La III Internacional

Sumario:

La Revolución de Octubre tiende la mano
Lenin funda una nueva internacional obrera
La organización del partido comunista mundial
El período de estabilización
Por un gobierno obrero y campesino
La campaña de bolchevización
Comienza el tercer periodo
El último Congreso
Los motivos de la disolución
Dimitrov sobre la disolución de la Komintern

La Revolución de Octubre tiende la mano

El proletariado no tiene patria y, de ahí, que el internacionalismo sea consustancial a la ideología del proletariado, cuyo lema desde el Manifiesto Comunista de 1848 es: ¡Proletarios de todos los países uníos! Por eso cuando en 1912 comenzaron a sonar los tambores de la guerra, la socialdemocracia de todo el mundo convocó con urgencia un congreso en noviembre en Basilea (Suiza) presidido por August Bebel para sellar la alianza inquebrantable de los obreros de 23 países diferentes, europeos en su mayor parte.

En agosto de 1914 siguiente las cosas se presentaron de una manera muy distinta. La socialdemocracia se aprestaba a traicionar a la clase obrera y a traicionarse a sí misma, poniéndose al servicio de la burguesía de sus propios países de la manera más ignominiosa imaginable: llamando a los obreros a matarse entre sí poniendo al servicio de sus respectivos países o, lo que es lo mismo, poniéndose al servicio del imperialismo. En el entierro del Bebel quedaron sepultadas muchas cosas. La II Internacional pasó a la historia; la socialdemocracia había convertido en nacional lo que por esencia es internacional, en burgués lo que es proletario.

Ante la traición, la posición de Lenin y los bolcheviques fue de ruptura total y sin contemplaciones y, en consecuencia, de creación de una nueva internacional, que en las condiciones de una guerra mundial era una apremiante necesidad. Era urgente un nuevo Estado Mayor común de combate debido a la ola revolucionaria que se crecía con rapidez.

En setiembre de 1915 se reunió la Conferencia de Zimmerwald en la que Lenin, sin éxito, propuso la constitución inmediata de una nueva Internacional. Tampoco lo logró en la Conferencia de Kienthal, celebrada en abril de 1916. A ellas había acudido un conglomerado de militantes, indudablemente internacionalistas, pero llenos de confusión y de ideas vagamente pacifistas. Ninguno entendió la consigna de Lenin (ni siquiera algunos bolcheviques) de oponer la guerra civil revolucionaria a la guerra imperialista. Como suceder en estos casos, el esclarecimiento no provino de las palabras sino de la pesada tozudez de los hechos, de la Revolución de Octubre.

En octubre de 1917, las masas de obreros, soldados y campesinos, dirigidos por el Partido bolchevique, toman el poder en Rusia, instaurando la República Socialista Soviética. La Revolución de Octubre confirmó la teoría marxista de la lucha de clases, de la inevitabilidad de la derrota del capitalismo por medio de la insurrección de las masas obreras y campesinas dirigidas por el partido proletario, y de la instauración de la dictadura del proletariado. El nuevo Estado soviético se convertía así en un modelo a seguir para el proletariado internacional y los pueblos sojuzgados por el imperialismo.

La revolución bolchevique victoriosa desempeñó un papel de catalizador de las revueltas del proletariado en toda Europa. No fue un acontecimiento aislado sino la primera de una serie de revoluciones que estremecieron Europa y suscitó, además, en las colonias una oleada de luchas de liberación nacional. Al finalizar la I Guerra Mundial, el movimiento revolucionario se hace más extenso y mejor organizado, especialmente en los países que habían participado en la contienda. A lo largo de 1918, tienen lugar insurrecciones de obreros y soldados en Alemania, que culminaron en 1919 con la implantación de la República Soviética de Baviera. Otro tanto ocurre en Finlandia, Hungría y Países Bálticos.

El primer día de su liberación, el proletariado ruso se pronunció por el reconocimiento a todos los pueblos del derecho a la autodeterminación. En el Decreto sobre la Paz redactado por Lenin planteó ya el problema de la supresión de las colonias y la liberación de los pueblos. Anuló la totalidad de los leoninos tratados impuestos a los pueblos de oriente por el gobierno zarista y estableció con todos ellos relaciones equitativas. La Unión Soviética tendía la mano a los pueblos coloniales. No sólo era la patria de los proletarios, sino también de todos los pueblos oprimidos del mundo.

El 3 de diciembre de 1917, el Gobierno soviético publicó el Llamamiento a todos los trabajadores musulmanes de Rusia y el Este, que decía:

Musulmanes de Oriente, persas y turcos, árabes e hindúes, todos con cuyas cabezas y bienes, con cuya libertad y patria venían regateando centenares de años los piratas rapaces de Europa, todos cuyos países quieren repartirse los saqueadores que comenzaron la guerra: No os amenaza la esclavización por parte de Rusia ni de su gobierno revolucionario, sino por parte de los tiburones del imperialismo europeo, quienes convirtieron a vuestra patria en su propia colonia saqueada. ¡Derrocad, pues, a estos piratas y opresores de vuestros países! ¡No les dejéis seguir saqueando vuestros hogares natales! ¡Debéis ser dueños de vuestro país! ¡Debéis organizar vuestra vida como queráis! Tenéis este derecho, pues vuestro destino está en vuestras propias manos.

Este Llamamiento produjo inmensa impresión en todo oriente. Provocó miedo entre los colonialistas. En el Archivo Nacional de India se guardan dos telegramas enviados por el ministro británico Montague al virrey de India, Chelmsford. En uno de ellos, fechado el 6 de diciembre de 1917, se señala que había sido interceptada una proclama de los bolcheviques dirigida a todos los trabajadores de Rusia y Oriente y que se debía ocultar el mayor tiempo posible. Al haberse convencido ya una semana más tarde de que las autoridades coloniales británicas de India no podrían cumplir esta directriz, Montague prescribe al virrey, en su segundo telegrama, del 13 de diciembre, que organizase una campaña de desinformación en torno al Llamamiento del Gobierno soviético a todos los trabajadores musulmanes.

E1 25 de julio de 1919 fue publicado el Llamamiento del Gobierno soviético al pueblo chino y los gobiernos de China Meridional y Septentrional, que decía:

Si el pueblo chino quiere liberarse, como el pueblo ruso, y eludir el destino que le han preparado los aliados en Versalles a fin de convertirlo en una segunda Corea o una segunda India, que comprenda que su único aliado y hermano en la lucha por la libertad son el obrero y el campesino rusos y su Ejército Rojo.

Este documento, cuyo contenido conocieron millones de asiáticos, contribuyó a la difusión de ánimos antimperialistas en los países de Extremo Oriente y ayudó a forjar su unidad en la lucha de liberación nacional.

En Egipto, durante la insurrección de 1919, ya se conocía bien no sólo de la existencia de la Rusia soviética, sino también de su política de apoyo a los pueblos sojuzgados de oriente. El cronista de esta insurrección Sh.A. ash-Shafi escribió:

Los manifiestos del joven Estado eran absolutamente nuevos para la humanidad [...] Por vez primera en la historia apareció una gran potencia que no quería colonizar a nadie, invadir a ningún país ni explotar a nadie, un Estado que se puso del lado de todas las fuerzas liberadoras del mundo. Este Estado nuevo propuso a S'ad Zaghlul ayuda con armas, pero éste se asustó contestando con una negativa.

En la primavera de 1920 se fundó en Kabul la Asociación Revolucionaria India con la finalidad de preparar la lucha por la liberación. Esta organización envió un caluroso mensaje de saludo a Lenin. El 20 de mayo de 1920 Pravda publicó, junto con este mensaje, la respuesta de Lenin, transmitido aquel mismo día por radio:

Las masas trabajadoras de Rusia siguen con sostenida atención el despertar de los obreros y campesinos indios [...] Saludamos la estrecha unión de los elementos musulmanes y no musulmanes. Deseamos sinceramente que esta unión se extienda a todos los trabajadores de Oriente [...] ¡Viva Asia libre!

Es difícil sobrestimar la importancia teórica y política de este documento, en el cual Lenin pedía la supresión de las discordias indo-musulmanes y planteaba la solidaridad antimperialista y la unidad de los pueblos asiáticos.

La amplitud de la ofensiva revolucionaria provocó un temor serio de pérdida del poder por la burguesía mundial. El imperialismo no podía permanecer inactivo. Beligerantes entre 1914 y 1918, muy pronto van a cerrar filas, uniéndose contra el joven poder soviético que servía de emblema a los proletarios y pueblos oprimidos. Los burgueses de todo el mundo también formaron su propia internacional disponiéndose a hacer frente al torrente revolucionario. Centraron sus esfuerzos en acabar con la Rusia soviética, cercándola, ayudando a los ejércitos contrarrevolucionarios e interviniendo militarmente.

El Tratado de Versalles había legalizado el reparto del mundo entre las potencias vencedoras en la guerra imperialista, cercaba a la Rusia Soviética y alentaba el militarismo alemán y a las Repúblicas Balcánicas contra ella. En este período, las preocupaciones prioritarias de la burguesía son la destrucción del poder de los soviets y la represión de los movimientos revolucionarios en toda Europa:

Al tiempo que el proletariado estaba a la ofensiva, la escisión del movimiento obrero se reveló como el principal obstáculo para la revolución mundial. Los oportunistas de la II Internacional se convirtieron en uno de los pilares más importantes del imperialismo; redoblaron sus ataques contra la Revolución de Octubre, a la que contrapusieron las excelencias de la democracia burguesa, materializadas en el asesinato, entre otros, de los internacionalistas Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Atemorizados por la amplitud que el movimiento revolucionario tomaba en occidente, se apresuraron a recomponer en 1919 su podrida Internacional, muy pronto escindida en dos ramas. Ninguna de ellas llegó a ser lo que la socialdemocracia había sido antes de la guerra; el testigo pasó de los alemanes a los ingleses y escandinavos.

Los jóvenes partidos comunistas de occidente, fundados por los dirigentes de izquierda salidos de los partidos y sindicatos socialdemócratas, eran sumamente débiles en el aspecto ideológico y organizativo. Sus dirigentes cometían a menudo graves errores, principalmente de carácter sectario, que los enemigos de la revolución aprovechaban en su contra. No se podía lograr la victoria de las revoluciones socialistas sin partidos auténticamente revolucionarios, con un fundamento marxista-leninista.

Una de las diferencias entre la nueva Internacional y las dos anteriores es que cuando se funda la Internacional ya existía un Estado proletario y la burguesía imperialista siempre ha confundido a la Internacional Comunista con la Unión Soviética o con el Partido bolchevique. Los comunistas no padecemos ese espejismo. Para nosotros el Estado soviético ni siquiera es un país tal y como lo concibe la burguesía. Para nosotros la Unión Soviética fue la patria del proletariado, de todo el proletariado del mundo. Allí los obreros y revolucionarios no eran extranjeros y los burgueses sí. La clase obrera es internacionalista y, como consecuencia de ello, la Internacional y el poder soviético se concibieron siempre como una plataforma para extender la revolución por todo el mundo, algo que inicialmente pareció factible con carácter inmediato. Como consecuencia de ello, la Internacional no formaba parte ni era instrumento de la Unión Soviética ni del Partido bolchevique sino justamente al revés: el Partido bolchevique, como todos los demás partidos comunistas, estaba sometido a la Internacional.

Ahora bien, la toma del poder en Rusia había sido una conquista extraordinaria del proletariado de aquel país cuya defensa interesaba al proletariado del mundo entero, no sólo por un principio internacionalista, de apoyo a algo ajeno, sino como cosa propia. El poder soviético era de todos y estaba al servicio de todos los proletarios del mundo. Su defensa concernía al proletariado mundial y, por tanto, a la Internacional. Pero la Internacional que se iba a crear no tenía como objetivo ayudar a la Unión Soviética como país exclusiva ni principalmente; tampoco fue en ningún momento un instrumento de la política exterior soviética. En ella primaron siempre los factores internacionales por encima de los nacionales y, en consecuencia, la subordinación de los intereses del movimiento en cada país a los intereses comunes de la revolución a escala internacional (Carta de invitación al I Congreso de la Internacional Comunista). Todos los congresos de la Internacional Comunista confirman este principio: Esta disciplina comunista internacional debe traducirse en la subordinación de los intereses parciales y locales del movimiento a sus intereses generales y permanentes, y en la estricta aplicación de todas las decisiones de los órganos dirigentes de la Internacional Comunista por todos los comunistas (Programa aprobado por el VI Congreso el 1 de septiembre de 1928). La Internacional Comunista y los proletarios de todo el mundo apoyaron con todas sus energías a la Unión Soviética porque aquel país no era un Estado cualquiera sino la patria de la clase obrera. Incluso en algunos momentos el apoyo al Estado soviético se convirtió en la tarea central de los partidos comunistas de todo el mundo. Pero eso respondía a la propia estrategia del imperialismo que había centrado también sus energías en derribarlo. Por el lado revolucionario, eso tuvo poco que ver con la diplomacia o la política exterior: apoyando a la Unión Soviética los obreros de todo el mundo se apoyaban a sí mismos. En cualquier caso, si se pudiera contabilizar un balance cuantitativo, la Unión Soviética, como corresponde a un país que ha realizado la revolución, entregó muchísimo más de lo que obtuvo.

Indiscutiblemente, a escala internacional, después de 1917 la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado se articuló estrechamente con la contradicción entre el primer país socialista y las potencias imperialistas, con dos efectos inmediatos:

— la unidad de los beligerantes imperialistas para atacar al país de los soviets
— un ascenso de las luchas del proletariado por la toma del poder y para apoyar al nuevo poder obrero y campesino en lucha contra la contrarrevolución interior y exterior.

Sobra decir que la Internacional tampoco fue el instrumento de ningún dirigente soviético, ni Lenin, ni de Stalin. Al respecto el comunista francés Gaston Monmusseau narró en L'Humanité el 20 de marzo de 1956 una entrevista suya con Lenin en 1922 en la que después de decirle éste que no se quería incorporar al Partido Comunista francés porque algunos de sus dirigentes eran unos arribistas sin escrúpulos, Lenin le responde:

Usted sabe, Monmusseau, que nosotros desde aquí no podemos cambiar las cosas en los partidos del extranjero. Ahí realmente nosotros no podemos hacer nada. No podemos intervenir. Si los obreros revolucionarios como Usted entraran en el Partido Comunista, lo cambiarían. Se convertiría en un partido proletario, ya no sería dirigido por políticos. Sólo Usted puede lograrlo.

Las responsabilidades de los éxitos y los fracasos de los comunistas en cada país les corresponden a ellos sólos. Desde la Internacional Comunista sólo se podían lanzar directivas muy generales. Otra cosa distinta es el papel desempeñado por los delegados de la misma en cada país. Pero eso tiene que ver muy poco con la dirección de la Internacional, y nada con el Kremlin, aunque ambas tuvieran su sede en Moscú.

Lenin funda una nueva internacional obrera

Cuando en enero de 1919 los espartaquistas alemanes se constituyeron en el Partido Comunista de Alemania, renació el proyecto frustrado que Lenin llevaba persiguiendo desde 1914. El 24 de enero se reunieron en su despacho comunistas polacos, húngaros, autriacos, letones y finlandeses. Había también un representante balcánico de los socialdemócratas revolucionarios y otro de la Unión Americana de Trabajadores. Representaban a los grupos y organizaciones internacionalistas que se habían reunido en Zimmerwald y Kienthal. Redactaron un llamamiento dirigido a 38 organizaciones para celebrar un Congreso en Moscú.

Con la oposición del delegado alemán, el 2 de marzo de 1919 comienza en el Kremlin la primera sesión del I Congreso de la Internacional Comunista presidida por Lenin. Eran 52 delegados en total. Algunos provenían del antiguo imperio zarista: rusos, polacos, ucranianos, lituanos, letones, estonios, bielorrusos, armenios, colonos del Volga; otros provenían de Europa occidental: alemanes, austriacos, húngaros, finlandeses, suecos, noruegos, suizos y balcánicos; además había un chino y un coreano. Algunos delegados no pudieron llegar a causa del bloqueo imperialista.

La revolución mundial parecía entonces inminente. Es una fase de estallidos revolucionarios sin precedentes en la historia del movimiento obrero. El 24 de marzo los comunistas se hacen con el poder en Hungría. La Internacional Comunista se crea, pues, con la perspectiva de una revolución socialista europea inmediata. En el discurso de apertura del I Congreso, dijo Lenin:

La burguesía está enloquecida de terror ante el creciente movimiento revolucionario proletario. Se comprende, porque toda la marcha de los acontecimientos desde el final de la guerra imperialista refuerza inevitablemente el movimiento revolucionario del proletariado, y la revolución internacional mundial comienza y crece en todos los países.

La principal preocupación de Lenin en el Congreso fue la de deslindar los campos con los oportunistas, especialmente con los centristas de Kautski que propugnaban combinar el parlamento burgués con el poder soviético, o lo que es lo mismo, unir la dictadura de la burguesía con la dictadura del proletariado. Según Lenin: La historia enseña que ninguna clase oprimida llegó ni puede llegar a dominar sin un período de dictadura, es decir, sin conquistar el poder político y aplastar por la fuerza la resistencia más desesperada y más rabiosa que, sin detenerse ante ningún crimen, siempre han opuesto los explotadores. La burguesía conquistó el poder aplastando por la violencia a los reyes, los señores feudales y sus tentativas de restauración. Así pues, la dictadura del proletariado no sólo es plenamente legítima [...] sino que es absolutamente necesaria. La forma de la dictadura del proletariado lograda ya en la práctica es el poder soviético en Rusia. Había, pues, que defender y propagar el sistema de los Soviets. Esta sería la tarea principal de los partidos comunistas en todos los países donde aún no existía el poder soviético.

La Internacional Comunista tenía en cuenta al mismo tiempo que a pesar de la identidad de las líneas fundamentales de sus políticas imperialistas, una serie de contradicciones profundas se manifiestan entre las grandes potencias que dominan el mundo. Estas contradicciones se concentran sobre todo en torno al programa de paz del capital financiero americano (el llamado programa Wilson) (Tesis sobre la situación internacional y la política de la Entente). Al no disponer ni de colonias ni de la soberanía marítima, el imperialismo estadounidense en ascenso está en contradicción con los intereses de todas las demás potencias imperialistas. Pero el análisis del Congreso sigue destacando que, incluso más allá de esta contradicción, existe otra en desarrollo:

Al tiempo que están en contradicción con los intereses de América, las grandes potencias tienen intereses opuestos entre sí. Inglaterra teme el fortalecimiento de Francia en el continente, tiene en Asia Menor y en África intereses que se oponen a los de Francia. Los intereses de Italia en los Balcanes y en el Tirol son contrarios a los intereses de Francia. Japón disputa a la Australia inglesa las islas situadas en el Océano Pacífico.

Con respecto a la contradicción entre el socialismo y el capitalismo, la Internacional Comunista observa:

Por lo que se refiere a la cuestión rusa, la combinación angloamericana tiene disposiciones pacíficas, quiere tener las manos libres con el fin de poder realizar la división del mundo, poner obstáculos a la revolución europea y a continuación también a la revolución rusa.

El Congreso pone también de manifiesto que, a causa del período pacífico de desarrollo que señaló el final del siglo XIX y el principio del XX, el oportunismo realizó la unidad entre burguesía y proletariado que la guerra imperialista y la Revolución de Octubre han roto:

Los oportunistas, que antes de la guerra invitaban a los obreros a moderar sus pretensiones con el pretexto de pasar lentamente al socialismo, que durante la guerra lo obligaron a renunciar a la lucha de clases en nombre de la unión sagrada y la defensa nacional, exigen del proletariado un nuevo sacrificio, esta vez con el fin de superar las espantosas consecuencias de la guerra. Si tales prédicas influyesen sobre las masas trabajadoras, el desarrollo del capital continuaría sacrificando a numerosas generaciones, mediante nuevas formas, aún más concentradas y monstruosas, con la perspectiva inevitable de una nueva Guerra Mundial. Felizmente para la humanidad, eso ya no es posible (Manifiesto del I Congreso de la Internacional Comunista a los proletarios del mundo entero).

Finalmente, una última contradicción es la que existe entre el imperialismo y los pueblos oprimidos:

La última guerra, que fue en gran parte una guerra de conquistas coloniales, fue una guerra al mismo tiempo hecha con la ayuda de las colonias [...] el espectáculo de la falta de honradez del Estado capitalista en las colonias jamás había sido tan edificante: nunca el problema de la esclavitud colonial se había planteado con tanta agudeza. Eso originó una serie de rebeliones o movimientos revolucionarios en todas las colonias.

Ese fue el sistema de contradicciones definido por el I Congreso de la Internacional Comunista. La situación confluía en una previsible revolución mundial cuyos factores objetivos maduran en cada una de las grandes potencias imperialistas y en las mismas colonias.

No obstante, la traición de la II Internacional había privado al proletariado de la organización imprescindible para dirigir la revolución: el partido comunista. La Internacional viene a colmar esta laguna organizativa. Se estructura como un partido comunista mundial cuyo objetivo es dirigir la revolución en curso. Por tanto, asume una forma organizativa centralizada muy diferente de las dos anteriores Internacionales.

Dentro de la Internacional el DKP, el Partido Comunista alemán, y la propia Alemania desempeñaron un papel central porque en ningún sitio la revolución parecía más madura que allí. Pero el DKP estaba lejos de ser un partido bolchevique nuevo tipo. Arrastraba numerosas lacras del pasado, especialmente la proliferación de tendencia internas y, por tanto, la falta de una dirección compenetrada. En esta primera etapa la influencia de Rosa Luxemburgo, que no tenía una noción clara del papel dirigente del partido comunista, jugó un papel negativo. A través de Paul Levi, uno de sus primeros dirigentes, aceptaron a regañadientes la creación de la Internacional y sus 21 condiciones de ingreso; eran favorables a un partido de masas. Radek dijo en una ocasión que Levi era el Serrati alemán. Levi, el italiano Serrati y los franceses Rosmer y Monat, entre otros, tenían una concepción próxima al sindicalismo y al anarcosindicalismo. Era una concepción entonces muy en boga que tardó en erradicarse del movimiento comunista internacional.

Por lo demás, se puede decir que casi desde el principio, los bolcheviques, y Lenin ente ellos, se aperciben de que el proceso revolucionario en Alemania se va presentar manera distinta que en Rusia, pero también pasan a pensar que Alemania iba ser el modelo futuro de las demás revoluciones.

La organización del partido comunista mundial

Tras el I Congreso, la afluencia a la Internacional Comunista de grupos y organizaciones de todo tipo fue enorme. La bandera del comunismo atraía a cuantos estaban desengañados por la traición de la II Internacional. Pero no todos estos grupos eran comunistas ni revolucionarios. Existía el peligro de integrar en su seno a oportunistas de derecha e izquierda. Era necesario aclarar los principios comunistas para cortar el camino a los grupos vacilantes, entre ellos, los llamados centristas, con Kautsky a la cabeza, que trataban de conciliar las nuevas concepciones del movimiento comunista con las podridas ideas de los socialtraidores:

La Internacional Comunista está amenazada por la invasión de grupos indecisos y vacilantes que todavía no pudieron romper con la ideología de la II Internacional. Además algunos Partidos importantes [...] la mayoría de los cuales se sitúa en la ideología comunista, conservan aún en su seno numerosos elementos reformistas y social-pacifistas que sólo esperan la ocasión para levantar cabeza y sabotear activamente la revolución proletaria, ayudando así a la burguesía y a la II Internacional (Condiciones de admisión de los partidos en la Internacional Comunista).

La inconsecuente aceptación de los principios comunistas podía acarrear consecuencias desastrosas, como había ocurrido con la República Soviética de Hungría. En este país, socialdemócratas y comunistas se habían unido en un partido, que tras tomar el poder, proclamó la dictadura del proletariado. Pero al no ser depurado de los elementos reformistas, se cometieron una serie de errores que facilitaron la victoria a la contrarrevolución.

De ahí que el eje central del II Congreso, celebrado en julio de 1920, fuese la aprobación de los Estatutos y los 21 puntos a cumplir por las organizaciones que solicitasen su ingreso en ella: acatar los acuerdos de la Internacional, romper con el oportunismo, depurar a los elementos reformistas o centristas, crear un aparato clandestino del partido y subordinar al Comité Central la actividad legal -la prensa, las elecciones-, realizar propaganda en el ejército y el campo, luchar por la liberación de las colonias y contra el militarismo, etc.

La Internacional Comunista asumió un carácter centralizado. Según el artículo 3 de los Estatutos, se constituye como un partido mundial: Todos los partidos y organizaciones afiliados a la Internacional Comunista llevan el nombre de Partido Comunista de tal o tal país (sección de la Internacional Comunista). Según el artículo 4, a su cabeza se encuentra el Congreso mundial: El Congreso mundial sanciona los programas de los distintos Partidos que se adhieren a la Internacional Comunista. Examina y soluciona las cuestiones esenciales de programa y táctica relativas a la actividad de la Internacional Comunista. Entre dos congresos, el artículo 9 prevé la elección de un Comité Ejecutivo como centro dirigente: En el intervalo que separa las sesiones de los Congresos, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista dirige todos los trabajos de la Internacional Comunista, publica, en cuatro lenguas al menos, un órgano central (la revista: la Internacional Comunista), publica los manifiestos que juzga indispensable en nombre de la Internacional Comunista y da a todos los Partidos y organizaciones afiliados instrucciones que tienen fuerza de ley. El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista tiene el derecho a exigir a los Partidos afiliados que se excluya a tales grupos o tales individuos que hayan infringido la disciplina proletaria; puede exigir la exclusión de los Partidos que hayan violado las decisiones del Congreso mundial. Estos Partidos tienen el derecho a recurrir al Congreso mundial. En caso de necesidad el Comité Ejecutivo organiza, en distintos países, burós auxiliares técnicos y otros que se le supeditan enteramente.

Además, los vínculos entre las secciones se hacen sobre la base del centralismo democrático, con prohibición de vínculos directos entre secciones por las razones que expone el artículo 13: La norma es que todas las relaciones políticas que presentan una determinada importancia entre los distintos Partidos afiliados a la Internacional Comunista tengan como intermediario al Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista. En caso de necesidad urgente, estas relaciones pueden ser directas a condición de que el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista sea informado.

Se trataba efectivamente de constituir un partido comunista mundial, firme, centralizado y disciplinado, como lo exigía la revolución mundial y las gigantescas batallas de clases en curso en ese momento. Esa organización mundial de los comunistas se hace absolutamente necesaria dado que la revolución mundial está a la orden del día y las contradicciones mundiales convergen hacia la lucha por el poder en la mayoría de los países imperialistas y en una parte no desdeñable de las colonias.

Este Congreso se celebró en un contexto en el que la ofensiva revolucionaria era dominante. En todo el mundo el régimen burgués estaba pasando por una grave crisis revolucionaria. El movimiento obrero había alcanzado cotas hasta entonces desconocidas y, además, sus mejores representantes habían comprendido los principios fundamentales de la Internacional Comunista: la dictadura del proletariado y el Poder Soviético, y estaban de su lado. En muchos frentes el proletariado aparece victorioso: por todas partes el Ejército Rojo derrota a los blancos y la intervención extranjera alcanzando las puertas de Varsovia, se levantan insurrecciones proletarias en Alemania, Italia, España y los Balcanes, aparecen soviets en varios países imperialistas (Alemania, Italia y Gran Bretaña).

Las posibilidades de victoria rápida de la revolución son tan grandes que este Congreso, lo mismo que el anterior, se consagra enteramente a las tareas que se derivan de la lucha por el poder y, a la vez, a las formas que tomará el socialismo. El derrocamiento de la burguesía internacional creará una República internacional de los Soviets como primera etapa hacia la supresión completa de la dictadura de la burguesía. Por eso el preámbulo de los Estatutos dice: La Internacional Comunista considera la dictadura del proletariado como el único medio disponible para arrancar a la humanidad de los horrores del capitalismo y considera el poder de los Soviets como la forma de dictadura del proletariado que impone la historia.

A partir de ahí se derivan dos líneas de actuación: el apoyo incondicional y práctico a la Rusia soviética y a todos los revolucionarios del mundo: La Internacional Comunista apoya, íntegramente y sin reservas, las conquistas de la gran revolución proletaria en Rusia, de la primera revolución socialista en la historia que ha logrado la victoria, e invita a los proletarios del mundo a seguir el mismo camino. La Internacional Comunista se compromete a apoyar con todos los medios a su alcance a toda República socialista que se cree en cualquier lugar. El apoyo a los países socialistas es una de las tareas del proletariado de cada país, en la medida en que sus intereses no pueden ser otros sino los de la revolución mundial. Todo refuerzo de estos países socialistas es una victoria de la revolución mundial, y toda proyección de ésta es una victoria de los países socialistas.

Dentro de aquel contexto de euforia generalizada aparecieron los primeros avatares que anunciaban cambios en la perspectiva de la revolución y evoluciones futuras en el análisis: la revolución húngara fue derrotada, la República obrera de Baviera se desintegró y la revolución alemana no prosperaba. No obstante, estas evoluciones desfavorables no cambiaron la línea general y el análisis hasta el Congreso siguiente.

Por otro lado, aunque crecía con inusitada rapidez, el movimiento comunista internacional puso de manifiesto algunos errores o debilidades, entre los que destacaban la tendencia izquierdista que se estaba dando en muchos partidos comunistas como reacción a la política colaboracionista de la socialdemocracia. Además, ésta no sólo no se desmoronó completamente sino que levantó la cabeza tras la guerra, se reorganizó con la ayuda de la burguesía y logró mantener su influencia en amplios sectores de la clase obrera.

Todo esto hacía que, a pesar de que las condiciones objetivas para la revolución estuvieran dadas y la situación económica y política seguía saturada de material inflamable, el proletariado no estuviera preparado aún para el ejercicio de la dictadura del proletariado. Por ello, la tarea principal de los partidos comunistas consistía en cohesionar las fuerzas dispersas, y formar en cada país un partido comunista unido a fin de acelerar la preparación de la conquista del poder.

La cuestión colonial fue uno de los temas más debatidos en aquel Congreso. La Revolución de Octubre había desatado un fuerte movimiento de liberación en las colonias y el Congreso discutió el proyecto de Tesis sobre los problemas nacional y colonial, redactadas por Lenin, que fueron aprobadas. La piedra angular de la Internacional Comunista consistía en acercar a los proletarios de los países capitalistas desarrollados y a las masas trabajadoras de las naciones oprimidas para la lucha revolucionaria conjunta; además, en la Internacional se aprobó prestar todo tipo de ayuda a los movimientos revolucionarios de liberación nacional y se proclamó el derecho de autodeterminación de las naciones y de independencia de las colonias.

Se pusieron entonces de manifiesto tanto desviaciones izquierdistas como derechistas. Dentro de esta última corriente, el italiano Serrati expuso el criterio eurocentrista que subestimaba la importancia de la lucha de liberación anticolonial. Sus posiciones fueron totalmente rechazadas.

Las posiciones izquierdistas fueron sostenidas por el comunista hindú M.N.Roy y el holandés Henricus Sneevliet (Maring). Roy sostuvo una discusión con Lenin en la que sobrestimaba el papel de oriente en la derrota del imperialismo y el triunfo futuro de la revolución socialista mundial. Afirmaba que los destinos de la revolución mundial dependían del triunfo del comunismo en oriente. A la vez que apreciaba la significación del movimiento revolucionario en oriente, Lenin destacaba que era inadmisible considerarlo como la única fuerza en la lucha contra el imperialismo. Señaló que el éxito de la lucha de liberación nacional dependía, primero, de que participasen en ella en un frente único, el proletariado de los países desarrollados y los pueblos oprimidos de las colonias y, segundo, de que estas dos fuerzas se agrupasen en torno al Estado soviético. Lenin subrayó que la unión del movimiento de liberación con todas las fuerzas revolucionarias crearía las premisas del comienzo del periodo de participación de todos los pueblos de Oriente en la decisión del destino del mundo entero, dejando de ser simples objetos de enriquecimiento de otros. Los pueblos de Oriente van comprendiendo la necesidad de la acción práctica, la necesidad de que cada pueblo contribuya a forjar el destino de toda la humanidad.

Los izquierdistas como Roy y Sneevliet subestimaban el papel de las fuerzas revolucionarias nacionales y democráticas burguesas y el papel del campesinado en los países orientales. En sus memorias, Roy escribió que el papel de Gandhi fue el problema clave de las discrepancias. Lenin consideraba que Gandhi, como inspirador y jefe del movimiento de masas en India, era revolucionario. Yo afirmaba que él, como defensor del renacimiento religioso y cultural, no podía dejar de ser partidario de las relaciones sociales reaccionarias.

Por tanto, la línea de colaboración entre el Partido Comunista de China y el Kuomintang proviene de esta estrategia establecida por Lenin en 1920 con carácter general.

El período de estabilización

Tras el II Congreso se produce un cambio en la situación internacional que el siguiente, celebrado en 1921, constata. Su símbolo es la llegada del Ejército Rojo en agosto del año anterior a las puertas de Varsovia que, por un lado, expresa la derrota del imperialismo en la guerra civil rusa y, por el otro, el máximo punto de alcance en su avance hacia occidente por la vía militar. El hecho coincide también con la puesta en marcha de la Nueva Política Económica en el interior de la Unión Soviética. La ola revolucionaria padece importantes derrotas: Es absolutamente innegable que la lucha revolucionaria del proletariado por el poder a escala mundial manifiesta actualmente un cierto repliegue, una cierta disminución. Se produce un reflujo de la lucha de clases, en particular, en los grandes países capitalistas como Alemania, Hungría y Finlandia, quedando en pie sólo la Rusia soviética:

Durante el año que transcurrió entre el II y el III Congreso de la Internacional Comunista, una serie de levantamientos y luchas de la clase obrera finalizan en derrotas parciales (avance del Ejército Rojo sobre Varsovia en agosto de 1920, movimiento del proletariado italiano en septiembre de 1920, levantamiento de los obreros alemanes en marzo de 1921) (Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista).

Pero la intervención extranjera y la contrarrevolución interior ha sido derrotada en Rusia: Todos los intentos de intervenciones armadas, que costaron a la burguesía cientos y cientos de millones de francos, terminaron en una completa bancarrota [...] la diversidad de intereses que existía entre los distintos Estados imperialistas se agudizó y se agudiza día a día de manera más profunda (Tesis sobre la táctica del Partido Comunista de Rusia). La derrota de los ejércitos blancos permite a la nueva República Soviética concentrarse enteramente en la tarea de edificación del socialismo. Y como el Estado proletario no está aún en condiciones de proporcionar los productos industrializados al campesinado y la reconstrucción debe ser llevada a cabo, se decide permitir el desarrollo del capitalismo bajo el control y la normativa del Estado proletario (es decir, el desarrollo del capitalismo ‘de Estado’, en ese sentido de la palabra).

La situación implica una competencia entre imperialistas, enfrentados en la búsqueda de salidas para sus economías en crisis: El imperialismo internacional se sintió impotente para poner obstáculos a la Rusia soviética, aunque era mucho más fuerte que ella, y se vio obligado a reconocerla o casi reconocerla y a comerciar con ella. En tal situación, la contradicción interimperialista se hace mucho más fuerte: La situación general de la economía mundial, y sobre todo la ruina de Europa, determina un largo período de duras dificultades económicas, sacudidas, crisis parciales y generales, etc. Las relaciones internacionales, tal como se establecieron como resultado de la guerra y el Tratado de Versalles, han propiciado una situación sin salida (Tesis sobre la situación mundial y las tareas de la Internacional Comunista).

Además, si bien se habían formado partidos comunistas en la mayoría de los países de Europa, Asia y América Latina, eran aún muy débiles. El reflujo se manifiesta también en que, pasada la euforia, los partidos comunistas pierden afiliación. Muchos dirigentes volvieron a donde habían salido y este proceso se prolongará a lo lago de toda la década de los años veinte, con la ventaja de que, por fin, se logra cohesionar a los partidos comunistas, formar bloques más reducidos pero homogéneos. En estas condiciones era imposible el asalto al poder y había que empezar a pensar en un asedio en el que quizá los asediados eran los propios partidos comunistas. El Congreso redefine así la táctica de la Internacional: La revolución no es un proceso que evoluciona en línea recta, es la disolución lenta del capitalismo, es la zapa revolucionaria diaria, que se intensifica de vez en cuando y se apoya en crisis agudas.

De inmediata, la revolución mundial pasa al medio y largo plazo. El Congreso considera que la revolución mundial, es decir, la destrucción del capitalismo, la agrupación de las energías revolucionarias del proletariado y la organización del proletariado en una fuerza ofensiva y victoriosa exigirá un período bastante largo de combates revolucionarios (Tesis sobre la táctica). Es un período de reflujo relativo que exigía una nueva táctica, realizar un repliegue para abordar tareas inaplazables y preparar después la ofensiva; había que retroceder para saltar mejor, escribió Lenin. El repliegue tiene dos aspectos.

— la consigna de ir a las masas
— el frente único.

El frente único no fue una iniciativa de los bolcheviques sino de los comunistas alemanes que, después del Congreso, el 7 de enero de 1921 dirigieron una carta abierta a los demás partidos obreros y sindicatos con un llamamiento a acciones conjuntas por las reivindicaciones económicas y políticas inmediatas. Lo que empezó como una línea propia del DKP se convirtió luego en la táctica de la Internacional. En diciembre de 1920 el DKP se había fusionado con la mayoría del USPD (conocidos como los independientes) y por esa vía la Internacional creyó encontrar un filón. Se pasó entonces de los ataques a la socialdemocracia, acusados de traidores, a las propuestas de colaboración. El viraje fue muy brusco y durante mucho tiempo se subsistió una dura polémica a causa de las posiciones izquierdistas entonces dominantes entre los partidos comunistas. Acostumbrados a las recetas establecidas de una vez y para siempre, el frente único había que encuadrarlo en el momento histórico en el que se propone y en la propia situación de los partidos comunistas en aquel momento. Formaba parte del repliegue y de la propia influencia de la socialdemocracia en el movimiento obrero. No se trataba, en absoluto, de reconciliarse con la socialdemocracia sino de desenmascararla y atraer hacia las filas revolucionarias a los obreros aún engañados por ella.

Los izquierdistas, amamantados en la denuncia de la socialdemocracia, acumularon toda clase de agravios, de los que hubo muchos en aquel momento, sin olvidarse de los asuntos propios de Rusia, como Cronstadt o la Nueva Política Económica. En la primera de 1921 otra sublevación fracasaba en Alemania y cada vez con más claridad el socialismo se reducía a un sólo país, no por deseo de nadie sino por la evidencia de los mismos hechos. La batalla contra el izquierdismo fue generalizada en todos los países, incluida Rusia, y muy prolongada en el tiempo. En China o en España se sigue apreciando aún en 1931 de manera trágica.

Sin embargo, la estabilización del sistema capitalista mundial sólo es relativa, nuevas crisis se anuncian y una nueva guerra imperialista está ya en germen. En una fecha tan temprana como 1921 la Internacional Comunista ya advierte la deriva hacia una nueva guerra imperialista: Está absolutamente claro que, cuanto más se ralentiza el movimiento revolucionario proletario mundial y más se agudizan las contradicciones de la situación internacional, económica y política, inevitablemente la burguesía se siente estimulada a intentar de nuevo un desenlace por las armas a escala mundial.

El período se caracteriza también porque el movimiento popular revolucionario en la India y las demás colonias se convirtió ahora en parte integrante de la revolución mundial de los trabajadores, en la misma medida que el levantamiento del proletariado en los países capitalistas del antiguo o del nuevo mundo.

Fueron muy importantes las discusiones acerca de las causas de la derrota de la revolución en Alemania. A partir de entonces empezaron a hacerse evidentes las dificultades de un partido mundial centralizado por la diversidad de las situaciones nacionales: La distinta agudización de las contradicciones, la diferencia de la estructura social y los obstáculos que hay que superar según los países, el alto grado de organización de la burguesía en los países capitalistas más desarrollados de la Europa Occidental y Norteamérica, eran razones suficientes para que la Guerra Mundial no condujera de inmediato a la victoria de la revolución mundial (Tesis sobre la táctica).

Con el aumento de sus secciones, en adelante la Internacional Comunista se enfrentará con cada vez más dificultades para dirigir un movimiento cuyas tareas son tan diferentes como complejas: El Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista debe ser organizado de modo que pueda pronunciarse sobre todas las cuestiones de acción del proletariado. Sobrepasando los límites de los llamamientos generales, tal como se lanzaban hasta ese momento, sobre tal o cual cuestión en debate, el Comité Ejecutivo tiene que procurar cada vez más encontrar los medios y las vías para desarrollar su iniciativa práctica en cuanto a la acción común [...] la Internacional Comunista debe convertirse en una Internacional de hecho, una Internacional que dirija las luchas cotidianas del proletariado revolucionario de todos los países (III Congreso, Resolución sobre la organización de la Internacional Comunista).

No fueron, pues, ni la declaración de disolución de la Internacional Comunista ni su VII Congreso los que constataron la diversidad de las situaciones y la necesidad de tenerlas en cuenta.

El III Congreso consideró, por otra parte, que esta diversidad influye también en las formas organizativas: No puede haber una forma de organización inmutable y absolutamente conveniente para los Partidos Comunistas. Las condiciones de la lucha proletaria se transforman sin cesar y, de acuerdo con estas transformaciones, las organizaciones de vanguardia del proletariado deben también buscar constantemente las nuevas formas más adecuadas. Las particularidades históricas de cada país determinan también formas especiales de organización para los distintos Partidos. Pero estas diferencias tienen un determinado límite (Tesis sobre la estructura, los métodos y la acción de los Partidos Comunistas).

Por un gobierno obrero y campesino

En noviembre de 1922 el IV Congreso confirma la tesis del repliegue, destacando algunas características nuevas que habían aparecido: las luchas de liberación nacional, en particular, en China, la descomposición del Tratado de Versalles, el paso de la clase obrera a posiciones defensivas, la ofensiva económica de la Rusia Soviética,...

Una nueva característica había surgido sólo un mes antes con la subida al poder del fascismo en Italia. Tanto en el informe de Radek al Congreso como en la intervención de Clara Zetkin en la conferencia internacional que tuvo lugar en Frankfurt en marzo de 1923, o como en el ejecutivo ampliado de la Internacional de junio de ese mismo año los análisis de las características del movimiento y del régimen fascistas son totalmente acertados. La evidencia del carácter de masas del fascismo llevó a la necesidad de organizar contra él una lucha también de masas, y ésta suponía no sólo una política de unidad de los obreros, sino también contactos con las capas pequeñoburguesas. La Internacional materializó su línea en dos consignas: frente único y gobierno obrero. Según el Congreso el rasgo característico del fascismo italiano, del fascismo ‘clásico’ que conquistó por un tiempo a todo el país, consiste en que los fascistas no solamente constituyen organizaciones de combate estrictamente contrarevolucionarias armadas hasta los dientes, sino que además, mediante una demagogia social, intentan crearse una base en las masas [...] El peligro del fascismo existe ahora en muchos países [...] Una de las tareas más importantes de los partidos comunistas es organizar la resistencia al fascismo internacional, ponerse a la cabeza de todo el proletariado en la lucha contra las bandas fascistas y aplicar vigorosamente también en este campo la táctica de Frente Único; los métodos ilegales son aquí absolutamente indispensables (Resolución sobre la táctica).

Esto demuestra la falacia del argumento de la burguesía según el cual los comunistas habrían subestimado la lucha contra el fascismo. La Internacional llamó a luchar contra el fascismo mediante la táctica del Frente Único que ya había lanzado Lenin en diciembre de 1921. Esto suponía avanzar en la unidad obrera: Las masas percibían que la clase obrera se dividía en distintos partidos que se combatían mutuamente, mientras que la clase capitalista entablaba contra ella una ofensiva única. En esta situación, la solución que se imponía consistía en unificar las fuerzas dispersas del proletariado para oponerlas al ataque del capitalismo (Mathias Rakosi: La III Internacional Comunista, folleto de historia redactado la víspera del IV Congreso para el Anuario del Trabajo, publicado por la Internacional Comunista en 1923).

Esta táctica de Frente Único chocó con el sectarismo izquierdista de Zinoviev y de varias secciones, en particular de la italiana. Bordiga denunció la táctica como derechista y de colaboración de clase. Pero como consecuencia del ascenso del fascismo al poder, la resistencia de la mayoría de los dirigentes comunistas italianos contra el frente único era cada día más absurda; sin embargo, tardaron todavía más de un año en ceder. Incluso el partido francés cesó en su oposición, a excepción de los componentes de la fracción de izquierda. La izquierda del KPD (Hugo Urbahns, Ruth Fischer) también reconoció formalmente la táctica de frente único pero temía cualquier tipo de negociación con los dirigentes socialdemócratas.

Aparentemente ninguna sección importante lo negaba y, sin embargo, la resistencia a esa política continuaba en el terreno de la interpretación. En una serie de partidos, los izquierdistas luchaban contra esta política, minimizando la importancia de las negociaciones con los dirigentes socialdemócratas, o incluso la negaba en la práctica, señalando la táctica del frente único como una mera maniobra para desenmascararles.

La oposición a la línea de gobierno obrero no era insignificante, como lo demuestra la opinión de Zinoviev, que encontró una fuerte resistencia entre los delegados. La discusión fue acalorada y Zinoviev tuvo que retroceder: la resolución final difirió bastante de la formulada por él en el informe del ejecutivo. Su interpretación del gobierno obrero era contradictoria. Por un lado, admitía que el gobierno obrero podía crearse coma elemento de transición, aunque más bien como excepción que como regla. Pero al mismo tiempo declaraba: Bajo esta consigna no entendemos otra cosa que la aplicación de la dictadura del proletariado. Ésta era la opinión de Ruth Fischer sobre la consigna de gobierno obrero como un simple enmascaramiento de la palabra dictadura, opinión que fue expresada más tarde por la conocida tesis del sinónimo o el seudónimo de la dictadura del proletariado.

Luego Zinoviev reconoció la existencia de diferentes tipos de gobierno obrero: en el extremo derecho de la gama, el gobierno obrero liberal (por el que los comunistas votan); a su lado, el gobierno puramente socialdemócrata (que puede servir bajo ciertas condiciones como etapa hacia la revolucionarización de la situación). Estos dos tipos la Internacional Comunista no los consideraba como gobiernos realmente obreros ni socialistas, y si los designaba de esta manera, entrecomillaba los adjetivos. Entre ellos y la dictadura del proletariado como gobierno obrero real distinguía la resolución dos tipos más: el gobierno socialdemócrata-comunista y el gobierno obrero-campesino (compuesto de partidos democráticos obreros y campesinos). Estos dos tipos fueron señalados como el principal punto de partida para alcanzar la dictadura del proletariado. El necesario desarrollo del gobierno de coalición de los socialdemócratas con los comunistas lo veía, sin embargo, Zinoviev en el hecho de que los comunistas fueran expulsando de él, de uno en uno, a los socialdemócratas.

Los izquierdistas eran voluntaristas que subestimaban la implantación socialdemócrata en la clase obrera, mientras su unidad de acción se hacía cada día más apremiante. El Congreso declaró que el gobierno obrero se desprendía necesariamente de la táctica del frente único. En la resolución se decía: La tarea fundamental de la táctica de frente único es la unión de la organización y la agitación en las masas obreras. A una verdadera realización del frente único sólo se puede llegar partiendo desde abajo. Más adelante constataba que los comunistas no renunciaban a negociar con los dirigentes de los partidos obreros enemigos, pero que de estas negociaciones era necesario informar a las masas.

Como tarea de importancia excepcional la resolución establecía la de alcanzar no sólo resultados de agitación, sino también de organización: crear puntos de apoyo organizativos del frente único: comités de empresa, comités de acción, comisiones de control, etc. Sin renunciar a negociar en algunos momentos con los dirigentes socialdemócratas, se remarcó que sólo se podía llegar a una verdadera realización del frente único partiendo desde abajo.

La resolución hacía también un esbozo de las principales tareas del gobierno obrero: armar al proletariado, desarmar a las organizaciones contrarrevolucionarias, establecer el control de la producción, imponer sobre las clases pudientes el peso principal de los impuestos y romper la resistencia de la burguesía contrarrevolucionaria. La resolución constataba que estas tareas las podría cumplir únicamente un gobierno obrero que hubiera surgido de la lucha de las masas y que se apoyase en la capacidad de lucha de los órganos obreros. También admitía, sin embargo, un gobierno obrero de origen parlamentario, pero era de la opinión de que ni en este caso se evitaría al proletariado una guerra civil. La creación del gobierno obrero estaba, en el documento, íntimamente ligada a la crisis política. La participación de los comunistas en el gobierno obrero el IV Congreso la condicionó a la aprobación de la Internacional.

La tendencia oportunista de derecha interpretaba el Frente Único como una colaboración con los jefes de la socialdemocracia. El frente único llevaba consigo el riesgo que se borrasen los límites entre comunismo y socialdemocracia. Muchos dirigentes y militantes de los partidos comunistas pasaron en los años veinte a la socialdemocracia. Fue Radek quien expresó en el Congreso la idea de que a la línea de la Internacional no la amenazaba un peligro por la izquierda, sino por la derecha; el solo hecho de que en el Congreso fuera atacada únicamente por la izquierda condujo a que la discusión se centrase en la defensa de esos ataques.

El frente único era ya considerado por entonces como una política a desarrollar a largo plazo. En el Congreso, Zinoviev constató que no se trataba sólo de un puro episodio, sino de todo un período y, posiblemente, incluso de toda una época.

La consigna de gobierno obrero representaba la búsqueda de formas de acceso a la revolución socialista. Sobre esta necesidad ya había advertido Lenin, en abril de 1920, en El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo. Era la consecuencia de las diferencias entre la Rusia anterior a la revolución y la de los otros países de Europa. Para el proletariado de Europa occidental, alcanzar el poder sería una tarea mucho más difícil que para los obreros rusos en 1917.

En junio de 1923 volvió a reunirse la conferencia del ejecutivo ampliado de la Internacional. La consigna de gobierno obrero fue ensanchada a la de gobierno obrero y campesino. Mientras el IV Congreso había previsto la posibilidad de un gobierno obrero-campesino sólo para los países mayoritariamente agrícolas, en la conferencia de junio Zinoviev declaró que esta consigna era válida para todos los países.

De manera mucho más concreta, Tasca se refirió al problema de la relación con el partido campesino en el informe que presentó la minoría de la delegación italiana en la conferencia. Encontramos en él una formulación digna de atención sobre la necesidad de ampliar el frente único obrero a los opositores no proletarios del fascismo:

Sin perder de vista el juego de las contradictorias influencias en torno y en el interior del fascismo, tenemos que dirigir todos los esfuerzos a la creación del frente único de la clase obrera y los campesinos sobre los problemas elementales de su existencia. El centro de este frente tiene que estar representado por el núcleo comunista-maximalista; y debe plantearse como tarea el entendimiento con los partidos representativos de las capas sociales directamente interesadas en la lucha contra el fascismo: el Partido socialista unitario (pequeña burguesía democrática y campesinos del Valle de Padua), el Partido popular católico (artesanos y pequeños cultivadores). En cuanto a lo referente a este último partido, prácticamente no es posible establecer relaciones con sus órganos centrales, pero sería conveniente establecerlas con los elementos proletarios y semiproletarios de sus filas.

En este punto, y durante más de diez años, termina la aplicación y el desarrollo de la idea de gobierno obrero o de gobierno obrero-campesino que no jugó ningún papel en la historia del movimiento obrero del siguiente decenio.

Finalmente, al igual que el anterior, este Congreso también matiza la centralización a ultranza del partido mundial: En el programa general deben enunciarse claramente los tipos históricos fundamentales en los que se dividen las reivindicaciones transitorias de las secciones nacionales, de acuerdo con las diferencias esenciales de estructura económica y política de los distintos países (IV Congreso, Resolución sobre el programa). El Congreso insistió sobre la necesidad de fundamentar la táctica y el programa de las distintas secciones en las características históricas y sociales específicas: La Internacional Comunista y sus secciones apoyan la consigna de la unidad del Frente Proletario y toman en sus manos la iniciativa de su realización. La táctica de los Partidos Comunistas se inspirará en las condiciones particulares de cada país (Tesis sobre la Unidad del Frente Proletario).

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