcosindicalista escribía que el Frente Popular se guiaba por los intereses de la burguesía, acusaba a los comunistas de tener el propósito de galvanizar la democracia burguesa, que ya había demostrado su inconsistencia en los primeros años de la República. Los anarcosindicalistas negaban capacidad al Frente Popular para oponer una efectiva resistencia al fascismo, afirmando que el Único camino efectivo para la liquidación del fascismo, era la actuación de los obreros contra el capitalismo y el Estado, o, dicho en otras palabras, la revolución.

Prosiguiendo sus ataques contra el Partido Comunista, la prensa anarcosindicalista decía que la política del Frente Popular venía dictada, no por los intereses del pueblo español, sino por los intereses de la política exterior de la URSS, la cual -añadía- se esforzaba en impedir la guerra. Por último, la prensa de la CNT calificaba de absurdo el objetivo inmediato del Frente Popular: la participación en las elecciones parlamentarias. Toda esta crítica contra el Frente Popular partía de los viejos dogmas anarquistas que no reconocían más que la revolución libertaria; que negaban la lucha política y no querían reconocer la realidad de que el Frente Popular de 1936 era diferente a la colaboración republicano-socialista de 1931-1933; que esta vez el proletariado no estaba dispuesto a ceder la dirección del movimiento a los republicanos burgueses.

Los dogmas anarquistas condicionaban también 1a posición de la dirección de la CNT en el problema del frente único obrero. Los dirigentes de la CNT rechazaban categóricamente todo tipo de conversación sobre la unidad de acción con los Partidos Comunista y Socialista, por considerarlos políticos. El 5 de enero de 1931 la dirección de las Juventudes Libertarias de Catalunya rechazó la propuesta de la Unión de Juventudes Comunistas catalanas sobre la lucha unida contra la guerra y el fascismo. En su Carta abierta, aparecida en Solidaridad Obrera, las Juventudes Libertarias escribían que las conversaciones entre ambas organizaciones serían posibles únicamente si la Juventud Comunista se desligaba del Partido Comunista y de la Internacional Comunista.

Los obreros de la CNT se sentían, sin embargo, atraídos por el espíritu de solidaridad proletaria característico de la España de aquella época. Diversos dirigentes sindicales de la CNT iban pasando gradualmente a posiciones más realistas. Aun manteniendo las viejas reservas contra las alianzas con los partidos, muchos anarcosindicalistas eran partidarios de establecer acuerdos con la UGT y con los sindicatos treintistas. A principios del año 1936, este espíritu unitario estaba tan extendido, que la dirección de la regional catalana de la CNT se vio obligada a convocar una Conferencia de Sindicatos, a mediados del mes de enero, en cuyo orden del día aparecían estos dos problemas: sobre la alianza revolucionaria con la UGT y sobre las próximas elecciones parlamentarias.

Durante las últimas semanas que precedieron a la Conferencia, en los Sindicatos de la regional catalana de la CNT, se celebraron asambleas a fin de aprobar los programas y nombrar sus representantes para la Conferencia. Testimonio inequívoco de los grandes cambios producidos en la conciencia de los anarcosindicalistas, era el reconocimiento explícito, repetido por todos los oradores y en las resoluciones de las Asambleas, de que la CNT por sí sola no podía conducir al proletariado a la victoria: Aun reconociendo que es difícil, por no decir imposible, lograr el triunfo del proletariado en España, si no se une previamente, proponemos a la UGT establecer un sincero acuerdo revolucionario, se decía en la Resolución de la Asamblea de los obreros de la construcción de Barcelona.

La mayoría de los sindicatos se manifestaban a favor de la alianza con la UGT, si bien, en unas determinadas condiciones. Esto no era una novedad en la CNT. Ya en el mes de febrero de 1934, el pleno regional de la CNT había aprobado un llamamiento a la UGT proponiendo una colaboración, aunque planteando unas condiciones inaceptables: que la UGT renunciara a la política; y una plataforma maximalista de lucha para la completa destrucción del capitalismo y del Estado. En otras palabras, el acuerdo hubiera significado, de ser aceptado, el paso de la UGT a las posiciones anarcosindicalistas. Los sindicatos de la regional catalana de la CNT, también en esta ocasión, planteaban condiciones que expresaban los puntos de vista de la ideología anarquista. Algunos de ellos, por ejemplo el de los obreros de Agua, Gas y Electricidad, el de los obreros de la construcción de Barcelona y los grupos anarquistas de Catalunya, repetían en esencia en sus programas, las condiciones del pleno de febrero de 1934. Sin embargo, la mayoría de los sindicalistas elaboraban programas con un espíritu abierto y muchas asambleas descartaban de sus resoluciones cualquier mención a la liquidación del Estado, consigna inevitable en todos los documentos anarcosindicalistas anteriores; otros omitían además los ataques contra los partidos políticos en general, conservando únicamente la crítica a los partidos burgueses y al régimen burgués; y, por último, hubo sindicatos que, proponiendo la alianza con la CNT, renunciaban incluso a la vieja plataforma maximalista y se pronunciaban por un acuerdo de lucha para algunas reivindicaciones inmediatas.

Uno de los programas más realistas fue el del sindicato de los obreros fabriles de Badalona. Su proyecto de pacto con la UGT preveía la lucha conjunta para la consecución de las siguientes reivindicaciones: libertad sindical; supresión de las leyes represivas; amnistía extensiva a los detenidos después del 14 de abril de 1933 y a los evadidos de las cárceles; supresión de la pena de muerte; solución del problema de los trabajadores en paro sobre la base de la reducción de la jornada de trabajo basta seis horas; lucha contra las acciones de los fascistas y el peligro de guerra. Esta plataforma hubiera sido plenamente aceptada, si no hubiera ido acompañada de ataques contra el Frente Popular.

Un carácter muy parecido tenía el programa del sindicato de trabajadores de Ripoll, que contenía indicaciones sobre la disposición a colaborar con la UGT en la lucha para algunas reivindicaciones inmediatas, así como en el desarrollo posterior de la revolución. No obstante, el programa decidió quedar al margen de toda clase de intereses políticos y de Partido.

Un espíritu más unitario todavía se manifestó en algunas de las intervenciones de obreros en las asambleas de los sindicatos de la regional catalana de la CNT. Muchos obreros exigían que en los programas no constaran en absoluto los planteamientos puramente anarquistas. Si los proponemos (a los obreros de la UGT) la unidad sobre la base del comunismo libertario, no se realizará, decía, argumentando sobre esta exigencia, uno de los oradores en la asamblea del sindicato de espectáculos públicos.

La Conferencia de Sindicatos de la regional catalana de la CNT se prolongó del 25 al 28 de enero de 1936. Asistieron a ella 143 delegados de 92 sindicatos y de las Juventudes Libertarias. En la conferencia se suscitó una aguda discusión sobre el problema de la alianza con la UGT. Entre los enemigos de la alianza, que negaban la necesidad o fijaban unas condiciones inaceptables, como la plataforma para el establecimiento del anarquismo, se encontraban los representantes del sindicato de industrias gráficas, de dependientes de comercio, de obreros del agua, gas y electricidad, de la alimentación, de la industria química, de los transportes de Barcelona, de la industria química de Badalona, y otros. Entre los más activos partidarios de la alianza se destacaban los representantes de los sindicatos de Ripoll, Mataró, San Feliú de Llobregat, Lleida, el sindicato de obreros fabriles de Badalona y otros. La resolución aprobada en la Conferencia estaba impregnada de un espíritu de compromiso; reconocía la necesidad de concertar una alianza con la UGT, para lo cual presentaba un proyecto. No obstante, en el proyecto de pacto no se proponía como objetivo la lucha contra el fascismo (en la resolución ni siquiera se hacía mención de este palpitante problema, sino la revolución social que ha de destruir completamente -decía- el régimen social existente. La resolución exigía, al mismo tiempo, que la UGT rompiera toda colaboración política y parlamentaria con el régimen burgués, lo que suponía, principalmente, que la UGT abandonara el Front Popular. Eran, naturalmente, condiciones inaceptables. A pesar de todo, valorando de una manera general la resolución, no se puede dejar de señalar que estaban ausentes de ella una serie de enunciados habituales en 1a fraseología anarquista como la liquidación del Estado y la anarquía. El carácter de la revolución social que se proponía llevar a cabo la lucha conjunta, se determinaba de una manera muy general (destrucción del régimen existente); el futuro régimen se llamaría simplemente régimen nuevo. Todo esto diferenciaba de forma muy positiva la resolución de la Conferencia de los anteriores documentos de la regional catalana de la CNT. El proyecto de pacto con la UGT, aprobado por la Conferencia, fue remitido, no a la UGT de Catalunya, cuya dirección había enviado a los delegados una carta de saludo, sino al Comité Nacional de la CNT, con el proyecto de que el problema de la alianza fuera examinado en el Congreso Nacional de la CNT convocado para los próximos meses.

La Conferencia de Sindicatos de la regional catalana de la CNT demostró que los anarcosindicalistas también habían modificado radicalmente su actitud hacia los Sindicatos de Oposición. El problema de los treintistas no estaba incluido en el orden del día de la Conferencia, pero fue planteado por iniciativa de los delegados de los sindicatos de Igualada. Casi todos los que intervinieron propusieron la readmisión en la CNT de los Sindicatos excluidos o separados y que sus representantes pudieran estar presentes en el próximo Congreso. Las imprecaciones de otras veces contra los apóstatas fueron sustituidas por una llamada a un abrazo fraternal con ellos. Este cambio de actitud reflejaba la evolución general progresiva de los obreros de la CNT, que se iban liberando gradualmente del sectarismo anarquista. Sin embargo, para los Sindicatos de Oposición el retorno a la CNT habría constituido un paso hacia detrás. La dirección de la regional catalana de la CNT quería aprovechar la corriente general unitaria para conseguir el reforzamiento de su organización, y luchaba por el retorno de los Sindicatos de Oposición bajo la égida del verdadero anarcosindicalismo. La Conferencia decidió que el problema de la admisión de los treintistas fuera decidido directamente en cada localidad por los sindicatos correspondientes de la CNT.

El examen del punto del orden del día de la Conferencia -sobre las inminentes elecciones parlamentarias se complicó debido a la intervención del centro anarquista internacional que había dirigido una carta a la Conferencia invitando a repetir el ejemplo de 1933 y a no participar en las elecciones. La organización anarquista internacional reconocía en su carta, que dentro de la CNT se observaban serias vacilaciones respecto al problema del abstencionismo. Efectivamente, los obreros de la CNT intuían el inmenso peligro que se cerniría sobre la clase obrera en el caso de una victoria de la reacción en las elecciones. En las asambleas de los sindicatos se dejaron oir numerosas voces contra el boicot a las elecciones; algunos sindicatos, como el de Ripoll, incluían en sus programas la reivindicación de que no se organizara una campaña abstencionista en las elecciones del 16 de febrero de 1936. Y en la misma Conferencia, los oradores se levantaban uno detrás de otro diciendo que la CNT no debía de repetir la campaña abstencionista de 1933, propugnando en cambio, una política de neutralidad en relación a las elecciones. Por escasa mayoría de votos, la dirección regional catalana de la CNT logró que se aprobara una resolución sobre la realización de una campaña abstencionista antipolítica.

Evaluando los resultados de esta Conferencia, Mundo Obrero, portavoz de la dirección del Partido Comunista, escribía que la regional catalana de la CNT había dado un paso hacia delante a pesar de no responder suficientemente a las exigencias del momento.

Simultáneamente a la conferencia catalana tuvo lugar en Madrid el pleno de las regionales de la CNT. El 29 de enero, el pleno adoptó una resolución especial en la que se indicaba que se había de considerar excluida una campaña abstencionista tan intensa como la de 1933. En las recomendaciones del pleno sobre los problemas de la propaganda se hablaba mucho del apoliticismo de la CNT, pero no se hacía una llamada abierta al boicot de las elecciones. Influyó mucho en el carácter de la resolución el espíritu que reinaba entre los afiliados a las Regionales de la CNT de Asturias, Galicia y Zaragoza, donde la tendencia a revisar la vieja táctica sectaria del anarcosindicalismo, se manifestaba más abiertamente aún que en Catalunya.

La dirección de la regional catalana de la CNT conducía desde las páginas de Solidaridad Obrera una moderada campaña abstencionista, pero, a medida que se acercaba el final de las elecciones, las amplias masas de obreros anarcosindicalistas llegaban a la conclusión de que el abstencionismo tendría efectos muy nocivos.

En los obreros anarcosindicalistas produjo una enorme impresión la publicación del programa del Frente Popular y la propaganda aclaratoria del Partido Comunista: Camaradas de Solidaridad Obrera -escribía Mundo Obrero-, vosotros no cesáis de hablar de abstencionismo. Abstencionismo en noviembre de 1933. La misma conducta durante los combates de octubre. Y ahora, os disponéis a repetirlo el 16 de febrero... ¿Dónde conduce este camino? Esto os sitúa objetivamente en el campo enemigo... Esperamos que, a pesar de la campaña de solidaridad, todos los camaradas de la Confederación y anarquistas que aman la libertad y son revolucionarios sinceros, votarán como un solo hombre por el bloque popular.

El espíritu de las masas de la CNT era tan francamente antiabstencionista que, en el momento de las elecciones, la prensa anarcosindicalista cesó casi totalmente la campaña de boicot. El 16 de febrero de 1936, Solidaridad Obrera se abstuvo de publicar ningún tipo de consigna de carácter abstencionista e insertó una llamada a la vigilancia revolucionaria contra las maquinaciones de los fascistas, monárquicos y las castas militares reaccionarias.

Con el consiguiente disgusto de los anarquistas de la FAI, que propugnaban el boicot de las elecciones, la mayoría de los afiliados de la CNT tomó parte en éstas el 16 de febrero de 1936 y votaron al Frente Popular.

Las elecciones parlamentarias, que dieron una victoria convincente al Frente Popular, inauguraron un nuevo período en la historia del país. En el nuevo parlamento, los partidos del Frente Popular obtuvieron 286 escaños; de ellos, 158 los republicanos de izquierda y 110 los partidos obreros. La reacción obtuvo un total de 205 diputados.

En Catalunya resultaron elegidos todos los candidatos del Frente Popular local (41 diputados) y únicamente 13 candidatos del Front Catalá d'Ordre. El candidato del PCC obtuvo 257.000 votos, muy pocos menos que el dirigente de Esquerra, Lluís Companys, que encabezaba la candidatura (261.000 votos). El dirigente del Partido Radical, A. Lerroux, y el dirigente de la Lliga, F. Cambó, no obtuvieron el número de votos suficientes y, por tanto, no entraran en el nuevo Parlamento.

La victoria electoral del Frente Popular fue conseguida gracias a los esfuerzos mancomunados de las fuerzas democráticas de todo el país. Las elecciones y la campaña electoral que las precedió tuvieron una gran importancia en el reforzamiento de la unidad del movimiento obrero. Los comunistas, los socialistas y los anarcosindicalistas, que se unieron espontáneamente a ellos, actuaron conjuntamente contra las fuerzas de la reacción clerical-fascista y abrieron el camino hacia el desarrollo democrático del país.

La pérdida de influencia del nacionalismo pequeño burgués

El Gobierno Republicano formado en España como resultado de la victoria del Frente Popular en las elecciones, en febrero-mayo de 1936, aprobó una serie de decretos que restablecían los derechos nacionales del pueblo catalán, conquistados durante los primeros años de la República. Por un decreto del 26 de febrero de 1936 se autorizaba la convocatoria del Parlamento Catalán, concediéndole el derecho de designar el Gobierno de Catalunya. El 2 de marzo de 1936, el Tribunal de Garantías Constitucionales, por 16 votos contra 7, invalidaba la ley reaccionaria del 2 de enero de 1935 que privaba a Catalunya de su derecho a la autonomía. El 9 de mayo se publicó el decreto autorizando nuevamente la creación en Catalunya de la Junta de Seguridad que dirigía los Servicios de Orden Público.

La sesión del Parlament Catalá se abrió el 29 de febrero de 1936, antes de que empezaran las sesiones de las nuevas Cortes elegidas el 16 de febrero. De esta manera el Parlament Catalá se reunió con su vieja composición, elegida en noviembre de 1932, y que reflejaba muy débilmente la verdadera correlación de fuerzas políticas de febrero de 1936; entre sus miembros casi no se contaban representantes de la clase obrera. En la apertura de la sesión, los obreros catalanes estaban representados únicamente por dos diputados de la Unió Socialista de Catalunya. 42 diputados de los 50 que asistían a la sesión eran miembros de Esquerra y otros partidos y grupos izquierdistas, y 5 eran miembros de la Lliga. Presidió la sesión el nacionalista de Esquerra, J. Casanovas.

El Parlament eligió Presidente de Catalunya al dirigente de ERC Lluís Companys que el 21 de febrero de 1936, junto con los otros miembros del antiguo Gobierno catalán, había sido liberado, y el primero de marzo hacían su entrada triunfal en Barcelona. El mismo día, Companys, como cabeza del poder ejecutivo, anunció la formación del nuevo Gobierno autónomo, en el que figuraban los mismos consejeros que detentaban el poder en Catalunya antes del alzamiento de octubre de 1934. Eran los nacionalistas de izquierda J. Lluhí y Vallescá (consejero de justicia), Martí Esteve (consejero de Finanzas), Martí Barrera (consejero de Trabajo), Ventura Gassol (consejero de Cultura), Pero Mestres (consejero de Sanidad y Obras Públicas) y el dirigente de Unió Socialista de Catalunya, Joan Comorera, que ocupaba el consejo de Economía. La única diferencia entre el viejo y el nuevo Gobierno consistía en que Companys no incluyó al nacionalista J. Dencás, antiguo consejero de la Gobernación, odiado por los obreros catalanes. Al cabo de pocos días, fue designado consejero de Gobernación, el nacionalista de izquierda, J. M. Espanya.

Así pues, después de las elecciones del 16 de febrero, el poder en Catalunya fue a parar nuevamente a manos de los nacionalistas de izquierda. La participación en el Gobierno de Joan Comorera no cambiaba el carácter burgués del ejecutivo, y más teniendo en cuenta que en el Gobierno central en Madrid no existía ni un solo representante obrero.

El Partido Comunista dio su apoyo tanto al Gobierno central, presidido por Azaña, como al Gobierno catalán, presidido por Companys. No se trataba, sin embargo, de un apoyo incondicional. Los comunistas exigían de los republicanos de izquierda, la aplicación del programa del Frente Popular, y movilizaban a las masas para llevar a cabo la profundización en la revolución democrático-burguesa.

El Partido Comunista propugnaba que se apoyara al Frente Popular a fin de aislar políticamente a las fuerzas reaccionarias de la gran burguesía y latifundistas, y poder realizar reformas que dejasen a la reacción sin una base material, y así, impedir la posibilidad de una sublevación fascista. El camino abierto el 16 de febrero, el camino del Frente Popular -escribía J. Díaz en mayo de 1936- representa la derrota de las viejas castas feudales y de la oligarquía financiera; representa amplias perspectivas para el desarrollo de la democracia y para la lucha, junto con nuestros sinceros aliados antifeudales y antifascistas, para el cumplimiento de las tareas de la revolución democrático-burguesa.

El Partido Comunista llamó a los obreros a una participación más activa en 1a vida política del país, comprendiendo que era precisamente el proletariado, y no los republicanos de izquierda con sus vacilaciones, la auténtica fuerza dirigente del Frente Popular.

Los nacionalistas catalanes de izquierda se esforzaban por mantener la hegemonía en el movimiento antifascista de la región. Pero la lentitud que imprimieron a la realización de las transformaciones socioeconómicas, que ya habían madurado, así como la progresiva radicalización de las masas populares, conducían a la pérdida gradual de la influencia de Esquerra en el Frente Popular de Catalunya. Este proceso continuó de forma inexorable durante todo el período desde las elecciones de febrero hasta el principio de la sublevación fascista de julio de 1936.

La base fundamental de ERC la constituía de siempre, la pequeña burguesía urbana y el campesinado. Su influencia entre los obreros era insignificante. En los primeros años de la República la consiguieron particularmente, a través de la USC, cuya dirección profesaba entonces opiniones reformistas y nacionalistas e iba a remolque de Esquerra. En aquellos años, los nacionalistas de izquierda también mantenían relaciones con el PCP y el CADCI, que dependía de este Partido.

Después de las elecciones de 1936, los nacionalistas de izquierda, en un intento de conservar las anteriores relaciones con la USC, mantuvieron a Joan Comorera al frente del Consejo de Economía. Aunque la creación del Frente Popular daba la posibilidad de formar un Gobierno popular representativo, integrado por miembros de los partidos burgueses de izquierda y de los partidos obreros, la presencia de Joan Comorera en el Gobierno catalán no estaba muy justificada. La participación de representantes obreros en un Gobierno formado por republicanos de izquierda sólo tenía sentido a condición de que los obreros pudieran influir activamente en la labor del Gobierno y en la dirección de la política gubernamental. La actuación de Joan Comorera en el Govern de Catalunya, no respondía en absoluto a ninguna de estas condiciones: Comorera no podía encontrar apoyo ni en el Parlament Catalá, compuesto casi exclusivamente de representantes de los partidos burgueses, ni en un Gobierno central republicano del mismo corte que el catalán; tampoco podía contar con un apoyo efectivo fuera del Parlamento, ya que en aquellos momentos los caballeristas, la tendencia dominante en el PSOE, sustentaban la consigna ultraizquierdista de impedir la formación de un gobierno mixto obrero y republicano.

A la vista de la ineficacia de la presencia de Comorera en el Gobierno de Catalunya, en mayo de 1936 la USC decidió retirarle. Después de esto, en Catalunya se formó un nuevo Gobierno, esta vez integrado exclusivamente por los nacionalistas pequeño burgueses.

Las viejas relaciones de ERC con la USC y el PCP se manifestaban también en el hecho de que los diputados de estos dos partidos obreros catalanes no entraran en las minorías obreras en las Cortes españolas -como lo hizo el diputado del Partit Comunista de Catalunya uniéndose a los 16 diputados comunistas elegidos en otros lugares de España-, sino que pasaron a formar parte de la minoría de la Esquerra, aunque los diputados de la USC y del PCP formaron dentro de esta minoría su propio grupo obrero, que, en el examen de los problemas importantes de política interior y exterior actuaba independientemente. El acercamiento constante de la USC y el PCP con el PCC era el mejor exponente de la ruptura definitiva de estos dos partidos con la política burguesa.

Fracasado el intento de conservar las viejas relaciones políticas con la USC y el PCP, los nacionalistas de izquierda promovieron el proyecto de creación, bajo la dirección de la Esquerra, de una verdadera central sindical catalana, que recibiría el nombre de Federació Obrera Catalana, pensando en aglutinar, en primer lugar, a los obreros de nacionalidad catalana. El proyecto no alcanzó gran atractivo entre las masas obreras y no se pudo realizar. La actuación del Gobierno catalán en las cuestiones obreras -incapacitado para mejorar sustancialmente la situación de la clase obrera y particularmente para dar solución al problema de los parados- provocó el descontento entre los obreros catalanes.

La política de Esquerra en el problema agrario era algo más progresista. El Govern de Catalunya restableció y puso en vigor la Ley de Contratos de Cultivo que reducía considerablemente los derechos de los terratenientes y otorgaba a los payeses el derecho a comprar la tierra que tenían arrendada. A mediados de marzo de 1936, el Gobierno catalán publicó un decreto por el cual se devolvía la tierra a todos los payeses arrendatarios que habían sido expulsados de sus parcelas después de la derrota del alzamiento de octubre de 1934.

Esta moderada legislación ya no podía satisfacer, sin embargo, a los payeses de Catalunya. El 14 de mayo de 1936 se inauguró en Barcelona el Congrés de la Unió de Rabassaires y otros cultivadores, la más poderosa organización campesina, cuya dirección estaba antes en manos de Esquerra. Asistieron a este Congreso 200 delegados en representación de 20.000 afiliados. El Congreso aprobó un programa y una nueva táctica de la Unió, que rompía decididamente con su anterior política reformista. Los puntos principales del nuevo programa proclamaban: a) expropiación sin indemnización de las tierras particulares; b) la tierra será propiedad colectiva de la sociedad. Los frutos del trabajo pertenecen al que los produce. El programa preveía, además, la distribución de la tierra entre las familias payesas, así como la creación de economías colectivas de tipo cooperativo, donde existirían idénticas condiciones de explotación de la tierra. El Congreso revisó la orientación táctica de la Unió, proclamando su independencia política con relación a Esquerra. El descontento de los payeses contra la política anterior de la Unió de Rabassaiers era tan grande, que el antiguo Secretario General de la Unió, y miembro de la Esquerra, Aragay, no pudo hablar ante la oposición unánime de los delegados. En el Congreso se puso de manifiesto una sensible pérdida de influencia de los nacionalistas burgueses entre el campesinado catalán.

Así pues, en el período que estamos estudiando, la burguesía republicana de izquierdas estaba ya empezando a dejar de ser la fuerza dirigente del movimiento antifascista y de liberación nacional catalana, en beneficio de la clase obrera.

La unidad fracasada de los anarcosindicalistas catalanes

Este desplazamiento de fuerzas en el movimiento antifascista catalán estaba en relación directa con los éxitos de la lucha por la unidad del proletariado catalán.

Después de las elecciones de febrero, la tendencia entre las masas obreras a superar las divisiones que reinaban en su seno se hizo aún más vigorosa. El objetivo inmediato del movimiento obrero del país era el cumplimiento del programa del Frente Popular y encarar la sublevación fascista.

En Catalunya, lo mismo que en el resto de España, en la primavera y el verano de 1936 no había ni un solo partido obrero que no se proclamara partidario de la unidad del proletariado. Todas las discrepancias con respecto a la unidad se centraban en el tipo de plataforma que se había de adoptar como base para esta unificación y en qué formas concretas se efectuaría. A diferencia del Partido Comunista, que en la lucha por la unidad tenía en cuenta los intereses de las otras corrientes del movimiento obrero, los dirigentes de la CNT, del PSOE y del POUM pretendían aprovechar el espíritu unitario de las masas, principalmente, para reforzar sus propias organizaciones.

En la primavera y el verano de 1936, la dirección de la CNT puso especial atención en los Sindicatos de Oposición, tratando de reincorporarlos a su seno. Al principio, los dirigentes de la CNT dieron pasos para incorporar a la Confederación los Sindicatos de Oposición de Levante, que parecían proclives a esta solución para el problema de la unidad. En febrero de 1936 el Comité Nacional de la CNT se dirigió a los Sindicatos de Oposición de Levante invitándolos a ingresar nuevamente en su organización para luchar contra la tiranía y por el comunismo libertario. A primeros de febrero se celebró un pleno de los sindicatos de la CNT de Levante con la participación de representantes de Sindicatos de Oposición de la región levantina. El pleno adoptó una resolución, firmada también por los treintistas levantinos, en la que se hablaba de un acuerdo inicial entre ambas partes sobre el ingreso de los Sindicatos de Oposición de Levante en las organizaciones locales de la CNT. A pesar de que la solución definitiva de esta cuestión se dejaba a un referéndum de los Sindicatos, de hecho, a partir del pleno de febrero de 1936, los Sindicatos de Oposición de Levante quedaron integrados en la CNT.

En la segunda quincena de febrero de 1936, el Comité Nacional de la CNT planteó a la dirección de la regional catalana, la necesidad de seguir el ejemplo de Levante y conseguir la vuelta de los Sindicatos de Oposición de Cataluña al seno de la CNT. La decisión del pleno de Levante impresionó, efectivamente, a algunos sindicatos treintistas de Catalunya, y a primeros de marzo de 1936, los Sindicatos de Oposición de Badalona, uno de los centros industriales de la provincia de Barcelona, reingresaron en la CNT. Animados por estos éxitos, los dirigentes de la regional catalana organizaron una campaña de propaganda para la reincorporación de todos los Sindicatos de Oposición catalanes a la CNT. En Solidaridad Obrera se publicaron artículos haciendo un llamamiento a los treintistas para que se reincorporaran a la Confederación. La CNT organizó mítines en Sabadell y otros centros del movimiento treintista, propugnando la idea de la unidad sindical a base de la CNT.

Los Sindicatos de Oposición de Catalunya se encontraron, pues, en una encrucijada. Por un lado, entre los treintistas catalanes gozaban de gran simpatía la línea estratégica y táctica del Partido Comunista; por otro lado, se sentían atraídos hacia la CNT por los viejos dogmas anarcosindicalistas, que aún no habían superado; los antiguos lazos con la Confederación, y también el que aparecía ante ellos como la organización obrera más poderosa de la región. A pesar de todas estas vacilaciones, en la primavera de 1936 se puso completamente en claro que la mayoría de los treintistas catalanes no se inclinarían a seguir el ejemplo de Levante y Badalona, y criticaron enérgicamente esta precipitada incorporación a la CNT, sin ninguna clase de garantías.

Entre los Sindicatos de Oposición catalanes, se destacaban como siempre, por su espíritu antianarquista, los sindicatos de Sabadell. La Federación Local de Sindicatos de esta ciudad rechazó todas las propuestas de reincorporarse a la CNT. Es significativo, por ejemplo, que en marzo de 1936, cuando el sindicato de oficios varios de la CNT de Sabadell, organizó un mitin sobre la reincorporación de los treintistas a la CNT, los Sindicatos de Oposición sabadellenses se negaron a participar.

A fin de convencer a los treintistas catalanes a que se reincorporaran a la CNT, los Sindicatos de Oposición de Levante convocaron para el 29 y 30 de marzo una Conferencia Nacional de Sindicatos de Oposición. La Conferencia se inauguró en Valencia en la fecha fijada, pero, aparte de los delegados de Sindicatos de Oposición de Levante, sólo se presentaron los delegados de los Sindicatos de Oposición de Huelva (en total sumaban unos 25.000 afiliados). Los Sindicatos de Oposición de Catalunya (42.000 miembros) boicotearon la Conferencia. Idéntica actitud mantuvo el Comité Nacional de Relaciones de los Sindicatos de Oposición, órgano dirigente con sede en Mataró. La ausencia de los delegados catalanes quitó gran parte de su valor a la resolución aprobada por la Confederación anunciando la disposición de los Sindicatos treintistas a reintegrarse en la CNT. Tampoco ayudaron mucho a los treintistas levantinos las otras resoluciones de la Conferencia como la destitución del Comité Nacional de Relaciones, con sede en Mataró, y el traspaso de sus funciones al Comité de Sindicatos de Oposición de Levante.

Después del fracaso de la Conferencia de Valencia, la dirección de la CNT tomó medidas extraordinarias a fin de evitar nuevos abandonos de la CNT por parte de sindicatos catalanes. Decidida a utilizar en su favor al Comité de Sindicatos de Oposición de Levante, la dirección de la CNT le ofreció la posibilidad de publicar sus materiales en las páginas de Solidaridad Obrera. En abril de 1936 Solidaridad Obrera publicó dos largos manifiestos y una circular del Comité de Levante que ahora se llamaba Comité Nacional de Relaciones de los Sindicatos de Oposición de Catalunya. Los manifiestos, al tiempo que informaban de las resoluciones de la Conferencia de Valencia, hacían una llamada a la unidad en el seno de la CNT. La circular solicitaba el envío de delegados al Congreso extraordinario de la CNT que se iba a reunir el primero de mayo de 1936. El 25 de abril, el Comité Nacional de la CNT, con la activa participación del Comité de Levante de los Sindicatos de Oposición, organizó un mitin de masas en Barcelona consagrado a la unidad de la CNT. Presidió el acto el Secretario del Comité Nacional, Horacio Prieto, y como oradores actuaron tres miembros veteranos de la CNT y dos representantes del Comité de Levante de los Sindicatos de Oposición. El tema principal de las intervenciones fue la posición de los Sindicatos de Oposición catalanes. La táctica persuasiva invitando a seguir el ejemplo de Levante, se transformó en un claro ataque. Los oradores amenazaron diciendo que la formación de cualquier nueva unión sindical en Cataluña opuesta a la CNT, conduciría a la debilitación de una lucha encarnizada. La campaña propagandística de la CNT tuvo un cierto éxito: los Sindicatos de Oposición catalanes decidieron enviar sus representantes al Congreso extraordinario de la CNT. Pero, simultáneamente, los Sindicatos de Oposición de Sabadell enviaron a su dirigente Josep Moix a Moscú para asistir a las celebraciones del Primero de Mayo. El viaje de Josep Moix confirmó definitivamente a los obreros sabadellenses en su línea de acercamiento a la UGT y al Partido Comunista.

El Congreso extraordinario de la CNT se celebró en Zaragoza a primeros de mayo de 1936. De los 11 puntos del orden dei día, dos se referían directamente a los problemas de la unidad proletaria: el primer punto estaba dedicado a los Sindicatos de Oposición y el cuarto punto a la concertación de una alianza revolucionaria con la UGT.

El primer punto demostró que la mayoría de los Sindicatos de la CNT se pronunciaba por la rápida admisión de los treintistas en la Confederación. Esto significaba, que entre los afiliados a la CNT iba ganando terreno la tendencia hacia la unidad con la consiguiente renuncia de los viejos principios sectarios por parte de la mayoría de los anarcosindicalistas.

Pero al mismo tiempo, durante las discusiones se evidenció, de forma indiscutible, que la propia dirección anarcosindicalista consideraba la cuestión del reingreso de los Sindicatos de Oposición desde un ángulo completamente distinto, calificando la reunificación de la CNT como un instrumento para la lucha contra el Partido Comunista y el PSOE. Esta idea quedó patente en la intervención de Juan López, dirigente de los Sindicatos de Oposición levantinos. La unificación de la CNT -vino a decir López- es necesaria a fin de no ser barridos por las corrientes marxistas... Esta necesidad de unirse es lo primero que han de comprender los participantes en el Congreso, a fin de evitar que el marxismo desvirtúe la revolución.

Los delegados catalanes de los Sindicatos de Oposición se mantuvieron como un grupo aislado. En sus intervenciones reconocían la posibilidad de reingresar en la CNT, pero indicando siempre que una decisión de esta naturaleza tenía que ser adoptada en un referéndum de sus sindicatos. Los treintistas catalanes explicaron al Congreso la historia de su separación de la CNT, subrayando las discrepancias de principio con la dirección de la Confederación. La CNT debía ser independiente, debían controlarla los propios trabajadores afiliados, exigiendo de esta manera que la CNT se liberara de la influencia de la FAI. La posición de los treintistas catalanes era, pues, sensiblemente distinta de la que mantenían los delegados levantinos, quienes no ponían ninguna condición de principio para su retorno a la CNT.

El rumbo independiente que seguían los Sindicatos de Oposición de Cataluña era objeto de constantes ataques y quejas por parte de los delegados de la regional catalana de la CNT. El representante del sindicato del agua, gas y electricidad de Catalunya, acusó a los Sindicatos de Oposición catalanes de estar sometidos a los políticos; el delegado del sindicato de ebanistas de Barcelona acusó a los treintistas de haber abandonado el anarquismo. El representante de Hospitalet de Llobregat juzgó con mayor serenidad la situación: es importante señalar -dijo- la diferencia en la conducta de la oposición de Catalunya y de Levante. Debido a esta oposición de los catalanes, la cuestión del ingreso de los Sindicatos de Oposición a la CNT no podrá solucionarse en este Congreso aunque sólo sea por el hecho de que ellos se remiten a la necesidad de examinar el problema después de que se hayan aprobado aquí las resoluciones.

El Congreso aprobó una resolución sobre el primer punto del orden del día, firmada también, entre otros, por los delegados de los Sindicatos de Oposición de Catalunya. La resolución fue aprobada por el Congreso casi unánimemente (con sólo 6 votos en contra). El principio de la resolución parecía como una capitulación de los treintistas catalanes ante la dirección de la CNT, puesto que se indicaba que todo lo aprobado en el Congreso, estaba de acuerdo con los principios y objetivos fundamentales de la CNT; que los Sindicatos de Oposición dejan de ser organizaciones al margen de la CNT; y que esta resolución significa el cese de la existencia del problema de la Oposición. Sin embargo, más adelante, se hablaba de un plazo de 2 ó 3 meses para la realización práctica de esta resolución del Congreso. Durante este periodo se celebrarían las primeras asambleas conjuntas de unificación de los Sindicatos de Oposición y de la CNT, en aquellos lugares donde existieran sindicatos treintistas; y además se convocarían congresos regionales de la CNT con la participación de los Sindicatos de Oposición. De esta manera, a todo Sindicato de Oposición se le ofrecía la posibilidad de decidir independientemente el problema de su reingreso en la CNT. A pesar de la resolución aprobada, de hecho, el Congreso de la CNT no pudo resolver plenamente el problema de la oposición. Los Sindicatos de Oposición de Cataluña tomaron una decisión definitiva después del Congreso, y como demostraron los acontecimientos posteriores, en la inmensa mayoría de los casos, esta decisión no fue la que había pensado la dirección de la CNT.

El Congreso de la CNT examinó también el problema de la alianza revolucionaria con la UGT. Este punto había sido incluido en el orden del día del Congreso a petición de la Conferencia de sindicatos de la región catalana de la CNT, celebrada en el mes de septiembre, y también por sindicatos de las otras regionales de la CNT. Sin embargo, la dirección de la CNT veía con muchas reservas el tema de concertar un pacto con la UGT. No obstante, entre los delegados del Congreso había muchos partidarios de la unidad pues en el examen del problema, tomaron parte muy activa los delegados de los Sindicatos de Oposición que en octubre de 1934 habían formado parte de las Alianzas Obreras. Las intervenciones de los enemigos de la unidad no tuvieron éxito en el Congreso, y la lectura de un telegrama de la AIT, haciendo un llamamiento a una lucha encarnizada contra todos los políticos, ya se tratara de reaccionarios como de socialistas o comunistas, provocó gritos de protesta entre los delegados.

El Congreso aprobó una resolución autorizando al Comité Nacional de la CNT a concertar un pacto revolucionario con la UGT. Los puntos del pacto, expuestos en la Resolución, coincidían plenamente con los que había elaborado el mes de enero la Conferencia de la regional catalana de la CNT. El primer punto contenía la reivindicación, inaceptable para la UGT, de la ruptura de toda clase de colaboración con el régimen dominante, es decir, la salida de la UGT del Frente Popular; en segundo lugar, todo el sentido de la alianza de las dos centrales sindicales se limitaba a efectuar la revolución social, para cuya realización es necesario destruir totalmente el régimen político y social que regula la vida del país. Del objetivo inmediato del movimiento obrero, la lucha antifascista, la resolución no decía ni una palabra. El tercer punto trataba del futuro régimen, proponiendo que su carácter fuera determinado por la libre elección de los trabajadores. Esta definición del futuro régimen constituía por sí sola un progreso indiscutible en comparación a las anteriores exigencias categóricas sobre el comunismo libertario. El cuarto punto indicaba que, para la defensa del futuro régimen social, se imponía la unidad de acción dejando de lado los intereses de cada tendencia.

Las condiciones para la alianza partían de dogmas maximalistas anarcosindicalistas y no respondían a las exigencias reales del momento. De todas maneras, los delegados de ánimo unitario, consiguieron que se incluyera en la resolución el llamado artículo adicional proponiendo a la UGT que elaborara sus condiciones para el pacto, a fin de que después los representantes de la CNT y de la UGT establecieran el punto de vista de ambas centrales sindicales y confeccionaran la resolución general que sería sometida al examen y referéndum de los Sindicatos de las dos centrales sindicales. El resultado de este referéndum -se decía, asimismo, en el artículo adicional- será considerado como una resolución definitiva, si obtiene una mayoría de, al menos, el 75 por ciento de los votos de los afiliados de la UGT y de la CNT. En la votación del Congreso, la resolución sobre la alianza con la UGT fue apoyada por los delegados de 884 sindicatos, mientras que los delegados de 882 sindicatos votaron por la resolución con el artículo adicional, y los representantes de 62 sindicatos, por la resolución sin el artículo adicional. Únicamente los delegados de 12 sindicatos se pronunciaron contra todo tipo de alianza con la UGT.

Ateniéndose formalmente a la decisión del Congreso, el 18 de mayo de 1936, el Comité Nacional de la CNT dirigió una carta oficial a la Comisión Ejecutiva de la UGT, adjuntando la resolución del Congreso de Zaragoza sobre la alianza revolucionaria. A últimos del mes de mayo, Largo Caballero envió una carta de respuesta en la que se decía, que la Comisión Ejecutiva de la UGT había decidido aceptar en principio la propuesta de alianza e informar de ello en el próximo Congreso Nacional de la UGT. Después de esto quedaron interrumpidas las relaciones entre los órganos dirigentes de la UGT y de la CNT. La conducta de la dirección de esta última, en la segunda quincena de mayo y primera de junio de 1936, descubría sin embargo, sin ninguna duda, su franca hostilidad a cualquier acercamiento a la UGT.

Después del Congreso de Zaragoza, la prensa anarcosindicalista empezó nuevamente una campaña hostil contra el Frente Popular, la Unión Soviética, el Partido Comunista y el PSOE. El 27 de mayo, el Comité de la regional catalana de la CNT publicó un manifiesto prohibiendo todo tipo de participación anarcosindicalista en los mítines con otras organizaciones obreras. En el mismo manifiesto se prohibía también concertar acuerdos con otras organizaciones obreras para declarar huelgas generales. El 19 de junio, el Comité Regional de la CNT catalana hizo una nueva reclamación pidiendo a los obreros de la CNT que no se unieran a las huelgas declaradas por la USC y otros partidos obreros catalanes. Al mismo tiempo, el secretario de la regional catalana de la CNT, M. R. Vázquez, publicó un artículo en Solidaridad Obrera, en el que atacaba con toda dureza a todos los partidos obreros de Catalunya. Se llegó incluso hasta el extremo de publicar anuncios en Solidaridad Obrera en los cuales los sindicatos de la regional catalana de la CNT prohibían a los obreros anarcosindicalistas la participación en huelgas organizadas por comunistas y socialistas.

El sectarismo de los órganos dirigentes de la CNT condujo a la ruptura definitiva de los Sindicatos de Oposición con el anarcosindicalismo y con la CNT. El Comité Regional de la CNT intentó por todos los medios impedir este paso de los treintistas y poner en práctica la resolución del Congreso de Zaragoza sobre la oposición. Con este fin se celebró en agosto un Congreso de los sindicatos de la regional catalana. De nuevo, el punto fundamental del orden del día era la solución definitiva del problema de la Oposición. En su deseo de influir en los treintistas sabadellenses, la regional catalana de la CNT celebró un pleno de sus sindicatos de la industria textil (mayo-junio de 1936). Al pleno asistieron también representantes de algunos Sindicatos de Oposición de Cataluña, si bien declararon oficialmente que asistían al pleno con objeto de informarse y no de participar en la discusión. El delegado de los treintistas de Manresa subrayó en su discurso que el problema de su reingreso en la CNT estaba muy lejos de quedar resuelto. Por lo que respecta a los Sindicatos de Oposición de Sabadell, se negaron categóricamente a participar.

Los Sindicatos de Oposición de Cataluña se iban acercando gradualmente a la UGT, que era cada vez más el centro unificador de todos los Sindicatos de tendencia comunista y socialista en el seno del movimiento obrero catalán. A pesar de que al iniciarse la sublevación fascista, esta fusión aún no estaba organizada formalmente, los Sindicatos de Oposición de Sabadell, Manresa y de algunas otras ciudades catalanas, habían dejado realmente, de formar parte del anarcosindicalismo, lo que constituyó una derrota de la regional catalana de la CNT.

La lucha del proletariado catalán por cohesionar sus filas

Por su parte, los dirigentes del PSOE luchaban por hacer de su Partido en el dirigente único del movimiento obrero de España. La fracción centrista del PSOE quería conseguir esta meta a través del retorno a la colaboración republicano-socialista, como en los años 1931-1933; los caballeristas, por el camino de la absorción y sometimiento de otras organizaciones obreras. A principios del mes de junio de 1936, el PSOE contaba con 59.816 afiliados. Los caballeristas eran quienes ejercían la dirección de la UGT, de influencia comunista-socialista, con más de un millón de obreros afiliados.

La táctica de los caballeristas, con su particularísima concepción del problema de la unidad del movimiento obrero, consistía en ir de buen grado a la fusión con las organizaciones obreras relativamente poco numerosas (lo cual les aseguraba e1 papel dirigente después de la unificación), mientras, subterráneamente, obstaculizaban la unificación con los partidos y organizaciones sindicales con iguales o más numerosos efectivos. En Catalunya, donde la organización local del PSOE y de la UGT que se encontraban bajo su influencia, era muy poco numerosa, la táctica de los caballeristas consistía en oponer resistencia a la creación del Partido único del proletariado y a la unificación de la UGT. Esta táctica se aplicaba subterráneamente, pero se sabe que en el mes de mayo de 1936 la Comisión Ejecutiva de la UGT se negó a aprobar las conversaciones iniciales entre la UGT catalana, la organización sindical de la USC y otras organizaciones de Catalunya. La presión de los caballeristas y de la Comisión Ejecutiva centrista del PSOE, provocaba aislamiento de la federación catalana del PSOE en el Comité de Enlace de los cuatro partidos obreros de Catalunya. Los dirigentes del PSOE negaban muy en especial a su federación catalana autonomía para concertar acuerdos independientes con otros partidos obreros catalanes.

La resistencia de los dirigentes socialistas retardó, aunque no pudo detener el proceso de consecución de la unidad proletaria en Catalunya. Los dirigentes de la FC del PSOE eran partidarios de la creación, sobre una base revolucionaria, el partido único dei proletariado catalán. A principios del mes de mayo de 1936, se celebró una asamblea extraordinaria del grupo socialista de Barcelona -la mayor organización de la FC del PSOE-. La asamblea tomó el acuerdo de ingresar en la Internacional Comunista, lo que, como escribía en aquellos días el Mundo Obrero, tenía una extraordinaria importancia para la unificación de los partidos obreros de Cataluña. La asamblea adoptó también una resolución sobre el problema nacional, reconociendo la necesidad de tener en cuenta, en la política del Partido, la existencia en España de cuatro naciones: castellana, catalana, vasca y gallega. Esta resolución testimoniaba que los socialistas barceloneses abandonaban uno de los viejos dogmas de la FC del PSOE: la subestimación del problema nacional catalán. Las decisiones del grupo socialista barcelonés ejercieron una fuerte influencia en los otros grupos de la federación catalana. De hecho, hacia el verano de 1936, la FC del PSOE había abandonado la subordinación a los órganos dirigentes del PSOE y actuaba en estrecho contacto con el Partit Comunista de Catalunya, la Unió Socialista de Catalunya y el Partit Catalá Proletari.

Tampoco tuvo éxito el intento del POUM de aprovecharse de la consigna de la unidad para extender su influencia en algunos sindicatos independientes de Barcelona. Los poumistas celebraron en Barcelona y en otras ciudades de Cataluña una serie de mítines de unificación proletaria, aunque solo asistieron los afiliados del propio Partido. A principios del mes de mayo de 1936 el POUM organizó también una conferencia de unidad sindical de la cual surgió la Federación Obrera de Unidad Sindical, de la que Andrés Nin fue nombrado Secretario General. Su influencia real no llegó nunca a superar la de los viejos sindicatos trotskistas.

De febrero a junio de 1936, el Partido Comunista desarrolló una lucha consecuente y victoriosa por la unidad. El Partido Comunista intentó la fusión de la CGTU con la UGT, mientras los caballeristas mantenían su control dentro de la Comisión Ejecutiva de la UGT. A diferencia de los caballeristas que, en general, se guiaban por sus limitados intereses de grupo, el Partido Comunista partía de la situación real del momento y en primer lugar de las necesidades de la lucha antifascista. Esta posición consecuente del Partido Comunista en los problemas de la unidad proletaria y antifascista explica el rápido crecimiento de su influencia, inmediatamente después de la victoria del Frente Popular en las elecciones. Si en febrero de 1936, el Partido Comunista tenía cerca de 30.000 afiliados, en el mes de marzo este número se había elevado a 50.000 y en abril a 60.000; en junio ya tenía 84.000 y a mediados de julio, el número de militantes era ya de 100.000. El Partido Comunista se estaba convirtiendo en una de las fuerzas políticas principales de España, e, indiscutiblemente, en el partido más importante del campo republicano, en la fuerza orientadora del movimiento democrático de nuestro país.

El Partido Comunista seguía atribuyendo una extraordinaria importancia a la creación del partido único del proletariado: Actualmente estamos absorbidos por la necesidad de crear el partido revolucionario único que se guíe por la doctrina del marxismo-leninismo, dijo José Díaz en febrero de 1936. El día 4 de marzo el CC del Partido Comunista dirigió una carta a la Comisión Ejecutiva del PSOE con la proposición de crear en el centro y en las localidades, comités de Enlace permanentes de ambos partidos, llamados a realizar la unidad de acción en la lucha para profundizar en la revolución democrático-burguesa. El Partido Comunista afirmaba que el desarrollo de la revolución española requería la unificación del Partido Comunista y del PSOE, la creación del partido marxista-leninista, dirigente de la revolución. La Comisión Ejecutiva del PSOE se negó a aceptar esta proposición, pero el Partido Comunista siguió la lucha para la creación del partido único de la clase obrera.

Los días 28 al 30 de marzo de 1936, se celebró un pleno ampliado del CC del Partido Comunista con la participación de delegados de los comités provinciales y representantes de los partidos comunistas de Catalunya y Euskal Herria. En el pleno se señaló la necesidad de defender el régimen democrático contra los ataques de la reacción; de llevar hasta sus últimas consecuencias la revolución democrático burguesa, indicando que era importante, para ello, lograr rápidamente la creación del partido revolucionario único del proletariado. El pleno examinó el problema de la actuación de los comunistas de las nacionalidades de España y llamó a las masas populares de Cataluña, Euskal Herria, Galicia y Marruecos, a reforzar su actividad en la lucha para su liberación nacional y social y para su derecho a la autodeterminación.

El pleno de marzo de 1936 del CC del Partido Comunista, señaló con satisfacción que el PCC había obtenido éxitos perceptibles en el refuerzo de su influencia y organización. Estos éxitos estaban ligados a la creciente popularidad del PCC, adquirida en su decidida lucha por la unidad proletaria y antifascista y en la activa participación de los comunistas en la labor del Comité de Enlace de los cuatro partidos obreros de Catalunya. La dirección del Partido Comunista dio mucha importancia al papel que debía jugar el PCC en la creación del Partit Socialista Unificat de Catalunya. En la primavera de 1936, José Díaz se trasladó a Barcelona a fin de tomar parte en los mítines de unidad proletaria y de solidaridad antifascista.

Las buenas relaciones entre los cuatro partidos obreros de Cataluña, influyó poderosamente la unificación -con la decidida contribución del Partido Comunista- de las organizaciones juveniles comunista y socialista de todas las regiones de España. El día 26 de Marzo ele 1936 se publicó la primera información sobre el acuerdo de los órganos dirigentes de la unión de Juventudes Comunistas y de la Federación de Juventudes Socialistas, de ir a la unificación de sus organizaciones. El primero de abril de 1936 tuvo lugar oficialmente la fundación de la nueva organización, con el nombre de Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). La JSU proclamó como su objetivo primordial la organización y educación de la juventud en el espíritu del marxismo-leninismo. La fusión de las organizaciones locales y provinciales de la UJC y de la FJC tuvo lugar en los congresos unificadores celebrados entre los meses de abril y julio de 1936 en las diversas ciudades de España. El proceso de unificación debía culminar con la convocatoria del Congreso español de unificación de las juventudes socialistas y comunistas, pero lo impidió la sublevación fascista.

La decisión de crear la JSU sirvió en Catalunya de impulso para la unificación de las cuatro organizaciones juveniles: la juventud Comunista, la juventud del PSOE, la juventud de la USC y la juventud del PCP. En un principio se efectuó la fusión de la Unión de Juventudes Comunistas con la Juventud de la FC del PSOE, y, separadamente, la unificación de la Juventud de la USC y del PCP.

Después empezaron las conversaciones para la creación en Catalunya de la JSU. Se constituyó el Comité de Enlace entre ambas organizaciones, Comité que, en realidad, actuaba como el órgano dirigente provisional de las juventudes de los cuatro partidos obreros. Finalmente, el 8 de junio de 1936, el Comité de Enlace de las Juventudes Comunistas y Socialistas, con las juventudes unificadas de la USC y del PCP, decidieron dar a la organización un carácter nacional catalán, estableciendo al mismo tiempo estrechos lazos con la organización española a través del Secretario político del Comité Nacional de Cataluña, que tenía una doble representación, siendo al mismo tiempo, miembro de los Comités catalán y español.

Al crearse las JSU, se preveía que la nueva organización, si bien no ingresaba en la Internacional Juvenil Comunista, se consideraba miembro simpatizante. Pero la mismo tiempo, en las instrucciones sobre la unificación de las JC y JS se decía que, mientras el Congreso unificador no resuelva definitivamente este problema, la unificación tendrá lugar sobre la base de la Juventud Socialista, que continuará manteniendo las mismas relaciones con el PSOE. De todas formas, a pesar de los continuados intentos de la Comisión Ejecutiva del PSOE de inmiscuirse en la labor de la organización juvenil, la JSU realizó una política completamente independiente que, en realidad, se acercaba a la línea política del Partido Comunista. A finales de mayo de 1936, las relaciones entre las JSU y la Comisión Ejecutiva del PSOE empeoraron bruscamente hasta el extremo de que se rompieron totalmente los lazos entre ambas organizaciones. En lo que hace referencia la JSU de Catalunya, ésta se encontraba libre desde el primer momento de su fundación de cualquier subordinación, ni siquiera formal, al PSOE. Esto se explica por el hecho de que la organización de la juventud catalana se había creado mediante la unificación, no de dos, sino de cuatro organizaciones juveniles (entre las cuales la juventud del PSOE constituía una insignificante minoría), y también porque la propia FC del PSOE se había insubordinado, de hecho, contra la Comisión Ejecutiva del PSOE y coincidía con las posiciones del Partido Comunista.

El éxito de la lucha por la unidad proletaria en el plano nacional se vio favorecido por el desarrollo que estaba alcanzando la unidad sindical en Catalunya. La entrada de la CGTU en la UGT incrementó extraordinariamente la autoridad de ésta, y muy particularmente de la UGT catalana. La FOSIG y otros sindicatos independientes que se encontraban bajo la influencia del PCC ingresaron en la UGT catalana, creando así la base para su transformación en una importantísima organización sindical unificada del movimiento obrero catalán. En el mes de abril de 1936, la dirección de la Unió General de Sindicats Obrers de Catalunya (UGSOC) decidió ingresar en la UGT. A pesar de no complacer a la dirección caballerista de la UGT, la unión de la UGSOC con la UGT catalana era ya un hecho antes de la sublevación fascista. También se establecieron estrechos lazos entre la UGT catalana, el CADCI y algunos Sindicatos de Oposición.

A pesar de que la Comisión Ejecutiva de la UGT estaba en manos de Largo Caballero y sus secuaces, la organización catalana de la UGT, particularmente después de su unificación con los sindicatos del Partido Comunista y de la USC, empezó a escapar a la influencia ideológica de los caballeristas. La política del PC, las ideas del marxismo-leninismo, ganaban más y más partidarios entre los afiliados a la UGT catalana.

En el verano de 1936 la UGT unificada de Catalunya ocupaba un lugar destacado en el movimiento sindical de la región. Esto explica el nerviosismo con que los dirigentes de la regional catalana de la CNT veían la actividad de la central unificada. En los meses de junio y julio de 1936, en las páginas de Solidaridad Obrera aparecían diversos ataques contra la UGT y contra los partidos obreros de Catalunya. Cuando la UGT creó en Barcelona su sindicato de la construcción, la Junta del sindicato de la construcción de la CNT publicó en las páginas de Solidaridad Obrera una irritada declaración afirmando que únicamente el anarcosindicalismo tenía derecho a dirigir el movimiento sindical de Catalunya. El sindicato de tranviarios de Barcelona de la UGT, que en junio de 1936 contaba con más de 1.000 afiliados, intentó en vano establecer contacto con el sindicado único del transporte de la CNT dirigido por elementos de la FAI. Sin embargo, la UGT catalana seguía firmemente una política de cohesión de todas las corrientes existentes en el seno del movimiento obrero: Apelamos a la fraternidad entre los trabajadores -dijo en junio de 1936 uno de los dirigentes del sindicato de tranviarios de la UGT, el comunista Agustín Arrás-. Como comunistas luchábamos por la unidad sindical, ya antes de ingresar en la UGT. Estamos convencidos de que no se ha de llegar a la lucha fratricida entre trabajadores. Nosotros decimos a los trabajadores que hemos de unir todos nuestros esfuerzos para la lucha contra la patronal. En esta política consecuente de unidad residía la fuerza de la UGT catalana, la garantía de su rápida transformación en la más importante organización del proletariado catalán.

El partido único del proletariado catalán

Sin embargo, para lograr la cohesión de las fuerzas de la clase obrera catalana tenía una enorme importancia el movimiento para la creación del Partido único del proletariado. Tras las elecciones del 16 de febrero, el Comité de Enlace de los cuatro partidos obreros de Catalunya inició el examen del problema de la fusión de sus partidos sobre la base ideológica del marxismo-leninismo. Las primeras noticias sobre estas conversaciones aparecieron en la prensa comunista el día 24 de febrero de 1936. El Comité de Enlace de los cuatro partidos obreros de Catalunya acordó que el problema inicial de la unificación fuera estudiado en los correspondientes Congresos de los partidos, a los cuales seguiría la convocatoria del Congreso de unificación.

La Unió Socialista de Catalunya, que ya en febrero y marzo había hecho declaraciones oficiales confirmando su propósito de ingresar en la Internacional Comunista, convocó su Congreso para la segunda mitad del mes de mayo. Examinado el problema de la creación en Catalunya del partido único del proletariado, el Congreso de la USC adoptó una resolución en la cual, entre otras cosas, se decía: El Congreso Extraordinario de la USC, a pesar de aprobar la actividad desarrollada por el Comité de Enlace, se declara partidario decidido de la unidad de los partidos marxistas. Faculta a su Comité Ejecutivo a continuar activamente la labor unificadora, convocando lo más rápidamente posible, el Congreso extraordinario constituyente del Partit Socialista de Catalunya, junto con aquellos otros partidos que en el momento de la convocatoria formen parte del Comité de Enlace. El Congreso de la USC, decidió también, como ya hemos dicho, la salida de Joan Comorera del Gobierno de la Generalitat, indicando que esto se había de llevar a cabo sin perjudicar al Frente Popular. El tercer acuerdo importante del Congreso de la USC fue el de ingresar en la Internacional Comunista. La prensa comunista valoró en mucho esta resolución del Congreso de la USC, destacando su importancia para la creación en Catalunya del Partido único del proletariado.

El espíritu unitario de los militantes de la FC del PSOE había sido expresado en la ya indicada asamblea extraordinaria del grupo socialista de Barcelona, que también acordó ingresar en la Internacional Comunista. Por su parte, el PCP se pronunció decididamente por la fusión de los cuatro partidos. No obstante, el lugar preeminente en la organización dei Partido único del proletariado catalán correspondía a los comunistas.

Hacia el mes de junio de 1936, el PCC había crecido sensiblemente, reforzándose también su influencia. Desde el 16 de febrero hasta el mes de junio, el número de militantes en Barcelona se había doblado. De hecho, éste dirige la vida política de los partidos obreros de Catalunya, dijo en junio de 1936 el Secretario del Comité de Barcelona del PCC. Los días 6 y 7 de junio de 1935, el PCC celebró en Barcelona su segunda conferencia nacional que se transformó en una espléndida manifestación de unidad de los cuatro partidos obreros de la región. A la Conferencia, que se celebró en la sede del CADCI, asistieron delegaciones del PCP, USC y de la FC del PSOE. Los principales temas que se trataron fueron la forma de reforzar el Frente Popular antifascista y la creación del partido único del proletariado en Catalunya. La Conferencia (con los votos de sus 200 delegados) se manifestó unánimemente a favor de la rápida fusión de los partidos obreros en un único partido marxista-leninista del proletariado, de acuerdo con las condiciones expuestas por el Dimitrov en el VII Congreso de la Internacional Comunista. Los representantes de los otros partidos -Álvarez, del PCP, Vidiella, del PSOE y Comorera, de la USC- apoyaron en sus discursos esta resolución unánime de los comunistas.

La Conferencia nacional del PCC constituyó un estímulo para la rápida realización de la labor del Comité de Enlace sobre los principios de unificación. El 25 de junio, el Comité de Enlace publicó una información sobre el propósito de los cuatro partidos de convocar en fecha próxima el Congreso General, expresando su simpatía hacia la Internacional Comunista como la única que expresaba los intereses del proletariado. Dos días después el Comité de Enlace publicó una declaración en la cual se hablaba de las bases ideológicas del futuro partido único del proletariado catalán. A continuación reproducimos el texto íntegro de este importante documento de la historia de la creación del Partit Socialista Unificat de Catalunya:

Los representantes de los partidos, miembros del Comité de Enlace, han llegado a un completo acuerdo en relación a los principios fundamentales del partido único del proletariado de Catalunya. Estos principios son los siguientes:

Primero: El Partido Único del proletariado, surgido como resultado de la fusión de los cuatro partidos firmantes de este documento, fundamentará su organización en los principios del centralismo democrático, convirtiéndose así en un partirlo de una sola voluntad y una sola línea de conducta.

Segundo: El Partido Unificado se mantendrá independiente de la burguesía y de sus partidos, como partido de clase del proletariado y del campesinado.

Tercero: Manifestándose decididamente en defensa de la URSS, apoyando su política de paz, el Partido Unificado luchará contra la guerra imperialista y quienes la provocan dentro y fuera del país.

Cuarto: El Partido único del proletariado de Catalunya, surgido como resultado de la unificación, alzará la bandera de liberación nacional del pueblo catalán y será su más fiel combatiente y organizador para la conquista de la libertad nacional y social de nuestro pueblo.

Quinto: A fin de realizar su programa que será elaborado en el Congreso de Unificación de los cuatro partidos, el Partido único luchará por la conquista revolucionaria del Poder, por el derrocamiento del poder de la burguesía y por el establecimiento de la dictadura del proletariado.

Sexto: El Comité de Enlace declara su simpatía hacia la Internacional Comunista, puesto que es la única Internacional que refleja con justicia los intereses del proletariado mundial, y que dirige la realización del socialismo triunfante en una sexta parte del mundo: la URSS.

Séptimo: Mientras se prepara el Congreso Unificación, los cuatro partidos que forman el Comité de Enlace se comprometen a llevar a cabo una intensa campaña conjunta de información a la clase obrera y a las masas populares de Catalunya, y a actuar en común en todos los conflictos políticos y sindicales que en un momento dado puedan producirse.

Barcelona, 23 de junio de 1396

Por la USC, Joan Comorera
Por el PCP, Artur Cussó
Por la FC del PSOE, Rafael Vidiella
Por el PCC, Miquel Valdés.

En esta declaración se reproducían las cinco condiciones de unificación elaboradas por el VII Congreso de la Internacional Comunista. También tenía una enorme importancia la inclusión del punto sobre la lucha de la liberación nacional de los catalanes, lo cual suponía tener en cuenta una particularidad muy importante del desarrollo del movimiento revolucionario de Catalunya.

En la primera quincena del mes de julio de 1936, cuando las chispas de la conspiración fascista se reflejan trágicamente en la vida político-social, los partidos obreros de Catalunya daban otro paso hacia la unificación. El 14 de julio, tres días antes de iniciarse la sublevación fascista, se publicaron en la prensa comunista las bases de organización para la unidad de acción elaboradas por el Comité de Enlace de los cuatro partidos obreros. Se preveía que en todas las localidades de Catalunya donde exista más de una organización local de los cuatro partidos, sus Comités tomarán las medidas necesarias a fin de crear Comités de Enlace locales con objeto de examinar y elaborar resoluciones conjuntas para la actividad común en una comarca determinada. Examinando la cuestión de la unidad proletaria, ligada indisolublemente al problema general de refuerzo del bando antifascista, el Comité de Enlace indicaba también que los Comités locales han de participar en la actividad del Comité local del Frente Popular, con las representaciones de los partidos republicanos democráticos, con el fin de acelerar el cumplimiento del programa del Frente Popular. Los Comités locales de Enlace se ocupaban también de establecer estrechas relaciones con el campesinado y, especialmente, de crear alianzas de obreros y payeses. Una tercera tarea de los Comités locales había de ser establecer la unidad sindical de todos los trabajadores.

La creación de los Comités locales de Enlace era una medida que facilitaba y preparaba la ulterior fusión de los cuatro partidos obreros de Catalunya.

Así pues, al acercarse el 18 de julio de 1936, la clase obrera de Catalunya había conseguido éxitos importantes en el camino hacia la cohesión en sus filas. En primer lugar existía un acuerdo de principio respecto a la unificación de los cuatro partidos obreros sobre los fundamentos ideológicos del marxismo-leninismo, y se estaba trabajando para establecer lazos permanentes entre las organizaciones juveniles. En segundo lugar, se habían fusionado las organizaciones juveniles de los cuatro partidos en la JSU de Catalunya. En tercer lugar, se había iniciado la creación de una UGT catalana unificada, que aglutinaba en su seno a la FOSIG y de la UGSOC; también se preparaba el ingreso del CADCI y de una parte de los sindicatos de Oposición. En cuarto lugar, se observaba el crecimiento de la influencia de los partidos obreros y de sus organizaciones sindicales entre el proletariado no organizado de Catalunya. Por último, también tenían una importancia esencial los cambios ocurridos dentro de la regional catalana de la CNT en donde una buena parte de sus militantes de base, a pesar de la hostilidad de sus dirigentes, se pronunciaban por el establecimiento de relaciones amistosas con la UGT.

Todos estos acontecimientos, que se debían, fundamentalmente, a la actividad del Partido Comunista, preparaban la gran unidad de combate contra las fuerzas antifascistas, que se creó en Catalunya al iniciarse la sublevación fascista.

El Congreso de unificación

La noche del 17 al 18 de julio, se inició en Marruecos la sublevación fascista. El día 18, la sublevación ya se había extendido a la metrópoli. En España empezaba una guerra civil que pronto adquiriría el carácter de guerra nacional revolucionaria de trascendencia internacional.

En Catalunya, los sublevados se alzaron en la madrugada del día 19, de julio. El centro principal de la sublevación fascista en esta región era Barcelona, donde estaban acuarteladas la inmensa mayoría de las unidades militares con las que contaban los sublevados. En la madrugada del 19 de julio, diversas unidades militares salieron de sus cuarteles y, junto con otros grupos falangistas que se les habían unido, intentaron ocupar los puntos estratégicos de la ciudad. Los fascistas consiguieron adentrarse hasta la plaza central de la ciudad, apoderándose de la Telefónica y del Hotel Colón. Para dirigir la sublevación de Barcelona, llegó desde Mallorca el general Goded. Pero desde que sonaron los primeros disparos, se levantó toda la Barcelona obrera y democrática para intentar aplastar la sublevación fascista. Los obreros de las diferentes organizaciones, los destacamentos de Guardias de Asalto y de la Guardia Civil, las unidades de Intendencia y algunas otras unidades fieles a la República, iniciaron una encarnizada lucha armada contra los sublevados. El papel principal y decisivo en estos combates lo desempeñaron los obreros barceloneses que, en parte, se armaron por propia iniciativa (por ejemplo, los obreros de la CNT se apoderaron de las armas que había en unos barcos anclados en e1 puerto de Barcelona) y, en parte, con la ayuda del Govern catalá que ordenó la distribución de armas entre los obreros.

Después de un día de sangrientos combates, el pueblo ocupó nuevamente el Hotel Colón, el edificio de la Universidad y otros puntos de resistencia del enemigo. A las 7 y media de la tarde, se izó la bandera blanca en el balcón de Capitanía General, donde se había instalado el Estado Mayor del general Goded. En la madrugada del día 20 de julio, los republicanos ocupaban la casi totalidad de las puntos estratégicos de los fascistas. Durante la jornada fueron vencidos los últimos focos de resistencia. Barcelona estaba totalmente en manos del pueblo.

En otros puntos de Catalunya las sublevaciones fascistas fueron menos importantes. La mayoría de las guarniciones de Catalunya se mantuvieron fieles a la República. Las sublevaciones aisladas fueron rápidamente reducidas por la población local.

En los combates armados contra los fascistas, desarrolladas en Catalunya el 19 y 20 del mes de julio de 1936, se consiguió la victoria, no sólo por la acción conjunta de todas las fuerzas antifascistas, sino también, y en primer lugar, por la unidad con que actuó la propia clase obrera. Los obreros de la CNT, UGT, CADCI, de los Sindicatos de Oposición, comunistas, socialistas, lucharon aquellos días codo a codo, conscientes de la identidad del objetivo inmediato en su lucha: el aniquilamiento de los fascistas sublevados. En el desarrollo de estos combates conjuntos, los comunistas y socialistas de Catalunya actuaron realmente como miembros de un mismo Partido.

Una vez producido el estallido de guerra civil, la unificación orgánica de los cuatro partidos obreros de Catalunya y sus organizaciones sindicales se hacía extremadamente necesaria. Lo exigían también los intereses del desarrollo de la revolución, que los dirigentes de la CNT querían llevar por la vía de su comunismo libertario.

El 21 de julio de 1936, se celebró una reunión del Comité de Enlace de los cuatro partidos obreros de Catalunya que aprobó el histórico acuerdo de fusionarse inmediatamente en un solo partido del proletariado catalán. El nuevo partido recibió el nombre de Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC). El Comité de Enlace decidió su adhesión a la Internacional Comunista a través del Partido Comunista de España. En vista de la imposibilidad de convocar el Congreso constituyente del Partido, como se había decidido anteriormente, se acordó crear el Comité Ejecutivo provisional del PSUC, integrado por tres representantes del PCC, tres de la USC, tres de la FC del PSOE y dos del PCP; estos representantes serían designados por las direcciones de los partidos correspondientes.

El 22 de julio los Comités Ejecutivos respectivos ratificaron el acuerdo de unificación de los cuatro partidos. Inmediatamente se celebró la primera reunión del CE provisional del PSUC, en la que fue elegido Secretario General Joan Comorera, miembro de la USC, y Secretario de Organización Miquel Valdés, representante del PCC. La Comisión Ejecutiva la formaron: Miquel Valdés, Pere Ardiaca y García (Matas) del PCC, Rafael Vidiella, Víctor Colomer y Almendros de la FC del PSOE; Joan Carreras, Serra Pamies y P. Cirera de la USC; Artur Cussó y Álvarez del PCP. El 23 de julio aparecieron las primeras informaciones oficiales sobre la creación del PSUC y por eso es considerado como el día de la creación del PSUC.

En el momento de la unificación, el PCC tenía 2.000 militantes; igual número la USC; 1.500 la FC del PSOE y 500 el PCP. El número total de militantes del PSUC era, por consiguiente, de 6.000. La fuerza real del Partido era, no obstante, mucho más importante, pues tenía bajo su dirección a la UGT catalana, el CADCI y la JSUC.

El PSUC empezó a editar el periódico Treball que pronto se convirtió en el más importante órgano de la prensa de Catalunya. La JSUC editaba el periódico Juliol.

Por tanto, en los primeros días de la guerra civil la clase obrera catalana dio un paso decisivo para superar la división que existía en sus filas. Los comunistas y los socialistas de Catalunya estaban ahora unificados en un solo partido que tenía como base de actuación los principios teóricos, políticos y de organización del marxismo-leninismo.

La creación del PSUC reflejaba 1a necesidad histórica, madura desde hacía tiempo, de convertir a Catalunya en un baluarte de la influencia del marxismo revolucionario. Esto explica el rápido crecimiento del PSUC en los años posteriores. Un año después de su creación, en julio de 1937, el PSUC tenía 60.000 militantes, siendo el 62 por ciento obreros industriales, el 20 por ciento payeses y el 16 por ciento dependientes del comercio y de la industria. El PSUC tenía organizaciones en 685 municipios, de los 1.068 de Catalunya. En total, actuaban en aquel momento 1.255 células comunistas. La organización local barcelonesa contaba con 15.000 afiliados (sin contar los 7.000 que se habían incorporado al frente) y tenía 426 células. Al final de la guerra, el número de militantes del PSUC había alcanzado la cifra de 90.000.

El PSUC dirigía la UGT catalana que durante la guerra se convirtió en la más importante central sindical de la región. Al empezar la sublevación, el CADCI ingresó en la UGT de Catalunya, con lo que se coronaba la unificación de los sindicatos de los cuatro partidos obreros. Otro acontecimiento importante fue el ingreso en la UGT catalana de diversos Sindicatos de Oposición, entre ellos la poderosa Federación Local de Sabadell. Los sindicatos de Sabadell contaban con 20.000 afiliados, que procedían fundamentalmente de la industria textil. En el referéndum efectuado entre los trabajadores sabadellenses sobre el ingreso en la UGT, 13.000 votaron a favor y únicamente 900 en contra. De esta manera, la evolución política de los Sindicatos de Oposición catalanes, los condujo lógicamente a unificarse con la central sindical más avanzada del momento.

En el otoño de 1936, los sindicatos locales de Lérida, influidos por el POUM (con cerca de 18.000 afiliados) pasaron a formar parte de la federación local de la UGT. Los trotskistas calculaban así extender su influencia entre los obreros de la UGT, pero los meses siguientes demostraron que, con su ingreso en la UGT, los obreros de los sindicatos poumistas, en una gran mayoría, se iban alejando de la influencia trotskista y pasaban a apoyar la línea política del PSUC. A consecuencia de esto, la corrosiva influencia del POUM en Lérida disminuyó sensiblemente.

En el verano de 1936 empezó el ingreso en masa en la UGT de los trabajadores hasta entonces no organizados. Un decreto sobre sindicalización obligatoria publicado por el Govern de la Generalitat, bajo la presión de la CNT, condujo a resultados que, sin duda, no esperaban los anarcosindicalistas, por cuanto se produjo un rápido crecimiento de la UGT catalana que sobrepasaba, por el ritmo de crecimiento, a la regional catalana de la CNT.

Al principio de la guerra civil, la UGT de Catalunya tenía 60.000 afiliados; en septiembre del mismo año contaba ya 350.000. Este crecimiento era debido al ingreso de los sindicatos al que nos hemos referido anteriormente, y aún en mayor medida, al ingreso en masa de los trabajadores no organizados anteriormente. El ritmo de crecimiento de la CNT era mucho mas lento: 143.000 afiliados en mayo de 1936 y 361.000 en octubre del mismo año, y eso, a pesar de las coacciones que empleaba la FAI para obligar a los obreros a ingresar en la CNT.

En noviembre de 1936, la UGT de Catalunya tenía 2.000 sindicatos con 594.000 afiliados. Sólo la federación local de Barcelona tenía cerca de 300.000 afiliados, superando los electivos de la federación local de la CNT. Los sindicatos de la UGT barcelonesa acogían a la inmensa mayoría de los trabajadores del comercio, de la enseñanza (FETE), empleados de Banca y Bolsa, de agua, gas y electricidad telégrafos, de hostelería; algo más de la mitad de los obreros ferroviarios, tipógrafos y empleados de la Telefónica. En la metalurgia, textil e industria de la alimentación, las fuerzas de la UGT y de la CNT eran aproximadamente iguales. La CNT seguía predominando entre los obreros de la construcción, ebanistas, químicos, obreros del vidrio, del tinte, de la piel, barberos, carteros, obreros del espectáculo, y una mayoría considerable entre los obreros del transporte urbano.

Durante los años de la guerra nacional revolucionaria, el PSUC y la UGT de Catalunya de él dependiente, se convirtieron en la fuerza política más importante de Catalunya, de la cual ya no se podía decir que era una región con influencia predominante del anarcosindicalismo; con el PSUC la corriente marxista-leninista logró una enorme y sólida influencia entre el proletariado catalán.

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