"Chris Van Allsburg ha decidido experimentar,
sacrificando la elegancia y belleza de sus ilustraciones a
favor de un juego metaficcional"
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Mal día en Río Seco
Texto e ilustraciones de Chris Van Allsburg.
México: Fondo de Cultura Económica, 2000
"¿Es éste el mismo Chris Van Allsburg
de álbumes como Jumanji, El expreso polar,
o Los misterios del señor Burdick?", se
preguntarán muchos los fanáticos de este elegante
y estético autor-ilustrador norteamericano, al ver
esta cubierta chillona y estereotipada.
Pues sí, es él, aunque con sólo hojear
las páginas se perciba que han quedado atrás
los maravillosos efectos de claroscuros que creaban atmósferas
misteriosas o nostálgicas en sus libros anteriores.
Atrás también, los atrevidos puntos de vista
-contrapicados, escorzos y vistas aéreas- a los que
el ilustrador nos tenía acostumbrados. Aquí,
en cambio, abundan el "plano americano" y los primeros
planos. Tampoco se encontrará la profundidad psicológica
en la expresión de los personajes que se apreciaba
en muchos de sus álbumes. Los habitantes de este pueblo
del oeste son estereotipados y no se diferencian unos de los
otros.
¿Qué ha ocurrido? Con Mal día en
Río Seco Chris Van Allsburg ha decidido experimentar,
sacrificando la elegancia y belleza de sus ilustraciones a
favor de un juego metaficcional.
Este álbum está conformado por dobles páginas.
Las dos primeras están ilustradas a línea y
sin color muestran primero el pueblo de Río Seco, un
dibujo cuadriculado y estereotipado e introducen el conflicto
en el texto: el alguacil (sheriff) detecta la aparición
de una luz en el cielo del oeste. En la tercera doble-página
ya aparecen unas líneas de color sobre las figuras
de unos caballos "de una especie de lodo brillante y
grasoso" y el alguacil y sus hombres intentan determinar
qué pasa. A continuación, las diez siguientes
intentan presentar una situación conflictiva, las líneas
de colores, cubren a los personajes y a los paisajes, sin
que ninguno de los habitantes de Río Seco pueda intuir
qué pasa. En esta repetición sólo se
introduce un elemento novedoso: la figura de un vaquero diferente,
un dibujo infantil, realizado en colores con la misma "sustancia
grasosa".
La tres últimas ilustraciones revelan las cartas del
juego metaficcional. Esa historia que hemos venido leyendo
pertenece, en realidad a otra historia que se cuenta: la de
un niño o una niña que hace rayas y dibujos
en un libro para colorear sobre vaqueros. Una mano infantil
que empuña un lápiz de cera nos muestra el momento
mismo en que la historia se va contruyendo. En la última
página, una perspectiva aérea propia del Van
Allsburg que conocemos en otros libros (no vayan los lectores
a pensar que se le olvidó cómo ilustrar) nos
muestra al pequeño pintor (o pintora), mientras colorea
las ilustraciones de la historia que estamos leyendo. En la
página final aparecen el libro para colorear cerrado
sobre la mesa, (es un libro barato 99 centavos de dólar)
y la niña (o niño) que sale de la habitación
con una pelota en mano para iniciar otro juego. Queda así
explicada la rigidez del pueblo y de las figuras y lo estereotipado
de los personajes, pues son personajes que responden a la
estética de la ilustración comercial.
"Un libro dentro de un libro", este truco metaficcional
pone al alcance de los lectores muy pequeños la posibilidad
de verse sorprendidos con los experimentos literarios propios
de la literatura contemporánea. La aparición
de la situación marco, saca al lector de la historia
de vaqueros y cambia su perspectiva obligándole a leer
de una forma diferente. La mano del niño o niña
dibujante, rompe la frontera narrativa y pone fin al extrañamiento
introduciendo un plano que estaba fuera de la narrativa original.
El lector entonces se reformula lo que ha venido leyendo,
un efecto que caracteriza a las obras metaficionales y que
ha sido descrito por David Lodge como "cortocircuito".
El final de Mal día en Río Seco es, sin
duda, un final poco frecuente (aunque no enteramente novedoso)
que posee el atractivo de la sorpresa.
Me pregunto si los lectores tendrán la paciencia de
llegar al final para verse sorprendidos. Pues la intriga decae
durante las páginas que repiten la misma situación
con muy escasas variaciones climáticas. Y tal vez los
lectores menos expertos no tengan los suficientes elementos
ni experiencia como para seguir las pistas que señalan
que hay algo no convence y que vale la pena seguir leyendo
para averiguarlo. También existe la posibilidad de
que al llegar al final, fastidiados, los lectores pudieran
percibirlo como un "golpe de efecto", que no compensaría
la prueba de resistencia de la lectura.
La convivencia de dos realidades de distinta naturaleza ontólogica
dentro de la ficción permite que los lectores comiencen
a experimentar las relaciones problemáticas entre la
realidad y la literatura, uno de los aprendizajes más
complejos para los lectores de ficción. Es esta, sin
duda, una oferta importante, que podría justificar
que un autor de la talla de Van Allsburg sacrificase su lograda
propuesta para poner en contacto a los niños con este
tipo de experiencia literaria.
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