EstrellaDigital.es el primer diario digital en español

¿Se puede prometer diálogo a la vez que repites que no te bajarás del burro? José Luis Rodríguez Zapatero y los políticos en general, sí pueden. El presidente del Gobierno acaba de aprovechar un acto en Aragón para admitir que la huelga es un derecho, “¡faltaría más!”, pero que la oferta de negociar sigue vigente. Sólo para hablar del sistema de pensiones porque la reforma laboral y el resto de recortes económicos y sociales “no tienen marcha atrás”. El PP, asiste encantado al espectáculo.

Felipe González es el único presidente del Gobierno que ha ganado unas elecciones por mayoría absoluta meses después de que le montaran la mayor huelga general que ha visto España. Aún así, el poderío que exhibieron los sindicatos hizo que una semana después se sentara a negociar con ellos. Siempre ha reconocido que aquello fue un golpe muy duro. La protesta por la reforma laboral y los presupuestos generales que organizaron UGT y CCOO convenció el 14 de diciembre de 1988 a ocho millones de personas. Como para no sentarse a negociar de nuevo una semana después. El diálogo duró dos meses. Y Nicolás Redondo acabó dejando su escaño socialista.

Redondo y Antonio Gutiérrez lideraron un plante general para pedir un plan concreto que luchara contra un contrato precario para jóvenes, una revisión de las pensiones y un aumento de la cobertura por desempleo. Ahora se trata de las facilidades para el despido, la congelación de las pensiones y de que se dejan los convenios colectivos más al gusto de los empresarios. El lema de entonces fue “Para que no siempre paguemos los mismos”. El de este miércoles es tipo telegrama: “Así, no. Huelga general. ¡Yo voy!”.

Ni irán ocho millones de personas ni Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez saldrán tan fortalecidos en un momento en que se discute mucho el papel de los sindicatos. Tampoco el Gobierno tiene en el aire los Presupuestos porque el PNV ya ha dicho que sí. Cuando vuelvan a hablar, el único punto del orden del día será la reforma del sistema de pensiones. Los jóvenes que aún no tienen trabajo podrán entonces desesperarse cuando calculen la eternidad que tendrán que trabajar para llegar a jubilados. El problema es que también tienen que hacer un acto de fe para creer que su puesto de trabajo lo va a crear el Gobierno gracias a la reforma laboral que acaba de decretar.