JOSÉ DÍAZ RAMOS
(1896-1942)

José Díaz nació en Sevilla el 3 de mayo de 1895 en el número 9 de la calle Huerto del barrio de la Macarena, actualmente calle General Bohórquez. Al norte de la capital andaluza, la Macarena es un barrio deprimido y proletario; la familia de José Díaz también era obrera y pronto se trasladaron a vivir al número 4 de la calle Adelantado al lado de la Resolana. Su padre era panadero y su madre, cigarrera, trabajó toda su vida en la fábrica de tabaco. Como sus compañeras de trabajo, en el mismo lugar de trabajo era donde amamantaba a sus hijos. José fue el segundo de una descendencia de seis, de la que fallecieron dos hermanos.

Está acabando un siglo y entonces, como hoy, Sevilla era una ciudad de clases y, por tanto, de contrastes, espejo de las dos Españas de Machado, la de la abundancia y la pobreza, la de la alegría y la de la tristeza. Allí tenía su asiento la rancia aristocracia terrateniente andaluza que hacía ostentación de lujo y despilfarro y se divertía con las corridas de toros. Era también el centro comercial andaluz, un mercado permanente que desde el puerto del río Guadalquivir siempre había alcanzado hasta la lejana América. De ahí que la presencia de la burguesía fuera igualmente importante. Estas eran la clases del jolgorio y la frivolidad, entonces en un apogeo que, de espaldas a la calle, imaginaban eterno. Puerta de la hispanidad, colonialista, la oligarquía sevillana cree vivir una mentira permanente y un esplendor ficticio. Es una ciudad escaparate, la de las exposiciones universales, donde el mercado y el engaño conviven más hermanados que en ninguna otra parte.

Pero al otro lado de la acera se agolpa un proletariado famélico y miserable que se hacina en chabolas y corrales donde la música y el baile tenían un recorrido tan corto como los miserables jornales que cobran. Lo mismo que la educación: más de la mitad de la población era analfabeta. José fue de los que pudo estudiar de los seis a los once años de edad. En 1905, cuando tenía diez años, el mal tiempo arruinó las cosechas en Andalucía, apareciendo el paro y una hambruna terrible que asoló los hogares proletarios, llevándose a muchos de ellos al cementerio y a los demás, luto y lágrimas.

Al año siguiente empezó a trabajar como obrero panadero, oficio que desempeñaba también su padre, en un horno de la calle Valle en la puerta de Osario. Luego cambió varias veces de lugar de trabajo dentro de la misma profesión pero las condiciones laborales eran siempre las mismas, especialmente terroríficas para un niño: trabajo nocturno durante 15 horas diarias y el calor sofocante del horno en una de las ciudades más calurosas. Aquellas jornadas de trabajo se hacían interminables, agotadoras, despertando en José, desde muy niño, un sentimiento de rebeldía cultivado por su propia sensibilidad revolucionaria. En la panadería de la calle Hombre de Piedra, una de las que desembocan en la Alameda, conoció a su compañera Teresa, también obrera como él. Con 17 años ya había aprendido el oficio, que desempeñaría hasta 1932.

El sindicato de panaderos ‘La Aurora’

Sobreponiéndose a la brutal represión de la época, los obreros se organizan, pero repudian el reformismo de la UGT. La miseria obliga a gritar en voz alta y eso es lo que el anarcosindicalismo dio entonces a los obreros sevillanos. En 1888 la FTRE libertaria había sido disuelta pero no liquidada. En 1904 había en Sevilla 24 asociaciones obreras, todas ellas alineadas con el anarcosindicalismo. Al año siguiente, el hambre no facilita la organización sindical de la clase obrera; parece que no hay salida a la miseria capitalista y, como suele suceder, muchos se desmoralizan justo cuando la situación está a punto de reventar. Se acerca la Semana Trágica de Barcelona, el acontecimiento histórico que marca una época en el movimiento obrero español. Asesinan a Francisco Ferrer, en Vizcaya estalla una huelga general y se funda la CNT (1910).

La lucha revolucionaria es contagiosa; no importa en dónde estalle ni a veces tampoco por qué, pero siempre acaba extendiéndose como una inundación. En Andalucía la ola de rebeldía llega más tarde, con la Revolución rusa de 1917, pero también llega inexorablemente. Es el trienio bolchevique, un periodo de lucha comprendido entre 1917 y 1920. Primero saltan los jornaleros del campo, destacando que no se trata de levantamientos espontáneos sino organizados y preparados por los sindicalistas. Como si fuera otra ley, la lucha revolucionaria siempre se inicia de una manera pacífica, pero acaba, como entonces en Andalucía, con incendios de las cosechas y, en ocasiones, de los aristocráticos cortijos.

En 1917 José Díaz ya estaba afiliado al sindicato de panaderos La Aurora, del que fue nombrado presidente, dirigiendo dos huelgas por motivos económicos. Desde joven destaca entre los panaderos sevillanos. Su vivacidad y alegría, su inteligencia clara y su actitud enérgica, eran condiciones que muy pronto atrajeron el aprecio de los obreros, que vieron en él a uno de sus dirigentes naturales. Su primera escuela de lucha, donde aprendió las nociones elementales del combate contra la burguesía, fue en las sociedades de resistencia, muchas de las cuales se transfomaron posteriormente, entre ellas la de panaderos, en sindicatos de oficios, armas rudimentarias de lucha, en las que comenzaban por aquel tiempo a agruparse los obreros. El sindicato formaba parte de la CNT y dentro de la confederación libertaria José Díaz fue también contador y tesorero de la Federación Local. Él mismo reconoció que, además, en su interior formó parte de un grupo anarquista de acción directa que practicaba la acción directa, participando en varias acciones armadas. Por tanto, durante diez años, hasta que en 1927 ingresó en el Partido Comunista, José Díaz osciló entre el sindicalismo obrero y la violencia revolucionaria, participando en varios enfrentamientos a tiros con los pistoleros de la patronal que realzaron su prestigio entre la clase obrera sevillana.

La primera noticia sobre su actividad en el movimiento obrero es cuando el 16 de febrero de 1918 preside la reunión de los obreros aserradores, clavadores y similares, en su sede del número 43 de la calle Marqués de Tablantes. Contaba 23 años de edad y, como se aprecia, su actuación abarcaba ya todos los sectores obreros sindicales.

La CNT se había reorganizado en sindicatos únicos de ramo en el Congreso de Sans, con trece sindicatos únicos. El 1 de mayo de 1918 tuvo lugar en Sevilla el congreso que constituyó la Federación Obrera Regional Andaluza (FORA), en el que participaron 52 delegados representando a unos 30.000 obreros.

Tras el Congreso se multiplican las luchas obreras y estallan huelgas de carácter general. En 1918 hubo 32 huelgas, siendo la lucha por el aumento de salarios el motivo más recurrente.

En 1919 los sindicatos desplegaron una intensa labor de propaganda en la que participó José Díaz como representante de la FORA. En tan sólo un año en toda Andalucía se multiplican por 25 los obreros afiliados, y en Sevilla por cerca de 30, pasando de 1.240 a 36.948, con organizaciones en 42 localidades, el 42 por ciento de los ayuntamientos y 525 afiliados en poblaciones de 10.000 habitantes. Esto expresa fielmente el carácter del anarcosindicalismo sevillano, donde es superior en términos absolutos y relativos, el número de afiliados urbanos que el de los rurales. En la capital sevillana había 18.336 afiliados, la mitad del total provincial. Pero en 1919 se contabilizan 50 huelgas, incluyendo la general de febrero a marzo.

Los gremios más conflictivos son los panaderos, al que pertenece José Díaz; los albañiles, metalúrgicos, aceituneros, hiladores y tejedores y obreros de las fábricas militares.

En Sevilla José Díaz presidió el 18 de diciembre de 1919 una reunión del sindicato de panaderos La Aurora y sus ramos afines, acordando que la dirección se entrevistase con el gobernador civil para aclarar un punto sobre el trabajo diurno o nocturno, abogando todos los reunidos por la unificación del gremio.

En el Congreso de la CNT reunido en Madrid, en el teatro de la Comedia, en diciembre de 1919, asistieron 450 delegados que representaban a 700.000 obreros afiliados. Allí los obreros discutieron sobre la Revolución rusa y acordaron la adhesión de la CNT a la Internacional Comunista. Aquel mismo mes de diciembre de 1919 la Federación de Juventudes Socialistas acordó unirse sin demora a la Internacional Comunista y pocos meses después, en abril de 1920, se constituyen como Partido Comunista de España.

La huega de panaderos de 1920

En Sevilla aquel fue el año más agitado. Sólo en la capital el total de huelgas contabilizadas fue de 43, incluyendo la huelga general de diciembre. Aparecen los cierres patronales (Banesto logró así abortar una huelga), las bombas y los disparos.

José Díaz no era sólo el dirigente de los panaderos sevillanos, sino de todos los trabajadores de la capital andaluza. Su labor sindical se desarrollaba entre los más diversos oficios. Así, el 4 de enero de 1920 preside una reunión de sombrereros en la que se acordó que una comisión visitara al patrono José Lora para obligarle a que sus operarios trabajen a jornal y no a destajo como ahora lo vienen haciendo, y que en caso contrario, se declare la huelga parcial. Dos días después se volvió a reunir el sindicato de sombrereros presidido por José Díaz: Los reunidos trataron de la huelga que sostienen con la casa del patrono Lora, acordándose nombrar una comisión de tres individuos para que lo visiten con el fin de participarle que persistirán en la huelga si no admite a sus operarios, a jornal en vez de a destajo. También se acordó socorrer a dichos obreros en huelga con la suma de tres pesetas diarias.

Las huelgas no bastan porque los patronos tienen todos los medios a su alcance para forzar a los obreros con el hambre. Sevilla sigue los pasos de Barcelona, donde la lucha obrera se complementa con la lucha armada. Por eso un patrono, Amadeo Saturnino, sufre un atentado el 5 de enero, resultando detenido Aparici, que culpa a Sanabria y a Adame. El 10 de enero hubo otro atentado fallido contra el arquitecto de la Exposición Universal en las cercanías de su vivienda. Así comenzaban las acciones del movimiento obrero contra la Exposición, que culminarían con la huelga de 1928.

Un día después se vuelve a reunir el gremio de los panaderos: Abierta la sesión por el compañero José Díaz, se dio lectura al acta de la sesión anterior, siendo aprobada. Se acordó el ingreso en la Federación Regional. En consecuencia, José Díaz presidió la sesión en la que el sindicato de panaderos La Aurora se integra dentro de la FORA. Además, durante la reunión se dio lectura a un escrito del Instituto de Reformas Sociales de Madrid, ratificando las horas de trabajo desde las 5 de la madrugada a las 11 de la noche. La conciencia de clase empieza a despertar la solidaridad entre todos los proletarios, que aparecen estrechamente unidos por un mismo destino: los panaderos también acuerdan prestar apoyo material a los compañeros albañiles en huelga. Por el contrario, acuerdan no intervenir en la Junta Local de Reformas Sociales porque no hace cumplir la ley a los patronos que la infringen.

Entre la Alameda de Hércules y la Resolana, la calle Peral era entonces el centro del anarquismo sevillano, donde se hacinaban los obreros en corrales de vecinos y donde, conviviendo con el hambre, el trabajo agotador y la penuria, se aspiraba a conseguir logros revolucionarios que hacían soñar en una sociedad más justa para todos. Allí, en el número 1, se volvió a reunir el 27 de enero el sindicato de panaderos, presidido por José Díaz. Al comenzar la reunión José Díaz leyó tres cartas de otros tantos obreros afiliados pidiendo ayuda; se recaudaron cinco céntimos diarios para cada uno. También se acordó facultar a la dirección del sidicato para que continúe los trabajos emprendidos para convertir los trabajos nocturnos en diurnos. Finalmente encargaron a la dirección del sindicato que redactara un elenco de reivindicaciones, que fueron las siguientes:

— Reconocimiento del sindicato por los patronos. No elaborar pan falto de peso
— No empezar el trabajo antes de las cinco de la mañana
— Que el personal no asociado no pueda trabajar con el que no lo esté
— Que los patronos no puedan despedir a ningún obrero sin el visto bueno del delegado del sindicato
— En las panaderías mecánicas regirán los siguientes jornales: maestros, 10,25 ptas; oficiales primeros, 6,75 ptas; oficiales segundos, 6; ayudantes, 5; maquinistas, 4,25; y aprendices, 3,50. En las no mecánicas regirán para los mismos cargos los siguientes jornales: 10,25; 8; 5; 3,50.

El sindicato acordó conceder un plazo de 48 horas a los patronos para contestar. Se preparaba una nueva huelga. El día 21, en vísperas del paro, los obreros explican su actitud, apareciendo en la prensa un artículo de fondo. Pero lo patronos tratan de rendir a los obreros mediante el hambre. Mantienen los hornos abiertos trayendo esquiroles procedentes de Cádiz. Por su parte, el sindicato vacía la caja de resistencia para dar de comer a los obreros más necesitados.

Los huelguistas organizan piquetes que se distribuyen por todos los barrios de la ciudad; impiden el trabajo de los esquiroles, informan a los demás obreros, extienden la solidaridad y logran parar todos los hornos. La policía también sale a la calle para detener a los obreros que actúan en los piquetes. Corrompidos hasta la médula, los políticos salen en la prensa negando que exista ninguna huelga. Sin embargo, ésta se extiende a otros sectores. Los patronos especulan con ella y con el precio de la harina para subir los precios del pan. Ante el fraude capitalista, se requisan sacos de harina a los almacenistas. La ciudad está alarmada por la falta del alimento básico y, para muchas familias, único. La escasez provoca colas enormes, asaltos a panaderías, acaparamiento y continuos incidentes.

En la reunión sindical del 5 de marzo toma la palabra José Díaz. Su testimonio es directo, duro, sin concesiones. No basta con declarar la huelga; hay que pelear hasta el final por los derechos. Hay que dar un paso al frente. Aconseja a todos los obreros que están trabajando que se sumen a la huelga, anuncia que los obreros no acudirán a más reuniones con el gobernador civil y que, en lo sucesivo, se entenderán única y exclusivamente con los patronos. El acto termina en un ambiente de euforia, dando todos vivas a la huelga.

Los capitalistas y su Estado represor también dan un paso al frente. El 9 de marzo detienen a dos sindicalistas acusados de los disturbios de Triana. El gobernador impide las reuniones sindicales y el ánimo de los obreros comienza a decaer. Éstos se manifiestan favorables a la negociación con una serie de condiciones, entre las cuales, que acudiera la dirección de la patronal autorizada para discutir con ellos y, en caso de acuerdo, que se firmara por ambas representaciones el laudo que pusiera fin a la huelga, dándose a cada uno de ellos copia del acta original que quedaría depositada en la alcaldía, en donde constarán los acuerdos tomados.

Los patronos rechazan algunas de las condiciones de los panaderos: no reconocen al sindicato ni aceptan su visto bueno para despedir a los obreros, rechazan también la presencia de delegados obreros en los talleres, también se niegan a dar a los obreros un día de descanso retribuido a la semana y se niegan a reducir la jornada de trabajo. Pero la huelga acaba con un señalado triunfo para los panaderos.

Desde entonces José Díaz acrecentó su prestigio y autoridad entre toda la clase obrera sevillana. Había demostrado sus dotes de dirigente obrero: combativo, audaz, firme y con una conciencia de clase a toda prueba. No se dejó embaucar ni sorprender en las discusiones con los patronos y el gobernador civil; hizo frente con aplomo a los provocadores y pistoleros a sueldo de los capitalistas, con los cuales se batió a tiros por las calles en más de una ocasión.

Pero toda victoria tiene su precio. Como es natural, comienzan por aquellas fechas las persecuciones policiales contra el dirgente sindical, que tiene que aprender el arte de la conspiración y de la clandestinidad.

Guerra de clases a orillas del Guadalquivir

La huelga acabó de consumar la dicotomía de clases en la que vivía la sociedad sevillana. En la segunda mitad de 1920 el gobernador civil prohibió las reuniones sindicales. La policía clausuró los centros obreros. Pero se siguen celebrando clandestinamente, sin la presencia del delegado gubernativo. En Sevilla la policía detiene y encarcela a Saturnino Barneto, amigo de José Díaz, a José Oliveira y a siete siindicalistas más. Pero a pesar de la represión, los obreros pierden el miedo y la lucha sindical se transforma en una lucha de clases, política, reforzando las posturas más radicales y las acciones directas. Hay represalias contra los esquiroles, peleas, disparos, heridos y muertos. Las huelgas obreras no remiten en la ciudad: en octubre están en huelga los obreros de las tres fábricas militares, los carpinteros, los cocheros, que se adhieren a Solidaridad Obrera, el periódico anarquista clandestino, los barberos y los plateros. La lucha continúa sin miedo a las consecuencias de la represión.

El 3 de septiembre de 1920 se logra la unidad de acción entre UGT y CNT, lo que en Sevilla se traduce en una huelga general que durará desde noviembre hasta el 8 de diciembre. La ciudad se paraliza y hay acciones armadas. En la calle Fabiola, en la casa de Ramón Ibarra, explota una bomba, muriendo un soldado, y resultando heridos otros dos. Por la noche estallan dos bombas en las proximidades de Eritaña. A las 10,20 de la noche estalla un explosivo colocado en la puerta de entrada al palacio Arzobispal. Herido en la espalda por varios disparos, el 12 de diciembre fallece un capitalista del corcho. Sus obreros estaban en huelga parcial y los disparos los realizan dos individuos de traza modesta. El 21 de enero ejecutan al policía Espejo cuando intentaba cachear a un sindicalista que le disparó a bocajarro. Ese mismo día varios policías intentaron detener al presidente de uno de los sindicatos, que huyó, fue perseguido y asesinado bajo el mostrador de una farmacia. Otros tres sindicalistas fueron asesinados a tiros por la policía y otro más herido.

Detenidos 64 cenetistas barceloneses por Martínez Anido, se reclama la huelga general en toda España en su apoyo, y la respuesta obrera sevillana no se hizo esperar. Será el sindicato del metal el que concrete las peticiones: Que sea reconocido el sindicato único con sus delegados de fábrica, obras y talleres; solución de todos los conflictos de forma satisfactoria para los obreros; abolición del trabajo a destajo y extensión de la jornada de ocho horas a todos los trabajadores.

A partir de 1921 la guerra entre las clases es total. Arrecia la represión de la policía contra los obreros: detenciones, cierres y disparos de los soldados contra los piquetes. Se cierran imprentas, como la de la calle Alhóndiga 21, que trabajan para los sindicatos, detienen a sindicalistas que siguen cobran cuotas clandestinamente. El 9 de febrero hay en la cárcel del Pópulo, que está en el Arenal, un total de 482 presos de los que 205 son sindicalistas y de éstos 160 están por orden del gobernador civil. Algunos sindicalistas que son llevados camino de la cárcel por policías o por la guardia civil, aparecen asesinados por la espalda.

Por su parte, los sindicatos únicos imponen multas a los patronos. Los atentados se multplican. El 9 de marzo de 1921 ejecutan al Presidente del Gobierno, Eduardo Dato.

José Díaz abandonó Sevilla para cumplir misiones revolucionarias, y vivió en Jerez (gran centro anarcosindicalista), en Granada, Madrid y Barcelona.

Cuando en 1922 vuelve a Sevilla, le detienen, pasando diez meses en la cárcel. Ésta es un antro espantoso, de lo peor que pueda imaginarse. En las noches de lluvia, los presos tienen que permanecer de pie en la celda porque el agua penetra a cántaros. Se niegan a ser conducidos desde la cárcel y se amotinan.

El atentado contra el reyezuelo

En septiembre de 1923 la vida de José Díaz comenzaba a dar un importante giro. España conoció uno de esos acontecimientos históricos que realzan la sigularidad de su podrida casta dominante: un golpe de Estado que en realidad es un autogolpe patrocinado por la propia monarquía, entre otras cosas para tapar la sangría colonial en Marruecos y frenar el ascenso de la lucha obrera. Una vez más la oligarquía lanza a sus perros contra los sindicatos, la prensa, los locales, los derechos y, sobre todo, contra los proletarios más destacados.

Ante esta situación, son muchos los que, presa del pánico, simplemente echan a correr para escapar del país. Siempre dispuestos a arrodillarse, los reformistas tragan con todo lo que les echen y, especialmente, la UGT y el PSOE colaborarán a jornada completa con la reacción: Largo Caballero fue nombrado consejero de Estado. Como es costumbre, la CNT no mantiene una postura única; la actividad sindical se paraliza e incluso hay quien, como el periódico Solidaridad Obrera, también sigue la senda reformista y propugna la inhibición frente al golpe militar si los militares no atacan a la clase obrera: Si el golpe de Estado –decía Solidaridad Obrera el 18 de setiembre de 1923- no tiene por misión ir contra los trabajadores, contra las libertades que éstos tienen, contra las mejoras alcanzadas y contra las reivindicaciones económicas y morales que paulatinamente se han obtenido, nuestra actitud será muy otra que si todo esto, que es el producto de muchos años de lucha, se veja, no se respeta o se ataca. En este caso no podemos situarnos en el mismo plano que nos situaríamos en el precedente. Era una ingenuidad pasmosa creer que los militares no habían dado un golpe de Estado más que para atacar a la clase obrera en todos y cada uno de sus derechos.

No obstante, también hay quienes, como José Díaz, se preparan para hacerle frente con todas las armas a su alcance. En aquel momento José Díaz era un destacado dirigente de la CNT y del movimiento obrero en Sevilla. No estuvo de acuerdo con escapar al extranjero, como tantos otros hicieron. No quiso marcharse ni a París, ni a Lisboa, ni a Bruselas, ni a Buenos Aires. Fue irreductible en la crítica hacia los que huyeron sin causa justificada, como también con los que se quedaban tranquilamente en su casa, dejando a la clase obrera abandonada, o que ésta se amparara en la UGT, plagados de orientaciones reformistas, de colaboración plena con la dictadura. Su opinión fue la de quedarse en España, al pie del cañón, para continuar la lucha poniéndose al frente de la clase obrera sevillana, cuyas conquistas peligraban. Fustigó con energía a los que se escondieron con la excusa de que con la dictadura no se podía aplicar la táctica de la acción directa, y que no quedaba otro camino que el del colaboracionismo. Como otros muchos militantes cenetistas, propugnó que, no obstante la liquidación de las libertades de la clase obrera por los militares reaccionarios desde el poder, debía aprovecharse la más mínima coyuntura propicia para organizar a los obreros y, desde su organización y mediante la lucha, no abandonar sus conquistas. Sostenía el punto de vista de que había que pelear por cada reivindicación por pequeña que fuera.

Para José Díaz, el sindicalismo era un instrumento de lucha y combate de la clase obrera para la defensa y la mejora sus condiciones de vida y la conquista de sus reivindicaciones inmediatas. Siempre fue hostil a la actitud de los anarquistas vegetarianos y comodones que entonces se pusieron de moda, los que criticaban y nada hacían, a los entonces célebres ‘nietzcheanos’, que anatematizaban a las masas por su ‘materialismo’, porque éstas querían mejorar sus salarios, sus condiciones de trabajo y su nivel de vida. Se enfrentaba con quienes esparcían tales ideas porque él se consideraba parte integrante de las masas proletarias, con una confianza ilimitada en ellas, con gran fe en el pueblo. Llegó a ser intransigente frente a las inmoralidades de unos y otros.

Durante los seis años de dictadura de Primo de Rivera, de 1923 a 1931, la actividad política y sindical de José Díaz se manifestó allí donde había un motivo de efrentamiento con la dictadura y la monarquía. Organizó en Sevilla la distribución de propaganda antimonárquica y él mismo contribuyó a difundirla, porque de esta forma se incorporaban a la lucha otros sectores sociales, especialmente los universitarios, contra Primo de Rivera y Alfonso XIII, el rey felón, abuelo del actual Bobón. Participó en la organización de varias huelgas de su gremio, los obreros panaderos, por mejoras de salario que resultaron triunfantes. También intervino en la organización de la huelga de los obreros portuarios sevillanos, que lograron obtener un gran triunfo.

Estuvo a punto de ser asesinado en más de una ocasión a manos de las bandas de pistoleros organizadas por la gran burguesía y la policía le buscaba por su actividad sindical y solidaria, así que se tuvo que refugiar en un pueblo en las cercanías de Sevilla.

José Díaz llevó a la práctica la necesidad de enfrentarse a la dictadura militar con todas los medios a su alcance. Enviado por el Comité Nacional de la CNT, que se había refugiado en Sevilla, José Díaz se trasladó en 1925 a Madrid junto con otros militantes anarquistas para preparar un operativo espectacular: la ejecución del rey Alfonso XIII. En la capital subsistió vendiendo en la calle los roscos sevillanos que había aprendido a elaborar desde niño. Pero la policía los detuvo a los pocos días a la salida de un bar cuando se disponía a echar una carta al correo. La carta estaba escrita de forma que la policía no podía sacar nada en concreto. Él y su compañero fueron torturados durante tres días y conducidos por la policía a las afueras de Madrid. Entonces el gobernador civil era el general Arlegui con el que se practicaba impunemente la ley de fugas, de la que estuvo a punto de ser víctima. Pero la policía no consiguió arrancarles ninguna confesión.

Ambos fueron trasladados a la vieja cárcel modelo de Madrid, donde José Díaz enfermó, quedándole como secuela una debilidad extrema y una úlcera gástrica que se le hizo crónica. Las condiciones de vida en la cárcel eran tan precarias y tan duras que aquella grave enfermedad le martirizó el resto de sus días y lo llevó a la tumba aún joven.

Permaneció 10 meses en la cárcel sin llegar a ser procesado por falta de pruebas. Los largos periodos de inactividad hacen de la cárcel un medio idóneo para la reflexión, de modo que mientras estuvo preso, José Díaz comenzó a analizar los puntos débiles del anarquismo, reflexionó sobre el derroche de energías de muchos dirigentes de la CNT y obreros anarquistas. Sus largas meditaciones le llevaron a la conclusión de que el anarcosindicalismo no disponía de una teoría revolucionaria ni la CNT tenía una política para organizar a las masas como fuerza capaz de conducir a los trabajadores al triunfo de la revolución.

La cárcel es también un inmejorable punto de contacto para que los revolucionarios empiecen a conocerse de cerca. En el tiempo que estuvo recluido en la Modelo de Madrid, el Socorro Rojo Internacional se ocupó de él y de su familia, gesto solidario que, en una situación tan precaria, impactó a aquel obrero anarcosindicalista. A través del Socorro Rojo Internacional José Díaz entró en contacto con los comunistas y, a partir de ese momento empezó un cambio radical en su ideología.

La solidaridad genera solidaridad. Cuando en agosto de 1926 sale en libertad, vuelve a Sevilla, ingresa en el Socorro Rojo Internacional junto con otros militantes sevillanos de la CNT (Adame, Barneto, Roldán, Delicado). José Díaz se preocupa por la represión y por los presos políticos, llegando a ser dirigente regional de la organización solidaria.

Por medio del Socorro Rojo Internacional, José Díaz traba relación con la dirección del Partido Comunista, que entonces residía en Bilbao. Por aquellas fechas fue detenido el responsable del Comité Regional del Partido Comunista. En aquella época en Sevilla había unos 15 ó 20 comunistas. José Díaz contacta con ellos e ingresa en el Partido Comunista. No fue un caso aislado. Los elementos más sanos y queridos de los obreros de Sevilla que procedían del anarcosindicalismo, pasan a las filas del comunismo. En Sevilla fueron muchos los anarcosindicalistas que en 1924 se negaron a autodisolver sus sindicatos, y que mantuvieron o rehicieron en forma autónoma. Ese fue el caso de Antonio Mije, también antiguo dirigente del Sindicato único de Alimentación; Barneto, del Sindicato de Portuarios; Manuel Delicado; Roldán, Núñez, etc. Poco a poco ese grupo con raíces sindicales fue integrándose en las filas comunistas.

Gracias a su trabajo y a sus grandes dotes organizativas, José Díaz consiguió que la organización sevillana fuese una de las más importantes del Partido Comunista. En la capital andaluza se produjo la simbiosis del movimiento obrero y sindical con el comunismo.

El primer trabajo de José Díaz fue escribir a los pueblos de los cuales tenía direcciones para tratar de reconstruir un Comité Regional provisional del Partido Comunista con nuevos militantes. En el Comité introduce a varios sindicalistas que pertenecían al Socorro Rojo Internacional y que por afinidad le seguían: Montesinos, Delicado y otros. Al poco tiempo, cuando ya reanudó la relación con algunas ciudades y pueblos de Andalucía, se celebró un pleno del Partido para nombrar nueva dirección; a este pleno acudió Adame como representante del Comité Central. En la nueva dirección regional que se nombró Jose Díaz fue designado Secretario Político.

Hacia 1928 José Díaz seguía siendo máximo dirigente del Socorro Rojo Internacional y, además, participaba en la dirección del Comité Regional del PCE en Andalucía como secretario político.

Como máximo responsable político comunista en Andalucía, José Díaz siguió dando muestras de su entrega a la causa revolucionaria. Gracias a su labor, la reorganización del Partido Comunista en Andalucía experimentó un gran salto y el movimiento sindical pronto pasó en su mayoría a ser dirigido por los militantes comunistas. Es la lucha de nuevo organizada en Sevilla por los mismos hombres aunque con distintos planteamientos políticos e ideológicos.

Asistimos al momento en que la dictadura se va debilitando y la censura para las reuniones es más suave y hay un fuerte despliegue de agitación comunista sobre los obreros de la ciudad, de la mano de los sindicalistas de siempre.

José Díaz se va a mantener durante todo el año 1928 en la lucha obrera, participando en la huelga de otoño por la subida salarial y organizando la huelga general en Sevilla cuando se iba a inaugurar allí la Exposición Ibero-Americana con una visita de Primo de Rivera, el dictador en persona.

El prestigio de José Díaz estaba cimentado en una lucha obrera y sindical ininterrumpida desde 1918. Lleva diez duros años en ella y es mucha la experiencia acumulada. Su trabajo es el mismo porque la situación para los suyos no ha mejorado, sin embargo, actúa de otra forma y dirige una nueva organización obrera. No lo vemos ocupando ningún puesto en el sindicato, pero aparece invariablemente en el momento duro de la lucha. Su nombre lo recoge una prensa que no tiene nada que ver con sus ideas y su movimiento; una prensa que, por ser abierta y muy explícita a la hora de dar la noticia, informa sobre el papel de unos hombres que escribieron la historia como luchadores obreros anónimos en Sevilla. Nos está acercando a la labor de los primeros comunistas sevillanos que han evolucionado del anarcosindicalismo y realizan ahora un trabajo político partidista.

Los gremios mejor organizados eran por este orden: los Panaderos, que están encuadrados en la Asociación La Aurora de la que fue elegido bibliotecario Antonio Mije García, en la reunión celebrada el 19 de octubre, y el 24 de noviembre fueron elegidos miembros de una Comisión reguladora del descanso dominical, José Díaz, José Oliveira, Antonio Mije y otros seis camaradas. Se reúnen los Confiteros, los Hortelanos y Jardineros y sus ramas afines, la Sociedad Unión de Obreros Metalúrgicos y de Tranviarios y Electromecánicos, los camareros y similares en la asociación La Constancia, los vaqueros, en la asociación La Pastora.

Métodos diversos se utilizaban para atraer a la lucha: el ya citado de la constitución de comités paritarios, la ayuda a enfermos para lo que se convocaba con frecuencia a través de la prensa, y dando conferencias formativas, sobre la organización obrera en el corporativismo. Esta era la pantalla de un movimiento clandestino. Se celebran varios actos públicos en Sevilla, en uno de los cuales el abogado sindicalista Fernando Balcera, asesor jurídico de la Sociedad Unión de Tranviarios, habló sobre el tema El momento social actual y los Comités Paritarios.

José Díaz y Celestino García, en representación de la Federación Nacional del Arte rodado, hablaron sobre los Comités Paritarios. La Sociedad La Unión de obreros tranviarios y electromecánicos de Sevilla que tenía su domicilio social en la calle Trajano, número 16, convocó este acto que tuvo lugar al dia siguiente a las doce de la noche para que sus asociados se enteraran de los provechos que al proletariado le proporciona la ley corporativa.

En agosto de 1929 celebró el PCE su III Congreso en París. El partido en esa fecha era insignificante en toda España y los acuerdos fueron muy radicales y sin viabilidad alguna, de ahí que los resultados del Congreso no tuvieran la menor eficacia. Se mantuvo el criterio de que había que potenciar la revolución democrático burguesa y formar un gobierno obrero y campesino.

En el mes de marzo del año 1930, el PCE celebró la llamada Conferencia de Pamplona aunque tuvo lugar en Bilbao. José Bullejos, su Secretario General, la orientó contra el sistema capitalista que estaba en crisis y sobre la perspectiva de que, de inmediato, se iba a producir la revolución socialista. Otros representantes de Sevilla y de Vizcaya tenían otras ideas y surgió un debate sobre el tema sindical en el que éstos se habían formado. Se pensó en la unidad sindical, pero a la cúspide de la UGT la consideraban, tras la dictadura con la que había en cierta medida colaborado, inapropiada; actuarían con la CNT, había que reconstruirla sobre una base nueva. Había que partir de los sindicatos de Sevilla, de Málaga, de Almería y de otras provincias andaluzas. Y se creó el Comité Nacional de Reconstrucción de la CNT y la Unión Local de Sindicatos que se agrupaba en la Unión Regional de Sindicatos de Andalucía, la cual se adhirió a la Internacional Sindical Roja.

Este giro político-sindical del Partido Comunista se debe muy especialmente a los obreros sevillanos que llevaban dos años luchando en este sentido.

En 1929 fue dirigente indiscutible en la huelga de panaderos de Sevilla, organizada por el sindicato La Aurora en la cual obtuvieron de sus patronos un aumento del 15 por ciento sobre sus jornales tras una dura lucha que llevó a cabo su Comisión Paritaria encabezada por José Díaz, Mije, García y Oliveira Barrera.

Durante el año 1930 la actividad obrera se acrecentó en Sevilla y se extendió por la provincia la influencia del sindicato panadero La Aurora y la de otros sindicatos que ya estaban dentro de la influencia comunista.

Estos sindicatos organizaron una visita de Bullejos a la ciudad para dar una conferencia de las muchas que se hacían entonces, utilizando a los comités paritarios como pantalla para mítines de cariz revolucionario. Así la conferencia de Bullejos se celebró en la calle Aurora, número 5, el centro de las cigarreras, que se había convertido en lugar de ebullición comunista. Bullejos no pasó desapercibido en la ciudad. Al día siguiente del acto, el gobernador civil Conde de San Luis, clausuró el centro a causa de su intervención.

Ese mismo año, José Díaz partió hacia la Unión Soviética, donde permaneció nueve meses estudiando en el Instituto Lenin, formándose como dirigente revolucionario. Allí le sorprendió la llegada de la República en 1931.

Durante la II República, en 1932, el general Sanjurjo intentó un golpe de Estado fascista que fracasó, y José Díaz destacó en los preparativos de las huelgas que se desencadenaron contra dicho intento.

Esta actividad revolucionaria le lleva de nuevo a la cárcel y mientras está en prisión se celebró el IV Congreso del Partido Comunista en Sevilla, en marzo de 1932, en el que fue elegido miembro del Comité Central.

Poco después, ya en libertad y en una sesión del Comité Central, fue elegido Secretario General, en sustitución de Bullejos quien, junto a Trilla y Adame fueron criticados por haber conducido el Partido por un camino ultraizquierdista y sectario, que lo mantuvo al margen de las masas.

José Díaz destacó siempre por su capacidad organizativa e insistió en la necesidad de una férreo destacamento de vanguardia que encabezara al proletariado en sus luchas:

¿Créeis que se puede oponer solamente el entusiasmo a la fuerza de un enemigo organizado, hábil y con un feroz aparato de represión? No camaradas... No basta con el entusiasmo y la voluntad; es necesario organizar, organizar siempre, y que las fuerzas organizadas marchen siempre en filas compactas hacia la consecución del objetivo propuesto. El genio de la revolución mundial, Lenin, dijo que la revolución no se hace, sino que se organiza. Y esto mismo os decimos nosotros.

En octubre de 1934, el PCE tuvo una destacada participación en el movimiento revolucionario de Asturias, tras la que el gobierno desató una fuerte represión que llevó a numerosos camaradas a la cárcel. A pesar de no haber convocado el levantamiento, José Díaz asumió en nombre del Partido toda la responsabilidad:

Los comunistas han llamado a la lucha y a la insurrección a las masas, se han puesto a la cabeza y han luchado contra las fuerzas represivas de la reacción y del fascismo con las armas en la mano. El Partido Comunista está pues identificado con el movimiento insurreccional y asume su plena responsabilidad política.

En julio-agosto de 1935 se celebra el VII Congreso de la Internacional Comunista en el que Jorge Dimitrov presentó el Informe central y se aprobó la política de alianzas de la clase obrera con todos los sectores y partidos populares y democráticos susceptibles de unirse en un frente antifascista.

La delegación española en el Congreso estuvo presidida por José Díaz y Dolores Ibarruri.

Poco después, en un discurso pronunciado en Madrid, el 3 de noviembre de 1935, José Díaz dijo:

El VII Congreso de la Internacional Comunista ha analizado los cambios que se han operado en la situación internacional... y ha decidido que a una nueva situación corresponde una nueva táctica [...] La Internacional Comunista [...] dice a los trabajadores que hoy el enemigo inmediato al que hay que vencer, al que hay que aniquilar, es el fascismo.
Meses después, el 15 de enero de 1936 se firma en España el pacto del Frente Popular los partidos Izquierda Republicana, Unión Republicana, PSOE, UGT, Juventudes Socialistas, PCE, Partido Sindicalista y POUM.

Como se indica en el primer párrafo, el pacto se realiza entre las citadas fuerzas, sin perjuicio de dejar a salvo los postulados de sus doctrinas. Se trata de un plan politico común y norma de gobierno que habrán de desarrollar los partidos republicanos de izquierda, con el apoyo de las fuerzas obreras en el caso de victoria.

Un mes después, el 16 de febrero, se celebran elecciones y el Frente Popular consigue un histórico triunfo. En las listas del Frente, el PCE obtuvo 17 diputados y José Díaz fue elegido diputado por Madrid.

Entonces los comunistas se dirigieron aún con más intensidad a todos los antifascistas, sin distinción de ideologías, para fortalecer la unidad contra el enemigo común:

Obreros socialistas y anarquistas, antifascistas todos: os saludo cordial y fervorosamente en nombre del Partido Comunista. Permitid que comience por advertiros que cuando se viene a un acto de esta naturaleza, cuando tan crítica y preñada de peligros está la situación, no debéis mirar solamente si las frases son más o menos bellas, si la oratoria es o no brillante. Camaradas que habéis venido a este acto, escuchad la doctrina, oid la forma en que el Partido Comunista deduce las enseñanzas del pasado y os expone la situación presente. Estas enseñanzas os serán útiles para desarrollar la lucha de masas, que tanta falta está haciendo en estos momentos.
En su condición de Secretario General del Partido Comunista de España, José Díaz se convirtió en uno de los principales artífices de la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 y un dirigente querido y respetado por todos los antifascistas.

Desempeñó asimismo un decisivo papel en la movilización y organización de las fuerzas populares y de las milicias armadas contra el levantamiento fascista del 18 de julio de 1936.

En la guerra civil el papel político y militar del Partido Comunista fue decisivo. Su número de militantes pasó de 12.000 en 1932 a cerca de 300.000, de los que, según los datos presentados por José Díaz, 131.600 estaban en los frentes de batalla. El PCE se convirtió en un verdadero Partido Comunista, vanguardia de la lucha armada contra el fascismo y ejemplo heroico para todo el pueblo.

Durante los tres años de lucha contra el fascismo José Díaz defendió la unidad de la clase obrera y de las fuerzas populares de la ciudad y del campo y fue un incansable organizador de la lucha (política y armada) contra el fascismo y sus cómplices.

Entre los escritos de guerra de José Díaz destacan los informes presentados a los Plenos del Comité Central del 5 al 8 de marzo de 1937 y del 13 al 16 de noviembre del mismo año, ambos celebrados en Valencia. En este último, por ejemplo, escribió a propósito de la unidad con los anarquistas y el heroico papel de la CNT en la guerra:

Desde el principio de la guerra hasta hoy, se ha producido en nuestro país un acontecimiento político que tiene una gran importancia. Me refiero a la evolución del anarquismo español. Antes de la guerra, los camaradas anarquistas tenían una posición intransigentemente antigubernamental. Durante la guerra, esta posición se ha modificado sustancialmente, por las enseñanzas mismas de los hechos; los camaradas anarquistas han llegado a colaborar como ministros en un Gobierno del Frente Popular [...]

Los anarquistas forman hoy parte del Ejército regular, se subordinan a los mandos y a las organizaciones militares; reconocen la necesidad del mando único; muchas organizaciones de la CNT han expresado su deseo de que la industria sea nacionalizada y de que el Gobierno asuma la dirección de la industria de guerra [...]

Representa la incorporación de las masas de la CNT al bloque político de lucha contra el fascismo, al conjunto de fuerzas que ha de consolidar y desarrollar la revolución popular [...]

Nuestra línea continuará siendo la de colaboración más estrecha con los anarquistas, en el Ejército y en las organizaciones económicas.

También son muy importantes por su agudo y excelente análisis de la sociedad española de aquella época, el discurso pronunciado en el Salón María Guerrero de Madrid el 9 de febrero de 1936, con el título de La España revolucionaria, así como la conferencia pronunciada en Barcelona desde la tribuna de la Unión Iberoamericana el 29 de noviembre de 1938, con el titulo Lo que España enseña a Europa y a América.

Pese a su decisiva participación en la victoria del Frente Popular y en la denuncia y desenmascaramiento de las fuerzas de derecha que conspiraban para implantar el faschmo en nuestro pals, pese al destacado papel que desempeñó a lo largo de toda la guerra, los discursos y escritos políticos de José Díaz son completamente ignorados.

En el segundo de los Plenos citados se analiza, entre otros temas las causas y consecuencias de la pérdida del Norte a manos de las tropas franquistas en el verano de 1937 y en él figura la crítica a Astigarrabia, secretario del Partido Comunista de Euskadi, que se había dejado arrastrar hacia posiciones de subordinación a los nacionalistas vascos del PNV.

Al Pleno del Comité Central de mayo de 1938 ya no pudo asistir debido a su estado de salud, que se agravaba con celeridad.

A principios de enero de 1939 se trasladó a la Unión Soviética, donde fue operado y donde permanecerá ya hasta su muerte.

En la URSS y durante cierto tiempo continuó su labor como Secretario General del PCE y como miembro del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, responsable de los partidos de España, Sudamérica e India.

Escribió un importante trabajo de análisis áutocrítico con el título de Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles. En este trabajo, publicado en abril de 1940, José Díaz analiza la situación concreta en que se desarrolló la lucha de nuestro pueblo contra las fuerzas fascistas internas y extranjeras, así como la táctica de los comunistas durante la guerra.

Juzgando de manera autocrítica la política del Partido Comunista durante la guerra, particularmente en sus últimos días, José Díaz afirma que si bien el Partido Comunista siguió una línea justa durante la guerra, aunque también cometió errores, el error principal de nuestro Partido fue que frente a la amenaza de rebelión contrarrevolucionaria en Madrid -el traidor golpe de la Junta de Casado- que entregó Madrid a las fuerzas franquistas (5 de marzo de 1939), no la dio a conocer a las masas, y no actuó tan enérgica y resueltamente, cuando la rebelión ya estaba en marcha, tal como la situación difícil lo requería.

Tuvo que ser intervenido quirúrgicamente dos veces más ya partir de junio de 1941 hubo de retirarse de la actividad política y permaneció primero en Pushkin y luego en Tiflis, capital de Georgia, en compañía de su familia. Murió en esta última ciudad el 21 de marzo de 1942.

Aquel glorioso PCE que fue dirigido por José Díaz, nada tiene que ver con el actual, totalmente degenerado y en manos de una camarilla revisionista que usurpa sus siglas. Por el contrario, somos nosotros, el PCE(r), quien ha tomado el relevo y sigue la tradición gloriosa de quienes lo dieron todo en la guerra contra el fascismo.

Para más información, consultad el libro de María Victoria Fernández Luceño: José Díaz Ramos. Secretario del Partido Comunista de España desde 1932 a 1942. Aproximación a la vida de un luchador obrero, Universidad de Sevilla, Sevilla, 1992.

inicio Historia del PCE Joan Comorera Facundo Perezagua