¡Hay que parar al fascismo!
Resistir es vencer

Antorcha núm. 10, enero de 2001

Con esta consigna terminábamos la crónica política del Resistencia núm 52, cuando aún estaba reciente la caída en Francia de una parte del Comité Central de nuestro Partido, incluido el camarada Arenas, y de varios militantes de los GRAPO. Manifestábamos que bastaba, como siempre ha sucedido, con hacer frente a los fascistas, plantar cara a su terror con decisión y firmeza para que tengan que echar marcha atrás en su nueva campaña represiva. Al mismo tiempo, a través de comunicados, octavillas, etc., hacíamos un llamamiento a todos los trabajadores para que no consintieran las canalladas de los torturadores del régimen contra los camaradas encarcelados, animando a intensificar todo tipo de apoyo al Partido y a la guerrilla.

Se trataba de relanzar la resistencia frente a la renovada y bestial acometida de los fascistas y de sus huestes, tomar las medidas necesarias frente al golpe recibido y proseguir sin pérdida de tiempo nuestra labor revolucionaria. Desde nuestros comienzos hemos atravesado por momentos duros y difíciles, conocemos eso de llevar golpes, incluso los más brutales, de los que hemos ido aprendiendo y, por ello, sabemos lo que debemos hacer para afrontar la actual situación. Por lo tanto seguimos en la brecha, conscientes de que todos y cada uno de los militantes, simpatizantes y amigos del Partido hemos de redoblar los esfuerzos y avanzar hacia un mayor compromiso revolucionario. Además, no nos hemos quedado perdidos en medio de la tormenta; contamos con unos planes y directrices de trabajo extensos y ampliamente debatidos, conocidos por todos, tanto para la etapa actual como para un plazo más o menos largo, que habrán de ser llevados adelante y con cuyo cumplimiento infligiremos, que a nadie le quepa duda, nuevas derrotas al Estado terrorista, restañaremos las heridas sufridas y continuaremos extendiendo nuestra influencia y fortaleciéndonos; tenemos, como quedó expuesto en el IV Congreso del Partido, el rumbo trazado, y en él continuamos.

Somos optimistas, y lo proclamamos, no sólo porque tenemos plena confianza en la justeza de nuestra Línea Política y en la clase obrera y sabemos que la razón y la historia están de nuestra parte, sino porque, además, y nadie lo puede negar a estas alturas, permaneciendo fieles a nuestros principios comunistas y objetivos revolucionarios, no escatimando ningún tipo de sacrificio, es como hemos estado a la vanguardia de la lucha revolucionaria de la clase obrera en nuestro país durante bastante más de dos décadas; 25 años de resistencia contra el régimen cumplía nuestro Partido el pasado año, y el resultado de esa lucha en todos los terrenos ha sido que nosotros vamos creciendo, mientras ellos se vienen abajo.

La prueba está en que, desde hace tiempo, resistir ya no es solamente tarea de un pu-ado de revolucionarios, sino también de otros muchos hombres y mujeres que se enfrentan de múltiples formas a la represión y a la explotación capitalista y que, en número creciente, se aproximan al Partido y para los que somos ese punto de referencia y esa guía para la acción -como más de una vez han manifestado- a la hora de buscar una salida para los graves problemas que están padeciendo; ellos son el manantial que nos permite ir reponiendo fuerzas frente al desgaste que nos ocasiona la represión, fortalecer las organizaciones ya existentes y comenzar a asentarnos en otros lugares donde aún no estábamos presentes o éramos muy débiles. Así es que hoy, y como ya dijéramos hace la friolera de 15 años, la palabra resistencia y su profundo significado está adquiriendo el rango de un símbolo vivo: una de esas ideas-fuerza, que acuña la Historia, capaz por sí misma de poner en pie a todo un pueblo [...] Por este mismo motivo por más que repriman y torturen, y por muy grandes que sean los sacrificios y dificultades que nos impongan, la reacción no va a poder impedir que la idea de Resistencia prenda cada vez más en amplios sectores de la población (1).

El régimen fascista está cada vez más débil y aislado

Que el régimen fascista iba a terminar por desencadenar una ofensiva terrorista contra las organizaciones revolucionarias y las masas trabajadoras de la envergadura e intensidad como la que está en curso, era algo que se veía venir desde que los peperos llegaron al gobierno. Sobre estos nuevos falangistas, formados por los sectores más negros, más chovinistas y ramplones del capital financiero, por los herederos directos del fascismo -como así les calificamos desde los primeros momentos- recayó la tarea de recomponer la maltrecha política del terrorismo de Estado después de la derrota de la guerra sucia de la época felipista; a esta tarea se han entregado sin descanso. Pues bien, ya han dado ese salto cualitativo en la represión, que no sólo legaliza todas las medidas y experiencias anteriores, sino también las refuerza y las amplia.

Sin embargo, estamos seguros que todas estas medidas van a correr la misma suerte que las que pusieron en práctica los gobiernos anteriores. Con ellas no sólo no van a poder impedir que las organizaciones de vanguardia de la resistencia popular prosigan su labor revolucionaria, ni van a poder frenar las luchas y la resistencia de los obreros y de otros sectores populares, sino que, además, con su fracaso, el régimen va a caer en una crisis aún más profunda. Eso es lo que ha venido sucediendo con todos los pactos antiterroristas, leyes y planes especiales contrainsurgentes y con cuantas campañas de cerco y aniquilamiento han puesto en marcha hasta la fecha. A lo largo de estos años, lo único que han conseguido con sus crímenes y tropelías ha sido incendiar continuamente el panorama de la lucha de clases y quedar al descubierto en su naturaleza fascista, lo que ha significado más rechazo a las mascaradas electorales, mayor aislamiento de los partidos y sindicatos institucionales, más deseos de organizarse, responder al terror con la resistencia armada, la extensión de la lucha radical, la desobediencia civil, etc.

Durante mucho tiempo hemos venido machacando el hierro de que la causa fundamental de que el régimen tenga que recurrir a todo su arsenal represivo, perfeccionarlo y modernizarlo continuamente, meterse en cuantas organizaciones policiales, judiciales, militares, etc., existen en el entorno europeo, y aún más lejos, y orquestar a nivel internacional una campaña tras otra en apoyo a su cruzada fascista son el resultado de su debilidad y no de su fortaleza. Y es que el fascismo, como forma de dominación política más chovinista y patriotera, militarista y terrorista del capital financiero no es más que el último y supremo recurso del que echan mano los monopolistas y su Estado para intentar impedir su derrota. Se trata, por tanto, de un régimen que se ve obligado a estar en permanente pie de guerra para mantener sus posiciones y privilegios frente al rechazo y hostigamiento constante a que se ve sometido por las masas trabajadoras; y eso, se camufle como se camufle, es la imagen de un régimen inestable y convulso, sin futuro, de un régimen en crisis permanente. La crisis política -decía el camarada Arenas- es una clara manifestación de ‘anormalidad’, de enfermedad de la sociedad burguesa, y más si se hace crónica, lo que corresponde indudablemente al proceso interno de descomposición o putrefacción que arranca desde su misma raíz, de sus relaciones económicas, y que se extiende por todo el cuerpo social hasta alcanzar su cabeza, al Estado y a su ‘conciencia jurídica’. Es entonces cuando comienza a apestar; por eso, la crisis política permanente no puede encontrar solución dentro de este régimen y sólo podrá desaparecer con el régimen que la ha generado (2).

De ahí que el flamante y debatido Pacto Antiterrorista, fraguado entre peperos y GALosos, unidos en un mismo destino en lo universal, sea la última prueba evidente de su impotencia y desesperación, la prueba de que están perdiendo una posición tras otra. Por eso se han visto obligados a ampliar el radio de acción de la represión, extendiendo el estado de excepción a todo el territorio, con el fin no sólo de aislar a las organizaciones de la resistencia popular de todos cuantos quieren luchar organizadamente y evitar que la subversión terrorista se afiance y tome cuerpo entre la población, sino también de acentuar el control, la disuasión y el terror entre todos los sectores populares y adelantarse a los estallidos de violencia, que preven van a arreciar, frente a tanto saqueo y esquilmación que tienen planeados. Esta es, una vez más, la manifestación clara de ese retroceso del régimen ‘a sus orígenes’ o huida hacia atrás, que no expresa otra cosa, en realidad, sino el callejón sin salida en que se halla metida la oligarquía financiera y monopolista en su enfrentamiento con las masas populares, así como en la lucha de intereses contrapuestos que mantiene en su propio seno (3).

Un Pacto que, por lo demás y como estamos viendo, ha nacido bastante tocado de las alas; sus filas ya no están tan prietas, ni son tan recias ni marciales, porque presentan notables ausencias con respecto a los que, en otros tiempos, fueron firmados de manera entusiasta y sin rechistar, incluso por esas famosas burguesías periféricas que desde hace tiempo han visto las orejazas al lobo de un Estado centralista cada vez más avasallador e imperialista. Por eso, los pacteros del terror tienen cada vez más problemas para configurar un bloque contrarrevolucionario sin fisuras, intereses encontrados y descoordinaciones. Este Pacto ha comenzado a marchar cojitranco al tiempo que surgen las primeras voces -después vendrán otras muchas, como siempre-, que dudan de su eficacia y temen que, lejos de resolver los problemas, los va a agudizar todavía más. Si estas medidas fracasan será la guerra; este es otro de los temores que flotan en el ambiente y que puede meter el terror en el cuerpo, a poco que se lo piensen, a los propios terroristas del Estado.

Es necesario, por tanto, desenmascarar todo lo que signifique hacer un culto a la omnipotencia y a la invencibilidad del régimen, que pregonan los heraldos del terrorismo de Estado y otros afines, salir al paso del pánico que intentan sembrar ya que ese es el primer efecto disuasorio que pretenden lograr con esas medidas, el consabido terror paralizante. Nuestra obligación, como señalaba el camarada Arenas, es llamar la atención sobre la falsedad de una concepción con la que se intenta hacer creer que el fascismo ‘está en todas partes’, es omnipresente, y ‘tiene muchísima fuerza’, es decir, también es todopoderoso, por lo que lo único que se puede hacer es quedarse tranquilamente en casa para no ‘provocar’ a la fiera. Es preciso denunciar esta concepción y situarla en el lugar que le corresponde (4). No en vano, y con el fin de desmontar esta falsedad, en más de una ocasión hemos tenido que repetir que nuestro movimiento de resistencia ha desmentido muchas veces y desde un comienzo, la supuesta fortaleza o invulnerabilidad del régimen.

Por eso, hay que insistir continuamente en que ahora, como antes, se les va a hacer retroceder resistiendo en todos los terrenos y con los medios que sean necesarios, incluida la lucha armada revolucionaria, hasta conseguir echar abajo todas sus medidas terroristas. ¡Hay que parar al fascismo!, ese es el grito de guerra que debe prender entre todos los sectores populares, porque, como ya alertábamos cuando la campaña represiva desatada tras el juliazo, van a por todos los trabajadores y pueblos de España, no sólo a por el pueblo vasco, van a por todo el movimiento de resistencia organizado, a por todos los revolucionarios y demócratas que osan hacerles frente; y en esto hemos seguido y seguiremos machacando, como lo hicimos en noviembre del pasado año cuando, en el comunicado del CC, alertábamos: van a ir, están yendo ya, a por todos.

‘No existe más alternativa que la lucha organizada de resistencia’

Así se iniciaba el Informe Político presentado por el camarada Arenas al último Pleno del CC, con el que abríamos el año 2000; ahora que hemos comenzado un nuevo siglo, y hasta un nuevo milenio, volvemos a incidir con la misma fuerza en esa alternativa. Y es que su importancia crece cada día a la vista del vasto panorama represivo y de todas las medidas de sobreexplotación y miseria que piensan poner en marcha, como la nueva reforma laboral y las próximas reconversiones, y en vista también de la escalada militarista e imperialista de la oligarquía que está agravando las condiciones de vida de las masas trabajadoras.

Para esta batalla que tenemos planteada contamos con toda una serie de factores favorables que han de incidir muy positivamente en la elevación de la conciencia política de las masas y que propiciarán que nuestras consignas y alternativas tomen cuerpo entre ellas, lo que hará que el Partido extienda su influencia y se fortalezca. De hecho, esos factores expuestos en aquel Informe se han tornado aún más favorables tras el año transcurrido; entre ellos estaba el agravamiento de la crisis general del capitalismo y el aumento de las contradicciones y peleas entre las grandes potencias por un nuevo reparto del mundo, lo que está resquebrajando y debilitando al propio sistema y preparando las condiciones para una nueva confrontación a gran escala. El otro era el hundimiento político e ideológico del revisionismo moderno, que ha privado al capitalismo de un aliado de primer orden y de una plataforma de confusión y desmovilización, dejándole solo y totalmente desenmascarado ante el proletariado y todos los pueblos. En el plano interior, se mostraba la profundización de la crisis política del régimen fascista español, una crisis que se agravaría extraordinariamente tras el amplio boicot habido en las elecciones generales de marzo y por la quiebra y desmoronamiento de IU, lo que demostraba que las masas habían echado por la borda las últimas ilusiones reformistas; ésta -ya lo dijimos entonces- es una de las más importantes victorias de nuestro propio Partido y la principal derrota política del régimen en muchos años; si a eso le unimos la entrada de la crisis econ-mica en una fase de mayor recesión, que está repercutiendo ya en amplios sectores, comprobaremos el negro panorama que la oligarquía tiene por delante. Pero sobre todo contamos -así se remarcaba- con la sólida plataforma política, ideológica y organizativa que nos ha proporcionado el IV Congreso; este es el baluarte inexpugnable con el que el régimen ya no puede acabar.

En aquel Informe, ante las duras confrontaciones que se avecinaban, se situ- en un lugar destacado la consigna de Resistencia como bandera del movimiento popular. Y para ello se hacía necesario explicar que resistir significa, antes que nada, no claudicar de nuestros derechos democráticos, no ceder ante la explotación y represión brutal, ‘no tragar’ ante los opresores, ser intransigentes con ellos y su régimen, no prestarnos a ningún tipo de componendas o de ‘tolerancia’ con ellos y sus torturadores y asesinos a sueldo; se hacía necesario orientar y persuadir a las masas hasta hacerlas comprender que hoy día ya no se puede enfrentar la ofensiva ultrarreaccionaria de la gran burguesía de manera semiespontánea y sin la unidad necesaria; como que tampoco así se puede hacer frente a las mil trampas y argucias del régimen, a sus campañas de tergiversación y mentiras, a la labor contrarrevolucionaria de los agentes revisionistas a su servicio, porque de esta manera se está dando ventajas a un enemigo que, aún con su crisis, contradicciones y peleas, actúa unido, organizado, y que perfecciona sin tregua sus métodos represivos. Por lo tanto se impone la necesidad inaplazable, ahora como hace un año, de crear organización, elevar la moral de combate y reagrupar las fuerzas revolucionarias dispersas.

Este es un reto que tienen ante sí los obreros, la juventud combativa y otros sectores populares. Ya no hay nada que esperar, aunque en realidad nunca hubo nada que esperar. Es hora de ponerse manos a la obra y organizarse frente a los planes terroristas y explotadores del régimen. Sobre esta base se puede desarrollar una lucha de resistencia amplia y prolongada, forjar la tan necesaria unidad combativa, echar fuera todo el justo odio acumulado, todos los deseos de hacerles pagar por tanto crimen, tanta miseria y escarnio; ellos vienen a por nosotros, vayamos nosotros a por ellos, hay que mostrarles nuestra fuerza, meterles el pánico en el cuerpo, hostigarles y arrinconarles de forma organizada, radical y decidida en las fábricas y en otros centros de trabajo, en los barrios y en los pueblos, en los centros de estudio... A estado de excepción total, resistencia por todas partes; frente al sometimiento y la sumisión que tratan de imponer, lucha por las libertades democráticas, los derechos sociales y sindicales de los trabajadores, el derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas por el Estado español, la liberación de los presos políticos y otras tan importantes como el apoyo a la lucha armada de resistencia o a los movimientos revolucionarios y antiimperialistas de otros países (5).

Pero resistir continúa significando, sobre todo, estar dispuesto a organizarse y a luchar decididamente para derrocar el poder de la clase capitalista y crear un sistema económico y social enteramente nuevo (6). Estamos hablando de organizarse en el Partido; esta es una tarea de importancia y transcendencia verdaderamente decisivas, planteada especialmente a los trabajadores y a los jóvenes más conscientes, que habrán de forjarse como militantes comunistas para que el Partido siga desarrollándose, extienda su influencia y se pueda fortalecer la organización clandestina que asegure la continuidad de la lucha y la resistencia organizada. Todo esto sí que es un arma cargada de futuro, un arma que se ha mostrado invencible.

Notas:

(1) ¿Por qué Resistencia?. Resistencia núm. 1, mayo de 1985.
(2) Mantener el rumbo trazado. Informe Político presentado por el camarada M.P.M. (Arenas) al IV Congreso, septiembre de 1998.
(3) ¡Hay que pararles!, Resistencia núm. 37, septiembre de 1997.
(4) Mantener el rumbo trazado. Informe Político presentado por el camarada M.P.M. (Arenas) al IV Congreso del Partido, septiembre de 1998.
(5) No existe más alternativa que la lucha organizada de resistencia. Informe Político presentado por el camarada M.P.M. (Arenas) al Pleno del C.C., enero de 2000.
(6) Ibidem.

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