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Se trata de conseguir que Batasuna, por si misma o mediante algún alias, esté en las elecciones del próximo año. Como el Estado –las instituciones políticas y judiciales, los principales partidos y la inmensa mayoría de la sociedad española- no está dispuesto a que el brazo político de una organización terrorista, es decir, un instrumento de la misma, esté presente en las mismas, como el Tribunal de Estrasburgo ha avalado los procedimientos y los objetivos, como la banda se ve cada día más de debilitada por la persecución policial y judicial, se está montando el más aberrante de los espectáculos como último recurso.

ETA dice que podría anuncia un alto el fuego permanente y “algo más” si se aceptan sus reivindicaciones (la legalización de Batasuna incluida) y la negociación política. Es lo mismo de siempre vestido ahora, para ingenuos, como “la gran diciendo que pide a ETA un alto el fuego permanente y algo más, como si esto no se hubiese leído en cientos de comunicados de la banda (incluida la entrevista publicada ayer por Gara) al mismo tiempo que reclama que la democracia se rinda aceptando las reivindicaciones que están en el mismo documento. De condenar la violencia, nada. De caminar al margen de ETA, tampoco nada.

Patxi Zabaleta declaró la semana pasada que, en su opinión, Batasuna quería ir en este proceso de la mano de ETA y que no sabía a ciencia cierta si tenía un plan B. Carlos Garaikoetxea, ayer mismo, que le llegan mensajes de la Izquierda Abertzale sobre una tregua “irreversible”, pero reconoce “la incógnita en ETA”. Sin embargo, con la disculpa de que quieren ayudar a Batasuna en su hipotético camino, firman conjuntamente un documento con más exigencias a las instituciones democráticas que a la banda, a la que dicen lo mismo que Batasuna, es decir, sin ser oportunidad”.

Batasuna pide ser legalizada capaces de firmar con sus nuevos o antiguos amigos un documento que condene el terrorismo y se separe definitivamente de ETA. Que quieren la legalización de Batasuna es tan evidente como que pretenden acumular fuerzas nacionalistas –también contra el PNV- y que, en ese empeño, han terminado por darse cuenta de que sus propósitos pueden lograrse sin ETA pero no con la derrota de ETA y de lo que, a lo largo de tantos años, ha hecho y significa social y políticamente.

No es que sea “insuficiente”. Resulta, sencillamente, patético.