La organización política de la clase obrera

Folleto de recopilación de textos núm. 1
marzo de 2000

Sumario:

— Introducción
— El nuevo auge del movimiento obrero revolucionario y la reconstrucción del partido de la clase obrera de España
— El carácter espontáneo de las luchas y la necesidad de una dirección política
— Elevación del nivel político de las luchas
— Estrecha ligación entre la organización revolucionaria y las masas
— Desarrollar el trabajo en todos los terrenos de la lucha de clases
— El fortalecimiento de nuestra Organización
— El programa de la reconstrucción del Partido
— La traición revisionista
— La conspiración del silencio
— Reorganizar el Partido
— El problema más urgente
— Sobre la organización del Partido

Introducción

Los trabajos que integran esta recopilación han sido recogidos de distintas publicaciones y folletos del Partido. Originariamente, la mayor parte de ellos aparecieron sin la firma de su autor. Ahora, además de la firma, presentamos el lugar y la fecha de su primera publicación.

La creciente demanda de estos y otros materiales ha hecho necesaria esta recopilación, de modo que podamos ofrecer a nuestros militantes y a otras personas interesadas una visión general y lo más completa posible de las concepciones del Partido sobre temas diversos. Esta diversidad y la gran abundancia de material disponible (téngase en cuenta que los mismos abarcan un largo periodo de más de 28 años de existencia de nuestro movimiento) nos impide publicarlo de una sola vez, en un solo volumen, por lo que irá apareciendo en pequeños fascículos, cada uno de ellos dedicado a un solo tema.

El nuevo auge del movimiento obrero revolucionario y
la reconstruccion del partido de la clase obrera de España

M.P.M. (Arenas)
Bandera Roja núm. 17, septiembre de 1972

Nos hallamos en el umbral de una nueva etapa de la lucha de clases en España, etapa que viene condicionada por el resurgir de la lucha revolucionaria del proletariado. Este rasgo, que marca con su sello toda la vida del país, aparece cada día con mayor claridad como el verdadero elemento determinante de la situación.

Los marxista-leninistas debemos tener muy en cuenta este hecho, pues de nuestra justa apreciación del mismo depende en gran parte el rápido desarrollo de nuestro movimiento y un desenvolvimiento igualmente rápido y lo menos cruento posible de la revolución en nuestro país.

Nuestra Organización ya ha hablado de ello en otras ocasiones. Cuando lo hizo por primera vez fue con motivo de las luchas de masas en Asturias de septiembre del año pasado. Por entonces señaló Bandera Roja núm. 10 que después de numerosos años en que el revisionismo ha utilizado la lucha de Asturias (como la del resto del país) para sus fines conciliadores, los acontecimientos sucedidos en Gijón han venido a ser como la chispa que, incendiando la pradera, ha hecho saltar por los aires esa política y ha impulsado definitivamente un amplio movimiento de masas de carácter revolucionario.

Poco después de los acontecimientos de Ferrol, en el artículo titulado La nueva situación y las tareas del proletariado, aparecido en Bandera Roja núm. 13, nuestra Organización, matizando mucho más esta cuestión, decía:

Por todas partes y esferas de la vida, cada día se hace notar más el extraordinario incremento de la lucha de clases en nuestro país. Cada vez son más numerosas y extensas las luchas que apuntan contra la misma estructura del Estado fascista de la oligarquía financiera, y a esta lucha se incorporan decenas de nuevos luchadores proletarios que arrastran tras de sí a amplios sectores de la población.

De las huelgas económicas se pasa, a través de las asambleas en los centros de trabajo (¡de la libertad conquistada en la lucha!), a las huelgas políticas, por medio de las cuales los trabajadores se enfrentan a los instrumentos sindicales, judiciales y político-represivos de toda la clase capitalista para pasar, con extraordinaria frecuencia, a los enfrentamientos de masas contra sus fuerzas militares. Estos enfrentamientos, a su vez, levantan grandes oleadas de protestas populares, huelgas políticas de solidaridad y salidas a las calles de las grandes ciudades de un movimiento cada vez más extenso y organizado [...]

Los hechos más recientes acaecidos en Euskadi, Cataluña, Asturias y, finalmente, en Galicia, con un movimiento verdaderamente de masas y revolucionario, han venido a poner de manifiesto que ya esos fenómenos no se pueden considerar de forma aislada, sino que forman parte y son el desarrollo lógico del movimiento que comenzó a gestarse en el 62 en Euskadi y Asturias, movimiento que el revisionismo logró desviar durante un cierto tiempo favorecido por las condiciones del desarrollo económico y la falta de organizaciones revolucionarias.

Efectivamente, podemos decir sin temor a equivocarnos que en España, después de la guerra nacional revolucionaria, ha pasado la época en que los obreros sólo iban a la lucha por reivindicaciones económicas y rara vez por cuestiones políticas. Hoy, las huelgas de solidaridad y por motivos políticos son mucho más frecuentes y numerosas, mientras que se han incrementado en todas partes las luchas por motivos económicos. Esto señala una elevación inequívoca de la conciencia política de la clase obrera en todo el país.

El carácter espontáneo de las luchas y
la necesidad de una dirección política

No obstante la tendencia ascendente del movimiento político, no debemos perder de vista el hecho de que, por lo general, las luchas del proletariado, al igual que las de otros sectores del pueblo, no han dejado de tener un carácter espontáneo. Su politización y radicalización son debidas a la situación tan peculiar de nuestro país, a las tradiciones revolucionarias de nuestro pueblo y a la situación de explotación y represión extrema en que se hallan las masas bajo las condiciones del fascismo.

Es el conjunto de todo esto lo que hace que, en la mayor parte de los casos, luchas iniciadas por los problemas más insignificantes (como las de Erandio o Granada) se transformen en violentos choques de masas contra los instrumentos represivos del gran capital como única forma de hacer una defensa de los intereses de las masas. De este modo es como surgen los poderosos movimientos políticos, y en tales condiciones, no obstante el carácter económico, en sus inicios, y espontáneo de las luchas, éstas no expresan otra cosa que la voluntad del proletariado de acabar para siempre con la situación que sufre.

Pero para acabar con esta situación es preciso derrocar al fascismo, y para eso no son suficientes los brotes de lucha espontáneos, sin plan ni continuidad. Es preciso un plan, una línea política y una vanguardia proletaria capaz de dirigir las luchas y unir al proletariado en un ejército único. Sólo así cada brote de lucha, cada acción parcial, se podrá convertir en una poderosa palanca con la que mover cada vez más amplios movimientos de masas, hasta conseguir el objetivo deseado y necesario.

La falta de esa línea política y de esa vanguardia es el problema más importante que tiene hoy ante sí la clase obrera de España. No obstante el carácter que viene tomando el desarrollo de la lucha de clases en nuestro país, la falta de una vanguardia revolucionaria que la dirija es lo que ha permitido a la oligarquía en los últimos años (aparte de la represión ejercida contra el movimiento), llevarlo en muchos lugares y durante algún tiempo a la ruina, utilizando para ello al revisionismo carrillista.

Este ha venido montando a caballo de cada lucha a fin de desorganizar al movimiento revolucionario (metiendo a sus mejores hombres en el sindicato y otras instituciones fascistas o en la cárcel, cuando se resistían a seguir el juego); el revisionismo ha desarmado a la clase obrera frente a la represión fascista, predicando ideas pacifistas burguesas, y ha tratado de desmoralizarla con los constantes fracasos de las huelgas generales.

Esta actuación del revisionismo en el seno del movimiento obrero es la causa de que movimientos como el iniciado en Asturias en el año 62, y tras las constantes batallas libradas, se haya visto cada vez más reducido a la impotencia, aislado y debilitado frente a la política criminal aplicada contra ellos por el gran capital. Lo mismo cabe decir de lo acontecido en el movimiento obrero de Cataluña, Sevilla y Madrid, donde, después de las grandes acciones de masas que culminaron en octubre del 67, se entró en un largo periodo de decaimiento, desconcierto y desmoralización en medio de una intensificación de la explotación y de la acción represiva del Estado.

De todo esto el principal responsable es el revisionismo carrillista; el cual ha venido actuando en todo momento de acuerdo con los intereses del capital financiero, tratando de liquidar el movimiento revolucionario de masas y enredarlo en la trama del sindicato policiaco y de las maniobras aperturistas del fascismo.

Elevación del nivel político de las luchas

Pero la oligarquía no ha podido superar las contradicciones de su propio sistema; explotación y represión es todo lo que puede ofrecer al pueblo, y esta realidad contrasta, cada vez de forma más evidente para las grandes masas, con su demagogia de una vida mejor y democrática bajo su régimen. Estos cuentos ya no los cree nadie, y el mismo revisionismo se da cuenta de ello. Por eso pretende ahora mostrarse con una cara más izquierdista. Pero ya nada conseguirán si los marxista-leninistas nos ponemos a la cabeza de las masas y dirigimos sus luchas.

Esto es lo verdaderamente importante, lo que hace que hoy la situación se presente de forma muy distinta a la de hace unos años, pues, como señalamos al principio, las luchas obreras no sólo se han incrementado, haciendo cada vez más constantes y agudos los enfrentamientos contra el sistema, sino que el cada vez mayor número de luchas que se producen por motivos de solidaridad y por otras cuestiones políticas toma la forma de un movimiento político contra el fascismo. Contra un movimiento de este tipo nada tiene que hacer el revisionismo, si encuentra una orientación y dirección política revolucionaria, consciente y sistemática.

Así, si en 1967 -fecha conocida como de mayor auge huelguístico- un 5 por ciento de las acciones fueron por motivo de solidaridad, en 1970 éstas se elevaron a un 48 por ciento, según cifras oficiales. Este dato es de extraordinaria importancia para valorar el grado real de conciencia política alcanzado por nuestra clase en los últimos años. Sin embargo, no hay que olvidar que esas luchas, como la mayor parte de las que se producen en la actualidad, son de carácter espontáneo, aunque a la cabeza de ellas marcha siempre un sector cada vez más amplio de obreros avanzados que actúan como la vanguardia de la gran masa de explotados. Y no puede ser de otra manera, dada la falta del Partido.

Esto es lo que se ha puesto claramente de manifiesto en las últimas huelgas de Asturias, en la Seat, en la Michelín, en la huelga de la construcción de Madrid, en Castellón S.A., en Ferrol y más recientemente en Vigo, donde, particularmente, esta vanguardia apareció desde el principio mismo, fue la que dirigió las acciones.

La mayor parte de todas estas acciones habían partido de reivindicaciones económicas planteadas desde posiciones de fuerza: huelgas, asambleas, ocupaciones de los centros de trabajo, salidas masivas a la calle arrastrando a amplios sectores de la población.

Naturalmente que todo esto no entra en los planes del revisionismo; es el movimiento revolucionario que resurge de sus propias cenizas y ya hoy ha influido de manera determinante en los acontecimientos políticos, como se ha visto en el desbaratamiento de la maniobra aperturista del pacto para la libertad con que la oligarquía pretendía engañar y maniatar a nuestra clase y reprimir su justa lucha.

Todo esto plantea múltiples y complejos problemas que habrá que ir resolviendo. Pero todos ellos se podrían resumir en el siguiente problema fundamental: sin el Partido, sin la organización, junto a todos los marxista-leninistas, de esa vanguardia proletaria a la que hemos hecho referencia en un solo destacamento dirigente que coordine y dirija todo el torrente de la lucha de masas hacia la liquidación del fascismo, la libertad del pueblo será siempre una ilusión vana sembrada por la burguesía; las maniobras de ésta no cesarán y frente a ellas se manifestará siempre la impotencia de nuestro movimiento. El enemigo de clase y de todo el pueblo no se conformará con la derrota parcial que le hemos infligido y tratará por todos los medios a su alcance de recuperar el terreno perdido. El deber de todos los marxista-leninistas y revolucionarios proletarios consiste en proseguir la batalla contra el fascismo y el revisionismo; consolidar así nuestros puntos avanzados y llevar al conjunto hacia adelante. Sólo de este modo podremos infligir nuevas y más decisivas derrotas a los enemigos.

Pero para eso hay que plantearse la reconstrucción del Partido. Esta es la cuestión verdaderamente importante. Naturalmente esto no significa que haya que abandonar el trabajo entre las masas. Sin el trabajo entre las masas todo esfuerzo de reconstruir el partido sería inútil, no encontraría una base sólida sobre la que asentarse y conduciría, una y otra vez, al fracaso. De ahí que, a fin de cuentas, la cuestión se reduzca a ir fortaleciendo la organización de los revolucionarios y estableciendo las formas de organización y los procedimientos de lucha más adecuados para nuestro trabajo de masas, al objeto de impulsar un amplio, variado y único movimiento de lucha contra el régimen fascista.

Estrecha ligación entre la organización revolucionaria y las masas

Toda la experiencia del movimiento obrero y de las masas populares en España en los últimos años nos muestra que, bajo las condiciones del fascismo, es imposible la creación, desarrollo y mantenimiento de organizaciones de masas de tipo sindical, político o cultural más o menos legales y que permitan su incorporación a la lucha activa contra el Estado. En nuestro país, sólo es posible crear pequeños grupos, con un funcionamiento simple y clandestino, compuestos por los elementos más avanzados de las masas y que mantengan estrechas relaciones con la organización de los revolucionarios. El fascismo liquidó todas las organizaciones de masas como garantía para el mantenimiento en el poder de la oligarquía agraria financiera, y ésta no permite la existencia de esas organizaciones; las reprime brutalmente.

No señalar a la clase obrera este hecho y, en consecuencia, no marcarles un camino correcto, es exponer a las masas a la represión y contribuir a su desmoralización.

Las comisiones obreras, en sus inicios, eran la expresión incipiente y espontánea de este tipo de organización que hemos descrito. Su degeneración posterior, el intento del revisionismo de crear con ellas, primero, un sindicato de clase reconocido por el gran capital y, más tarde, ante la represión ejercida por éste contra ellas, los intentos de utilizarlas como plataformas para reformar el sindicato fascista de los patronos, han sufrido el mayor fracaso por el alejamiento de ellas de las grandes masas. En la actualidad, se puede decir que las CC.OO. son como puentes tendidos entre el sindicato fascista y las masas, puentes que se hunden cada vez más ante el empuje de la lucha de clases. Por eso todo intento de robustecer esas Comisiones, de acercarse a ellas con ese fin, contribuye al engaño y es una traición a la clase obrera.

Lo que decimos de CC.OO. es igualmente aplicable a otras organizaciones de masas creadas por los revisionistas. Existen otro tipo de organizaciones que no son controladas por el revisionismo y se orientan en una línea de lucha de clases. Pero por lo general todas estas organizaciones mantienen vínculos estrechos con una u otra organización política; son como correas de transmisión entre las masas y las organizaciones políticas.

Esta es la realidad de las organizaciones de masas, no sólo en nuestro país, sino en todo el mundo. Para nosotros no se trata de negar ni ocultar esta realidad, estos vínculos inevitables. Por el contrario, se trata de hacérselo comprender a las masas. De otro modo le haríamos el juego a la burguesía, que siempre trata de ocultar, tras la apariencia de la libertad, la dependencia real a sus monopolios de aquellas organizaciones, mientras pretende que los comunistas se pierdan en crear tinglados libres en detrimento de su trabajo efectivo entre las masas para su vinculación con las organizaciones revolucionarias. Para eso es preciso partir de un planteamiento de la cuestión claro ante las masas; no ocultar la verdad por desagradable que esto parezca. En ello reside una de nuestras principales tareas. Sólo así podremos ir a todas partes donde se encuentran las masas; a las fábricas, tajos, barrios, escuelas, universidades, y podremos esclarecerlas y organizarlas de modo que se identifiquen con nuestra lucha y establezcan los lazos más estrechos con nuestras organizaciones a través de sus elementos más avanzados. Esto significa que esos elementos avanzados constituirán los núcleos fundamentales de las organizaciones de masas, a las cuales habrá que confiar multitud de tareas sin que por ello tengan necesariamente que ser organizaciones partidistas ni sus miembros militantes del Partido. Lenin explica que si únicamente se consideran como miembros del Partido los miembros de organizaciones reconocidas como organizaciones del mismo, entonces personas que no puedan ingresar directamente en ninguna organización del partido, podrán sin embargo, trabajar en una organización que no sea del Partido, pero que esté en contacto con él (1).

Esta concepción leninista que establece con toda claridad la forma de vincular el Partido a las masas a través de sus elementos más avanzados (que no pertenecen a aquél) es particularmente importante tenerla en cuenta en las condiciones de nuestro país, pero sobre todo porque existe en nuestro movimiento una tendencia sindicalista muy extendida, que pretende contraponer la tarea de la creación de organizaciones de masas a la de reconstrucción del Partido. El resultado de ello es que se dejan en olvido las tareas propias de los revolucionarios (tendentes a fortalecerse, a la vez que esclarece y organiza políticamente a los obreros), mientras hacen un culto a la espontaneidad de las masas, ofuscan la conciencia de éstas con la papilla de la lucha económica y con todo ello hacen un buen servicio a la burguesía. Así no se construye ni se fortalece la organización de los revolucionarios; no se esclarece ni se organiza a los obreros ni se forjan sólidos lazos entre éstos y su organización de vanguardia.

Lenin, en la obra citada, deja muy claro la solución de este problema cuando afirma, combatiendo a los oportunistas de su época, que por el contrario, cuanto más fuertes sean nuestras organizaciones de partido, integradas por socialdemócratas efectivos, cuantas menos vacilaciones e inestabilidad haya dentro del Partido, tanto más amplia y polifacética, tanto más rica y fructuosa será la influencia del partido sobre los elementos de las masas obreras que lo rodean y que él dirige.

Desarrollar el trabajo en todos los terrenos de la lucha de clases

Las enseñanzas del leninismo nos muestran que al dirigirnos a las masas y vincularnos con los elementos más avanzados no es sólo con el fin de desarrollar la lucha económica, sino que debemos llevar a cabo una labor amplia y polifacética. De esto ya hemos hablado en otras ocasiones, pero nunca será suficiente lo que digamos respecto a esta cuestión. La influencia revisionista y economicista está tan extendida entre nosotros, que a veces cuesta mucho hacerlo comprender hasta a reconocidos marxista-leninistas. Nosotros, los comunistas, no podemos abandonar en ningún momento las tareas de la organización y la lucha económica. Pero, como decía Lenin, seremos unos seguidistas si consentimos que esta forma elemental de lucha [...] se identifique con la lucha socialdemócrata, multilateral y consciente (2).

Esto quiere decir que en cumplimiento de nuestro cometido revolucionario debemos conceder la importancia que corresponde a la lucha sindical, pero de lo que se trata es que en ningún momento nos podemos limitar a esa tarea, sino que debemos desarrollar nuestro trabajo en todos los terrenos de la lucha de clases: en el de la lucha económica, en el de la lucha política, en el de la lucha ideológica y cultural, en la recogida de información y la creación de organizaciones de protección, en la labor de proselitismo y la recogida de ayuda económica para la Organización, etc.

El fortalecimiento de nuestra Organización

Nuestra Organización se halla empeñada en estos momentos en una campaña de fortalecimiento interno y mayor ligazón con las masas. En este sentido, para llevar a buen término esta campaña impulsada por el Comité de Dirección ligándola al desarrollo de esa labor múltiple, es conveniente señalar que, en el terreno de la organización, no es suficiente con establecer una línea de demarcación entre la Organización y las masas. Dentro de nuestra Organización también existe una determinada diferencia entre los militantes, diferencia que viene impuesta por la división y especialización del trabajo.

Esto quiere decir que la Organización no sólo está compuesta por revolucionarios dedicados por entero a la labor revolucionaria. Esto nos desligaría de las masas y no permitiría militar en nuestras filas a multitud de buenos luchadores, los cuales, si llegara el caso, lo darían todo por la causa. Pero no se trata de eso. Nosotros hemos cometido algunos errores en nuestra labor interna al exigir a algunos camaradas más de lo que estaban en condiciones de dar en esos momentos. Pero hemos ido corrigiendo a tiempo esas faltas. Debemos guiarnos por el principio de que necesitamos las organizaciones más variadas, de todos los tipos, categorías y matices, comenzando por organizaciones extremadamente reducidas (que concentren en sus manos las tareas más clandestinas) y concluyendo por organizaciones muy amplias, libres (3).

De entre estas organizaciones amplias de camaradas, habría que destacar los círculos de fábricas (que no deben confundirse con los actuales círculos obreros, pero que indudablemente surgirán de éstos). Lenin decía que los círculos de fábrica tienen especial importancia para nosotros, por cuanto toda la fuerza principal del movimiento reside en el grado en que están organizados los obreros de las grandes fábricas, pues las grandes fábricas contienen la parte de la clase obrera predominante no sólo por el número, sino aún más por su influencia, su desarrollo y capacidad de lucha. Cada fábrica debe ser una fortaleza nuestra (4).

Para hacer esto posible es preciso que nuestra Organización y sus órganos dirigentes estén compuestos, en su mayoría, por los elementos avanzados de esas grandes fábricas, por los auténticos jefes políticos del proletariado. No hacerlo así, adoptar una solución de otro tipo para salir del paso, sería lo mismo que socavar nuestros propios cimientos al comienzo mismo de nuestra obra. Por eso, y a pesar de las múltiples dificultades que presenta llevar a cabo esta labor, debemos buscar la solución más adecuada a cada caso, de modo que los camaradas obreros de las grandes fábricas participen en las tareas de dirección de nuestro movimiento.

Sólo así conseguiremos dar amplio impulso al movimiento revolucionario y crear una vigorosa organización de vanguardia proletaria que llevará a la clase obrera de victoria en victoria hasta el triunfo final.

Notas:

(1) V.I. Lenin: Un paso adelante, dos pasos atrás.
(2) Ibidem.
(3) V.I. Lenin: ¿Qué hacer?.
(4) V.I. Lenin: Carta a un camarada sobre nuestras tareas de organización.

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