En la animación lectora lo deseable sería no tener
que reflexionar acerca de los beneficios de la lectura y que dichos
razonamientos resultaran tan absurdos como los relativos a la
conveniencia de la amistad o el amor, el aseo diario, la alimentación
y otras cuestiones vitales. Pero actualmente sí es necesario
debatir su importancia y el desarrollo de su hábito, puesto
que la lectura es una actividad individual que exige esfuerzo,
concentración y paciencia, requisitos opuestos a las características
definitorias de nuestra sociedad promotora de lo colectivo, lo
fácil y lo inmediato.
Hoy prevalecen las sensaciones sobre las ideas y predomina el
consumo rápido, la novedad efímera, la acción
y el espectáculo; lo cual difícilmente casa con
la lectura, actividad que requiere detenimiento y calma para disfrutar
con la descripción de los personajes y del ambiente sin
que aparentemente ocurra nada. Igualmente, para leer son necesarios
un aislamiento y una soledad que permitan el encuentro con el
texto y consecuentemente con uno mismo, así
como un adiestramiento que poco a poco disminuya el esfuerzo y
la impaciencia inicial y confluya en un goce.
Además de la diversión y el aprendizaje, la lectura
proporciona un placer exclusivamente humano, pues como decía
Gloria Fuertes: "De todos los animales de la tierra sólo
el hombre puede leer para dejar de ser animal". Leer implica
acciones relacionadas con el pensamiento y con los placeres que
se alejan de lo puramente sensorial: razonar, reflexionar y argumentar.
Los índices de lectura en España señalan
que un 42% de la población adulta no lee nunca o casi nunca,
un 37% lee semanalmente y un 21% lo hace todos los días.
Entre los escolares, el porcentaje de los alumnos que leen es
del 15% .
Con el objetivo de aumentar estos niveles de lectura, especialmente
entre la población infantil y juvenil, el Ministerio de
Educación, Cultura y Deporte ejecuta el Plan de Fomento
de la Lectura 2001-2004 a partir de la elaboración de instrumentos
de análisis que permitan conocer cuál es la realidad
de la lectura en nuestro país. Análisis que no sólo
debe considerar valores cuantitativos de dicha situación
lectora, sino cualitativos; es decir, más importante aún
que averiguar cuánto se lee es reflexionar acerca de qué
se lee.
Aunque el hábito lector es susceptible de iniciarse a
cualquier edad, los esfuerzos de su promoción se dirigen
básicamente a la población escolar. Por otra parte,
los programas de animación a la lectura principalmente
se centran en textos de ficción. Con todo ello, a la calidad
literaria de los libros dirigidos al público infantil referimos
la siguiente reflexión.
Entre la literatura y la didáctica
A menudo la literatura infantil es considerada hermana menor
de lo que se conoce como "literatura para adultos":
el reconocimiento social de los escritores para niños es
escaso y los medios apenas hacen eco de las novedades editoriales
o de los premios otorgados en este sector.
Esta restringida valoración social y cultural de la literatura
infantil generalmente deriva de la definición inexacta
tanto de su objeto como de su público destinatario.
Por una parte, el frecuente predominio de la intención
pedagógica sobre la literaria produce unas obras erróneamente
denominadas literatura infantil, casi exentas de narración
y repletas de contenidos didáctico-moralizantes. Son libros
que a través de una sucesión de imágenes
construyen una secuencia medianamente narrativa y muestran unos
modelos de conducta supuestamente aplicables a la vida del lector
y que los mediadores (familias, educadores y bibliotecarios) seleccionan
según la temática o la edad asignada desde la editorial.
No nos referimos al material divulgativo que informa sobre cualquier
área de conocimiento de modo más o menos ameno y
atractivo, sino a aquellos libros que disfrazados de cuentos intentan
transmitir una enseñanza aleccionadora y sacrifican la
calidad literaria a expensas del fin didáctico.
En segundo lugar, la idealización de la infancia a menudo
repercute negativamente en el lenguaje empleado: la selección
de los temas y el tratamiento de los mismos con simplificaciones
estilísticas, vocabulario restringido, abuso de diminutivos
y aumentativos, descripciones amplias y difusas aquejadas de maravillismo,
así como un enfoque de los contenidos habitualmente cursi
y excesivamente protector.
Al respecto, M» Jesús Fernández (2001: 39) reivindica
una literatura infantil acorde a lo que implican estos dos términos:
literatura, en cuanto calidad del lenguaje, diversidad e interés
de los temas propuestos y adecuación de su tratamiento;
e infantil por lo que respecta a la aceptación de los necesarios
condicionantes y restricciones que el público destinatario
impone y que no han de verse como empobrecimiento o limitación,
sino, por el contrario, como un esfuerzo añadido para encontrar
la forma y la manera de acercar a los niños cualquier temática
y género, para saber transgredir la función meramente
coloquial del lenguaje y presentarlo en su valor connotativo y
artístico, siendo al mismo tiempo comprensible.
Animación a la lectura y calidad literaria
Puesto que la animación a la lectura no suele trabajar
con textos de información o conocimientos sino de ficción,
una búsqueda de calidad literaria necesariamente repercutirá
en el éxito o fracaso de los esfuerzos encaminados a animar
a leer. Pedro Salinas decía que "los mejores profesores
de lectura son los buenos libros" y es por ello que, aunque
el animador no debe limitar su actividad a la presentación
de buenas historias sin más motivación, aquéllas
al menos sí serán un imprescindible
punto de arranque.
En ocasiones el interés por despertar y cultivar el hábito
lector es tal, que se convierte en casi una obsesión que
sin valorar la calidad literaria acepta cualquier
libro como bueno e indiscutiblemente mejor que otras ofertas culturales
y de entretenimiento relacionadas con las nuevas tecnologías;
muy al contrario, podemos afirmar sin dudarlo que existen libros
pésimos y programas de televisión excelentes.
Esta búsqueda de calidad necesariamente requiere un juicio
crítico que analice y seleccione entre la abundante y variada
oferta editorial, identificando la literatura infantil que anteriormente
hemos definido y valorando los distintos productos de la misma.
Además de los aspectos intrínsecos a la auténtica
literatura que venimos defendiendo, tales como la riqueza lingüística,
la capacidad de sugerir emociones o la cercanía al mundo
afectivo del lector, uno de los criterios selectivos comúnmente
aceptados es que el libro guste al niño, lo cual será
condición necesaria pero no suficiente; al respecto argumenta
Luis Daniel González (1999: 38) que al niño le puede
gustar no lavarse.
Así pues, teniendo en cuenta el carácter literario
de la animación a la lectura y la amplitud del mercado
editorial, es necesaria una selección de calidad literaria
que dignifique la literatura infantil teniendo en cuenta que no
todo libro es literatura y que siguiendo las palabras de
C. S. Lewis "ningún libro vale la pena ser leído
a los 10 años si no vale la pena leerlo a los 50".
Conclusión
En la sociedad actual, tan proclive a lo rápido y lo
perecedero, la lectura únicamente podrá hacerse
un hueco con libros de calidad que proporcionen algo más
que diversión o entretenimiento y que ocupen un espacio
no sólo en nuestras estanterías, sino en nuestros
corazones y en nuestra memoria.
Bibliografía:
FERNÁNDEZ, M» J. (2001): "Galicia: una LIJ consolidada".
CLIJ, 142, 39-47.
GONZÁLEZ, L. D. (1999): Guía de clásicos
de la literatura infantil y juvenil (3). Madrid, Palabra.
|