Galería
de Ilustradores
Realmente,
Asun no parece tener la edad que tiene. En su estudio, inundado
por el sol de la mañana, todo está dispuesto para
trabajar: dibujos para un próximo libro en la mesa, lápices,
la Enciclopedia en la estantería, libros de pintura... Al
verla, uno se da cuenta de que no está hablando con una joven
de 20 años, pero al ver su estudio, uno se la imagina allí
tiempo atrás. La mesa, justo debajo de la ventana, alberga
el trabajo de los últimos días. A uno de los lados,
un completo equipo informático que le facilita ciertas tareas,
y le sirve también para hacer nuevos experimentos. Afuera,
forzando los ojos frente al sol que pasa por los cristales, el patio
de un colegio. Mirando hacia arriba, cerrando los ojos hasta no
ver más que un hilo dorado, uno se topa con el mismo sol
que vio nacer a Munia y que aún será testigo de algunas
historias más.
Según
tú misma has comentado, desde niña querías
dedicarte a ilustrar libros. Ahora que eres ilustradora, ¿qué
diferencias hay entre la forma como ve un niño un libro infantil
y tu propio punto de vista?
Bueno, es que cuando yo era niña, pensaba que los libros
se hacían uno a uno. Esa era mi idea. Creía que los
dibujantes repetían el mismo libro muchas veces.
A mí, de niña, date cuenta de que era la posguerra
y había poquísimos juguetes, no había tele
ni diversiones electrónicas, entonces era una vida muy aburrida.
Además, el niño no tenía ningún protagonismo...
Para mí, los libros ilustrados lo eran todo. Ahora, desde
el punto de vista de un adulto, supongo que para un niño
es mucho más relativo, porque por mucho que le gusten las
ilustraciones tiene diversiones muy variadas; no puede ser como
entonces. De todos modos, yo sigo pensando que es importante.
Estuviste
estudiando en la Escuela de Bellas Artes...
Sí,
pero de una forma muy anárquica. Estudié sólo
un año, dibujo natural y pintura, pero vamos, por libre.
¿Te
sirvió de algo?
Bueno,
claro que me sirvió, porque todo sirve, pero en realidad
lo bueno hubiera sido poder estudiar algo más especializado,
porque yo he perdido mucho tiempo buscando mi camino. Probablemente,
si hubiera entrado en una escuela para estudiar Diseño o
Ilustración hubiera aprendido mucho más. Pero la verdad
es que aquí es muy difícil encontrar eso, incluso
ahora.
¿Aprendiste
más en la Escuela o en el trabajo en la Imprenta Industrial
de Bilbao?
Mucho
más en el trabajo en la Imprenta.
En
los libros de Munia hay una carta tuya contando un poco tu vida
y animando a los lectores a que te escriban. ¿Cómo
valoras el contacto entre el lector y el autor/ilustrador?
Bueno,
es una forma muy graciosa de saber lo que piensan los niños
de tus libros. En general, como suelen ser cartas dirigidas por
maestros, en la escuela y en una determinada clase, las cartas se
parecen mucho. "Me ha dicho la señorita que le escriba
tal...". Me escriben mucho desde Estados Unidos, desde los
colegios bilingües. Los libros de Munia tienen mucho éxito
como libros de texto allí, y entonces es de donde más
correspondencia recibo. Es muy curioso porque bueno, son niños
que tienen un español un poco dudoso, porque ya están
hablando en inglés, y el entorno es inglés, o americano,
si quieres, entonces me llaman por ejemplo "Respetable señora",
por que lo de "Querida Asun" les parece demasiado cercano;
y algunas veces te encuentras con que los niños están
viendo cosas que tú no habías pensado. Es muy divertido;
por ejemplo, en Munia y la señora Piltronera Munia se disfraza
para pedir perdón. Como le da vergüenza pedir perdón
como Munia, pide perdón a través de un personaje que
se ha inventado. Se pone un sombrero y un chaleco, y va a hablar
con sus padres. Entonces sus padres aceptan ese trueque y la tratan
como a una señora, que es lo que ella dice que es. Yo, por
supuesto, no había pensado en qué es lo que veía
un niño. Pues los niños me han preguntado varias veces
que por qué se reía el papá, si es que acaso
había descubierto que Munia no era la señora Piltronera.
O sea, los niños creen completamente eso, cosa que me dejó
alucinada, porque se han metido tanto en la historia que les parece
que un sombrero y un chaleco son suficientes para que los padres
no se enteren de quién es. Entonces eso te deja de repente
con la boca abierta, porque te sitúa en los seis años,
claro.
¿Crees
que un niño que coge un libro prefiere que le cuenten bien
una historia o da más valor a las ilustraciones?
Es
que yo creo que una cosa va con la otra. Yo, tal como concibo los
libros de imágenes tengo que tener un texto y unas ilustraciones
que se tengan en pie. Habrá niños que entren en el
texto a través de las ilustraciones y niños que hagan
al revés, que entren en las ilustraciones a través
del texto.
Depende de cómo sea su psicología. Si ese niño
es más literario o más visual.
Cuando
te pones a ilustrar, ¿lo haces porque de repente te viene
la inspiración, o tienes unas horas fijas de trabajo regular?
Bueno,
yo me gano la vida como ilustradora. Entonces tengo un horario rigidísimo.
Si no, no podría mantener los gastos del estudio, pagar a
una persona que me ayuda... Es bastante complicado. Y trabajo unas
ocho horas fijas todos los días y en ocasiones doce y más.
Me queda poco tiempo para la inspiración, entonces de vez
en cuando te toca un ángel la cabeza y tienes alguna idea
un poco más brillante o en verano, que trabajo pero de manera
más relajada. Pero indudablemente, trabajar en esto como
profesional y vivir exclusivamente de ello es mucho curro.
En
los libros de Munia las ilustraciones suelen ser muy suaves, llegando
algunas a ser incluso minimalistas. ¿ Tiene algún
significado especial este estilo de ilustrar?
No
creo. Desde que me planteé el primer libro pensé que
quería trabajar con acuarelas, que tenían que ser
muy suaves, con un toque muy poético a lo que era el texto,
y en esa época era un método de trabajo que me iba
muy bien. Me resultaría muy difícil hacerlo ahora.
Yo creo que ahora hago cosas más agresivas, de colores más
brillantes, la acuarela la he dejado mucho de lado. Es un proceso
en el que vas cambiando.
Y
el gato que aparece en esos libros, ¿existe al igual que
Munia?
Sí,
la verdad es que sí.
¿Prefieres
un libro fantástico, un cuento de hadas y dragones o un libro
realista?
Hombre,
yo por temperamento creo que soy más bien realista, y me
gustan las historias de ahora, y en mis historias intento reflejar
la vida cotidiana. Pero eso no quiere decir mucho. Llega un momento
en que te puede interesar muchísimo ilustrar una leyenda.
Yo he hecho ahora un trabajo ilustrando una serie de leyendas vascas
que eran las de todas las provincias, y era un trabajo muy apasionante.
Además, yo no soy partidaria de limitarme o de limitar lo
que me rodea. La buena literatura es buena literatura porque es
buena, no por que sea fantástica o realista o situada en
un medio o en otro.
En
el 78 comenzaste a publicar tus textos, con Historia de un erizo.
¿Cómo te decidiste a ilustrar y a escribir tus propios
libros?
Porque
las cosas que me mandaban no me gustaban. Me parecía que
si yo me encuentro con unos textos maravillosos, a lo mejor ni hubiera
tenido la idea ni me hubiera atrevido a ponerme a escribir. Como
me parecía que las cosas que estaba ilustrando no eran nada
del otro jueves, pensé que yo también sentía
la necesidad de decir cosas.
En los últimos años has ilustrado una serie de
libros en la colección El Saco de la Galera, como por ejemplo,
Flor de Col en 1984, cuyas ilustraciones chocan con las más
uniformes de El árbol de mi patio, del mismo año
y en otra colección ¿A qué se debe esta continua
alternancia de estilo?
Al
propio deseo. Me parece que cada libro puede tener un tratamiento
distinto. No me siento obligada a repetir un mismo estilo, sobre
todo cuando me he dado cuenta de que por ejemplo, alguien mire una
ilustración en El País, que no tiene nada que ver,
y note que está Asun Balzola detrás. Entonces, si
yo soy capaz de mantener algo que es reconocible, de tener una identidad
como ilustradora, a pesar de que cambie de método de trabajo
o de técnica, pues eso me parece muy interesante. Es como
si nadaras. Estás dentro del agua y piensas: "Pues hoy
quiero nadar crowl, o mariposa". Entonces El árbol de
mi patio quería que fuera una cosa muy entendible para los
niños, y elegí colores planos, y trazo grueso, y en
cambio Flor de Col es una cosa acuarelada, aunque también
tuviera un trazo grueso.
Estuviste
unos años en Italia. ¿Qué diferencias notaste
en lo que se refiere a tu trabajo: el mundo editorial, la ilustración...?
Yo
vivía en Roma, que es una ciudad que tiene muy pocas editoriales
que se dediquen a libros para niños o jóvenes. Y entonces
bueno, trabajé muy poco, porque entonces no me mantenía
de esto. Trabajé ilustrando en Milán y Florencia,
es decir, para editoriales que estaban en el norte, lo cual era
complicado, o sea que trabajé poco. Lo que sí hice
en cambio es formarme, porque Italia es un país que tiene
tanto arte, que ya sólo vivir en Roma era una experiencia
artística, y luego tienes desde los Museos Vaticanos hasta
cualquier iglesia. O bueno, también los viajes a través
de la Toscana, que es maravillosa, los frescos de Piero della Francesca.
Era un poco un alucine vivir en Italia. Tenía mucho tiempo
libre, era más joven y podía viajar de otra manera...
En ese sentido fue muy importante. Y luego conocí a Rodari,
con el cual estuve bastantes veces, lo conocí digamos "socialmente".
Cené con él un par de veces, y hablé con él.
Leí mucho su obra, seguí mucho lo que hacía,
y era muy interesante. Un hombre que tenía una visión
del libro infantil que en cierto modo me iba muy bien a mí
también.
¿Qué
te pareció este encuentro con Rodari?
Era
gente que se planteaba el libro infantil de una forma muy rigurosa,
muy seria, queriendo hacer lo mejor. No eran nada frívolos.
Y además era un momento que bueno, era el comunismo italiano,
su apogeo con Berliner... Era una gente muy especial. Algo como
lo que puede ser aquí Acción Educativa. Sobre todo
saliendo de España, que todavía era franquista, para
mí llegar allí y ver esa apertura era muy interesante.
Como
entretenimiento, ¿por qué tendría que preferir
un niño un libro a un cómic, una película,
la televisión o un juego de ordenador...?
No
tiene por qué preferirlo. El libro tiene una ventaja, que
es mucho más duradero. Un niño que ve una película
en televisión, la ve y ya está. Puede grabarla en
vídeo y volverla a ver, pero digamos que un libro se lo puede
llevar a todas partes, lo puede abrir en cualquier lado, lo puede
llevar a la playa, lo puede meter debajo de la almohada... Es como
más fetiche que el resto de las historias, puede ser incluso
como un juguete.
Pablo
Cruz
Marzo de 1998
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