Microrrelato (I)

Tal vez sean más de las tres de la madrugada y tal vez esté frente a mi ordenador rebuscando palabras que expliquen cómo me siento, le dije a tu buzón de voz. Te has ido para no volver y yo me quedo en Palma para esperarte.

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Haiku (I)

En cualquier lugar
este invierno es más frío
porque te añoro

PD: ya sabéis como funciona esto de internet, así que el que no sepa exactamente lo que es un Haiku, que lo deduzca o que lo busque en wikipedia

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¡Hola mundo!

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27 años

Tengo 27 años y acabo de empezar a vivir. He abandonado la adolescencia para enfrentarme a las responsabilidades sin más caparazón que el mío. No tengo previsto seguir ningún camino que no sea el que yo me vaya marcando. No tengo pensado dejarme acomplejar porque la gente de mi alrededor, con mi misma edad, tenga propiedades o descendencia.

Tengo 27 años y soy feliz. Tengo más de lo que necesito. Tengo posesiones materiales y colecciono afectos. Sin darme cuenta y casi sin intervenir se van cumpliendo algunos de mis sueños. Sólo puedo seguir soñando.

Tengo 27 años y no me importa tener 27, ni 25, ni 35. No examino mi vida como un contínuo. Examino el ahora y como mucho el mañana. Me preocupo de tener ilusión, de ser feliz, de encontrarme físicamente bien, de tener la cabeza clara, de acercarme a la humildad, de desinflar el ego. A veces me ocupo de querer y otras veces de ser querido.

Tengo 27 años y hace un año que tengo oficio del cual me beneficio, y hace un mes que me he emancipado.

Tengo 27 años y ya he aprendido a no preocuparme demasiado por casi nada que no valga la pena, a cambiar de planes a última hora porque las circunstancias siempre mandan, a adaptarme al imprevisto, a olvidarme de mis caprichos si es preciso.

Tengo 27 años y es un doble obstáculo. Las jóvenes opinan que soy mayor. Las mayores opinan que soy joven. Yo sigo sin catalogar a nadie por su fecha de nacimiento. He entendido que hay mayores muy jóvenes y jóvenes muy mayores.

Tengo 27 años y cada vez tengo más claro que sólo me tengo a mi. Que no puedo vivir con ningún miedo, porque es quien lastra lo que temo que ocurra.

Sí, sólo tengo 27 años, y me parece que los estoy llevando bien.

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1 galón = 3,785 litros

Los galones hay que ganárselos. Hace poco tuve un par de conflictos, pero el importante es el que estuvo a punto de explotarme en la cara.

Un paciente llegó diciendo que había ingerido una cantidad exagerada de neurolépticos y no sé que más. En privado, me conmovió cuando me dijo "yo no estoy mal de la cabeza, pero tengo roto el corazón". Aquel tipo deprimido tiene una historia de abandono a sus espaldas que no es capaz de superar y que le puede. De hecho le ha llevado a la depresión. Aspecto descuidado y sucio, una mancha de nicotina que abarcaba todo el espectro de tonos cubría sus dedos segundo y tercero de la mano izquierda.

No se podía dormir (por lo que descartamos las cantidades de fármacos que refirió) y por eso me pidió permiso para ir a fumar. Para eso tiene que salir de la unidad, y es algo que no está permitido. Sin embargo, la carga de trabajo ayer era muy baja y me pude permitir el lujo de acompañarle hasta la puerta por donde entran las ambulancias. Antes consulté con las médicos de guardia la conveniencia, obteniendo su beneplácito. Sin embargo, una compañera de otra categoría profesional no estaba demasiado conforme con mis intenciones y no dudó en cuestionarme en público, delante del paciente. Primero que si tenía permiso para salir, y yo le dije que si, después me desacreditó aún más diciendo que yo no podía dar ese permiso y que si lo sabía el médico, y le dije que si, después dijo que ella no iría a acompañarle, y yo le dije que no se lo había pedido y que era mi responsabilidad por lo que sería yo quien le acompañaría, y después a regañadientes dijo que si le dejaba ir a fumar ahora (debían ser la una y media pasada) estaría toda la noche pidiendo para ir a fumar, a lo que yo no hice caso. Le acompañé a fumar. Lo que después me sirvió como moneda de cambio para pedirle al paciente un favor.

Más tarde, justo antes de irme a cenar, volvió a pedirme permiso para ir a cenar y yo le dije que en este momento era imposible. Que estábamos sólo la mitad de la plantilla y que ahora iría yo a cenar. Pero que a la vuelta, si no había mucho trabajo, le volvería a acompañar. Y así lo hice. A la vuelta, y mirando que el reloj marcaba prácticamente las cinco y media, le dije al paciente que esta era la última vez que salíamos a fumar en este turno. Y el me dijo que le parecía bien y que intentaría dormir aunque fuesen dos horas, hasta por la mañana, cuando presumiblemente le darían el alta.

Pero no consiguió dormirse, y cuando nos había llegado un paciente con edema agudo de pulmón, mientras lo estabilizábamos, quiso volver a ir a fumar. Esta vez con menos bradipsiquia y más determinación. Llegando a ser desafiante. Se sacó la cajetilla, pese a que le dije que no lo hicera. Sacó un cigarrillo, pese a que le dije que no lo hiciera. No guardó ni lo uno ni lo otro, pese a que le dije que lo hiciera. Incluso se puso de pie y se encaró hacia el pasillo. Yo le puse una mano en el pecho y le dije que ahora no podía salir. Le advertí con que si seguía así, terminaría atado a la cama. Le recriminé su falta de lealtad al pacto al que habíamos llegado. Le repetí muchas veces que no me vacilase y que no jugase conmigo y que ya se había fumado dos cigarrillos más de los que se hubiese fumado con cualquier otro/a. Mientras atendía al otro paciente, estando agachado (tras el murete de separación que hay entre las camas) para extraerle una gasometría, escuché como un auxiliar con el que mi paciente tenía confianza le decía que se guardase el cigarrillo y se sentase. Mi paciente le dijo que no tenía la intención de hacerlo, y el auxiliar le dijo que no habíamos quedado así. Mi compañera del principio repitió su vaticinio: se veía venir que al final tendríamos problemas con este por culpa del tabajo. Entonces el paciente negó la mayor y me levanté de detrás del muro (que mide metro y medio) me giré hacia él y le dije que no me vacilase (una vez más) que no habíamos quedado así, que la próxima vez que viniese no habría ningún pacto. Él intentaba hablar, pero yo cada vez subía más el tono, le cortaba, quería intimidarle y finalmente cuando me dijo: ¿me escuchas? me giré súbitamente y le espeté que no, que tenía que trabajar. Se cortó el problema. Se quedó en la cama, inmóvil y sin volver a insistir.

Es cierto que este paciente al final nos generó un problema que además, estuvo a punto de explotarme en la cara. Sin embargo creo que valoré bien la situación. Por una parte aquel hombre tenía un problema muy serio de adicción (sus dedos llenos de nicotina eran la prueba) y en sí constituía una bomba de relojería. Si estaba tumbado en la cama con insomnio y durante 10 horas sin fumar, de alguna forma violenta hubiese acabado aquella situación. ¿Hubiese acabado contenido? Más o menos así terminó en un ingreso anterior. Sin embargo, el conflicto estalló a las siete y media de la mañana, y no a la una y media, cuando lo preguntó por primera vez. Por otra parte, me veo obligado a prestar unos cuidados lo más personalizados posibles, siempre que la situación lo permita, y la situación lo permitía. A mi cargo tenía adscritos a 2 pacientes en la primera salida a fumar (uno de ellos era él) y en la segunda salida tenía un total de 3 (estando los otros dos estables). Mis compañeras me dieron permiso para salir y quedarse ellas a cargo de mis pacientes, por lo que no veía yo inconveniente a concederle esa dosis de ansiolítico inhalado que en otras circunstancias le hubiésemos administrado farmacológicamente.

Sin embargo, el momento en el que me di cuenta de lo que realmente había pasado fue cuando una compañera me dijo de bromilla que cómo me había puesto y que nunca se imaginó que yo pudiese llegar a mostrarme así. En otras palabras, había plantado mi bandera en público y demostré hasta qué punto estaba dispuesto a defender mi terreno. Opino que llegar a este extremo es una opción límite, primero hay que pasar por todas esas fases que van desde la comprensión empática del problema del paciente, pasar por la búsqueda de alternativas, negociar posibles soluciones y si no las hay, convencer de lo que en este caso es una norma del servicio. Lo que viene después es contener mecánicamente. Pero todavía tengo demasiadas preguntas sobre esto como para entenderlo como una medida más.

La importancia estuvo en que, aunque me costase sudar 3,785 litros, conseguí ganarme mi primer galón en el trabajo. Sólo me ha costado medio año. Ahora toca defenderlo con buenas praxis.

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RULANDO 2

Está entretenido esto de correr. Resulta un reto interesante. Esta
mañana he salido de casa y no importaba que estuviese nublado, o que
hiciese un viento frío de poniente. 8,3 km en los que ha habido ratos en
los que me sentía a gusto, otros en los que me ahogaba y otros en los
que las piernas empezaban a pesar. A una media de 10 km/h me he dedicado
a llegar desde mi casa hasta Son Sardina, y volver a mi casa por la
carretera de Valldemosa, pasando junto a las obras del nuevo hospital.

Aquellos campos están preciosos. Prometo fotografiarlos cuando lleve el
móvil con la cámara buena. Resulta que las lluvias de estos días atrás y
el calorcito relativo de los días siguientes han dejado el campo lleno
de florecillas diminutas. Además, ahora los almendros están en flor.
Imagináos el panorama.

Detener la carrera para fijarmse en esos pequeños detalles que me hacen
darme cuenta de lo bonito que es el mundo. ¿La vida no debería ser así?

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SAN VALENTÍN 2010

Esta tarde pasaba por la rivera del Túria y por la tontería de que hoy es San Valentín me he animado a escribir algo en lo que ya me fijé hace tiempo.

Por lo que veo, el Turia no puede competir en caudal con casi ningún río de los que salen en los mapas. Eso propicia que su ribera de hormigón esté desnuda, a la intemperie, y que cada cual la utilice a su manera. Como dato importante diré que a ambos lados del cauce hay viviendas, y es por eso que se produce el fenómeno que hoy quería contar. Haré uso de las imágenes que Google Maps tiene en internet para enseñar lo que quiero decir.

El personal se ha dedicado a escribir con pintura acrílica y rodillo en mano, dedicatorias de amor. Las ha dejado en la rivera del Túria frente a las viviendas de las personas amadas. Imagínate salir a la ventana de tu balcón y ver en frente un "vivo por ti". Vale, tal vez no sean las palabras que yo hubiera elegido, no todo el mundo nos sentimos cómodos manifestando una dependencia total por otra persona (que no es cierta). Sin embargo, es bonito saber que alguien se ha tomado la molestia de dejarte esa nota junto al rio.

Me acuerdo de algo parecido que pasó en mi barrio. Ya lo escribí en este mismo blog hace un tiempo. Apareció aquella pintada bajo aquella ventana.

También recuerdo una que vi todavía hace más tiempo, en la calle Jaume Ferran, justo después de la casa de mis primos. Una declaración de amor en toda regla orientada estratégicamente hacia una ventana.

Al igual que la moda de los candados en los puentes, me parece muy interesante este fenómeno. Porque no hace mal a nadie, hasta cierto punto es artístico. Espero seguir descubriendo declaraciones de amor de este tipo, que se vayan reinventando y sofisticando.

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RULANDO

Banda sonora para esta entrada

http://www.goear.com/files/external.swf?file=e8bf9b2

Ya sabrán ustedes, si se han pasado por mi facebook, que últimamente he estado de viaje de placer. Hay quien lo llama vacaciones. Yo por concretar diré que me he ido a recargar pilas al estilo fotosintético.

Tras un fin de semana en el que curré viernes y sábado, que dormí poco antes de ir a currar el viernes y el sábado, y que el domingo me fui a dormir tarde porque teníamos que dar a Luismi una sorpresa, y tras el lunes de pasármelo de viaje desde las 10 de la mañana que salió el avión hasta las 5 de la tarde (hora de Canarias), mi primera noche precisó de paracetamol para bajarme la fiebre y reducir aquella sensación distérmica e incómoda. Temporal en Canarias y en Las Palmas lloviendo. No hace falta decir que esa ciudad no está preparada para las lluvias y que si no se empantana más es porque hace pendiente.

El martes la cosa fue a mejor. ¡Eso si! Paracetamol cada 6 horas y con cuidado de ir descansando, que uno no está para según que trotes. Y además el día mejoró. Las nubes de la mañana dieron paso a un claro que duró algunas horas. Después, nubes de nuevo. Pero yo ya salí a dar una vuelta y a investigar. Entonces me quedé con la que sería mi primera ruta.



Entre el hotel Madrid y la Playa de Las Canteras, a la altura de donde vive Ana, me di un paseo de 4,5km (la vuelta en taxi). El paseo Chil ofrece una vista elevada y despejada de la ciudad que permite correr sin la asfixia
del hormigón. Además, está arbolado, la acera es más o menos ancha y pasa poca gente. Un lugar excelente para ir a correr.

El miércoles estaba mucho mejor. Desperté y me tomé el paracetamol sólo por si acaso. Fue el último. Y entonces, me calcé las zapatillas y ya me sentía con energía suficiente. Asi que me hice la ruta hasta la casa de Ana, me invitó a agua y volví. La vuelta fue un poco peor. Primero por el cansancio acumulado de la ida y segundo porque eran las 12 y el cielo se despejó. 9km.

El jueves todavía tenía algo de cansancio en las piernas, asi que al poco de llegar al paseo Chil, en un pequeño mirador detrás de los institutos, me paré a hacer series de fuerza.  Casi 2,5km

El viernes y sábado por la mañana hubo otros planes, por lo que el correr tuvo que ajornarse. Y el domingo tenía el cuerpo demasiado castigado para ir a ninguna parte. El viernes por la mañana fue un día muy importante. Fui a la playa a tomar el sol. A recargar baterías, a no hacer nada sobre la arena. Y resulta muy importante porque era una de esas actividades que rompía totalmente mi ciclo de casi 6 meses trabajando de noche. Valoro muchísimo ese rato de estar tumbado sin preocuparme de nada y dejandome calentar con el torso descubierto. Este día ya empezaba a tener ganas de volver a trabajar. Buena señal.

El lunes, antes de volverme a Palma, lo identifico como la demostración de que ya estaba mejor, de que había recargado pilas, de que estaba prácticamente a tope. Me desperté, me aseé un poco y bebí 3 tragos bien generosos de agua. Me calcé las zapatillas y me fui a hacer la ruta que quería hacer pero que no me había atrevido. Se trataba de ir hacia la playa de las Alcaravaneras y volver por el paseo Chil. Yo pensaba que iban a ser unos 8 o 9km. Este día me puse la radio, ayuda a desconectar, a no pensar en la fatiga. Empecé a correr y no me cansaba. Notaba que controlaba bien el ritmo e iba mirando el reloj porque salí a las 10.35 y a las 12 tenía que dejar la habitación. Calculaba a ritmo de San Silvestre: 10km = 1h. Estuve 70 minutos corriendo y estaba algo decepcionado por ver que había ido a peor ritmo que hacía algo más de un mes. Sin embargo, tenía la curiosidad de saber cuánto había corrido, cuánto medía aquella ruta, y al ver el resultado me he sentido orgulloso de mi microgesta y me ha parecido que podía servir para animar un poco este blog que hace tiempo que lo tengo algo muerto. Casi 12km en 70 minutos :)


Lo importante no es lo que haya corrido ni en el tiempo en el que lo haya hecho. El motivo de la alegría es ver como estas vacaciones han cumplido su objetivo, que es volver a estar mejor físicamente y mentalmente.

Me he dedicado a medir todas estas rutas con http://www.gmap-pedometer.com/

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Trazas de cacahuetes

Últimamente los ingredientes de lo que leo que me voy a comer, contiene sistemáticamente trazas de cacahuetes. ¿A qué se debe esta extraña coincidencia repetitiva? Cada vez que leo los ingredientes tengo la sensación de que sea el día de la marmota.

¿Acaso el responsable de llevar a cabo el test de calidad está comiendo cacahuetes todo el rato mientras prueba chorizos, panecillos o… o cacahuetes?

Es uno de los grandes enigmas de nuestros días

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Un politrauma sin casco

El otro día (frase para no especificar cuándo pasó algo) un muchacho decidió no ponerse el casco para llevar a cabo un trayecto por carretera en ciclomotor. Tuvo la mala suerte de, por lo que sea, pegársela, volar 25 metros y aterrizar con la cabeza. El TAC era, como dijo Carol, catastrófico. Pérdida de masa encefálica y edemas, hematomas y hemorragias por todas partes. Por si te hace falta, te diré que finalmente murió.

Varias consideraciones a un caso tan catastrófico.

  1. Las pequeñas decisiones suponen grandes consecuencias: elegir entre comprar o no una moto al niño, acompañarle o no de fiesta, ponerse o no el casco pueden ser pequeás decisiones que cambien el futuro.
  2. La angustia y llanto de la familia tras el óbito de un familiar (cuando este llanto se produce) es estrepitosamente devastador sobre la moral del personal y pacientes. Por algún motivo, sin decir nada, toda la unidad se queda en silencio. Un silencio que llega a ser incómodo por ser antinatural.

Sin emabrgo, ha sido una gran experiencia para mi. He aprendido y ésta ha sido mi enseñanza (además de algunos detalles técnicos que no son demasiado importantes).

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