Juan Martín Luna
(1953-1982)

El día 5 de diciembre de 1982, domingo, a las 9 de la mañana, perros asesinos a las órdenes del recién estrenado gobierno del PSOE, disparaban a sangre fría en plena calle barcelonesa, a Juan Martín Luna, miembro del Comité Central de nuestro Partido.

Juan había nacido el 5 de marzo de 1953 en el humilde barrio gaditano del Cerro del Moro, una aglomeración de míseras viviendas construídas con materiales deficientes cuyo aspecto era el de algo sin terminar, dejado a medias: calles sin pavimentar, patios de vecindad, barrizales en invierno y polvorientos en verano, material arrojadizo que el viento de levante gaditano utiliza de proyectil contra los habitantes del barrio.

De baja estatura, pelo crespo y abundante, cejas pobladas y muy negras, con unos labios perfilados, carnosos, una boca llena de generosidad y, para terminar el retrato, unas fuertes mandíbulas ennegrecidas por el vello, unas manos de dedos gruesos, callosas, manos de obrero, con un contraste muy singular: la dulzura de la mirada y la firmeza y tozudez de su mentón.

De familia pobre y muy numerosa, siendo casi un niño tiene que abandonar la escuela y ponerse a trabajar de albañil con su padre, para poder ayudar con su escaso sueldo a la mísera economía familiar. De su estancia en la escuela en los primeros años de su niñez, le quedaron grabadas en su mente las bestiales palizas que el maestro le daba por negarse a cantar el himno falangista en voz alta.

Era un joven lleno de vitalidad y rebeldía. Había aprendido desde niño lo que cuesta ganarse el pan. Conocía la explotación en su propia carne y sabía de penas y fatigas, comunes a su clase. Sin haber pisado la escuela prácticamente, las pésimas condiciones de vida que padece su familia hacen que tenga que ponerse a trabajar. Inició su temprana escuela de obrero en el ramo de la construcción, de ayudante de ensolador. El instinto de supervivencia le hizo aprender rápido el oficio, que era de los más duros y sobreexplotado del ramo de la construcción.

Así aprendió desde niño lo que cuesta ganarse el pan. Conoció la explotación en su propia carne y supo de las penas y fatigas de su clase.

A los 15 años alternaba su trabajo de ayudante de albañil con un cursillo de formación profesional acelerada, destacándose entre sus compañeros de estudio por su gran capacidad de razonamiento y por su seriedad ante el trabajo.

Siendo aún muchacho se manifiestan en él las grandes dotes de luchador que poseía, que nacían de la profundidad con que sentía la explotación de su clase y del odio a los opresores. Se convirtió en el motor, animador y organizador de una huelga general que tuvo lugar en Cádiz en 1972. La huelga arrancó en la obra en que trabajaba Martín Luna, de las Mil Viviendas, extendiéndose al resto de sector de la construcción y más tarde a toda la población. Con esta huelga los obreros alcanzaron una importante victoria.

En 1971, cuando sólo contaba con los 17 años de edad, toma contacto con el grupo de teatro Quimera. Lo que motivó a Juan para acudir al grupo de teatro fue la fama que éste arrastraba de subversivo, el dicho ya extendido de que en lugar de hacer teatro daba mítines. Y precisamente, en la primera obra que Juan va a actuar, era lo que él iba buscando, porque en ella se atacaba al dictador Franco y se aplaudía la rebeldía del pueblo.

Esa fue su primera y última representación, pues en el grupo de teatro conoce a José María Sánchez Casas y Juan Carlos Delgado de Codes y, a través de ellos, entra a formar parte de la OMLE. Desde este momento Martín Luna abrazó los ideales revolucionarios entregándose a una lucha abnegada por la causa de la emancipación de los trabajadores de la explotación capitalista y por la conquista de la libertad pisoteada por 40 años de fascismo.

Solía comentar los sucesos diarios, la represión que pesaba sobre los obreros, y se le hinchaban las venas de la garganta y sus ojos aniñados y un poco melancólicos, se tornaban duros y anegados en ira contra los fascistas y los patronos.

La entrada de Juan en la Organización de Marxistas-Leninistas revela su carácter, la confianza que era capaz de transmitir, la honradez y firmeza que cantaba su mirada y su talante. La OMLE había nacido en torno al grupo de teatro y aún se encontraba enquistada en él. Por un lado había sido algo bueno pues el grupo había servido de imán y de escudo. Sus actuaciones eran auténticos trabajos de propaganda revolucionaria. Pero había llegado el momento de separar la Organización política del quemado y archiconocido, por la policía, grupo teatral.

En aquella época se necesitaba un agujero para resguardar una máquina multicopista. En torno a la Organización había hombres maduros que también trabajaban en la construcción, era gente segura que simpatizaban con la Organización y recibían la propaganda, pero va a ser Juan el que se gane la confianza y el que se encargue de la construcción del escondrijo. A pesar de su edad y del poco tiempo que hace que se le conoce, Manolo, ese va a ser su nombre de guerra y como más adelante vamos a llamarle sus camaradas, inopinadamente atrae hacia sí la atención de los miembros de la joven Organización comunista gaditana. Juan accede a la petición pero pone sus condiciones: quiere saber cuáles son los principios por los que se rige la Organización y si realmente defiende y lucha por la causa proletaria. Esta va a ser una constante en la militancia de Luna: su estrecha vigilancia como comunista, de que cada paso que se avance, vaya encaminado a servir a la clase obrera, su clase.

Sus primeros pasos en la actividad revolucionaria consciente de esa época, se desarrollan trabajando entre los amigos de su barrio, destacándose pronto como un gran organizador. Esos primeros pasos no fueron fáciles. Contaba con su entusiasmo y total entrega que derrochaba a manos llenas, pero se encontraba en dificultades debido a la carencia de estudios de que adolece todo hijo de obrero. Pero aunque casi no sabía leer o escribir, contaba con la fuerza de su conciencia proletaria, con la riqueza de conocimientos que da el vivir directamente los problemas y conocerlos de primera mano. Él sabia que era necesario dominar pronto esos conocimientos básicos para ponerlos al servicio de la causa que defendía; toda la buena voluntad que poseía la aplicó a dominar el lenguaje escrito. Su mano zurda trazaba pliego tras pliego sin darse un minuto de descanso y frases y páginas completas del Manifiesto Comunista y de la propaganda marxista-leninista quedaban copiadas sobre el papel.

Robaba las horas al sueño para avanzar en su doble aprendizaje, y puede decirse que dejó asombrados a sus camaradas cuando, al poco tiempo de comenzar su militancia, se presentó con un montón de folios donde exponía los problemas de los obreros en el sector de la construcción y donde desentrañaba los vericuetos de la explotación, denunciaba las artimañas de contratistas y patronos y daba una serie de soluciones para comenzar la lucha política y organizativa. Tanto gustó el artículo que fue publicado en un número extra de El Gallo Rojo, órgano de la Sección gaditana, y tuvo mucha aceptación, principalmente entre los obreros de la construcción, a los que Juan personalmente fue repartiendo.

Un dirigente obrero

Siempre destacó por la facilidad para dirigirse a sus compañeros de trabajo y hacer comprensibles, traduciéndolas al lenguaje popular, las directrices y los análisis más complicados. Sabía tocar el nervio justo para hacer hervir de entusiasmo a los que le escuchaban y hacerles ver con claridad las trampas de los sindicaleros y revisionistas.

En Cádiz, durante la huelga de las Mil Viviendas, comenzó él sólo la lucha al observar los problemas que se venían planteando y la actitud traidora de los enlaces sindicales y los carrillistas que pretendían, como siempre, apagar el fuego que comenzaba a arder.

Elaboró panfletos con una imprentilla de mano; no fueron más de 200 pero logró reunir a algunos compañeros a los que se había ganado y comenzaron a repartirlas llamando a la huelga. Y lo consiguió. Era de ver a aquel chaval de 17 años dirigiendo la palabra a hombres hechos y derechos sobre los que pesaban años de lucha y represión, y era admirable cómo se los iba metiendo en el bolsillo y les abría los ojos. Les soltaba verdades cómo puños con la crudeza necesaria para romper los lazos de terror que la represión fascista había ido creando durante años y años. En aquella huelga Juan derrochó energía y confianza. Dio mítines, leyó en asambleas la propaganda comunista, fue paso a paso ganándose la confianza y admiración de sus compañeros de tajo.

Fue la primera victoria de la OMLE en Cádiz y fue el bautismo de fuego en la lucha revolucionaria de Juan Martín Luna.

En Catalunya

Su entrega total y su generosidad le lleva a ser el primer hombre que se ofrece en la Organización de Cádiz para pasar a reforzar otros puntos donde la OMLE tenía necesidad de acrecentar su presencia. Martín Luna se une a su compañera y marcha a Catalunya, a Barcelona, escapando de una redada policial, para desarrollar en esta ciudad la actividad revolucionaria.

Su marcha a Barcelona en 1973 tuvo que suponerle un gran sacrificio. Era un hombre muy amante del hogar. Su familia, con la que había pasado las peores épocas y las mayores alegrías, significaba mucho para él, y tenerlos que abandonar debió desatar una dura batalla interior, de la que salió triunfante su espíritu de entrega y su generosidad.

A su llegada tomó parte en las luchas que se desencadenaron en Barcelona con motivo de los asesinatos de obreros por la guardia civil en la Térmica de San Adrián del Besós, cuando se manifestaban en defensa de reivindicaciones laborales.

Más tarde volvió a convertirse en el animador de otra importante huelga de la construcción que se inició en las obras del Hotel Hilton en 1974, a causa de la muerte de un obrero en accidente por falta de medidas de seguridad. Puede decirse que la huelga fue dirigida por él. En una asamblea se levantó acallando a los que intentaban dividir a los obreros y conducir la huelga al fracaso. Nos imaginamos a Manolo de pie, con su voz firme, su seguridad en lo que defendía, desgranando una a una con palabras sencillas, el problema que se planteaba y la alternativa a tomar. Él, que trabajaba en la obra, supo imprimir a la lucha un carácter resuelto, buscando y consiguiendo la solidaridad del resto del sector.

Su trabajo en Catalunya fue muy intenso, y consiguió extender la organización comunista a las principales fábricas. Fue él quien consolidó del primer núcleo de comunista en aquella nacionalidad.

En los Congresos del Partido

En 1973 fue elegido por sus camaradas para representarles en la I Conferencia de la OMLE, que se celebró en junio de aquel año, destacando todos ellos como sus cualidades más importantes su entrega y disciplina, así como sus grandes dotes de organizador.

Un año después volvió a Andalucía para poner en pié lo que la policía había destruido con la detención de varios militantes obreros en Cádiz, Sevilla y Córdoba.

A pesar de que allí es muy conocido, en una ocasión bajó con otros camaradas para organiz