La Guerra Nacional Revolucionaria
(1936-1939)

En España no existió revolución burguesa; las etapas democráticas fueron muy breves y superficiales. El capitalismo se desarrolló muy lentamente y el Estado se formó por medio de un acuerdo de una burguesía débil con la aristocracia feudal, imponiendo un régimen oligárquico de feroz explotación y represión de las masas.

El 14 de abril de 1931 ese régimen oligárquico comenzó a quebrar y, para salvar su dominio, la oligarquía trató de ganarse a las masas con la II República, que continuó la misma política de antes.

El triunfo del Frente Popular en las elecciones de 16 de febrero de 1936 cambió esencialmente el carácter de aquella República que, a partir de entonces se va a transformar en una República Democrática y Parlamentaria de nuevo tipo y de un profundo contenido social. Una República Popular sin igual en la Europa de entonces.

Las razones de este cambio residen en que el nuevo Estado va a estar asentado en el pueblo trabajador, en organizaciones democráticas y populares, con un programa revolucionario que atacaba directamente las bases económicas y sociales del dominio de la oligarquía. La sublevación fascista del 18 de julio vino a reforzar este carácter popular, pues fueron las masas, el pueblo en armas, las únicas fuerzas capaces de respaldar el nuevo poder.

Al día siguiente del triunfo del Frente Popular, el 17 de febrero, los presos fueron liberados por inmensas manifestaciones, dirigidas en muchos casos por los diputados electos. La Ley de Amnistía se promulgó el día 21.

El Parlament Catalá, reunido nuevamente tras su disolución en octubre de 1934, reeligió a Companys y a sus Consejeros, salidos todos ellos de prisión, para el Gobierno Autónomo de la Generalitat. Poco después, se aprobaron los Estatutos de Euskal Herria y Galicia. Los obreros agrícolas y los campesinos pobres, nada más conocer el triunfo del Frente Popular, se lanzaron a ocupar tierras en los latifundios y fincas de caciques y terratenientes, ocupaciones que luego fueron legitimadas por el Gobierno. Durante el gobierno del Frente Popular, 192.193 campesinos pasaron a ocupar 755.888 hectáreas de tierras cultivables, gracias a la aplicación intensiva de la Ley de Reforma Agraria. Se ayudó a los colonos con créditos, semillas, aperos, etc. La superficie cultivada creció en un 6 por ciento. Las medidas más revolucionarias se tomaron una vez que se había producido el levantamiento militar fascista, a pesar de las grandes dificultades impuestas por la guerra y de las divergencias existentes en el seno del Frente Popular. Se incautaron todas las empresas abandonadas por sus dueños, así como los ferrocarriles y los bancos; se mejoró el nivel de vida de los trabajadores; se depuró el aparato administrativo; se disolvió la Guardia Civil y se crearon Tribunales Populares de Justicia.

En el terreno cultural se desplegó una amplia actividad que, más tarde, se extendería hasta los frentes de batalla. Se crearon escuelas, Milicias de la Cultura, bibliotecas populares y numerosas publicaciones periódicas. La gran mayoría de los intelectuales se puso al servicio de la causa popular. En 1937 se celebró en Valencia y Madrid el Congreso Internacional de Escritores. El Partido Comunista de España pasó de tener 30.000 afiliados en febrero de 1936, a cerca de 60.000 dos meses después; además, su ingreso en la UGT le permitía ejercer su influencia ideológica y política sobre las bases radicalizadas de los socialistas. Por su parte, las Juventudes Socialistas y Comunistas se fusionaron, dando lugar a las Juventudes Socialistas Unificadas. En Cataluña se funda el PSUC.

La táctica comunista durante los meses anteriores al 18 de julio siguió siendo la misma que José Díaz formulase en 1935: Unidad Popular Antifascista y desarrollo de la revolución democrática. Consciente como era del peligro fascista inmediato, el PCE prestó especial atención a la preparación y desarrollo de la lucha antifascista a todos los niveles.

Así se fue gestando un amplio movimiento popular, democrático, antifascista, nacional y profundamente revolucionario que atacó, defendiendo la República, los fundamentos de la reacción que la República del 14 de abril no había sido capaz de transformar en cinco años de existencia.

La República Popular aún no era la dictadura del proletariado, pero en aquellas circunstancias suponía la mejor plataforma para un rápido tránsito al socialismo. De ahí que la clase obrera y el Partido Comunista se erigieran en los pilares fundamentales del nuevo Estado.

Para la oligarquía terrateniente-financiera era evidente el peligro que representaba el triunfo del Frente Popular y desde el mismo 16 de febrero concentró sus esfuerzos en acabar con la II República; la reacción fomentó la retirada y evasión de capitales, los cierres de fábricas, el abandono de la explotación de la tierra, etc., en un intento de aumentar la miseria del pueblo y el caos en la economía; bandas paramilitares fascistas cometían toda clase de asesinatos y desmanes con la intención de sembrar el terror y la inquietud y minar la autoridad del gobierno republicano; aprovechando las vacilaciones en la depuración del Ejército por parte del gobierno, los militares reaccionarios y monárquicos conspiran agrupados en la Unión Militar Española. Todas estas medidas van orientadas a crear un clima favorable para el desencadenamiento de una sublevación militar de carácter fascista que, por otro lado, encontraba en el terreno, internacional el apoyo de hecho de los países capitalistas, especialmente de la Alemania nazi, temerosos de que la consolidación de los Frentes Populares de Francia y España pusiese en peligro sus planes imperialistas.

La debilidad y vacilaciones del Gobierno, formado por republicanos de izquierda, favoreció los planes de la contrarrevolución, a pesar de los esfuerzos del Partido Comunista para forzarle a tomar las medidas que impidieran una guerra civil: cumplimiento del programa del Frente Popular, represión de la reacción y mejoramiento de las Milicias.

El 18 de julio de 1936 estalla la sublevación fascista, que sorprendió al Gobierno, a pesar de las repetidas denuncias que recibió en este sentido. La sublevación se inició con el levantamiento del Ejército de Marruecos, al mando de Franco -a la sazón Capitán General de Canarias-, dentro de un plan minuciosamente establecido de antemano. La sublevación se extendió a todas las Capitanías Generales.

El gobierno de la República no era consciente de la grave situación que se estaba creando, y trató hasta el último momento de evitar la intervención popular, haciendo creer que todo estaba controlado. Esta actitud actuó objetivamente en beneficio de los sublevados; el gobierno republicano siguió siendo consecuente con la clara actitud de claudicación y compromiso que desde tiempo atrás había venido manteniendo. Esta política de apaciguamiento se convirtió en traición al pueblo al negarse a proporcionarle armas.

Sólo las organizaciones obreras del Frente Popular fueron conscientes de la peligrosa situación que se estaba creando para las conquistas populares y llamaron a la resistencia contra los sublevados. El mismo 18 de julio, socialistas y comunistas llaman a sus afiliados a concentrarse ante sus sedes y reparten las escasas armas de que disponen. Por la noche, Dolores Ibarruri habla desde Radio Madrid: Trabajadores, antifascistas, pueblo laborioso: todos en pie, dispuestos a defender la República, las libertades populares y las conquistas democráticas del pueblo.

El pueblo, con sus propios medios, tuvo que hacer frente al fascismo, y allí donde el legalismo fue superado con la audacia, consiguió derrotarlo. En Madrid jugaron un papel destacado las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas, que consiguieron aislar y cercar a los sublevados en el Cuartel de La Montaña. En Barcelona también fracasaron los facciosos. Aquí los anarquistas jugaron un papel relevante al lado de los comunistas del PSUC y los socialistas. En la cuenca minera de Asturias, el Partido Comunista será el principal impulsor de la resistencia. Respecto a la flota, la enérgica actuación de los marineros evitó que fuese a parar a manos de los fascistas.

La sublevación triunfó sólo allí donde la reacción tenía una raigambre mucho más sólida, es decir, en aquellas zonas de marcado carácter conservador y campesino, como era el caso de la meseta castellana y Navarra. También se impuso en aquellas zonas donde la actividad política de las organizaciones obreras estaba más dispersa, debilitada y dividida, o bien donde la superioridad de las fuerzas fascistas se impuso desde el primer momento; estos fueron los casos de Andalucía occidental y Galicia.

Fracasada la sublevación, el campo fascista se reagrupó, formando unidades militares en base al Tercio, marroquíes y voluntarios fascistas y carlistas. La intervención extranjera se materializó con la llegada de asesores, material y, más tarde, tropas regulares enviadas desde Alemania e Italia. El enfrentamiento se transformó así, de guerra civil en Guerra Nacional Revolucionaria.

Ante la guerra, la República se encontró prácticamente sin ejército, con sólo 1.000 oficiales frente a los 7.000 del bando fascista. El aparato del Estado quedó desmantelado. Hacía falta ponerlo en pie y organizar la resistencia.

Esto podía hacerse, pues la República contaba con lo más valioso: la voluntad del pueblo y su espíritu combativo. Pero faltaba dirección política; en el seno del Frente Popular no había unidad de criterio ante los numerosos problemas que planteaba la guerra: los anarquistas la consideraban como cuestión de pocos días y aprovecharon la ocasión para implantar el comunismo libertario. El PSOE seguía con sus divisiones internas y era incapaz de elaborar una línea de actuación clara. Lo mismo ocurría con los partidos republicanos, fluctuantes entre la capitulación y la resistencia.

Sólo el Partido Comunista mantenía una actitud firme y clara ante la guerra; poco a poco, el PCE se había transformado en la primera fuerza política de la República. Sus militantes en julio de 1936 pasaron a ser 102.000; en enero de 1937, ya pasaban de 200.000 y habían tenido 131.600 muertos en combate. El Partido Comunista definió la guerra como Guerra Nacional Revolucionaria: Revolucionaria, por las transformaciones económicas y políticas que llevaba consigo; Nacional, por ser una guerra de independencia frente a la agresión extranjera. Para ganarla, las Milicias eran ya insuficientes; hacía falta un ejército regular con un mando único. Para ello, el Partido fundó el Quinto Regimiento como embrión del futuro Ejército Popular.

El Quinto Regimiento no fue una simple aglomeración de milicianos con más o menos ardor combativo. Como dijo José Díaz: Hacía falta completarlo con la disciplina más férrea y la organización más perfecta. Dentro de él se desarrolló una intensa labor política, ideológica y cultural necesaria para mantener en alto la moral de combate. El Quinto Regimiento, hasta su disolución a primeros de 1937, fue el ejemplo más vivo de cómo debía de ser la línea de acción para derrotar al fascismo. Su disolución se debió a la necesidad de cohesionar todas las fuerzas para crear un ejército regular y así poder establecer una estrategia común en el terreno de operaciones, creándose al efecto Cuerpos de Ejército (Centro, Levante, Extremadura, Sur y Norte). A este cambio producido en la organización militar de la República, se vino a unir el trabajo político e ideológico llevado a cabo por los comisarios políticos, también impulsados por el PCE; todo esto permitió crear unas condiciones más propicias para hacer frente a los duros combates que se sostuvieron en casi tres años de guerra.

El Partido Comunista también fue el principal impulsor de la heroica defensa de Madrid, símbolo de la resistencia del pueblo español contra el fascismo. Madrid era el centro político dirigente de la República. De ahí que el ejército fascista subordinara todos sus planes operativos a su conquista, concentrando lo más selecto de sus tropas y los mejores medios de combate; pero se encontraron con la resistencia tenaz del pueblo madrileño. Los comunistas desplegaron una intensa labor de agitación y organización, poniendo en pie a sus mejores hombres; el ¡No pasarán! se grabó a fuego en la conciencia de todos los trabajadores del mundo.

En torno a la defensa de Madrid, se entablaron toda una serie de acciones y combates: los primeros se sostuvieron en la Sierra de Guadarrama por columnas de milicianos que, tras enconada lucha, frenaron el avance de los fascistas. En febrero de 1937, las fuerzas sublevadas desencadenaron la operación del Jarama, dirigida al aislamiento de la capital; pero es desbaratada por la enérgica contraofensiva republicana. Otra acción importante fue la Batalla de Guadalajara, donde fue derrotado el Cuerpo Expedicionario Italiano. En esta batalla, así como durante toda la defensa de Madrid, jugaron un papel glorioso las Brigadas Internacionales.

A partir de marzo de 1937, después de los serios descalabros sufridos en Madrid, los fascistas abandonaron el plan inicial de tomar la capital y orientan sus fuerzas hacia la conquista del norte.

Mientras tanto, en la retaguardia republicana proseguían los problemas. El Partido Comunista planteó la necesidad de reorganizar la producción, centralizarla y ponerla al servicio de las necesidades de la guerra. Además, había que llevar hasta el fin el programa del Frente Popular, había que reprimir duramente a los agentes del fascismo, había que denunciar y combatir la labor de zapa de los trotskistas y la actitud aventurera de los anarquistas. La necesidad del Partido único del proletariado y del sindicato único fue planteada repetidas veces al PSOE y la CNT. Sin embargo, las vacilaciones del gobierno republicano prosiguieron. De estas medidas, unas fueron aplicadas tarde y otras no lo fueron en absoluto.

En el orden internacional, los países capitalistas, con Inglaterra a la cabeza, montaron el engendro de la no intervención, que dejaba a la República sin los abastecimientos necesarios para la guerra. Mientras, los fascistas recibían toda clase de ayuda -en material y hombres- de Alemania e Italia. En el caso de Alemania será la Legión Cóndor, causante con sus masivos bombardeos de un verdadero genocidio entre la población civil (Guernica, Bilbao, Madrid...).

Sólo la Unión Soviética estuvo al lado de los pueblos de España desde el primer momento. Su ayuda fue decisiva, aportando apoyo logístico, material y medios técnicos, al igual que en el plano moral y en el campo diplomático, condenando la intervención fascista y poniendo al descubierto lo que se escondía detrás de la no intervención de aquellos países que se tildaban de democráticos. La Unión Soviética proclamó ante el mundo que 1a causa del pueblo español era la causa de toda la humanidad avanzada y progresiva.

También fue admirable la ayuda del proletariado internacional y de la Internacional Comunista. En todo el mundo se levantó un gran movimiento de solidaridad que tuvo como proyección la venida a España de un gran número de combatientes que formaron las Brigadas Internacionales. La intelectualidad de todo el mundo dio su apoyo a la República. Innumerables obras artísticas y literarias están inspiradas en la grandiosa gesta del pueblo trabajador de España.

De todas formas, esta ayuda resultaba insuficiente. Frente a la rápida ayuda de todo tipo y los 167.000 hombres que recibieron los fascistas, la República sólo recibió 50.000, mientras el material o llegaba tarde o no llegaba.

A pesar de la heroica resistencia de las masas populares, de los esfuerzos del Partido Comunista y de la solidaridad internacional, el fascismo, apoyado por la intervención extranjera y el bloqueo imperialista, logró imponerse. Extremadura, el Norte, Cataluña, fueron cayendo en su poder. Las páginas gloriosas de Madrid, el Jarama, Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro han pasado a la historia, pero no fueron suficientes para lograr la victoria. Por último, el oportunismo se convirtió en traición; los líderes socialistas y anarquistas (Julián Besteiro, Wenceslao Carrillo, Cipriano Mera y otros) dan un golpe de Estado y se forma la llamada Junta de Casado, que consuma la entrega de la República al fascismo.

Las causas de la pérdida de la guerra hay que buscarlas, principalmente, en la enorme desproporción de fuerzas existente entre la República Popular y sus enemigos, lo que, a medida que se iba desarrollando la guerra, agravaba aún más las contradicciones latentes desde el principio en el seno del Frente Popular: la falta de cuadros, la desorganización de la retaguardia, la ausencia de un plan de acción en lo económico y lo militar, la carencia de material y de ayudas internacionales; todos estos problemas podían haber sido resueltos de haberse superado esa falta de unidad.

El Partido Comunista era la única fuerza capaz de superar esta situación, pero su falta de vigilancia y el relajamiento de la lucha ideológica en el seno del Frente Popular y en el propio Partido fueron causas determinantes del desastroso final de la guerra. A éstas se unía la incomprensión sobre el carácter prolongado de la guerra, que lo llevó a descuidar la labor en la retaguardia fascista destinada a organizar allí la resistencia y la guerrilla.

Si la línea general del Partido fue justa en lo esencial y no le faltó valor para llevarla a cabo, constituyéndose en artífice principal de la heroica resistencia, a sus graves errores, cometidos en la aplicación de esa línea, hay que atribuir también la precipitación de la derrota y la forma en que ésta se produjo.

No fue estéril la lucha del pueblo español contra la reacción y el fascismo internacional; de su actitud heroica aprendieron todos los pueblos del mundo. Con su ejemplo demostró, decía José Díaz, que si se quiere cortar el avance del fascismo hay que hacerle frente con todas las armas, con decisión y coraje, sin concederle la más mínima posición. Sus aciertos y errores han servido de modelo a muchos procesos revolucionarios posteriores.

Como decía Lenin, ningún pueblo pasa en vano por la escuela de la guerra civil; esto se vio confirmado de nuevo en la Guerra Nacional Revolucionaria de 1936 a 1939. Tres años de lucha sin tregua, frenando el avance fascista, construyendo una verdadera democracia y un nuevo Estado Popular, han dejado su honda huella en la conciencia de los pueblos de España. Con la pérdida momentánea de la democracia y la libertad, murió una época: la época burguesa parlamentaria. Desde entonces ha quedado abierto el camino de la Unidad Popular y la lucha armada revolucionaria para recuperarlas.

La ayuda soviética a la República española

Junto con mayo de 1937, la ayuda soviética a la II República es el hecho más manoseado de la historia de nuestra guerra. Lo cual quiere decir que aquí hay gato encerrado. Algo no les cuadra en su historia y lo tienen que extraer de la realidad con forceps de la manera que sea.

Dado que la ayuda soviética a la democracia española fue la única, es decir dado que los bolcheviques en el poder fueron los únicos que apoyaron al pueblo español en su guerra contra el fascismo, esto hay que taparlo y encubrirlo muy bien porque la tesis tiene que quedar siempre así: los comunistas son la negación de la democracia. Por tanto, cuando los hechos ya no se pueden ocultar, se tienen que ensuciar y arrastar por el suelo hasta que nadie pueda reconocer ni lo más evidente siquiera.

Cuando no hablamos de la historia de las cuevas de Altamira, sino que estamos en medio de una batalla ideológica, hay que partir de lo más obvio. En este caso el asunto se tiene que enfilar partiendo de dos circunstancias importantes sin las cuales no se consigue encuadrar:

— el 18 de julio de 1936 España aún no mantenía relaciones diplomáticas con la URSS

— tras el levantamiento fascista se formó el Comité Internacional de No Intevención por lo que cualquier ayuda era ilegal y clandestina

El 31 de agosto se publicaba en Moscú, como en los países imperialistas democráticos, el decreto que prohibía la exportación, reexportación y tránsito hacia España de toda clase de armas, municiones, material de guerra, aviones y navíos de combate. No se puede comprender el alcance de la ayuda soviética a la II República si no se comprende que era ilegal, y que los soviéticos, como todos los internacionalistas, estuvieron en la guerra clandestinamente, con documentación falsa. No se comprende la ayuda a la República si, a la vez, no se comprende que de esa manera la URSS se comprometía muy seriamente frente a todos los demás países del mundo, poniéndose al borde de la guerra en unas condiciones extremadamente desfavorables.

Stalin duda

Los falsificadores de la historia aseguran que Stalin tardó en decidirse a ayudar a la República, que dudó, que vaciló entre los fascistas y los antifascistas, seguramente porque su punto de vista no era clasista ni internacionalista sino que tenía en cuenta exclusivamente los intereses de su propio país, los intereses de la URSS como Estado: es la vieja historia del socialismo en un sólo país.

Lo cierto es que la URSS comenzó a enviar armamento a España sólo en el momento en el que España se lo pidió. Las fechas lo que indican es lo siquiente: que hasta entonces no había llegado ninguna petición a la URSS por parte republicana. Durante dos meses la República había intentado por todos los medios que fueran otros países (Gran Bretaña, Francia) quienes suministraran las armas para defenderse de la agresión fascista.

Cuando la petición de la República llegó a manos de Stalin, aún no había relaciones diplomáticas entre ambos países. Hasta donde hoy se conoce, la decisión de apoyar a los obreros y al pueblo español en su resistencia contra el fascismo la tomó personalmente Stalin el 14 de septiembre de 1936. Hasta el más torpe puede consultar los Boletines Oficiales para comprobar que Marcel Rosenberg, el primer embajador de la URSS en España, no llegó a Madrid hasta el 27 de agosto y que los nombramientos de los jefes de misión no se realizaron hasta el 16 de septiembre, o sea dos días después de que Stalin aprobara los envíos de armas. Por tanto, Stalin acordó ayudar a la República cuando entre ambos países aún no se habían trenzado relaciones diplomáticas.

La única responsabilidad por la demora recae en la República y en los aliados imperialistas que traicionaron su confianza.

El traslado del diplomático soviético despertó un verdadero entusiasmo popular en Madrid: Rosenberg recorrió la Gran Vía aclamado por los obreros y el pueblo, plenamente conscientes de que la URSS era el único aliado con el que podían contar para derrotar al fascismo.

Poco, muy poco, poquísimo: en cualquier caso no iba a existir más ayuda que ésa.

Los demócratas burgueses siempre piden a los demás lo que ellos no son ni serán nunca capaces de realizar. Llegaban las prisas y los agobios: la República había tardado más de cinco años en reconocer a la URSS y ahora la URSS tenía que tardar cinco días en traer las armas desde los Urales justo hasta el río Manzanares. De manera acelerada, precipitada, el primer cargamento de armas llegó justo a tiempo de impedir la avalancha de los fascistas sobre Madrid a primeros de noviembre. Los buques soviéticos Komsomol, Kuvan y Neva desembarcaron carros de combate, acorazados rápidos BT-5, cazas I-15 e I-16, bombarderos SB-2, barcos torpederos cañones, morteros, lanzagranadas, ametralladoras, fusiles, abundante munición (millones), vehículos motorizados y otros pertrechos de guerra. Los tanques rusos hicieron su aparición en el frente de Madrid el 28 de octubre y los aviones el 11 de noviembre. Fue llegar y despegar.

Los inventarios militares son incuestionables: más de la mitad de los aviones utilizados por los republicanos entre agosto de 1936 y abril de 1937 eran de procedencia soviética. Según un documento del Departamento norteamericano de Estado, el 25 de marzo de 1937 de los 460 aviones republicanos, 200 eran cazas, 150 bombardeos y 70 aviones de reconocimiento soviéticos. Casi la totalidad de los tanques también eran soviéticos.

Poco, muy poco, poquísimo: en cualquier caso lo que no había era armamento de las democracias francesa y británica. La República sólo tenía a la URSS de su parte; la democracia dependía del apoyo de los bolcheviques y de la movilización que la Internacional Comunista pudiera desplegar por todo el mundo entre los obreros y los antifascistas.

Lo que se escribió entonces

Gracias a este material bélico enviado por la URSS, la República pudo evitar lo que, desde el comienzo, parecía inevitable: la caída de Madrid en noviembre de 1936 en manos de los fascistas. Pero la URSS no puede aparecer en los libros de historia de la burguesía como un baluarte de la democracia, así que luego, todo eso que entonces era tan evidente, ha tenido que ser torpemente reescrito porque para la historia burguesa no vale lo que entonces se dijo sino lo que se dice hoy.

Al llegar la primera ayuda el 28 de octubre de 1936, el presidente del Gobierno y ministro de la Guerra,Largo Caballero, dijo públicamente: Ya tenemos en nuestras manos un formidable armamento mecanizado: tanques, una aviación poderosa... ¡La victoria es nuestra! Al cumplirse el primer año de guerra, escribía el Presidente Juan Negrín: A la URSS y a sus grandes gobernantes deberá España, y con España el mundo entero, perenne gratitud. Aquel mismo año, el Presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio manifestó: Sin la ayuda de la Unión Soviética nuestra República hace tiempo que hubiera dejado de existir.

Pero, ¿por qué tenía que ayudar la URSS a un Estado, como el español, que no se había dignado reconocerle casi 20 años después de la Revolución de Octubre? Si no pensamos en esto por un momento no nos daremos cuenta de que la URSS no ayudaba a la República sino a la clase obrera y al pueblo oprimido español. Que eran consideraciones de clase y no otras (diplomáticas) las que hicieron que los soviéticos se movilizaran. Aquellas armas no llegaron de un Estado a otro Estado sino que fue el cumplimiento de un deber internacionalista de una parte de la clase obrera hacia otra parte. Stalin dirigió entonces un telegrama al Partido Comunista de España en el que decía: Los trabajadores de la Unión Soviética, al ayudar en lo posible a las masas revolucionarias de España no hacen más que cumplir con su deber. Se dan cuenta de que liberar a España de la opresión de los reaccionarios fascistas no es asunto privado de los españoles, sino la causa común de toda la humanidad avanzada y progresiva.

Otra carta de Stalin, junto con Molotov y Voroshilov, enviada el 21 de diciembre de 1936 a Largo Caballero exponía: Consideramos que es nuestro deber, dentro de nuestras posibilidades, ayudar al gobierno español, que dirige la lucha de todos los trabajadores, de toda la democracia española, contra la camarilla militar y fascista, que no es otra cosa que un instrumento de las fuerzas fascistas internacionales.

También Mao Zedong escribió entonces: La causa por la que ustedes luchan, es también nuestra causa.

Eso es lo que que dijeron los comunistas de todo el mundo entonces. Esas afirmaciones no tienen contraste posible con las que pronunciaron los demócratas burgueses del mundo libre, que traicionaron la causa antifascista de una forma realmente vergonzosa.

El valor de cambio

Cuando los hechos no se pueden tapar hay que inventar un pero: la ayuda no fue gratuita ni desinteresada sino que la URSS se la cobró a precio de oro (el oro de Moscú). Incluso Abad de Santillán llegó a calificar la ayuda de usuraria y hay historiadores que han hecho lo siguiente: han calculado el precio unitario de cada pistola, cada fusil, cada tanque y cada arma y luego la comparan con los precios vigentes de mercado para asegurarnos que nos cobraron de más en la factura.

Pero si, como hemos dicho, la ayuda era ilegal, eso significa que el armamento se tuvo que comprar en el mercado negro, donde los precios son, como es bien sabido, muchísimo más elevados. Todas las armas compradas por la República (las que no llegaron de la URSS) fueron pagadas a precios exhorbitantes, y se sabe que eso generó corrupción y que muchas sanguijuelas republicanas sin escrúpulos se forraron con el tráfico clandestino de armas. El historiador Gerald Howson cuenta que el intermediario polaco que negociaba la compra de armas para la República llegó a decir lo siguiente: Vendiendo chatarra a los republicanos españoles a precios astronómicos conseguimos restablecer la solvencia de la banca polaca (Armas para España, pg. 164).

No fue ese el caso de la URSS, que se volcó con España de manera absolutamente desinteresada y a costa de un sacrificio enorme para el proletariado y el pueblo soviético. Por muchos motivos, de los que vamos a exponer algunos. En primer lugar, la URSS estaba entonces en su II Plan Quinquenal y los bolcheviques tuvieron que pedir a los obreros de las fábricas de armamento un esfuerzo suplementario, uno más, cuando en su propio país faltaba aún de todo y cuando los ritmos de trabajo para cumplir el Plan no eran duros: eran durísimos.

En segundo lugar, la URSS tuvo que pasar de manera acelerada de un comercio de nivel cero con España a un comercio exterior que le suponía constituirse en el segundo país por el volumen de transacciones exteriores. En muy pocas semanas España y la URSS pasaron del cero al infinito. Entre octubre de 1936 y marzo de 1937 llegaban a España cada mes entre 30 y 40 barcos cargados desde Odesa. En la URSS se creó un Comité de Ayuda al Pueblo Español y en las bodegas de aquellos barcos no sólo había armamento; también había alimentos, medicinas, ropa: todo aquello de lo que los obreros soviéticos, que no les sobraba nada, se podían desprender para los obreros y campesinos españoles. ¿Cuánto costaba todo esto? ¿Lo tienen contabilizado? ¿Cuál es su precio de mercado?

El único país interesado era España y no la URSS. Fue España quien acudió a la URSS en petición de ayuda, y no al revés. Además, la República no se dirigió a la URSS hasta que no comprobó que ningún otro país le iba a ayudar. Durante dos meses estuvieron mendigando armas por todas las cancillerías occidentales inútilmente. Entre el 12 de diciembre de 1936 y el 30 de enero de 1937, los ministros de la República hicieron llegar a Moscú 26 cartas pidiendo con urgencia armamento para el Ejército. Por tanto, ¿a quien interesaba? Hasta entonces la URSS se había apañado muy bien sin España: cuando la URSS estuvo en guerra, España no envió ni un calcetín.

En tercer lugar, organizar toda esa gigantesca red de transporte dentro de la URSS hacia Odesa y desde ahí hasta el Levante español, corrió a cargo de la URSS, no de España. La República no era capaz de organizarla en uno cuantos días. La travesía del Mediterráneo de este a oeste, con el cruce del estrecho de Bósforo, tardaba nueve días de peligrosa navegación. Estambul era un nido del espionaje italiano, que detectaba el paso de los convoyes soviéticos que luego eran atacados por los submarinos italianos.

La URSS: un Estado en la clandestinidad

Con el Comité de No Intervención lo legal eran los ataques de los submarinos fascistas italianos; lo ilegal era el cargamento soviético de ayuda.

En diciembre de 1936 los fascistas italianos lograron transformar la no intervención (la de los demás, no la suya) en un bloqueo naval. Sus asaltos a los navíos mercantes soviéticos se convirtieron en verdadera piratería marítima. Tuniaiev, Marakov,... el nombre de los buques soviéticos hundidos por submarinos italianos en alta mar no se conoce bien; mucho menos conocemos a los heroicos marinos que dejaron sus vidas con ellos.

Abad de Santillán se queja de que el armamento soviético hubo que pagarlo a precios de usura enormes, y llegase o no llegase el material a nuestros puertos. Pero, ¿cuántos barcos soviéticos fueron hundidos? ¿Cuántos marinos soviéticos están todavía en el fondo del Mar Mediterráneo? ¿Cuál es el precio unitario de estas vidas? ¿Cómo se calcula? ¿Pagó la República por ellos? ¿Indemnizó a sus familias con el oro de Moscú?

Pero como a la burguesía las personas no le preocupan nada, y menos las soviéticas, tienen que llevar la atención hacia las cosas. El estilo sucio y canallesco de contar la historia tiene estas pequeñas artimañas sin ninguna importancia porque finalmente a ellos no les interesa más que el precio que se paga y el oro que se vende. Quizá si Abad de Santillán se hubiera puesto al timón de uno de aquellos barcos soviéticos nos hubiera dejado otra visión del asunto...

No podemos asegurar que en los albaranes y facturas estuvieran incluidas las personas, sus sueldos y pluses de peligrosidad. Lo único que podemos asegurar es que el despliegue armamentístico llevó aparejado otro no menos importante de instructores, pilotos aéreos, tripulantes de acorazados, artilleros, telegrafistas, traductores, médicos, ingenieros, encargados de mantenimiento o marineros. En España hubo entre 500 y 1.000 oficiales soviéticos, que normalmente no lucharon en el frente sino que fueron especialistas, tanquistas o aviadores. Otros eran altos oficiales soviéticos que trabajaron en los Estados Mayores republicanos.

Operación ‘igrek’

En 1936 la URSS salía de un bloqueo internacional. Sólo hacía dos años que había ingresado en la Sociedad de Naciones. No era una potencia marítima ni disponía de una flota de barcos. Carecía de medios de transporte suficientes de tipo marítimo. Era tal la escasez de buques, que resultaba imposible una ayuda mínimamente eficaz para transportar todas las armas que pedía la República. A causa de la guerra de España, el comercio exterior soviético se multiplicó por veinte. Muchos barcos tuvieron que ser alquilados a compañías internacionales al precio que se puede imaginar. Dado que era ilegal, la URSS tuvo que crear en el extranjero a marchas forzadas sociedades comerciales fantasmas para encubrir los envíos. Cada barco soviético que atravesaba el Mediterráneo en socorro de los antifascistas españoles era un verdadero tesoro. Haciendo el transporte con sus sus propios barcos, los soviéticos arriesgaron de una manera temeraria las posibilidades de su transporte marítimo para el futuro.

¿Cómo lograrlo? ¿Cómo lograrlo de la noche a la mañana? ¿Cómo lograrlo clandestinamente? ¿Cómo puede cruzar clandestinamente un buque el cuello de botella del Bósforo? ¿Cómo atravesar todo el Mediteráneo? Y si un barco es difícil ¿cómo lo lograron treinta o cuarenta barcos cada mes? Eso sólo fue posible gracias a la perfecta organización (burocracia lo llaman los intelectualillos) de la URSS, al entusiasmo de los obreros soviéticos y al coraje y el esfuerzo de los bolcheviques.

Muchos colaboradores y agentes soviéticos en el extranjero quedaron al descubierto a causa de la ayuda a la República. La clandestinidad de la ayuda obligó a que fuera la temible NKVD (Comisariado del Pueblo del Interior), los chekistas, quienes se encargaran de todo, junto con el GRU (Servicio de Inteligencia Militar). A la ayuda a la República se la llamó en clave Operación X. Cada envío de armamento llevaba también el nombre cifrado de igrek. En el máximo secreto, Voroshilov en persona ordenaba el traslado del material de guerra a los hangares del Comisariado de Defensa -sin indicar nada por escrito para guardar la máxima reserva- a los mismos vagones de tren inspeccionados por milicianos y agentes secretos que custodiaban el cargamento hasta su descarga en el puerto. Los aviones o los tanques se intentaban camuflar en el ferrocarril haciéndolos pasar por material pesado para la industria. A su llegada al recinto portuario, milicianos de la inteligencia militar supervisaban la carga en los barcos.

Se calcula que se organizaron entre 48 y 66 igreks.

El NKVD se puso a prueba a sí mismo en cada igrek. Cualquier maniobra que sirviese para distraer la atención del enemigo era adoptada de inmediato. Los cascos de los buques se pintaban de otro color y se grababan en ellos nombres falsos. Cuando abandonaban las aguas soviéticas, las naves izaban pabellón extranjero, e incluso se modificaba el perfil de algunas de ellas levantando falsos laterales que servían al mismo tiempo para ocultar el voluminoso armamento sobre cubierta.

La tripulación también era importante para garantizar el éxito de la misión. Se decidió disfrazarla para que pareciese de cualquier otra nacionalidad. India, por ejemplo. En uno de los viajes se vistió a los tripulantes con el uniforme al estilo tropical, tocados con el típico gorro de marinero hindú.

En otros casos se hizo pasar a los buques soviéticos repletos de armamento por inocentes cruceros de aristócratas británicos en los que podía observarse a los marineros vestidos de etiqueta paseándose tranquilamente por cubierta.

Hasta septiembre de 1937, los servicios de inteligencia soviéticos se inclinaron por la ruta mediterránea para llegar a España. Los barcos zarpaban de uno de los cuatro puertos del Mar Negro, ya fuese de Sebastopol, Jerson, Odesa o Feodosia. Sin embargo, llegó un momento en el que la NKVD detectó que toda la ruta estaba bajo el control de los radares italianos y hubo que abrir otra vía alternativa por el norte. Las naves partían entonces de Leningrado, Cronstadt o Murmansk, atravesaban el Báltico y el Mar del Norte, y atracaban finalmente en los puertos franceses de Le Havre, Cherburgo o Burdeos. De ahí se transportaba todo el material por ferrocarril hasta la frontera española.

Había que llegar hasta España y luego había que hacer el viaje de vuelta. El buque Komsomol fue hundido en el tercer viaje por el acorazado Canarias. Murieron heroicamente el almirante de la Flota Roja M.Mesenjev y toda su tripulación. Al fondo del mar se fueron 50 tanques T-26 y otros tantos vehículos blindados.

Cuando a partir de la primavera de 1937 los navíos se fueron yendo al fondo del mar cada vez con más frecuencia, el NKVD pidió voluntarios para las travesías. Aquellos denostados milicianos soviéticos, la primera fila de choque de la revolución, calumniados y vilipendiados por la historia, son los que permitieron, a costa de su propia sangre, que la República resistiera tres años a las hordas fascistas.

La Francia democrática lo tuvo mucho más fácil y mucho más cerca. No necesitaban barcos. Pudieron ayudar y, sin embargo, dejaron que los fascistas masacraran impunemente a los antifascistas españoles durante tres años.

El valor de uso

Dicen por ahí que el armamento soviético era chatarra, antiguallas que no servían. Según el Lehendakari Aguirre, los fusiles eran de la guerra de Crimea.

Pero en la guerra de Crimea no existía la aviación y la URSS envió a la guerra de España lo mejor que tenía, la última tecnología de la época. Cualquier otra cosa hubiera sido absurdo por su parte. La URSS no estaba interesada en hacer negocio a costa de la República; si tenía algún interés, por el contrario, estaba en experimentar su nuevo material bélico. Por tanto, enviaron lo mejor que tenían, lo último.

Los 150 bombarderos soviéticos eran Katiuska (Tupolev SB) y cazas I-15 e I-16, superiores a los primeros aparatos alemanes. El biplano Polikarpov I-15, conocido en España como Chato por su morro corto y grueso, era más rápido y manejable que los primeros aviones alemanes e italianos. Su sucesor, el monoplano I-16, al que los republicanos llamaban Mosca, era aún más veloz. No obstante, es cierto que, a partir de 1937, la aparición en combate del ME-109 alemán y de los modernos bombarderos italianos dejó algo desfasados a los cazas y Tupolev soviéticos.

La superioridad soviética era más patente en los tanques. Los carros de combate BA-3 y BA-6 eran de 12 y 18 toneladas, rápidos y bien armados. Del T-26 suministraron más de 100 en los primeros meses y el BT-5 que trajeron era un prototipo del T-34 que se hizo célebre durante la II Guerra Mundial. En la formidable batalla de Kursk, la mayor de tanques de toda la historia, los blindados soviéticos dejaron bien clara su superioridad.

Los cañones eran cañones pesados de campaña del 76 que no tenían nada que envidiar a sus homólogos alemamos o italianos. También llegó artillería ligera, cañones antitanque y ametralladoras Degtiarev.

Todos esos suministros no eran lo que la Unión Soviética quería enviar sino lo que pedía el gobierno republicano. Largo Caballero, como presidente del Gobierno y encargado de la cartera de Guerra, o su ministro de Marina y Aire, Indalecio Prieto, entregaban al embajador Rosenberg las peticiones de armamento y éste las hacía llegar al Comisariado de Defensa soviético dirigido por Voroshilov, quien a su vez las remitía a Stalin para su aprobación final.

Los oficiales soviéticos que estuvieron a España tampoco eran sargentos chusqueros precisamente. Aquí llegaron cargos de muy alta graduación, los más cualificados, aquellos que luego en la II Guerra Mundial adquirieron justa fama.

Algunos historiadores de esos que gustan de la imparcialidad y la neutralidad hacen comparaciones entre una ayuda (la italiana y alemana a los fascistas) y otra (la soviética a los antifascistas); calculan cifras, número de hombres y armamento. Nosotros en cambio no somos capaces de imaginar desde ningún punto de vista la equiparación entre un antifascista polaco de las Brigadas Internacionales y un mercenario de la Luftwaffe. Lo que diferenció a todos los voluntarios que lucharon por la democracia respecto a los mercenarios fascistas fue lo siguiente: ellos estaban integrados en las unidades republicanas bajo mandos republicanos, mientras que los fascistas italianos y alemanes trajeron aquí sus propias unidades y actuaban bajo sus propios mandos. Éstos a los que les gusta llamarse nacionales, ponían a España a la sombra del III Reich.

Agosto de 1936:
masacre fascista en Extremadura

Archivo de la Memoria Histórica Republicana

Mérida resistió hasta el 11 de agosto de 1936, día en que la tomó el jefe de los fascistas Asensio y, a continuación, Tella cortó la carretera y la línea férrea Madrid-Badajoz. Los miembros del Comité de Defensa de la ciudad, encabezados por la anarquista Anita López, fueron ejecutados. La mayoría de los niños, mujeres y ancianos, todos ellos desarmados, se refugiaron en las ruinas del Teatro Romano; cuando los moros entraron, decapitaron a casi todo el mundo y muchos cuerpos fueron colgados al sol. A las niñas las violaban y a continuación las mataron introduciéndoles la gumía o la bayoneta por la vagina y rajándolas.

Fosas comunes han sido encontradas en Don Benito, Llerena, Villanueva de la Serena, Herrera del Duque, Guareña, Jerez de Los Caballeros y Almendralejo.

En Zafra, era el propio cura del pueblo, Juan Galán Bermejo, el que señalaba a los que se debía ejecutar y declaró a Marcel Dany, periodista de la agencia Havas, que todavía no hemos tenido tiempo de legislar cómo y de qué manera será exterminado el marxismo en España. Por esta razón todos los procedimientos de exterminio de esas ratas son buenos, y Dios en su inmenso poder y sabiduría los aplaude. A semejante personaje, que siempre llevaba la pistola bajo la sotana, se le atribuyen 750 fusilamientos.

El 13 comenzó el asalto a Badajoz, defendido por 500 soldados y 3.000 milicianos inexpertos dirigidos por el coronel Ildefonso Puigdendolas frente a 3.000 sublevados. La ciudad cayó el 14 por la tarde. La aviación alemana e italiana bombardeó con los Junker 52 que despegaban de los aeródromos portugueses sin que los sitiados recibiesen ninguna ayuda de la aviación republicana.

El corresponsal de Le Temp escribe el día 15 que los milicianos sospechosos detenidos son inmediatamente ejecutados y da la cifra de 1.200 asesinados. A este corresponsal declara Yagüe: Ha sido una espléndida victoria. Antes de seguir adelante vamos a terminar la limpieza de Extremadura, ayudados por los falangistas. Los milicianos capturados en el coro de la catedral fueron asesinados ante el altar.

También fueron fusilados los republicanos comandante Alonso y los coroneles Pastor Palacios y Cantero. Puigdendolas logró huir con parte de sus hombres a Portugal pero serán entregados por el gobierno de este país; Puigdendolas conseguirá escapar y regresar a zona republicana.

Mario Neves relata en el Diario de Lisboa:

Acabo de ser testigo de auténticas escenas de desolación y horror de las que no me olvidaré mientras viva. Cerca de los establos todavía pueden verse muchos cuerpos yaciendo como resultado de la implacable justicia militar. En las avenidas principales, una no muy larga mirada como la que he echado esta mañana, muestra una larga hilera de cadáveres insepultos tirados allí, los legionarios extranjeros y las tropas moras que están encargados de las ejecuciones quieren que los cuerpos en las calles para que sirvan de ejemplo, consiguiendo el efecto deseado.

Entre los falangistas que protagonizaron la cacería de seres humanos destacan Mariano Ramallo; el padre Lomba, encargado de realizar las listas de los que había que ejecutar; Arcadio Carrasco, que con el tiempo sería nombrado Marqués de la Paz (!) y presidente del Sindicato Vertical; y Jorge Pinto, terrateniente de Olivenza, que hacía bailar a las mujeres antes de matarlas abriéndolas en canal y arrancándolas las tripas.

A los habitantes se les llegó a marcar a fuego vivo como a las reses. Falangistas y moros hacían apuestas entre ellos, y en la Plaza de Penacho estos últimos se divertían abriendo la tripa de los prisioneros y metiendo la cabeza dentro.

Hasta tal punto llegó el salvajismo que el propio Franco ordenó a Yagüe que se detuviesen las castraciones; en efecto, los moros castraban a los cadáveres y los oficiales alemanes hicieron fotos de los cuerpos como souvenir. Pero se siguió realizando.

Masacre en la plaza de toros

Durante los días 14 al 15 de agosto se produjo el que fue quizá el episodio más trágico de toda la guerra. Miles de civiles fueron lidiados (sic) y rematados en la plaza de toros de Badajoz.

El horror de semejante carnicería ha sido históricamente ocultado por el bando vencedor y casi ha caído en el olvido. La Guerra Civil trae a la memoria los nombres de Gandesa, Gernika, Jarama, Brunete, Teruel, Guadalajara... pero no el de la ciudad extremeña, protagonista de un acontecimiento que pone los pelos de punta; de los 8.000 fusilamientos que hubo en la ciudad, más de la mitad sucedieron en el coso de Badajoz.

Muchos historiadores han minimizado los acontecimientos. Según Hugh Thomas la cifra de muertos no llegaba a dos mil; calculaba esta cifra a los veinte años del fin de la guerra y utilizaba fuentes oficiales del régimen que, entre otras cosas, olvidaron señalar que hasta se entregaron invitaciones para acudir a tan taurino festejo.

Yagüe ordenó el encierro de los prisioneros, la mayoría civiles, en el coso de la plaza de toros el día 14 de agosto de 1936. En los tendidos se instalaron focos para iluminar la arena; en ese mismo tendido donde señoritos, falangistas, terratenientes, señoritas cristianas y devotas de la alta sociedad, monjas y frailes, entre ellos el citado padre Lomba, aguardaban impacientes la orgía de sangre que se avecinaba.

Entre los más despiadados destacó un sargento moro de nombre Muley que se colocó un traje de torero encima del suyo y comenzó la faena: usaba la bayoneta como estoque contra los prisioneros y los mataba clavándoles el hierro en la cara y en el cuello. Mientras, la gente de ley y orden daba los olés y los correspondientes aplausos cuando los prisioneros eran banderilleados.

El espectáculo duró toda la noche. Durante las primeras horas del día 15, el miliciano Juan Gallardo Bermejo le arrebató la bayoneta a uno de los legionarios-torero y lo mató. En ese momento se retiraron de la arena moros y legionarios y comenzó un ametrallamiento masivo.

Durante largo rato silbaron las balas, hasta el extremo de que los tiradores fueron reemplazados en varias ocasiones. No más de dos o tres personas sobrevivieron de las más de 4.000 que se hacinaban en el foso y que fueron a parar a fosas comunes.

Al amanecer del día 15, se volvió a llenar la plaza de prisioneros y hacia las seis de la mañana comenzó un nuevo tiroteo de ametralladoras que duró dos horas.

Las tropas moras saquearon a los asesinados en busca de anillos (aunque hubiese que cortar dedos), cadenas e incluso arrancaban las muelas de oro a golpe de bayoneta.

El gobierno portugués entrega a los huidos

Durante los días siguientes a la matanza en la plaza de toros, se siguió asesinando a numerosas personas que se recogían por la provincia o huidos que entregaba la dictadura portuguesa.

El 19 de agosto se estrenaron las nuevas autoridades de la ciudad en un acto público en el que fueron fusiladas 13 personas, siete españoles (entre ellos el alcalde Sinforiano Madroñero y el diputado socialista Nicolás de Pablos) y seis portugueses.

Tras la misa que celebraron los sacerdotes se realizaron los fusilamientos mientras la banda de música amenizaba el espectáculo. Los cuerpos estuvieron expuestos tres días y se les colocó un letrero que decía: Estos son los asesinos de Badajoz.

Tiempo después de todos estos acontecimientos, todavía continuaron las ejecuciones. Todos los días, a las doce de la mañana, en la Plaza de Penacho se asesinaba a los prisioneros mientras se oía el himno de Falange y la Marcha Real. Los habitantes eran obligados a contemplar el espectáculo; negarse equivalía a participar en el mismo. Fascistas portugueses vinieron desde Elvas para regocijarse con la función, en especial cuando, en vez de fusilar, los moros degollaban con la gumía.

La prensa recoge la noticia

Naturalmente que los hemos matado -me dijo-, ¿qué suponía Vd.? ¿Iba a llevar 4.000 prisioneros rojos en mi columna, teniendo que avanzar contra reloj? ¿O iba a dejarlos a mi retaguardia para que Badajoz fuera rojo otra vez?. Esta fue la respuesta que dio Yagüe al corresponsal del New York Herald, John Whitaker.

Las primeras noticias de la matanza de Badajoz la dieron los periodista franceses Marcel Dany y Jacques Berthel y el periodista portugués Mario Neves.

En 1937, el comandante McNeil Moss negaba los hechos basándose en el testimonio de dos voluntarios británicos de las tropas franquistas... ¡¡que no se incorporaron a la guerra hasta el 9 de septiembre de 1936!!

El periodista norteamericano Jay Allen publicó el día 25 de agosto la crónica Masacre en Badajoz en The Chicago Tribune y si bien utilizó información del bando franquista y además era partidario de éste, narró con veracidad lo que vio, por lo que los rebeldes le acusaron de calumniador:

Esta es la historia más dolorosa que por mi azar me tocó realizar [...] Hubo fuego, hay cuerpos quemados. Cuatro mil hombres y mujeres han muerto en Badajoz desde que los legionarios extranjeros del general Francisco Franco y los moros treparon sobre los cuerpos de su propia muerte [...] miles fueron asesinados sanguinariamente después de la caída de la ciudad [...] desde entonces de 50 a 100 personas eran ejecutadas cada día. Los moros y legionarios están saqueando. Pero lo más negro de todo: la ‘policía internacional’ portuguesa está devolviendo gran número de gente y cientos de refugiados republicanos hacia una muerte certera por las descargas de las cuadrillas rebeldes [...] Aquí [en la plaza de la catedral] ayer hubo un ceremonial y simbólico tiroteo. Siete líderes republicanos del Frente Popular fueron fusilados ante 3.000 personas [...] Todas las demás tiendas parecían haber sido destruidas. Los conquistadores saquearon según llegaron. Toda esta semana los portugueses han comprado relojes y joyería en Badajoz prácticamente por nada [...] los que buscaron refugio en la torre de Espantaperros [torre medieval de Badajoz] fueron quemados y fusilados.

De pronto vimos a dos falangistas detener a un muchacho vestido con ropa de trabajo. Mientras le agarran, un tercero le echa atrás la camisa; descubriendo su hombro derecho se podían ver las señales negras y azules de la culata del rifle. Aún después de una semana se sigue viendo. El informe era desfavorable. A la plaza de toros fui con él. Fuimos entre vallas al ruedo en cuestión [...] Esta noche llegará el pienso para el ‘show’ de mañana. Filas de hombres, brazos en aire. Eran jóvenes, en su mayoría campesinos, mecánicos con monos. Están en capilla. A las cuatro de la mañana les vuelven a llevar al ruedo por la puerta por donde se inicia el ‘paseíllo’. Hay ametralladoras esperándoles. Después de la primera noche se creía que la sangre llegaba a un palmo por encima del suelo. No lo dudo, 1.800 hombres- había mujeres también- fueron abatidos allí en doce horas. Hay más sangre de la que uno pueda imaginar en 1.800 cuerpos.

Volvimos al pueblo pasando por la magnífica escuela e instituto sanitario de la República. Los hombres que los construyeron están muertos, fusilados como ‘negros’ porque trataron de defenderlos. Pasamos una esquina, ‘hasta ayer había aquí un gran charco de sangre renegrida’, dijeron mis amigos. ‘Todos los militares leales a la República fueron ejecutados aquí, y sus cuerpos se dejaron durante días a modo de ejemplo’. Les dijeron que salieran, así pues, dejaron sus casas precipitadamente para felicitar a los conquistadores y fueron fusilados allí mismo, y sus casas saqueadas. Los moros no tenían favoritos.

El 27 de octubre de 1936 en La Voz de Madrid se daba a conocer lo sucedido.

A fecha marzo de 2007, el número de cadáveres recuperados en las fosas extremeñas es ya superior al de asesinados por los fascistas en toda la guerra en otros puntos de España. ¡Y aún no han sido localizados los enterramientos masivos de Mérida y Badajoz!

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